Al llegar a la habitación de Dahlia, la madre de Hellen, fue Hadriel quien tomó la iniciativa de dar la noticia. Con su voz firme y serena, le contó a Dahlia sobre los gemelos que estaban en camino. La reacción de la madre fue de pura dicha; sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba a su hija con una sonrisa de orgullo y amor. Para Dahlia, era un rayo de luz en medio de su enfermedad, una razón más para luchar y aferrarse a la vida.Después, se dirigieron a la habitación de Harvey, el padre de Hadriel. A pesar de su estado delicado, el señor Harvey se iluminó al escuchar la noticia. Sus manos, ya debilitadas, estrecharon las de su hijo con una fuerza inesperada, como si en ese gesto concentrara todo el amor y la esperanza que tenía para los gemelos. Miró a Hellen con una ternura que solo un abuelo que espera con ansias a sus nietos podría expresar.A pesar de la naturaleza de su matrimonio, en esos momentos de alegría compartida, Hellen y Hadriel parecían ser más que dos person
En el último trimestre, pasaron de dormir en cuartos separados, a estar en la misma habitación, pero en lechos distintos.Hellen se movía y se giraba en la cama, sin hallar comodidad, debido a su gran vientre.—¿Qué ocurre? —preguntó Hadriel, encendiendo la lámpara.—Nada, duerme tranquilo —respondió Hellen, para no hacerlo pasar mala noche.Hadriel tensó la mandíbula y se puso de pie. Arregló las almohadas y cojines para ella, pero tampoco le resultaba agradable. Así, tuvo la idea de acostarse en la misma cama. Extendió su brazo derecho, haciendo que ella se apoyara y le subiera una de las piernas en él.—¿Mejor? —pregunto Hadriel.—Sí —respondió Hellen con voz tímida.Hadriel, siempre tan sereno y controlado, sintió cómo su calma habitual comenzaba a desmoronarse en el momento en que se acostó junto a Hellen. La cercanía era desconcertante. Su corazón, que normalmente latía con un ritmo firme y predecible, se aceleró con cada segundo que pasaba sintiendo el calor del cuerpo de Helle
Hadriel sintió que Hellen se giraba, su cuerpo reaccionó de manera instintiva, abrazándola por detrás. El movimiento fue tan natural que casi no lo percibió hasta que estuvo completamente acomodado contra ella. La proximidad era asombrosa, tanto física como emocionalmente, y por un momento, se permitió simplemente existir en ese espacio compartido, dejando que las sensaciones lo envolvieran.El calor de Hellen se filtraba a través de la delgada tela de su ropa, intensificando la conciencia de cada punto de contacto entre ellos. Su entrepierna, presionada suavemente contra sus glúteos, le recordaba lo vulnerable y delicada que era la situación. Pero no había deseo en ese gesto, al menos no en el sentido en que podría haberse malinterpretado. Era una conexión más profunda, un anhelo por ofrecerle algo más allá del consuelo físico; quería que sintiera su presencia, su apoyo incondicional en un momento donde él mismo no podía comprender del todo sus sentimientos.Hadriel se esforzaba por
De esta manera, el hospital pronto se levantaba ante ellos, y Hellen supo que estaba lista para enfrentar el próximo capítulo de su vida, con Hadriel a su lado. Aunque fuera de manera artificial o sin que él sintiera nada por ella. Era consciente de que él le había hecho la propuesta solo para ayudarla y para darle una última alegría a su padre antes de partir. Él era tan lindo con ella, tan atento y servicial que su acto de conveniencia a veces se sentía genuino y real. Sin embargo, no lo era. Él era un caballero que había decidido salvarla en una situación de mucha vergüenza al desconocer la identidad del papá de sus gemelos. Si tan solo lo hubiera conocido antes, estaba segura de que de igual manera se enamoraría de él, aunque fuera un amor imposible al ser un poderoso heredero de un conglomerado. Eran como el príncipe y la Cenicienta en la vida real. Era bastante curioso la analogía.El corazón de Hadriel latía con fuerza mientras ayudaba a Hellen a levantarse. Aunque había sido p
Hellen fue llevada a la sala de parto con el corazón latiendo a un ritmo acelerado, con una mezcla de nerviosismo y emoción invadiendo su ser. Sabía que este era el momento que lo cambiaría todo. Al recostarse en la camilla, la blancura de la sala y el brillo de las luces sobre ella le daban una sensación de irrealidad, como si estuviera flotando en una dimensión paralela. Los médicos y enfermeras se movían a su alrededor con profesionalismo, preparando todo para la cesárea programada. La atmósfera era de calma y control, pero dentro de Hellen, las emociones eran como una tormenta que no podía contener.Cuando la anestesia comenzó a hacer efecto, sintió un frío recorrer su cuerpo, un entumecimiento que comenzó en su abdomen y se extendió hacia sus piernas. Mientras su cuerpo se iba desconectando del dolor, su mente se llenó de pensamientos, recuerdos que se arremolinaban en un caleidoscopio de imágenes y sensaciones.Primero rememoró su niñez, los días felices de juegos y risas, el am
Los médicos los limpiaron con rapidez y cuidado, pesándolos y vistiéndolos con la ropa que Hadriel había preparado con tanto esmero. Hellen, aunque aún estaba en la camilla, con el cuerpo adormecido, no pudo evitar que su corazón se desbordara de amor al ver a sus hijos por primera vez. Su respiración se volvió más profunda, intentando absorber la realidad de lo que acababa de suceder.Al colocarle los dos bebés en sus brazos, Hellen sintió una oleada de emociones tan intensa que apenas podía contenerlas. Sus cuerpos pequeños y cálidos descansaban contra su pecho, sus manitas diminutas se movían con una torpeza encantadora, y sus ojos cerrados, aun adaptándose a la luz del mundo, eran la visión más perfecta que había presenciado.Miró a cada uno de sus hijos, con lágrimas en los ojos. Sus pieles rosadas, sus caritas suaves y redondeadas, eran un reflejo de la pureza y la inocencia que ahora formaban parte de su vida. Los bebés parecían tan frágiles, tan dependientes de ella, y eso des
Al escuchar las palabras de la secretaria, Hellen sintió un nudo formarse en su garganta. El ambiente de felicidad y ternura que llenaba la sala se tiñó de una tristeza repentina y abrumadora. Aunque estaba agotada, tanto física como emocionalmente, pudo percibir la urgencia y el dolor en la voz de la secretaria.—Ve —dijo ella.Las palabras salieron de su boca casi en un susurro, pero con toda la fuerza de su convicción. Sabía lo importante que era este momento para Hadriel y para su padre, y también lo crucial que había sido ese acuerdo entre ellos: que Harvey pudiera ver a sus nietos antes de partir. Aunque su propia necesidad de tener a Hadriel a su lado era intensa, comprendió que había algo más grande en juego.Su mirada se encontró con la de Hadriel, y en esos segundos, vio reflejada la misma mezcla de emociones que ella sentía: el amor por sus recién nacidos, la alegría de su llegada, y ahora, la angustia y el dolor por su padre. Su corazón se encogió al ver cómo el rostro de
Al ver a Hadriel entrar nuevamente en la sala, Hellen sintió que su corazón se detenía por un segundo. Había esperado, contando los minutos con ansiedad y preocupación, temiendo lo peor. Al escuchar su nombre susurrado con tanta ternura por Hadriel, su alma se estremeció. Su mirada buscó en la de él alguna señal, alguna pista de lo que había sucedido, y en ese instante, pudo ver el inmenso peso que cargaba en su interior.Cuando Hadriel habló, su voz temblorosa y quebrada rompió el frágil silencio que había entre ellos. Hellen sintió un nudo formarse en su garganta, una mezcla de alivio y dolor que la abrumaba. Sus bebés estaban bien, sí, pero algo en la expresión de Hadriel le decía que el precio de ese bienestar había sido alto.Las emociones de Hellen chocaban unas con otras: la alegría de saber que sus hijos estaban a salvo, el dolor por lo que Hadriel acababa de enfrentar, y la impotencia de no poder aliviar su sufrimiento. Quería abrazarlo, sostenerlo, decirle que todo estaría b