Clara.
Mientras mi hermana le contaba a la novia de mi hermano, quien era la pelirroja incordio, yo sólo miraba alrededor, para hacerme a la idea de lo que me esperaba. La visión de los secadores, y los miles de utensilios que comenzaba a dejar los profesionales sobre diferentes superficies, los grandes percheros que pasaban cargados de ropa, las cajas de zapatos, bolsos, joyas y demás, que se exponían como si fuera una tienda de lujo, sobre dos grandes mesas del salón, sólo me provocaban ganas de salir huyendo de allí.
- “… y mi primo Angus, el hermano de Connelly, pretenden poner a las mujeres de su familia en cúpula de cristal, para que ningún hombre se acerque, por desgracia para ellos, todas nosotras, siempre rompemos el cristal de la cúpula, incluido mi madre y mi tía.”- fue lo último que oí de la explicación que mi hermana le estaba diciendo a Hanna.
Pero el momento de charla duró poco, para mi desgracia, pronto me vi físicamente arrastrada, y bajo la supervisión del personal del psicópata de Gred, desde donde quiera que estuviera, ya que cada cosa que se me hacía era consultado con él, además de una aún más desquiciada Wendy, fui sumergida en esa vorágine torturadora que suponía para mí, desde el maquillaje, los masajes, la depilación, la peluquería, cada tratamiento que me hacían en mi cuerpo, era recibido por mi mente, como si fuera un ensañamiento personal contra mi persona.
Pero el temido cambio llegó, me vi ante un espejo de cuerpo entero vestida con un atuendo que yo nunca habría usado, apenas me recocía, fue como si otra persona hubiera tomado mi cuerpo, para transformarlo. La imagen que me devolvía el espejo era el de una m*****a Jessica Rabbit, vestida con un traje seductor con un descarado escote en forma de corazón, un atuendo peligroso, en color azul eléctrico.
Eso fue un gran disgusto para mí, y desde luego me costó asumir a la nueva mujer que veía en el espejo, aunque en ese momento no sabía que no sólo yo quedaría afectado por mi nueva apariencia, alguien más iba quedar en shock esa noche, hasta tal punto, que, por su culpa, se derribarían los últimos muros de defensa al que yo había sometido mi dañada y autocontrolada autoestima, sacando de mi interior a un ser, para el que nadie estaba preparado, ni siquiera yo.
- “¿Sabéis que vamos a tener problemas?.”- dije aun mirándome en espejo mientras trataba de cubrir como podía lo que, a mi parecer, era un más que descarado escote de mi nada decente vestido de fiesta.
Intentaba controlar, con mucha dificultad, los nervios que se me acumulaban en la boca de mi estómago. Pensaba muy seriamente, mientras miraba el reflejo de las cuatro en el espejo, que la guerra con los varones Miller iban a adquirir niveles estratosféricos, la cara de mi padre y mi hermano Roy sería un cuadro, sobre todo cuando el Rey Arturo viera en lo que, la loca de Wendy había convertido a su novia.
Hanna Müller era la viva imagen de la una belleza deseable y tentadora, una de esas féminas responsables de provocar guerras, y en eso seguramente se convertiría el salón de Old House, la mansión de mi hermano Roy, cuando las cuatro entráramos en esa sala, ante cualquier comentario subido de tono por algún estúpido, y nada previsor, invitado que asistirá la fiesta de la víspera de Navidad en la casa de los Miller.
Sólo de pensarlo me incomodada, por decirlo suavemente, esa sensación de desastre, unida a esta pinta que llevábamos, pero, sobre todo, a lo incomodo de estos malditos tacones que me hacían parecer una jirafa, entre bellos emúes, era lo que más nerviosa me ponía.
- “¿No es esa la idea?”- dijo Betty Boo poniendo poses en el espejo demostrando que era una auténtica modelo, con tan corta edad.
Definitivamente esa enana ha nacido con el espíritu coqueto de su madre, ni siquiera escuchaba como Hanna se quejaba, con mucha razón, dicho sea de paso, de cómo mi castigo de hermana mayor la había convertido de una profesional eficiente en un maldito sueño húmedo para cualquier hombre.
- “Como le gusta a esta m*****a enfurecer al Rey Arturo…”- pensé con ironía, pero el comentario de Connelly cortó mis pensamientos.
- “Decididamente Hanna, mi primo Roy se va a cortocircuitar hoy, pobre del hombre que te pida bailar con él.”- dijo la enana como si esto fuera una fiesta, cuando yo sabía muy bien que esto se iba a convertir en toda una tragedia shakespeariana, Arturo se iba a convertir en un Otelo moderno, con decapitaciones en directo.
- “Deberíamos irnos ya, aunque llegaremos algo tarde, como dice mi madre, llegaremos en el justo momento, para que arda Troya.”- dijo la m*****a y manipuladora Wendy, demostrándome que ella, como yo, sabía muy claramente lo que iba a pasar, y al contrario de lo que yo pensaba, esa niña peligrosa salida del cuento de Peter Pan, lo estaba deseando.
- “¡Que dios nos ayudé!”- dije en un murmullo, mientras la miraba con suspicacia, hastío y resignación,
Finalmente, las seguí al ascensor, que nos llevaría al garaje donde una reluciente limusina blanca, y varios escoltas del grupo Miller, nos esperaba, mientras yo intentaba caminar con un mínimo de dignidad, con esos torturadores tacones de más de diez centímetros.
- “Venga ya Amelia Earhart, que no es tan difícil, se supone que tu lema es “todo lo que un hombre, o mujer puede hacer, yo también lo puedo hacer” ¿no es así?”- me dijo la m*****a Connelly mirándome caminar por la sala hacía el ascensor, como si fuera un maldito pato mareado, mientras ella, con unos tacones mucho más alto que los míos, lo hacía como si caminara entre nueves de algodón, era música en movimiento.
- “¡Oh! M****a, cierra la boca, Betty Boo, tú ya tenías tacones en el vientre de tu madre, estúpida niñata, además, según muchos estudios de fisioterapia, ¿sabéis lo malo que son los tacones de más de cinco centímetros para las caderas, y la estabilidad metabólica de las mujeres? Según estudios científicos…”- comencé a quejarme mientras bajamos en el ascensor cuando, tanto Wendy, como Betty Boo, me interrumpieron.
- “¡Cállate ya, Amelia!”- dijeron la dos a la vez, provocando que Hanna estallara en carcajadas, y yo las mirara con indignación.
- “En vuestra conciencia queda, que como yo me caiga desde aquí arriba, y me mate o me rompa algo, brujas.”- les dijes cruzando los brazos sobre mi pecho, haciendo un mohín de disgusto.
El resto de viaje lo hicimos entre las ocurrencias de la loca de Betty Boo, y la misteriosas y preocupantes palabras de aliento de una Wendy que tenía un plan establecido en su peligrosa mente, unos planes que pronto me harían descubrir a un ser, en mi misma, que yo desconocía, y que sorprendería a más de uno.
Angus. -” Pero ¿Por qué siempre nos metes en tus líos, Rod Roy?”- me quejé, aunque yo ya sabía que era como hablar con una pared, ese ególatra CEO, era incapaz de ver más allá de su nariz. Quizás justo por eso nos llevábamos también los dos, teníamos caracteres parecidos, dominantes, serios, seguros de nosotros mismos, éramos exigentes, protectores con lo nuestros, algo intensos, y definitivamente siempre sabíamos lo que queríamos, e íbamos a por ello, sin importar quien se pusiera por delante. -” No, lo entiendo, porque quieres hacerle esto a tu hermana, y con Finlay Alacintye, nada menos, ese hombre es un pez gordo, es como tú, pero con humor, y más rico.”- dijo Lean burlándose del gran CEO del Grupo Miller, algo que sólo los años de amistad, y algunos golpes, a su debido momento, había cultivado. Lean Murdock era un guaperas abogado de veintitrés años, que, junto a su padre, y otros socios, llevaba el famoso bufete de abogados de Murdock associated, en realidad llevaba muchos g
Angus. Según los infiernos que pintó Dante, hay nueves círculos de infiernos, pues yo acabo de descubrir otro, uno que me iba a tragar por entero, que haría que, en la víspera de navidad, yo supiera lo que es el miedo y la desesperanza, sin contar con la ira, y un maldito dolor de cabeza que me estalló en el mismo momento que esas cuatro peligrosas mujeres se pararon en la puerta del salón, para ser el centro de atención, en especial de cualquier hombre entre trece, y noventa y nueve años, como demostró el estúpido de Gavin, junto al amigo de Finlay, Sean, al hablar a la vez: - “¿No me digas que esa es tu mujer? Dios si esta para ponerla en un cuadro y morir contemplándola, no hay hombre en esta sala que no la desee, ahora mismo.”- dijo Sean ganándose una mirada de Finlay que claramente decía que su vida tenía los minutos contados. Yo lo entendí perfectamente, pero una mujer que lo acompañaba, que presentaron como su representante, lo arregló, ya que cogió al actor, por la oreja, m
Amelia. - “No sé cómo me he dejado convencer, heredera”- oí que decía Hanna a la loca de Wendy, esa maldita provocadora, siempre te mete en problemas. Entendía a Hanna, completamente, no sabía qué hacía yo en esta fiesta, con esta pintan de femme fatal, a la que nunca me acostumbraría, sobre todo, con todo el mundo mirándonos, en especial, eso dos controladores de Roy y Angus, que, desde lejos, ya se veía que no estaban nada contentos, hasta a mi padre, y mi tío Jason, se les veía serio e incomodos, en cambio mi madre y mi tía Kim, estaban radiantes mirándonos orgullosas. - “Para darle una lección a mi hermano, pero visto lo visto, y tras ver a quien ha invitado para mortificarme, se merece todo eso, y más. Hasta que tu salgas de esta casa, con otro hombre, abandonándolo a su suerte, maldito traidor.”- respondió la maldita manipuladora de Ailan Miller, con una sonrisa de mala de película. Quizás deba explicar esto para que lo entendáis, la relación entre los hermanos Miller es d
Angus. - “Desde luego Amely, da vergüenza que te hayas dejado convencer por la loca de Ailan, y esta niñada, ¿es que no sabes nada de la vida?, pensé que eras más sensata, me decepcionas, no sabes lo que piensan los hombres cuando te ven así, ¡Qué vergüenza!”- no sé por qué dije eso, simplemente no me pude controlar, algo que nunca me había pasado, al menos con Amelia. Tampoco es que estuviera costumbrado a esta Amelia, hacía años que no tenía ese contacto que teníamos cuando éramos adolescentes, pero reaccioné como en esa época, sin pensarlo, verla así, tan diferente, tan tentadora, tan mujer, era algo que me descolocaba. Quería que todo volviera a lo conocido, a lo tranquilo, a lo de antes, a lo controlado, pero al parecer, por como reaccionó, eso no iba a volver a pasar ya, jamás. - “¿A quién llamas niñata, gilipollas?”- dijo Connelly cerrando los puños como para golpearme, algo que yo esperaba, pero es que esa maldita diabla pelirroja, es mi maldito castigo, desde que nació. L
Amelia. -” ¡Genial! Es que no me lo creo, por fin despertaste, Amelia Earhart, pensé que toda la vida serías como los perros que mueven las cabezas asintiendo sin control, que se colocan en los salpicaderos de los coches cutre, diciendo que sí, a todo lo que mi hermano diga, o haga.”- las carcajadas de Betty Boo destacaban sobre el sonido de la fiesta, mientras nos desplazábamos hasta la barra que había al fondo de la otra sala, mientras a mí aún me hervía la sangre por dentro. -” Ahora en serio, ¿De verdad, vamos a buscar a un hombre para cabrear a mi hermano? ¿O sólo estas dejando salir la ira?”- me preguntó la pelirroja cuando llegamos a la barra para pedir dos copas, que al menos para mí, serían de lo más fuerte que tuvieran. -” ¿Por qué crees que no estoy hablando en serio?”- pregunté mientras en mi cabeza resonaban las exigencias de ese estúpido de Angus, aunque tenía que reconocer que, la rabia que me roía ahora por dentro era más contra mí misma, que contra ese maldito est
Angus. Aun no me podía creer que esa desvergonzada mujer estuviera bailando con un desconocido, nunca lo había hecho, desde que la conozco, siempre había bailado o con Roy, o conmigo, dos veces en su vida había bailado con Gavin, y una con Lean, y aunque los dos siempre la han tratado como una hermana, conociendo los antecedentes con las mujeres, de esos dos, siempre yo terminaba intercambiando mi pareja con ellos, para evitar que se le metiera ideas extrañas, con la dócil y tranquila Amelia. -” ¡Dócil y tranquila! Eso es una maldita broma.”- dije en un murmullo, mientras la ira aumentaba. -” ¿Qué haces, Angus el aniquilador? ¿Por qué no estas persiguiendo alguna desvergonzada rubia, o morena, con muchas tetas, y poco celebró, que está loca por convertirse en la futura señora Blake?”- la voz deslenguada del castigo que mis padres me dieron, en forma de hermana, me hizo desviar la vista de esa pareja que tanto me molestaba, para mirarla. Frente a mí, con claro signos de querer ase
Angus. -” ¿Qué demonios quier...?”- la voz de mi padre, igual de enfadado que yo, interrumpió mis maldiciones. -” Eso mismo quiero saber yo, Angus Blake, que me expliques ¿Por qué tu hermana ha montado una escena en la pista de baile, amenazando con matarte, y ha terminado golpeando la entrepierna a uno de los invitados, con el que, según testigos, la dejaste bailando, para luego salir del salón completamente enfurecida? ¿Tienes algo que contarme?”- me dijo mi padre haciendo que yo mirara al cielo con hastío. -” Sólo puedo decir en mi defensa, que hubiera preferido ser hijo único, o al menos haber tenido un hermano.”- dije con voz cansada. -” No me sirve, busca a tu hermana, y entérate que pasó, si ese idiota con el que bailo, insulto a mi princesa, encárgate de que lo pague. Y espero que tú no hayas tenido nada que ver con todo esto, o entras también en el castigo.”- ese fue el ultimátum del parcial Jason Blake, cuando se traba de su princesa perdía las formas. Esa noche no volv
Amelia. -” ¿Qué hacéis vosotras aquí? ¿Dónde está Hanna?”- un rugido aniquilador, y muy típico del rey Arturo, resonó en el amplio salón del ático. El brinco que pegamos, tras ser despertadas bruscamente, tanto la futura top Model, como yo, fácilmente puedo asegurar, como futura fisioterapeuta que soy, que podía haber provocado una contractura, o una luxación grave en cualquiera de los discos cervicales del cuello o la espalda, desembocando sin lugar a duda en alguna lesión severa, por no hablar del cambio brusco de nuestro ritmo cardiaco, que el estúpido de mi hermano mayor provocó en las dos, y que estuvo muy cerca del paro cardiaco. -” Pero a ti, ¿qué te pasa, Rey Arturo? ¿Eres idiota? casi nos matas del susto.”- le dije con un gruñido, mientras aún sostenía mi mano sobre mi pecho, para comprobar si mi corazón, aún estaba allí. -” ¡Joder, primo Roy! ¡Eres un jodido psicópata! ¿No puedes ser ...?”- un nuevo rugido tipo león del Rey Arturo interrumpió nuestras quejas. -” ¿Dónde