—¿Qué haremos para nuestro proyecto de ciencias? —preguntaba Moe mientras hojeaban unas revistas en el patio de la escuela.—Tal vez algo sobre inteligencia artificial. Está de moda —dijo Benja.—No sé mucho sobre eso, sólo que puede hacer tu tarea. Tenían la respuesta ante sus ojos, pero no la veían.—Ya sé, preguntémosle a Ch4tGPT qué proyecto podemos hacer —Moe sacó su teléfono.Benja lo observaba, pensativo.—¿Eso no sería trampa? —cuestionó.—¿Por qué? Es inspiración. No es diferente a estar mirando estas revistas.Moe tenía un buen punto y él no tenía ninguna idea, así que lo dejó.—El proyecto que hizo Sofi una vez fue sobre dar besos.A Moe el teléfono casi se le cayó de las manos.—Y Cami construyó un panel solar con material reciclable.—Tu hermana es una genio.—Sí, Cami debería seguir aquí todavía, pero ya está en la universidad. Es la más joven de su generación. —Hablo de Sofi. Besos, es brillante. ¿Y besó muchos chicos?—Claro, necesitaba respaldo estadístico.Moe se l
La angustiosa incertidumbre, que había tenido a Sofi y a Andy viviendo en una pesadilla, estaba a punto de acabar con la detención de los sospechosos.—Cadena perpetua es lo mínimo que deberían darles —sentenció Andy.La cándida noción que tenía sobre la justicia empezó a desdibujarse cuando los guardaespaldas los llevaron a unas bodegas propiedad de los Sarkovs. Un escalofriante llanto les llegó cuando avanzaban por un oscuro pasillo. Andy cogió la mano de Sofi. De seguro estaba muy asustada y ansiaría la seguridad que sólo su fuerte novio podía brindarle. —Aquí aprendí a andar en motocicleta. Qué recuerdos —dijo ella alegremente. Cruzaron una puerta y se encontraron con Markus y Vincent. Frente a ellos y postrado en el suelo había un hombre, lloriqueando. El delincuente que los había obligado a esconderse y abandonar la normalidad de sus vidas no era más que un cobarde.—¡Da la cara, miserable! —exigió Andy.El hombre se descubrió el rostro y Andy se quedó sin aliento. —¡Te lo d
Pese a los reclamos de Andy, su guardaespaldas lo llevó directo a casa de los Sarkov Reyes. El código rojo ameritaba llevar a los sujetos protegidos a un lugar seguro a la brevedad. —La señorita Sofía está bien, pronto regresará del hospital —le dijo Bruno.Andy se aferró la cabeza. ¿Sabía el hombre lo contradictorio de sus palabras? Nadie que estuviera bien necesitaba ir a un hospital.—Dime la verdad, Bruno. Necesito saberlo, por duro que sea... ¿Ella está entera? Desmembrada en una explosión, así se la imaginaba cuando hablaban de un atentado. —No conozco los detalles, pero su vida no corre peligro. Vamos a la cocina, un té te ayudará a relajarte.Pese a que la sirvienta estaba allí, el mismo Bruno le preparó un té de la bien provista reserva de Sam. Había un té para cada ocasión y lugar o eso decía ella. El de miel con limón era una delicia, pero no se comparaba con el de canela y clavo de olor que preparaba Sofi. Tuvo que conformarse con el de melisa de Bruno. —Esta situación
Luego de la crisis, Sofi y Andy se relajaban en la habitación. Ella estiró los brazos, se oyeron algunos tronidos y sonrió.—Dios, Andy, ¿cuál es la explicación científica para esto?—Me encantaría poder decírtela, pero no soy científico, sólo un hombre común y corriente dispuesto a hacer lo que sea para complacer a su ardiente novia. —Y lo logras. Eres un amante excepcional y el sexo sin cejas es alucinante.—Espero que sea por la falta de cejas y no por lo que fumé, odiaría volverme adicto a algo que no seas tú.—Oh, Andy. Ya me dieron ganas de hacerlo de nuevo. Te ves tan raro e... irresistible. Si los extraterrestres se parecen un poquito a ti, pueden invadirnos cuando quieran.—No digas eso o me pondré celoso. No quiero a ningún alien cerca de ti, tocándote con sus tentáculos erectos y babosos. —Muy tarde, ya estoy sintiendo uno por acá jajajajaja...Andy dejó la habitación media hora después para ir por algo de beber.—¡¿Qué te pasó en la cara?! —le preguntó Cami con horror.—
Sentada en la sala de interrogatorios, Tabitha parecía tranquila, no como Andy. Él y Sofi habían insistido en estar presentes y esperaban en la sala tras el cristal espejo.—¡Con tu asistente, Andy! Qué poco profesional. Al trabajo se va a trabajar, no a hacer indecencias. ¿La llevaste a nuestro escritorio?—No, Sofi. Yo tengo escrúpulos, no como tú, que te fuiste al otro lado del mundo con tu amante a vivir en la miseria.—Fue por razones humanitarias y él no era mi amante. No compares mi filantropía con tu calentura. Ambos se cruzaron de brazos, sin mirarse. Estaban enfadados, pero sin cejas no se les notaba. En la otra sala, Markus se sentó frente a Tabitha. Su relajada expresión daba a entender que sería el policía bueno. El malo, Vincent, aguardaba cerca del muro. Markus preguntó dónde estuvo Tabitha en cada uno de los atentados en contra de Sofi. —¿Cómo espera que recuerde lo que hice hace un mes? Sólo dijo tener coartada para el evento más reciente, que debía ser confirmad
—No puedo creer que alguien te haya hecho algo así. No sé si es demencial o... infantil.A media mañana Sofi recibió la visita de Kun. Bebían café en la terraza.—Pero me veo bien, ¿no?—Sí, tú siempre te ves bien, ese no es el punto. Esto debe ser el trabajo de una mujer, alguna arpía envidiosa de telenovela.—No conozco a nadie así, ¿quién será? Andy llegó vistiendo ropa deportiva. Estrechó la mano de Kun en un saludo amistoso.—Iré al club con los chicos, necesito botar energías.—Diviértete, amor y dales mis saludos, en especial a Felipe. Andy besó la cabeza de Sofi, volvió a estrechar la mano de Kun y salió.—Tú y Andy son tal para cual —comentó Kun—. Aunque él no se ve tan bien sin cejas.Sofi rio con ternura. El destino había sido muy sabio, poniendo cada cosa en su lugar y el camino que creyó que iba directo a Kun, en realidad sólo serpenteaba en torno a él. La meta siempre había sido Andy.—Todavía no conozco a tu novia. Sería grandioso que fuéramos los cuatro al club un dí
—¿Dónde está Violeta?Esas fueron las aterradoras palabras con las que Vlad Sarkov, de catorce años, despertó a su madre una aciaga noche de otoño.Su oscura silueta, a los pies de la cama, se acercó. Anya se llevó una mano al pecho, la otra buscó a tientas a su esposo en la oscuridad. Estaba sola. —Fui a su habitación, pero hay alguien más ahí —agregó Vlad.La mujer encendió su lámpara y, al ver al niño, deseó no haberlo hecho. El rostro de su hijo era espantoso. Tenía los ojos desorbitados y toda la cordura parecía haber desaparecido de ellos. Quiso llamar a la policía. —Vlad... querido, debiste tener una pesadilla... ¿De qué Violeta hablas? Él se llevó una mano a la cabeza. —Pues... ¡De Violeta!... La única que existe... ¡Tú sabes quién es! —Querido, no hay ninguna Violeta, yo no conozco a ninguna. Puedes preguntarle a quien quieras en la casa y obtendrás la misma respuesta. —Pero recuerdo su risa... ¡Y la vi! ¡La vi en la pérgola! Pero cuando fui a buscarla ya no estaba. Any
—El año pasado, los índices de rentabilidad de las inversiones en el mercado extranjero superaron al promedio del último trienio en cinco puntos porcentuales, con un error de 0,0002. La capacidad de inversión, respecto a las cifras nacionales, ha ido al alza y se estima que para...Sentado a la cabeza de la mesa de directivos, Vlad Sarkov parecía ser el más atento a lo que el relator de la junta decía. Llevaban allí dos horas, que no era nada comparado con otras reuniones que habían tenido. Se soltó el primer botón de la camisa y aflojó un poco la corbata. Tal vez algo iba mal con el aire acondicionado.Elisa le dejó un vaso con agua. Estaba fría y refrescante, justo lo que él necesitaba. A veces creía que la mujer le leía la mente. —Haré que revisen el aire acondicionado —le susurró ella, volviendo a su puesto en la esquina. Qué eficiente asistente era, qué sospechosa le parecía a veces, tan imperturbable y perfecta, tan aburrida.Miró por el gran ventanal de un costado. Las nubes c