Amelia.
- “Es increíble lo inquieta que eres, ¿Te puedes a quedar quieta de una m*****a vez, Amelia Earhart? O te juro que te ahogo con mis propias manos, enana del demonio”- la voz de mi hermana Ailan se oyó alta y desesperada, en la sala privada de mi madre, que estaba en el segundo piso de la mansión Miller, en Nueva York. No podía evitarlo, a mis quince años, era la primera vez que me maquillaba, y sinceramente, no se vosotras mujeres del mundo, pero para mí, esto del rímel, y el Enliner, es un maldito invento del demonio, hecho para torturar los ojos de las mujeres incautas, que se dejan arrastrar por estas estúpida manía del estilismo y el maquillaje, por mucho que lo intentaba, no podía evitar que mis ojos parpadearan, lagrimando, cosa que provocaba que intentara secarme las lágrimas, aumentando así la ira de la estúpida de Wendy. - “¡Es totalmente imposible! Mamá me rindo, tu hija es un maldito hombre, en cuerpo de mujer, mírala, si se parece un panda.”- se quejó Wendy a mi madre, la Diosa Miller, que estaba allí supervisándolo todo, al ver que su influencia, la de Ailan, sobre mí, su hermana pequeña, no funcionaban. Decididamente esto era injusto, mi madre era todo poderosa, y contra ella no sé podía, por eso elegía a Ailan para que me maquillara, en el día de mi cumpleaños, y todo por culpa de la idiota de Penélope, la estúpida jefa de animadoras de mi instituto, que me había retado a vestirme como una mujer, con traje tacones, maquillaje… todo el completo, para así celebrar mi cumpleaños número quince. Pensaran que esto, para una quinceañera no era nada difícil, pero están equivocados, adoro los vaqueros, incluso los vaqueros de peto, las camisas anchas, o la ropa deportiva de hombre, como las sudaderas con capucha mejor, por el contrario, odio los tacones, las camisetas femeninas, esas con poca tela, pero, sobre todo, los vestidos, y las faldas tanto largas, como cortas. Lógicamente, siendo una heredera Miller, y teniendo en mi casa muestras de belleza como mi hermana y mi madre, es casi un pecado, pero es como verdaderamente me siento cómoda. Creo que cuando mis padres me crearon, tuvieron un error de cálculo, y en vez de un guapo heredero, nací yo, una alta, y atractiva mujer, de pelo castaño oscuro, y ojos azules, que odia vestir de forma femenina, de acuerdo con su género, o por lo menos eso dicen la costumbres. - “¡Es verdad, Roy!, como dijiste, Amelia va a ir disfrazada de mendiga, con cara de payaso.”- la voz infantil del enano, mi hermano Marcus, de doce años, o Robin Hood, que era como lo llamábamos los hermanos Miller, era lo último que me faltaba. - “¡Mamáaa!”- dije haciendo un mohín, con una exagerada queja infantil, nada linda para una jovencita que cumplía hoy quince años. - “Norman Miller, ¿es que no puedes controlar a tus hijos? Estamos ocupadas, bastante difícil es todo esto, para que esos trogloditas delincuentes Miller, lo pongan aún peor.”- la voz directa y firme de mi madre tuvo el efecto que yo esperaba. Tras unos segundos, mi padre apareció delante de la puerta del salón privado de mi madre, llevando en sus manos, una de las orejas de cada uno de mis hermanos, con ellos pegadas a ella, los estúpidos gemían, y suplicaban a mi padre, que los soltara. - “¡Ahh!, ¡papá!, ¡papá!”- decía mi hermano Roy, alias rey Arturo, totalmente encorvado intentando pegarse a la mano de mi padre, para evitar sus tirones. Era casi ridículo ver a un joven de dieciocho años, que era casi tan alto como mi padre, agachado, y quejándose como un niño, por el consiguiente castigo paterno. Al otro lado de mi padre, alzado por su oreja, estaba el benjamín de los Miller, Marcus, alias Robin Hood, que sólo gemía, intentando no resistirse mucho, sabía muy bien, como todos nosotros, los hermanos Miller, que cuando mi madre reñía, o se quejaba con mi padre, por alguna, o por todas nuestras trastadas, el verdugo de la diosa ejecutaba rápido su sentencia, sin compasión, así que resistirse era de estúpidos. - “Hablad, o callad para siempre, malditos delincuentes.”- fueron las bajas, serias, pero precisas y directas palabras de mi padre a esos dos gamberros, antes de soltarles las orejas, que ya estaban bastantes enrojecidas. - “Perdona, Amelia, seguro que estarás preciosa.”- dijeron a continuación a coro esos dos idiotas, agachando la cabeza, demostrando que mi padre, ya les había anexionado de lo que debían decir, si no querían sufrir las consecuencias, por molestar una de sus princesas. Ailan y yo sólo sonreímos, y esto me sirvió para relajarme, haciendo que por fin mi hermana pudiera acabar su trabajo. Al principio tuve miedo en mirarme en el espejo, pero al mirar la cara de felicidad de mi madre, la sonrisa orgullosa de mi hermana, y, sobre todo, la cara de terror y preocupación de mi padre, y mis dos hermanos, tuve la confirmación que debía de estar impresionante. - “Roy, tienes trabajo extra. ¡Por dios, como deseé que este día nunca hubiera llegado!, ya es suficientemente malo lo pasamos con tu hermana Ailan, para que ahora mi bebe…mi querida Amelia, mi dulce y tranquila princesa. ¿Cómo no me di cuenta? …yo…”- las palabras de mi padre salían de su boca de forma lastimera, mientras no apartaba su mirada de mí. - “Lo sé, papá, por desgracia es el deber que tiene un Miller con su familia.”- lo interrumpió mi hermano Roy, con un enorme suspiro de resignación, y cansancio. - “Yo también lo que se papá.”- dijo Marcus alzándose, queriendo mostrarse más alto de lo que verdaderamente era, con solo doce años. - “Bienvenida a la custodia de control y protección Miller, Amelia Earhart, ya eres una mujer hermosa, atractiva, y definitivamente un maldito dolor de cabeza para esos tres de ahí, disfrutadlo.”- me dijo Ailan al oído en un murmullo, señalando a mi padre, y a mis dos hermanos. Mi madre en cambio solo movía la cabeza de un lado al otro, con resignación, demostrando que estaba más que acostumbrada al dramatismo extremo, y sobreprotector de los hombres Miller. Quizás fue esa reacción de mis hermanos, y mis padres, lo que me animo para salir con seguridad esa noche, si ellos se mostraban así al verme, quizás, sólo quizás, Angus Blake podía notar que yo también existía, que era una mujer de verdad, como muchas de las chicas con las que él salía en el instituto, incluida Penélope Carrigan. Lo malo de las expectativas es que son eso, expectativas, nunca tienen que volverse realidad, y eso es algo que pronto yo iba a descubrir, justo esa noche, una lección que iba a aprender muy bien para mis años venideros, y que formarían, por muchos años, mi única forma de vida. Angus. - “¿Estás segura de que esto es lo que te dijo Amelia que quería que le regalaran por su cumpleaños, Betty Boo?”- le pregunté a mi hermana Connelly, de once años, y mejor amiga desde siempre de la hermana más pequeña de los Miller, a pesar de su diferencia de edad. - “¡Qué sí, pesado! Es la quinta vez que me lo preguntas, Amelia quiere convertirse en una fisioterapeuta, desde que el colegio visito el hospital para daños medulares de Nueva York. Así que le regales un libro sobre anatomía humana, le encantará.”- me dijo mi enana y molesta hermana pequeña, mientras se maquillaba. - “¿Por qué te maquillas? Sólo tienes once años, sabes que papá no te va a dejar salir así a la fiesta.”- le dije serio, quitándole el lápiz de labio de las manos. - “Primero, estúpido hermano mayor, es brillo, casi no voy maquillada, y segundo ya pedí permiso a mamá, ¿quién crees que va a ganar entre esos dos?”- me dijo la listilla Betty Boo, sonriendo de forma descarada, y brillante, para sus once años, justo como lo hacía mi madre, cuando se salía con la suya. - “¡Sois increíbles las dos!”- le dije devolviéndole el brillo de labios. Decididamente nunca me enamoraré de una mujer guapa, o seductora, solo sirven para pasar el rato, como esa estúpida de Penélope Carrigan, en general dan más problemas que beneficios, nada puedes sacar de ellas, sólo hay que ver como mi padre, o mi tío Norman, son sometidos por sus esposas, mi atractiva madre, una ex Top Model, con un carácter de mil demonios, o mi tía Yvaine, la diosa Miller. No gracias bastante tengo con cuidar de mi hermana, y de mis primas postizas, la loca de Ailan, y la tranquila, y nada problemática Amelia. Pero claro, justo en ese momento, ¿cómo iba a saber yo que horas después me iba a tener que tragar mis palabras, una a una?, y sin anestesia, sin nada que me preparara para ello, y como todo lo que no prepara, trajo sus consecuencias, que pagaría en el futuro, de la peor manera que lo puede pagar un hombre, sobre todo uno tan seguro como yo. Nota de la autora: Si no conoces las historias de los padres y de los dos hermanos mayores de los Miller, te aconsejo que te las leas primero, antes que esta. Son mis mejores novelas, y la que más han gustado. Te aconsejo que empieces en este orden, la primera es "La noche que te convertiste en la madre de mis hijos", la historia de Norman y Yvaine Miller, a continuación, está “Promesas entre Hielo y Fuego”, la historia entre Kimberly y Jason Blake, seguimos con “La amante contratada de CEO”, la historia del primero de los gemelos Miller, Roy, “¡Eres mía, heredera!”, la historia de la otra gemela, Ailan, y finamente, “El despertar de la Guerrera Miller” la historia de Amelia y de los dos hijos de los Blake, Angus y Connelly. Estas novelas están en Buenanovela. Te agradezco que me ayudes a que mis novelas cojan popularidad. Un saludo a todos, y a todas.Angus. Nada más entrar con mi familia en el lujoso vestíbulo de la mansión Miller, ya se oía el sonido de la música del gran salón de baile del primer piso. - “Bienvenidos señor y señora Blake. Gavin los acompañara, a la sala principal.”- nos dijo nada más vernos, el famoso y eficiente mayordomo de los Miller, James Conway, es abuelo de Gavin Conway, mi otro mejor amigo. Hace ocho años, los padres Gavin murieron en un accidente de coche, el padre de Gavin era el único hijo de James Conway, el mayordomo de cincuenta y ocho años de los Miller, así que Gavin vino a vivir a la mansión Miller, convirtiéndose en uno más de la familia, por deseo del bisabuelo Miller, con las misma oportunidades que sus nietos, fue así como nació nuestra amistad, el trio de triunfadores, éramos Roy, Gary y yo, los guaperas, ricos, los mejores estudiantes, y deportistas del Instituto Privado Horacio Mann, por no hablar de éxito que tenemos entre las féminas, lo tenemos todo. El próximo año Gary ira a la
Clara. Mucho antes de bajar las escaleras, y gracias al consejo de la reina de las grandes entradas, Alian Caroline Miller, me dije a mí misma que me mostraría altiva, segura, y no prestaría atención a nadie, en especial a ese atractivo joven, moreno, alto, y musculoso, de dieciocho años, de ojos verde profundos, y mirada altiva, que para mí desgracia, llevaba siendo mi fuente recurrente de fantasías amorosas, como adolescente, desde que cumplí los doce años. Y creo que lo conseguí, los primeros seis escalones, hasta que mi impaciencia y curiosidad de estúpida enamorada, y porque no decirlo, mi inseguridad, pudieron conmigo, así que rápidamente miré hacia la multitud, tratando de localizar al personaje principal de mi enamoramiento juvenil, para descubrir, decepcionada como mi hermano, Gary, él y el grupo de descerebrados, que eran amigos de esos tres, salían por la puerta que daba a la terraza, desde donde se accede al jardín, sin tan siquiera mirar atrás, en ningún momento. Por
Amelia. Normalmente, de entre mis hermanos, soy la menos problemática, salvo cuando hay un enfrentamiento, a campo abierto, entre los cuatro herederos Miller, en ese caso la mansión familiar, se convierte en un animado y bélico episodio de Juego de Tronos, donde hay de todo, alianzas, traiciones, amenazas, como en esa gloriosa serie, nadie sabe quién es el primero que muerde el polvo, sólo se sabe que el conflicto se acaba cuando la reina de dragones, la diosa Miller, hace que su más fiel verdugo, mi padre, ejecute su orden. Aunque esto no lo considero yo conflicto, es más bien, supervivencia entre hermanos que se aburren. En general, y sin que sirva de precedente, sólo me meto en verdaderos problemas cuando sigo las locas ideas de la terrorista de Connelly Blake, gesto que no habla muy bien de mí carácter tranquilo, que una niña cuatro años más joven que yo, me meta en estos líos, lo responde todo. - “¿No quieres saber a dónde han ido los chicos? ¿Y qué están hablando?”- dijo esta
Amelia. - “Dime la verdad, Connelly, ¿Wendy y tú han preparado algo?, ¿Verdad? ¿Algo que no me va a gustar? Les aviso, sólo he venido a conocer a Hanna, únicamente, nada más, así que suelta por esa boquita, pero ya”- le dije a Connelly muy seria y decidida, mientras subíamos en el ascensor privado, al ático de lujo que tenía mi hermana en Londres. - “No sé de lo que me estás hablando.”- me dijo la pelirroja con esa sonrisa descarada que tanto miedo me daba, confirmándome que, si habían preparado algo, que de seguro no me iba a gustar. - “Me voy…”- dije acercándome al tablero del ascensor, para detenerlo, pero esa enana pelirroja era mucho más rápida que yo, cuando se lo proponía, la futura Top model, se colocó delante de mí, interrumpiéndome para que no pudiera llegar a mis objetivos. - “Ni lo sueñes, ya no tienes escapatoria, ordenes de tu hermana.”- me dijo la atractiva heredera Blake. A sus diecisiete años, Connelly Blake era un sueño pecaminoso para cualquier hombre, algo qu
Clara. Mientras mi hermana le contaba a la novia de mi hermano, quien era la pelirroja incordio, yo sólo miraba alrededor, para hacerme a la idea de lo que me esperaba. La visión de los secadores, y los miles de utensilios que comenzaba a dejar los profesionales sobre diferentes superficies, los grandes percheros que pasaban cargados de ropa, las cajas de zapatos, bolsos, joyas y demás, que se exponían como si fuera una tienda de lujo, sobre dos grandes mesas del salón, sólo me provocaban ganas de salir huyendo de allí. - “… y mi primo Angus, el hermano de Connelly, pretenden poner a las mujeres de su familia en cúpula de cristal, para que ningún hombre se acerque, por desgracia para ellos, todas nosotras, siempre rompemos el cristal de la cúpula, incluido mi madre y mi tía.”- fue lo último que oí de la explicación que mi hermana le estaba diciendo a Hanna. Pero el momento de charla duró poco, para mi desgracia, pronto me vi físicamente arrastrada, y bajo la supervisión del person
Angus. -” Pero ¿Por qué siempre nos metes en tus líos, Rod Roy?”- me quejé, aunque yo ya sabía que era como hablar con una pared, ese ególatra CEO, era incapaz de ver más allá de su nariz. Quizás justo por eso nos llevábamos también los dos, teníamos caracteres parecidos, dominantes, serios, seguros de nosotros mismos, éramos exigentes, protectores con lo nuestros, algo intensos, y definitivamente siempre sabíamos lo que queríamos, e íbamos a por ello, sin importar quien se pusiera por delante. -” No, lo entiendo, porque quieres hacerle esto a tu hermana, y con Finlay Alacintye, nada menos, ese hombre es un pez gordo, es como tú, pero con humor, y más rico.”- dijo Lean burlándose del gran CEO del Grupo Miller, algo que sólo los años de amistad, y algunos golpes, a su debido momento, había cultivado. Lean Murdock era un guaperas abogado de veintitrés años, que, junto a su padre, y otros socios, llevaba el famoso bufete de abogados de Murdock associated, en realidad llevaba muchos g
Angus. Según los infiernos que pintó Dante, hay nueves círculos de infiernos, pues yo acabo de descubrir otro, uno que me iba a tragar por entero, que haría que, en la víspera de navidad, yo supiera lo que es el miedo y la desesperanza, sin contar con la ira, y un maldito dolor de cabeza que me estalló en el mismo momento que esas cuatro peligrosas mujeres se pararon en la puerta del salón, para ser el centro de atención, en especial de cualquier hombre entre trece, y noventa y nueve años, como demostró el estúpido de Gavin, junto al amigo de Finlay, Sean, al hablar a la vez: - “¿No me digas que esa es tu mujer? Dios si esta para ponerla en un cuadro y morir contemplándola, no hay hombre en esta sala que no la desee, ahora mismo.”- dijo Sean ganándose una mirada de Finlay que claramente decía que su vida tenía los minutos contados. Yo lo entendí perfectamente, pero una mujer que lo acompañaba, que presentaron como su representante, lo arregló, ya que cogió al actor, por la oreja, m
Amelia. - “No sé cómo me he dejado convencer, heredera”- oí que decía Hanna a la loca de Wendy, esa maldita provocadora, siempre te mete en problemas. Entendía a Hanna, completamente, no sabía qué hacía yo en esta fiesta, con esta pintan de femme fatal, a la que nunca me acostumbraría, sobre todo, con todo el mundo mirándonos, en especial, eso dos controladores de Roy y Angus, que, desde lejos, ya se veía que no estaban nada contentos, hasta a mi padre, y mi tío Jason, se les veía serio e incomodos, en cambio mi madre y mi tía Kim, estaban radiantes mirándonos orgullosas. - “Para darle una lección a mi hermano, pero visto lo visto, y tras ver a quien ha invitado para mortificarme, se merece todo eso, y más. Hasta que tu salgas de esta casa, con otro hombre, abandonándolo a su suerte, maldito traidor.”- respondió la maldita manipuladora de Ailan Miller, con una sonrisa de mala de película. Quizás deba explicar esto para que lo entendáis, la relación entre los hermanos Miller es d