¿Habrá un enemigo tras Sofi o serán embustes de Paula?
Era la quinta vez que Andy llamaba a Sofi por teléfono.—El color rojo se te ve muy bien, ¿qué tan escotado es? —preguntó él.—Tiene un escote profundo, llega casi hasta el ombligo.—Uff, ya me lo estoy imaginando. Cuidado y te lo hago mucho más profundo.—Entonces voy a comprar dos, uno para mí y uno para que juegues tú.—Eres tan lista, amor. Te llamo más tarde, tengo reunión.Andy colgó, pero su mente seguía ocupada en Sofi y su vestido nuevo. El estrés de tener un supuesto enemigo la había llevado a ir de compras, así se relajaba.¿Quién podría ser su enemigo con lo encantadora que era? Si hasta para la filantropía dejaba tiempo en su vida, era una santa. Todavía sospechaba que todo fueran embustes de Paula, pero no estaba de más prevenir, por eso le había insistido a Sofi que compartiera su ubicación en todo momento. Y si se quedaba mucho tiempo en un lugar, la llamaba para saber si todo iba bien. —Andy... ¿Qué hay de mi reporte? —preguntó Leo, uno de los ejecutivos del departam
El humo negro del feroz incendio causaba picor de ojos y se pegaba en la garganta al inhalar, haciendo cada vez más difícil el estar allí. La voz de Andy salió entrecortada y menos fuerte de lo que él quería. Aun así, su grito fue desgarrador.—¡SOFI!Su carrera hasta el ingreso del edificio en llamas fue frustrada por los bomberos. Se necesitaron tres para detenerlo.—¡Mi novia está ahí dentro! ¡Tengo que ir por ella!Si no lo soltaban empezaría a golpearlos. Nadie le impediría que encontrara a Sofi. Ya estaba acomodado para jalar a uno y lanzarlo por sobre su espalda.—¡Andy!La voz de Sofi. En la calle, entre el humo, los bomberos, ambulancias y personas desesperadas, la voz de Sofi lo hizo dejar de luchar y corrió a su encuentro. La estrechó en sus brazos con el miedo agarrotándole los músculos; le besó el rostro tiznado por el humo.—Morí y renací —dijo él, al borde de las lágrimas.Sofi lloraba, pero por el humo. Estaba a salvo. Andy la subió a su auto y se la llevó de allí.
—¿Estás bien?Era la tercera vez que Andy le hacía a Sofi la misma pregunta.—Claro que sí, amor. He pasado por cosas mucho peores, las dificultades de la vida me han hecho fuerte. ¿Recuerdas cuando me perdí durante nuestra excursión escolar al bosque?—No te perdiste, te escapaste con Kun.—Esos son detalles, acabamos perdidos igual. En un momento me hice la muerta para que me diera respiración boca a boca.—¿Lo hizo? —preguntó Andy con expectación.—No, el muy bruto me dio masajes cardíacos y casi me rompió una costilla.Las carcajadas de Andy no le cayeron muy bien, ese para ella era un recuerdo muy triste.—Y luego, cuando por fin nos encontraron, tú lamentaste que no me hubiera comido un león. ¿Lo dijiste en serio? Andy le cogió una mano y se la llevó hasta los labios. La inmadurez hacía a las personas ser crueles, sobre todo cuando tenían dificultades para expresar sus verdaderos sentimientos.—En esa época era un chico estúpido, Sofi, pero ya aprendí que en los bosques no hay
Sofi recibió la taza con café y se deleitó unos instantes con su delicioso aroma antes de probarlo. Ella había estado en muchos lugares del mundo y sentada en muchas mesas, pero en ningún lugar había probado un café tan exquisito como el que servía Kun en su sala, junto al fuego de su chimenea. —Es inconcebible que me haya enterado de esto por la televisión.La noticia del incendio en el edificio de Sofi lo había dejado aterrado y no dudó en llamarla de inmediato. Y Sofi fue a verlo porque no quería estar cerca de Andy mientras todavía quisiera darle un puñetazo. —No quería preocuparte.Kun sonrió. —Por favor. Una vez me llamaste a las tres de la mañana para preguntarme si las cebras eran blancas con rayas negras o negras con rayas blancas.La había regañado por molestarlo con estupideces y, sin embargo, no pudo dormirse pensando en el enigma de las cebras.—Era una cuestión fundamental para comprender el mundo. Y ya lo averigüé, son negras.—Ese no es el punto. Si estás en peligro
El auto en que viajaban Sofi y Andy entró en los terrenos de la mansión Sarkov, silenciosa e inalterable pese al paso del tiempo. Sus abuelos los habían invitado a pasar el día con ellos al enterarse de lo que estaba ocurriendo. Un día de relajo lejos de la ciudad les vendría de maravillas. Tomken los recibió en la sala.—Mi hermosa niña, ¿cómo es que esto pudo pasar? —Soy muy blanda, abuelo, dejo vivir a mis enemigos.—Cariño, tu abuelo se encargará de todo. Esa persona lamentará mucho haberse metido con mi princesita. Deseará nunca haber nacido.—Gracias, abuelo. Eres tan dulce.—Esto me trae tan malos recuerdos —lamentó Anya.—¿A qué te refieres, abuela?—Nada, cariño. No vale la pena recordarlo, cosas que el viento ha cubierto con arena —cogió la mano temblorosa de Tomken y se la llevó hasta los labios.Las dos parejas almorzaron juntas y luego Andy y Sofi se fueron a pasear por el boscoso jardín.—Qué lindo sería seguir juntos hasta que seamos viejos, como mis abuelos. A menos
—¿Qué haremos para nuestro proyecto de ciencias? —preguntaba Moe mientras hojeaban unas revistas en el patio de la escuela.—Tal vez algo sobre inteligencia artificial. Está de moda —dijo Benja.—No sé mucho sobre eso, sólo que puede hacer tu tarea. Tenían la respuesta ante sus ojos, pero no la veían.—Ya sé, preguntémosle a Ch4tGPT qué proyecto podemos hacer —Moe sacó su teléfono.Benja lo observaba, pensativo.—¿Eso no sería trampa? —cuestionó.—¿Por qué? Es inspiración. No es diferente a estar mirando estas revistas.Moe tenía un buen punto y él no tenía ninguna idea, así que lo dejó.—El proyecto que hizo Sofi una vez fue sobre dar besos.A Moe el teléfono casi se le cayó de las manos.—Y Cami construyó un panel solar con material reciclable.—Tu hermana es una genio.—Sí, Cami debería seguir aquí todavía, pero ya está en la universidad. Es la más joven de su generación. —Hablo de Sofi. Besos, es brillante. ¿Y besó muchos chicos?—Claro, necesitaba respaldo estadístico.Moe se l
La angustiosa incertidumbre, que había tenido a Sofi y a Andy viviendo en una pesadilla, estaba a punto de acabar con la detención de los sospechosos.—Cadena perpetua es lo mínimo que deberían darles —sentenció Andy.La cándida noción que tenía sobre la justicia empezó a desdibujarse cuando los guardaespaldas los llevaron a unas bodegas propiedad de los Sarkovs. Un escalofriante llanto les llegó cuando avanzaban por un oscuro pasillo. Andy cogió la mano de Sofi. De seguro estaba muy asustada y ansiaría la seguridad que sólo su fuerte novio podía brindarle. —Aquí aprendí a andar en motocicleta. Qué recuerdos —dijo ella alegremente. Cruzaron una puerta y se encontraron con Markus y Vincent. Frente a ellos y postrado en el suelo había un hombre, lloriqueando. El delincuente que los había obligado a esconderse y abandonar la normalidad de sus vidas no era más que un cobarde.—¡Da la cara, miserable! —exigió Andy.El hombre se descubrió el rostro y Andy se quedó sin aliento. —¡Te lo d
Pese a los reclamos de Andy, su guardaespaldas lo llevó directo a casa de los Sarkov Reyes. El código rojo ameritaba llevar a los sujetos protegidos a un lugar seguro a la brevedad. —La señorita Sofía está bien, pronto regresará del hospital —le dijo Bruno.Andy se aferró la cabeza. ¿Sabía el hombre lo contradictorio de sus palabras? Nadie que estuviera bien necesitaba ir a un hospital.—Dime la verdad, Bruno. Necesito saberlo, por duro que sea... ¿Ella está entera? Desmembrada en una explosión, así se la imaginaba cuando hablaban de un atentado. —No conozco los detalles, pero su vida no corre peligro. Vamos a la cocina, un té te ayudará a relajarte.Pese a que la sirvienta estaba allí, el mismo Bruno le preparó un té de la bien provista reserva de Sam. Había un té para cada ocasión y lugar o eso decía ella. El de miel con limón era una delicia, pero no se comparaba con el de canela y clavo de olor que preparaba Sofi. Tuvo que conformarse con el de melisa de Bruno. —Esta situación