Epílogo
—Todo estará bien, nuestras vacaciones no tienen que arruinarse sólo porque su madre ame más sacar fotos que estar con nosotros. Nos divertiremos sin ella y, si algún día regresa, le mostraremos las hermosas fotos de nuestras vacaciones —dijo Vlad, empoderado padre luchador.

—¿Si algún día regresa? —preguntó Benjamín, haciendo pucheros.

El niño, de tres años, empezó a llorar.

—Ella va a volver, Benja. Papá exagera —dijo Cami, consolándolo.

—¿Y dónde está Sofi? ¡Sofi! ¡Sofi!

Ella tecleaba en su teléfono sentada en el mesón de la cocina.

—¿Ya empacaste? —preguntó Vlad. Gritó Vlad, sobresaltándola.

—No grites, no estoy sorda.

—¿Cómo?

—Que ya empaqué, papi. Vayámonos pronto.

Subieron todo al auto y partieron. Irían a la casa del lago. Caín también iría, pero un inconveniente de último momento lo impidió. No importaba. Luego fue Sam la que se restó del panorama para irse a la Antártida, tampoco importaba, Vlad podía divertirse con sus hijas y su hijo sin problemas, no necesitaban
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