Después de salir de la oficina del director, Robert ni siquiera se volvió a dignar a dirigirle la palabra, se dedicó como siempre a responder mensajes y llamadas hasta que llegaron al palacio de invierno.
El palacio de invierno, la residencia predilecta de la reina, era un lugar que parecía haber salido de una parecía haber salido de una pintura. Su arquitectura exquisita de torres y terrazas, de tejados azules y paredes blancas, lleno hasta el hartazgo de ventanas, ventanales y balcones que daban hacia el espectacular jardín del frente adornado con setos, fuentes y rosales cuidados con esmero, todo hasta el último detalle colocado de forma perfecta entre las flores y senderos empedrados, aunque por supuesto dentro de las puertas del palacio las muestras de extravagancia y opulencia no eran menos sorprendentes, con candiles, candelabros de cristal, oro y plata, y pinturas tan antiguas y famosas que valían más que ella misma, alfombras y muebles de la mejor calidad y la más exquisita manufacturación.
Cuando su esposo la metido en una habitación en lugar de uno de los salones ella apenas se atrevió a mirarlo confusa.
—No esperaras ver a la reina con ese aspecto—se burló él —Date un baño y ponte bonita para ver a mi abuela, ella no nos espera hasta dentro de una hora. Aprovecha bien el tiempo—indico antes de cerrarle la puerta en la cara y dejarla sola en aquella enorme habitación.
Layla miro a su alrededor para asegurarse de que no había ninguna persona o cámara que pudiera verla antes de hacerle un gesto vulgar a la puerta, acto seguido apresurándose para revisar los armarios y cajones.
Colores pastel le había dicho Marcus que debía de usar en eventos públicos y cuando no estuviera en privado con su marido, para darle impresión de inocencia. Algo que ella antiguamente había sido, pero de lo que actualmente ya no quedaba nada, sobre todo ahora que vería a la reina. Rápidamente eligió un vestido de tipo sastre de color rosa palo, con cuello halter, sin mangas, top drapeado, ajustado en la cintura, con una falda lápiz que le llegaba debajo de las rodillas, un delgado cinturón plata con diamantes y una gargantilla sencilla de brillantes, unas zapatillas blancas cerradas de tacón bajo y ropa interior blanca de encaje.
Velozmente y sin querer perder tiempo se dio una ducha rápida pero eficiente, se secó y arreglo el cabello con sus suaves y grandes rizos sueltos perfectamente acomodados en un estilo limpio, su maquillaje suave, elegante y simple, con labios rosados. Vistiéndose sin perder tiempo dándose un último repaso en el ornamentado espejo de cuerpo completo cuando la puerta se abrió. Robert parpadeo sorprendido.
—Veo que por una vez está en lista tiempo Layla—la elogio en un tono que pareció todo menos amable.
—Lamento todos los problemas que pude haberte causado Robert— se disculpó pareciendo genuinamente avergonzada y él hizo un gesto despectivo ofreciéndole el brazo.
Por supuesto, siempre un caballero en presencia de su tía abuela la reina. Ella tomo su brazo y se dejó guiar por los pasillos del palacio mirándolo embelesada cuando al fin cruzaron las puertas dobles entrando en el salón de invitados preferido de la reina, una habitación de lujosos muebles tapizados en terciopelo.
La reina los recibió con una solemne sonrisa, ambos se soltaron realizando una pronunciada reverencia en gesto de respeto la mujer mayor de gesto grácil se encontraba sentada en un amplio sillón, ella era hermosa en un sentido clásico, su cabellos platinados sujetos en un moño francés, su traje sastre de dos piezas en color azul cobalto de impecable confección claramente echo a la medida, ligerísimas arrugas apenas perceptibles le surcaban el bello rostro de facciones respingadas, la nariz recta, los labios finos, los ojos ámbar de un tono casi dorado.
—Ya es suficiente, por favor vengan a sentarte. Tomemos el té juntos— indico la reina con elegantes ademanes haciendo uso de esas manos finas.
Ella había criado Robert como uno más de sus hijos cuando sus padres murieron en un trágico accidente heredando el título de duque de Nolan. Ella lo amaba como a su propio hijo ignorando indulgentemente sus defectos y consecuentando su terrible carácter como no lo hacía ni siquiera con sus propios hijos. Robert y Layla se sentaron en un sillón contigo a la reina.
—Querida mía, estas bastante recuperada, mi Robert me ha dicho que has estado los últimos tres años en un retiro para recuperarte de tu perdida, ante la cual te doy mi más sentido pésame— ofreció la reina estirándose un poco para tocarle la mano a la joven. Layla la miro un tanto sorprendida por el gesto de la soberana y agacho la mirada, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero contuvo el llanto, y el desprecio que sentía antes los causantes de su dolor. Robert le rozo la espalda indicándole que había guardado silencio demasiado tiempo y que debía responder a la reina.
—Agradezco profundamente sus palabras majestad, me resultan de gran consuelo— agradeció Layla y la reina le sonrío indulgente.
—Ahora bonita, aunque Robert me ha dicho que has estado en un retiro los últimos tres años se ha negado decirme tu verdadero paradero, ¿Dónde estuviste todo este tiempo? — exigió saber la monarca dejando a la chica horrorizada, Robert pellizco discretamente su espalda y ella enderezó en su lugar.
—Como mi esposo lo ha indicado su majestad, me he encontrado este último tiempo en un retiro. Su Majestad suplico me disculpe por los inconvenientes que mi ausencia pudo haber causado— se disculpó ella y la reina le sonrío ampliamente luciendo complacida. Robert se relajó y la tensión de su cuerpo disminuyo significativamente a su vez retirando la mano de la espalda de su esposa.
—Siempre has sido una chica muy lista mi querida muñequita. Ojalá mis hijos hubieran encontrado esposas tan sensatas como tú, pero mis nueras no hacen más que darme disgustos con su falta de sentido común— se quejó la mujer indicándole al personal de la sala que le sirviera a Robert y a su esposa una taza de té, la joven acepto agradecida y no tomo un solo sorbo de té hasta que la reina lo hubiera hecho primero —He pedido a las tartaletas de fresa para ti preciosa. Sé que son tus favoritas—ofreció la reina y Layla tomo una de las tartaletas de la bandeja.
—Agradezco profundamente sus atenciones alteza, es usted muy amable— agradeció la chica llevándosela la boca y dándole un delicado mordisco, la reina asintió con aprobación haciendo ella misma lo propio.
—Ahora bien, querido Robert, he hablado con el publicista de la Casa Real y pudiendo observar con mis propios ojos las adecuadas condiciones de nuestra joven duquesa, hoy mismo se dará un comunicado oficial sobre su regreso a la vida pública gracias a la finalización de su duelo, confío en que ambos estén a la altura de las circunstancias— advirtió la mujer severa y Robert asintió sonriendo.
—Por supuesto abuela, tanto Layla como yo sabemos comportarnos según lo esperado. Aunque en los últimos años no lo haya parecido mi esposa sabe comportarse de acuerdo a su estatus, no te decepcionaremos—aseguro él poniendo su mano sobre la pierna de Layla, un gesto que a ella le resultó de lo menos agradable.
Complacida la reina continúo con su reunión hablando de todo un poco, principalmente dirigiendo su atención a Robert y haciendo solo algún comentario ocasional para poner a Layla al día, tomando está el papel que siempre se esperó que ejecutara. El de un mero objeto decorativo que debería tomar la responsabilidad en algún momento de engendrar herederos, más nunca una opinión propia, siendo siempre una simple y hermosa muñeca que fuera muestra del poder y el estatus de su propio esposo.
Cuando la reina indicó discretamente que deseaba retirarse y que ese encuentro debía terminarse en los próximos minutos con un gesto sutil, Robert invento una excusa sobre un motivo urgente que debía atender en su oficina y lo excuso ambos para poder irse.La reina acepto amablemente la excusa y les dio el permiso para retirarse, ambos salieron del palacio tan rápido como se podría considerar adecuado, y una vez que regresaron al auto, a solas con el chofer, el silencio se tornó nuevamente como el protagonista ente ambos, pero la sonrisa de suficiencia en el rostro de Robert a ella le resultó bastante inquietante, haciéndola cuestionarse que sería lo que se estaría tramando en aquella retorcida cabecita que tenía su aparentemente perfecto marido, pero aun así negándose a sucumbir ante la angustia que le causaba se dedicó a mirar por la ventana notando que se introducían en la ciudad siendo recibida por los escaparates de lujosas marcas, restaurantes y cafeterías tan exclusivo
Layla le había ordenado a Gabriela comprarle una báscula digital para monitorear su peso y el resto de la semana se la paso ordenándoles a ella y a el resto de personal pedirle al chef privado que Robert tenia de planta las veinticuatro horas del día, cocinarle todo tipo de comida, y ordenando a casi todos los restaurantes de prestigio de la ciudad, a casi a todas horas, en un intento desesperado para que comer y recuperar el peso que había perdido le resultará menos desagradable, y aunque al principio su estómago no lograba retener casi nada devolviéndolo todo al instante en un par de días después empezar comer se hizo más fácil con comidas más pequeñas de alto valor calórico y muchas veces al día. Cuando después de varios días de ese alocado régimen alimenticio y a tan solo un día del regreso de su esposo considero que había logrado rellenarlo suficiente en los lugares correctos y se dio un baño temprano para luego arreglarse cuidadosamente preparándose para salir. Layla se encont
Fuera de la habitación se escuchaba el fuerte barbullo causado por los sirvientes que realizaban los preparativos de último momento para la llegada de su esposo después de su largo viaje de trabajo a otra ciudad, y cuando de un momento a otro todo se tornó en un silencio sepulcral, Layla supo que él ya había llegado a la mansión.Sus pasos pesados y furico resonaron en la escalinata de la entrada siguiendo por el piso de mármol pulido de la planta baja y continuando hasta la escalera que conecta con la planta superior.Layla tomo aire preparándose para lo que vendría a continuación e infundiéndose con el coraje y el valor necesario para continuar con todo según lo planeado.Colérico, su esposo abrió la puerta de un golpe haciendo un gran estruendo que resonó por toda la mansión.—¿Porque demonios mi esposa no me ha recibido en la puerta? — bramó iracundo callándose de inmediato al mirarla.Ella sonrío traviesas desde s
Una vez que tanto Layla como Robert estuvieron listos y arreglados concienzudamente para la ocasión, se encaminaron al palacio de invierno para reunirse con la reina y cumplir con la cita a la que se habían comprometido asistir.En un intento desesperado por la monarquía y la prensa Real para así poner fin de una vez por todas al infierno mediático que se había desatado cuando Layla había desaparecido tras la muerte de su primogénito de una forma tan repentina, y a todas las especulaciones y chismes que se habían desarrollado alrededor del escandaloso incidente.De camino al palacio, mientras su chofer conducía diligentemente por la carretera en medio de él insufrible tráfico de la ciudad, Layla había atrapado a su esposo despegando la vista de su teléfono celular para mirarla furtivamente en un par de ocasiones, un hecho insólito, algo que él jamás había sucedido ni siquiera cuando la conoció y aun no se hallaban comprometidos formalmente.Una vez dentro del pa
Su reincorporación a la vida pública fue mucho más fácil de lo que recordaba que hubiera sido cuando asumió el papel de Duquesa de Nolan la primera vez, aunque claro, en esta ocasión ya tenía completo conocimiento de lo que debía hacer además de experiencia en el área, pero de igual forma que cuando se unió a la rama principal de la familia real con todas los deberes y derechos que eso implicaba comenzó acompañando la reina al cumplimiento de sus compromisos reales. Algo que hacían para mantenerla vigilada al tiempo que se aseguraba de que cumpliera adecuadamente sus funciones, enalteciendo la imagen pública de la monarquía.Lleva varios días acompañando a la reina cuando debía asistir a algunos de sus compromisos, mayormente saludando los invitados a los eventos y solo ocasionalmente contestando de manera vaga cuando le cuestionaban sobre estado de que había hecho durante su ausencia, rápidamente cambiando de tema, preguntas que solo algunos osados asistentes se atrevían hac
Tenía apenas un rato que había logrado concentrarse lo suficiente como para poder poner atención a la lectura cuando escucho la puerta de la biblioteca abrirse y sin perder tiempo volvió a colocarse los zapatos de tacón en los pies hinchados sentándose correctamente en su lugar justo a tiempo cuando Ariana rodeaba el librero y llegaba a su lado con un vaso de agua con hielos en una bandeja, un verdadero despropósito en su opinión, pudiendo traerlo directamente en su mano sin tanto riesgo de que cayera destrozándose en pedazos, aunque claro, la joven al igual que todos los que trabajaban en esa casa era tan hábil y diestra que eso nunca había sucedido desde que estaba ahí, y en caso de que sucediera no quería ni imaginarse lo que le haría el exagerado de su esposo y el ama de llaves.Ariana coloco el vaso de agua en la mesa a su lado y Layla le sonrío.–Muchas gracias Ariana, ya puedes retirarte—–Por supuesto mi señora—respondió la joven haciendo una rever
Los eventos de estado siempre la habían le habían parecido aburridos, y en ese momento, en medio de una cena de gala con todos los miembros de la familia real, el primer ministro y todos los dignatarios presentes se esforzó por seguir el hilo de la conversación que se desarrollaba su alrededor.Con su esposo evidentemente aburrido y molesto igual que en cada ocasión que los hijos y nietos de la reina se encontraban presentes, recordándole su verdadero lugar y posición en la realeza.Robert parecía deseoso de que todo aquel evento terminara y poder irse, sobre todo dado que el príncipe Gabriel, el nieto mayor de la Reina y futuro heredero de la corona, por supuesto rival número uno del vanidoso y soberbio Robert, había regresado de una de sus misiones en la marina, donde había, según decían en los círculos más altos, sido desplegado en el extranjero en una misión clasificada.Tratando de mejorar el mal humor de su marido y notando que todos se encontraban enfrasc
Habían pasado semanas desde la última vez que había visto Marcus y a su equipo, aunque a ella le parecía que los separaba una vida de distancia.Layla presiono un poco más acelerando el pedaleo conforme el entrenador de spinning lo indicaba dirigiendo al grupo animoso desde el frente, todo aquel derroche de energía había sido lo que había provocado que ella eligiera su clase por encima de la de los demás instructores, su respiración un poco más agitada y el sudor deslizándosele por el pecho y el cuello. 2 minutos más y acabaría lo rutina, ella sonrió discreta en su lugar alegrándose de que hacer ejercicio ya no fueron lujo de que después de algunas semanas comer se volvieron juego de niño. Marcus estaría orgulloso.–Listo chicas. Buen trabajo. Las espero en la próxima clase—se despidió animado el entrenador y todas corearon una respuesta a su vez.Ella tomo su toalla secándose el sudor para luego beber de su botella de agua respirando pesadamente tra