CAPÍTULO 14

Vladimir Ivanov pasaba su mirada de su padre a su madre, sintiendo cómo su mundo perfectamente controlado comenzaba a tambalearse. Su mandíbula se tensó, su ceño fruncido se profundizó, y en su interior, una pregunta retumbaba como un eco incesante.

—¿Cómo es posible que estén aquí? —se preguntaba, tratando de mantener su compostura. Sus padres no eran de aparecer sin previo aviso, mucho menos en su casa, ese santuario donde controlaba cada detalle.

Mientras tanto, Maia bajaba las escaleras con calma, ajena al torbellino que se avecinaba. Su mano acariciaba su vientre, donde crecía esa pequeña vida que lo había cambiado todo. Sin embargo, en ese momento, solo una cosa ocupaba su mente: tenía un hambre feroz.

—Voy a comerme hasta las cortinas si no encuentro algo pronto —murmuró para sí misma, con una sonrisa traviesa.

Lulu, la fiel ama de llaves, pasaba por el pasillo con una bandeja llena de cafés para el despacho de Vladimir. Al verla fuera de su habitación, su expresión se llenó de
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