XIX Un manjar amargo

Sofi recibió la taza con café y se deleitó unos instantes con su delicioso aroma antes de probarlo. Ella había estado en muchos lugares del mundo y sentada en muchas mesas, pero en ningún lugar había probado un café tan exquisito como el que servía Kun en su sala, junto al fuego de su chimenea.

—Es inconcebible que me haya enterado de esto por la televisión.

La noticia del incendio en el edificio de Sofi lo había dejado aterrado y no dudó en llamarla de inmediato. Y Sofi fue a verlo porque no quería estar cerca de Andy mientras todavía quisiera darle un puñetazo.

—No quería preocuparte.

Kun sonrió.

—Por favor. Una vez me llamaste a las tres de la mañana para preguntarme si las cebras eran blancas con rayas negras o negras con rayas blancas.

La había regañado por molestarlo con estupideces y, sin embargo, no pudo dormirse pensando en el enigma de las cebras.

—Era una cuestión fundamental para comprender el mundo. Y ya lo averigüé, son negras.

—Ese no es el punto. Si estás en peligro
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