III Remedios caseros

En el pasillo de la clínica, Andy caminaba de un lado a otro, incapaz de mantenerse quieto, muy contrario a Kun, que estaba sentado en completa calma, como lo estaría esperando su turno en el banco o en el aeropuerto.

¿Qué vería en él Sofi?

De sólo mirarlo le daba sueño.

El médico por fin salió y los dejó pasar a verla mientras esperaban los resultados de los exámenes.

—¡Creo que perdí la memoria! —le decía Sofi al enfermero.

Andy se quedó estático y fue Kun quien llegó hasta ella primero. Tenía la cabeza vendada, un collarín y vendas también en el tobillo izquierdo y el brazo derecho.

—¿Cómo te sientes, Sofi?

—¡Horrible, Kun! Por poco me muero —le cogió la mano y la aferró.

No había perdido la memoria si recordaba a Kun, eso tranquilizó a Andy. ¿Y si lo había olvidado sólo a él?

Se acercó con cautela.

—¡Andy, casi me muero! —estiró su otra mano para coger la de él también.

—Dijiste que habías perdido la memoria.

—Es que me preguntaron qué había comido ayer y no puedo recordarlo. ¡
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