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Capítulo 2. El inicio de un despertar. Parte 1.

Clara.

Mucho antes de bajar las escaleras, y gracias al consejo de la reina de las grandes entradas, Alian Caroline Miller, me dije a mí misma que me mostraría altiva, segura, y no prestaría atención a nadie, en especial a ese atractivo joven, moreno, alto, y musculoso, de dieciocho años, de ojos verde profundos, y mirada altiva, que para mí desgracia, llevaba siendo mi fuente recurrente de fantasías amorosas, como adolescente, desde que cumplí los doce años.

Y creo que lo conseguí, los primeros seis escalones, hasta que mi impaciencia y curiosidad de estúpida enamorada, y porque no decirlo, mi inseguridad, pudieron conmigo, así que rápidamente miré hacia la multitud, tratando de localizar al personaje principal de mi enamoramiento juvenil, para descubrir, decepcionada como mi hermano, Gary, él y el grupo de descerebrados, que eran amigos de esos tres, salían por la puerta que daba a la terraza, desde donde se accede al jardín, sin tan siquiera mirar atrás, en ningún momento. 

Por lo visto, ni vestida como una preciosa princesa, conseguía que ese maldito estúpido se fijara en mí, sin poder evitarlo, la sonrisa esplendida que habia entrando para esta ocasión, se borró de mi cara, haciendo que me sintiera decepcionada, aunque no tuve mucho tiempo para lamentarme, ya que, al llegar al pie de la escalera, todos los invitados se acercaron a mí para felicitarme, entre ellos estaba mis padres y mis padrinos.

- “Esta arrebatadora, Amelia Earhart”- me dijo feliz Connelly cuando después de varios minutos de saludos y felicitaciones, pude llegar hasta ella, donde, como siempre, me abrazó con fuerza y mucho cariño. 

- “Gracias Betty Boo, pero si te digo la verdad, entregaría mi alma al diablo, por quitarme estos malditos tacones, Wendy no entiende que aun con tres años menos que ella, de las dos, yo soy la más alta, cinco centímetros de tacón, con mi altura, equivalen, como mínimo, a un hueso roto, si me caigo desde esta altura.”- le dije al oído mientras nos abrazábamos.

- “Te cambio tus tacones, por mis sandalias de princesa del reino de la fantasía, como odio tener once años. Al menos a ti no te tratan como una niña pequeña.”- dijo la preciosa pelirroja, que, para desgracia de su padre, y su hermano, tenía una mentalidad más madura de la que esos dos deseaban, y desde luego. mucho más madura a la que corresponde para su edad. 

No pude responderle con la típica broma que hacíamos para estas ocasiones, ya que, en ese momento, una voz chillona, y verdaderamente desagradable, nos interrumpió, haciendo que Connelly y yo nos miramos con hastío, y mucho pesar, ante lo que nos venía encima.  

- “Es increíble lo que unos kilos de maquillaje, y un vestido algo decente, pueden hacer por un marimacho como tú, Amelia Miller, ¿No creéis, chicas?”- una cascada de risas histéricas, que para mis oídos sonaron como cacareos de gallinas, confirmaron mis sospechas, la voz de Penélope, junto a las risas de su cuarteto de arpía, acaban de fastidiarme la fiesta.

- “¿Connelly has oído algo?, creo que alguien ha dejado abierto el corral de alguna granja por aquí cercana, y se le han escapado varias gallinas.”- Le dije mirando a mi mejor amiga, ignorando a mis molestas invitadas, Betty Boo me sonrió con complicidad.

- “Si creo que también las acompaño, una molesta y chillona gansa”- dijo la pelirroja haciéndome soltar una carcajada.

- “Muy graciosa las dos, ¿y tu enana, no tienes que ir a jugar con tus muñecas?, esta es una conversación para adultos.”- dijo la estúpida de Penélope a Betty Boo, cometiendo su primer gran error.

Connelly, por desgracia para su padre, y el idiota de su hermano mayor, heredó el carácter de su madre, con once años, incluso con menos, era capaz de responderte de tal manera que te replanteabas, muy y mucho, volver a meterte con ella, esa era una cualidad que yo envidiaba de la pequeña de los Blake, ya que yo siempre había sido tranquila, poco conflictiva, y pocas veces perdía los nervios, de hecho, practicaba artes marciales como el cardioboxing y el Jiu Jitsu, por órdenes de la diosa, todos mis hermanos lo hacían, era como una m*****a tradición familiar, pero en realidad, entre los herederos Miller, yo era la más extraña, sólo mi familia conocía mi parte beligerante, que solía salir en contadas ocasiones, pero cuando salía, hasta el gran Rey Arturo, Roy William Miller, temblaba.

-“Yo que tú no me muestro tan segura, Gansa, mejor es que te búscate un rival menos fuerte,  para tus enfrentamientos, porque si me lo propongo te puedo hacer la vida imposible, recuerda de quien soy hermana, y que conozco tus intenciones amorosas con él, ¿Qué crees que pasaría si de repente aparezco ante mi hermano con la ropa rota, y la cara golpeada, diciendo que fueron tus amigas y tú, quienes me hicieron eso?”- dijo la pequeña de once años mirando a esas cinco, con un peligroso brillo en la mirada, mientras sonreía de forma diabólica.

- “Yo… eso sería una mentira…”- dijo de forma abrupta, y tartamudeando, Penélope con la mirada sorprendida por el nivel de manipulación tan manifiesta de esa enana de once años. 

- “Si … claro, pero … ¿qué quieres que te diga? … eso sólo lo sabemos nosotras, ¿A quién crees que van a creer, presumida Gansa? ¿A tu coro de gallinas? ¿O a sus dos queridas, y desprotegidas hermanas?”- dijo ese ser demoniaco de once años, que ahora mismo parecía la viva imagen de la debilidad infantil.

Penélope y sus amigas debieron de entender que lo tenía todo perdido, porque con un gesto de disgusto, desaparecieron, dejándonos muertas de risa.

- “Das miedo, enana, cuando seas mayor serás terrorífica, no creo que nuestros hermanos, y nuestros padres, te sobrevivan.”- dije entre carcajadas.

- “Bueno esa es mi misión. ¿No crees? Para eso soy la benjamina de las dos familias, tú y tu hermana, pero sobre todo tú, sois demasiado dóciles, y buenas, y esos estúpidos de los varones Miller, y Blake, llevan una vida demasiado a pasible.”- al escuchar sus explicaciones, algo me dijo que esta frase no era de Connelly, creada por la mente manipuladora, de esa preadolescente, estaba segura de que se la había oído decir, en algún momento, a mi terrorífica madrina, Kimberly Blake. 

–“Bueno da igual, ahora vamos a lo que quería pedirte. ¿Qué tal si tenemos algo de diversión, antes de que te canten cumpleaños feliz, soples las velas, y abras todos esos regalos, y todo ese ritual?”- me dijo Betty Boo, con una sonrisa brillante, y persuasiva, en la mirada.

- “¿Qué es lo que has planeado, demonio? Hazme el favor de quitar esa sonrisa, que siempre que la pones, nos metemos en problemas.”- le dije alejándome un poco físicamente de ella.

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