Andy Sewell revisaba atentamente unos sitios web sobre turismo para planear sus vacaciones en pleno horario laboral. Un recién graduado de administración empresarial debía esforzarse por cuidar su primer empleo y no estar pensando en irse de vacaciones, pero él tenía la fortuna de trabajar en la empresa familiar.Tal condición le permitía tomarse ciertas licencias, como irse de vacaciones sin importar la antigüedad laboral o dejar entrar a su novia a la oficina a cualquier horario. Sentada en el sofá de cuero a un costado del escritorio, Sofía Sarkov Reyes lo miraba como si fuera lo más maravilloso que hubiera visto en su vida. Andy Sewell era un chico guapo, divertido, atento y con una inteligencia bordeando el promedio. No era un iluminado, pero tampoco un bruto rematado. Tenía mucha inteligencia emocional, algo tan escaso estos días, sobre todo en los hombres criados a la antigua. Andy era un hombre moderno, abierto de mente, tolerante y con mucha paciencia.—Ya está, Sofi. Quiero
—¿Estás segura de estar haciendo lo correcto? Si Andy fuera mi novio yo no lo dejaría solo ni cinco minutos —decía Paula, amiga íntima de Sofi y actual colega.—Andy ya es un hombre hecho y derecho, sabe cuidarse perfectamente. Nada le va a pasar si yo no estoy con él.—¿Y no te da miedo que aparezca otra mujer y te lo quite?—Él no es una cosa y no es de mi propiedad. Yo lo reconozco como un ser independiente a mí, con sus propios pensamientos y capaz de tomar sus propias decisiones. Si quiere estar con alguien más, que lo haga, para eso está soltero. Paula sonrió con incredulidad.—De verdad no te entiendo, amiga. Es tu novio y se supone que lo amas, pero lo abandonas. No te entiendo.Sofi no esperaba que lo hiciera, bien sabía ella que las mentes brillantes eran incomprendidas, lo había vivido en carne propia durante toda su vida y no esperaba que eso cambiara ahora. Ella seguiría firme con sus convicciones, aunque nadie la entendiera.—No importa, son mis decisiones y mis consecue
Movido por un firme deseo de venganza que no lo dejaba ni dormir, Andy Sewell salió de su habitación en casa de los Sarkovs y cruzó el pasillo para, con el sigilo de un gato, penetrar en la habitación donde su ex novia dormía como un angelito.Había gente que no tenía conciencia ni derecho a dormir tan plácidamente luego de dedicarse a hacer con descaro el mal.Se sentó en la cama y deslizó su mano bajo las sábanas hasta hallar una pierna de Sofi. Acarició la suave piel del muslo y siguió hacia el interior. Le daría un masaje tan delicioso como el que ella le había dado durante el partido de baloncesto. Ya jamás podría volver a ver otro juego sin tener una erección y ella lo pagaría.Sus hábiles dedos hallaron su blanco y partió trazando círculos con su pulgar sobre el pijama. Ella se removió y lo buscó en la oscuridad. Conocía demasiado bien esa mano y el aroma de la loción del afeitado de Andy.—Hmm... que rico, Andy... —balbuceó, adormilada, seductora.—Vengo a devolverte lo que me
En el pasillo de la clínica, Andy caminaba de un lado a otro, incapaz de mantenerse quieto, muy contrario a Kun, que estaba sentado en completa calma, como lo estaría esperando su turno en el banco o en el aeropuerto. ¿Qué vería en él Sofi? De sólo mirarlo le daba sueño. El médico por fin salió y los dejó pasar a verla mientras esperaban los resultados de los exámenes.—¡Creo que perdí la memoria! —le decía Sofi al enfermero.Andy se quedó estático y fue Kun quien llegó hasta ella primero. Tenía la cabeza vendada, un collarín y vendas también en el tobillo izquierdo y el brazo derecho.—¿Cómo te sientes, Sofi?—¡Horrible, Kun! Por poco me muero —le cogió la mano y la aferró.No había perdido la memoria si recordaba a Kun, eso tranquilizó a Andy. ¿Y si lo había olvidado sólo a él?Se acercó con cautela.—¡Andy, casi me muero! —estiró su otra mano para coger la de él también.—Dijiste que habías perdido la memoria.—Es que me preguntaron qué había comido ayer y no puedo recordarlo. ¡
El silencio en casa de los Sarkovs se rompió cuando Benja llegó de la escuela acompañado de unos amigos. Lo primero que hizo fue ir a saludar a Sofi, que guardaba reposo luego de su accidente. —¿Cómo estás, Sofi?—Un poco más muerta cada día... Comer helado me haría sentir mejor.—Bien, yo te traeré.—Con galletas y salsa de chocolate. —Así será.—Y fresas picadas. Benja le guiñó un ojo. Qué buen hermano era. Pronto llegó con un tazón enorme, con mucho chocolate y hasta crema, ese niño tenía ganado el cielo. —Gracias, Benja. Eres el mejor, que nadie te diga lo contrario.—De nada. Unos amigos vinieron conmigo a casa, ¿podrías ayudarme con algo?—Claro, la clave para acceder a los canales de porno es "cervatillo". —¡¿Qué?!—Tranquilo, no le diré nada a papá ni a mamá, yo también tuve tu edad y era muy curiosa.—No quiero ver porno.—Sí, por supuesto —le guiñó un ojo. —¡Qué no quiero ver porno! Sólo quiero preguntarte si puedo llevar a mis compañeros de clase a ver tu taller, tene
—Ya sólo me queda el esguince en la mano y no puedo pintar todavía, pero buscaré algo en qué entretenerme mientras sano del todo.—Qué bueno que no fue nada grave. Debiste llamarme, habría vuelto en seguida.—No era necesario, mami. Además, me cuidaron muy bien —aseguró Sofi, con una sonrisita traviesa.Cami llegó a desayunar. Era sábado y no tenía clases, pero ya estaba vestida cuando Sofi y Sam seguían en pijama. —¿Y cómo va todo con Andy? Creí que estaría aquí, desayunando con nosotras.Últimamente el muchacho pasaba más tiempo en casa de ellos que en la suya, así había sido desde que Vlad lo aceptara como novio de su primogénita. —Muy bien, mami. Estamos mejor que nunca. La mirada de enfado de Cami no se podía disimular.—Di la verdad, Sofi. Cuéntale a mamá que terminaste con él.—¿Es cierto eso, hija?Si las miradas mataran, Cami habría caído fulminada.—Es... estrategia, algo que Cami no podría entender porque nunca ha tenido un novio.—Ni que me hiciera falta. —Aburrida.—L
—Vine a saber cómo van mis inversiones.A mediodía se presentó Sofi en la oficina de Kun.—Recibirás mensualmente un correo electrónico informándote del balance.—También vine porque tenemos un almuerzo pendiente y no me digas que no porque soy insistente. No me iré de aquí si no es para ir a un restaurante —se aferró del escritorio.Kun sonrió.—Además, necesito saber el chisme. ¿Estás saliendo con alguien? Y lo pregunto por cortesía, sé que estás saliendo con alguien.—¿De dónde sacas eso? —Son demasiadas las evidencias, para empezar, cuando te saludé sentí el aroma de un perfume de mujer delicioso, ella tiene buen gusto.—Es evidencia circunstancial, la mitad del personal de la empresa son mujeres y saludo a muchas durante el día.—Eso te lo acepto, pero para que se te impregne, se necesita un contacto mucho más intenso que un beso en la mejilla. Segunda evidencia: llevas un buen tiempo riéndote solo.Otra sonrisa se le escapó al formal y riguroso ejecutivo, que con su serio rostro
—¿Pasa algo, Sofi? —preguntó Benja.Tenía ella la misma expresión que poseía su rostro cuando intentaba resolver problemas de álgebra. Y esta vez la incógnita de la ecuación era Andy, era él quien mantenía ocupado su cerebro. ¿A qué estaba jugando?—¿Quieres helado? —Benja buscó en el refrigerador. Definitivamente algo planeaba. ¿Qué era eso de hacer una fiesta para celebrar la ruptura? No, no podía caer en los embustes del instigador de Jonas. Todo debía ser una mentira.Pero ¿y si era cierto?Benja se sentó a comer helado frente a ella, que se aferraba la cabeza como si la tuviera llena de termitas. Ahora se levantaría y empezaría a hablar sola por la cocina.—Los hombres son un misterio —dijo Sofi, caminando hacia la ventana— y así dicen que nosotras somos indescifrables, pero ellos lo son. ¡Y encima usé ese disfraz para nada! Tres horas con eso metido en... —se calló al ver a Benja—. ¡En las orejas!—¿Qué te pusiste en las orejas? —Tapones, los tapones favoritos de Andy, los que