—¡No puedo creer que hayas hecho algo así! ¡Nunca me había sentido avergonzado de ti hasta ahora! —gritaba Vlad, luego de casi morir de un infarto al descubrir de qué se trataba la flamante investigación de Sofi.—Papi...—¡Nada de papi! Sabes que tu mamá está embarazada, ¡¿quieres matar al único hermano que tendrás antes de que nazca?!—¡No, nunca querría eso!—Y yo llevándote con mis socios. "Esta es Sofi, mi hija la científica", mientras tú te besuqueabas con sus hijos como una...—¡Vlad! —lo frenó Sam, antes de que dijera algo que luego lamentaría.—Me convertiste en tu proxeneta, así de asqueroso me siento. ¡Y sigue lavándote los dientes!Sofi escupió la espuma y le puso más dentífrico a su cepillo, mientras Vlad seguía gritando desde la puerta.—Me dieron el premio al esfuerzo.—¡Al esfuerzo! ¡Vaya esfuerzo dejar que todos esos críos repugnantes te llenaran de baba!—¡Claro que fue un esfuerzo! Algunos estaban bastante feos, pero me sacrifiqué por la ciencia.—¡Cállate! ¡Cállate
—Todo estará bien, nuestras vacaciones no tienen que arruinarse sólo porque su madre ame más sacar fotos que estar con nosotros. Nos divertiremos sin ella y, si algún día regresa, le mostraremos las hermosas fotos de nuestras vacaciones —dijo Vlad, empoderado padre luchador.—¿Si algún día regresa? —preguntó Benjamín, haciendo pucheros.El niño, de tres años, empezó a llorar.—Ella va a volver, Benja. Papá exagera —dijo Cami, consolándolo.—¿Y dónde está Sofi? ¡Sofi! ¡Sofi!Ella tecleaba en su teléfono sentada en el mesón de la cocina.—¿Ya empacaste? —preguntó Vlad. Gritó Vlad, sobresaltándola.—No grites, no estoy sorda.—¿Cómo?—Que ya empaqué, papi. Vayámonos pronto.Subieron todo al auto y partieron. Irían a la casa del lago. Caín también iría, pero un inconveniente de último momento lo impidió. No importaba. Luego fue Sam la que se restó del panorama para irse a la Antártida, tampoco importaba, Vlad podía divertirse con sus hijas y su hijo sin problemas, no necesitaban a nadie m
—Esta semana firmé un contrato millonario con IABOSCH. La inteligencia artificial es el futuro y es fascinante —contó Vlad durante la cena.Era tradición de los días viernes compartir en familia los eventos importantes ocurridos durante la semana.—El martes terminó la edición de mi libro sobre la Antártida. Estará en las librerías la próxima semana y ya se han ordenado ochocientas copias sólo en la preventa —contó Sam.Cada segundo congelándose hasta la médula en el desierto blanco habían valido la pena. Su mensaje de sustentabilidad llegaría al mundo entero.—Todos ordenamos nuestra copia, incluso Benja —dijo Cami.Sam la abrazó. Sofi se aclaró la garganta, era su turno de hablar. Vlad aferró su copa.—Esta semana no fui ni una sola vez a la oficina del director —dijo con orgullo—. De hecho, fue a verme él a la clase porque estaba preocupado. Y me felicitó por mi comportamiento.Sam aplaudió y miró a Vlad.—Yo no voy a felicitarte por hacer lo que debes hacer, que es portarte como un
El periodo electoral continuaba y los actos de campaña se sucedían uno tras otro. La semana había comenzado con una magistral muestra cultural del comando de Kun, una orquesta sinfónica había ambientado el desayuno. Cada miembro, que se oía como un músico de larga trayectoria, no era más que un estudiante, un milagro de los talleres de música que se habían implementado en su mandato. Ahora, con su gestión y contactos, prometía traer a una eminencia de la música a impartir algunas clases. —Eso no es nada —decía Sofi a sus amigas, a quien Mozart le parecía bastante soso—, yo podría traer a mi tío Caín a dar clases. —¡Convéncelo para que cante en mi cumpleaños! —pidió Emma. —En tu cumpleaños y en el de tres personas más, que se sortearán entre quienes voten por mí —prometió con solemnidad. —Pero el voto es secreto, Sofi —acotó Magda. —Yo soy buena guardando secretos —aseguró ella con su sonrisa radiante y sincera, especial para campañas políticas. El miércoles fue turno de Andy para
Vlad se puso un poco de crema hidratante en las manos y empezó a esparcirla en el suculento muslo de Sam. Para mayor facilidad, se había acomodado la pierna en su hombro, así estaba a su entera disposición y tenía una vista privilegiada de su esposa tendida en la cama.—¡Qué rico masaje, Vlad!—¿Hay algo que yo te haga y que no sea rico? —se cuestionó con humildad—. Creo que no y ya no tengo problemas de memoria.—En eso estoy de acuerdo contigo, amor.—Lo mismo aplica para ti, Sam. El credito no es sólo mío, tú me inspiras a ser un mejor amante.Sam se carcajeó y cambió de pierna. Mientras Vlad desplegaba todo su talento en temas masajísticos, ella le jaló una oreja con los dedos de los pies y rio a más no poder.—Sam, no me jodas. Arruinas la tensión sexual con tus boberías. —Es que no pude evitarlo. Ya voy a concentrarme, se me acaban de ocurrir algunas ideas.Con los inquietos dedos de sus pies, empezó a desabotonarle la camisa. Sus movimientos eran lentos y torpes, pero sorpresiv
—¿Qué hice mal? —se preguntaba Sofi, sosteniendo el último examen de matemática.—Todo —dijo Tomás, riendo.Se había sacado un 1.—Lo único que hiciste bien fue escribir tu nombre.Ni eso, Sofi lo había escrito en el espacio para la fecha.—¡¿Por qué tengo que ser tan bruta?! ¿Qué será de mí, Tomy? ¿Qué clase de futuro tendré con estas calificaciones?—Las evaluaciones estandarizadas no reflejan realmente lo que sabes o cuánto vales como persona. No somos números, el sistema apesta.Sofi se aferró la cabeza. —¿Tan mal te fue, Sarkov?—¡Piérdete, Sewell, no es asunto tuyo! —le gruñó ella. Andy se fue con su examen de calificación máxima.—M4ldito, cuanto lo detesto —balbuceó Sofi.En un extremo del salón, Kun hablaba con sus amigos. Se le acercó al verla tan desanimada. —Soy un desastre, mi cabeza no sirve —se lamentó ella.—Claro que sirve, pero va muy rápido. Necesitas detenerte, respirar y poner tus ideas en orden. Y hacer algo con tu déficit atencional. Tal vez probar el tratami
La jornada comenzaba en la escuela privada más prestigiosa de la ciudad y Andy Sewell, un desenfadado chico rico, se encontraba con un canasto envuelto en papel celofán sobre su mesa. Dentro había chocolates, galletas, flores y una nota."Hola, sexy Andy. Qué tengas un buen día".—¿Cuál de todas las chicas guapas de la escuela te dio eso? —le preguntó Edo, uno de sus amigos.—Yo me inclino por Evelyn, es de las primeras en llegar y no deja de mirarte. Invítala a salir de una vez —le sugirió Felipe, otro amigo.—No haré nada hasta estar seguro de quién fue.En el recreo, se acercó a Sofi en el pasillo de los casilleros.—Veo que recibiste un regalo de una admiradora secreta. Qué popular, Sewell.—Sé que fuiste tú, Sarkov.—¿Te parezco una chica que regala flores y chocolates? ¿O que escribe notitas cursis?—Sigo enojado contigo y no se me va a pasar sólo por un regalo bonito.—¿Ah sí? Si tienes algo que decirme... dímelo en el armario de la limpieza. Indignado, Andy dio media vuelta y
Andy Sewell revisaba atentamente unos sitios web sobre turismo para planear sus vacaciones en pleno horario laboral. Un recién graduado de administración empresarial debía esforzarse por cuidar su primer empleo y no estar pensando en irse de vacaciones, pero él tenía la fortuna de trabajar en la empresa familiar.Tal condición le permitía tomarse ciertas licencias, como irse de vacaciones sin importar la antigüedad laboral o dejar entrar a su novia a la oficina a cualquier horario. Sentada en el sofá de cuero a un costado del escritorio, Sofía Sarkov Reyes lo miraba como si fuera lo más maravilloso que hubiera visto en su vida. Andy Sewell era un chico guapo, divertido, atento y con una inteligencia bordeando el promedio. No era un iluminado, pero tampoco un bruto rematado. Tenía mucha inteligencia emocional, algo tan escaso estos días, sobre todo en los hombres criados a la antigua. Andy era un hombre moderno, abierto de mente, tolerante y con mucha paciencia.—Ya está, Sofi. Quiero