Los rayos de sol le alumbraron el rostro y fue allí cuando se dio cuenta de la llegada de un nuevo día. Sorin abrió los ojos y se removió entre sus sábanas; la pesadez del estrés no lo dejaba en paz ni dormido ni despierto.Se frotó los párpados con sus manos cerradas, bostezó porque dormir en el sofá era la peor cosa del mundo y después de estirarse dejó la pereza enredada entre las mantas y se dispuso a comenzar un nuevo día: el día en que Ileana Enache al fin le traería respuestas.Ya había pasado una semana desde que aquellos traidores que una vez habían sido sus camaradas, se atrevieron a robar aquello a lo que horas antes habían renunciado: sus capas y kits de Virtudes. Sorin se sacudió para ya no pensar en eso y decidió pasar la página.Se desvistió con premura, entró a la ducha y se relajó con el agua que comenzaba a acariciar todo su cuerpo. La verdad era que estaba esperando a una persona y él estaba casi seguro de que le ayudaría al menos en una especie de secuestro.Aquell
Sorin decidió parquear su auto en el garaje para tener más privacidad, pero al tratarse de un parqueo general que todos los vecinos utilizaban, justo esa noche de viernes habían un par de vecinos platicando quizá de chismes variados, ya que no parecía que tuvieran prisa de retirarse pronto de allí. –¿Bajamos ya? –inquirió Megara, pero Sorin negó con su cabeza y el ceño fruncido–. Es que… Creo que ella va a despertar –musitó la médium. La sangre del rubio comenzó a hervir por la desesperación de sentirse impotente y deseó con todas sus fuerzas que Ileana no gritara o algo parecido. Volteó a ver hacia atrás y en efecto, la bolsa comenzaba a moverse o, más bien, la chica lo estaba haciendo. –Oiga, señora… –susurró Sorin, pero fue interrumpido por Megara. –¿Señora? Señorita o Megara a secas, más respeto –alegó muy ofendida. Sorin rodó los ojos y suspiró de inanición. No sabía de dónde sacar más paciencia con las insensateces de Megara. –Solo escuche, tengo una idea, no le puedo expl
La casa estaba en penumbras y el silencio reinaba por todo el lugar con tanta fuerza que le taladraba los tímpanos a Ileana. Ella estaba sentada en el suelo con la espalda recostada en la cama de su amiga, quien no estaba allí con ella; se había esfumado de su lado. Ileana estaba aterrada una vez más. Se habían llevado a Nadia y ella ni siquiera lo había notado hasta después de un par de horas por haber estado escribiendo en su diario ¿Cómo había podido ser tan mala amiga? En realidad, la ansiedad que tenía era que, no podía sacar a Velkan de sus pensamientos, mucho menos de su corazón, y de manera inevitable su interior le decía que, posiblemente él estaba vivo en alguna parte y eso era algo que la atormentaba; deseaba encontrarlo pero sabía que allí escondida no podía hacerlo. También y aunque detestara reconocerlo, no podía dejar de pensar en Antonella, en todo el odio que la consumía. Sabía perfectamente que ella no era un ser humano, que aquella condición la había perdido ya h
La joven se pegó a la pared de la habitación y entreabrió la cortina con mucho cuidado para ver de quiénes se trataba. Al estar en un segundo nivel aquello le facilitaba aquella acción. Allí estaban cinco individuos, estáticos frente a la casa. Aún no sabía si lograban ver a través de su campo de fuerza, pero estaba muy segura que tenían habilidades sobrenaturales; si no, no habría manera de que la hubiesen localizado en primer lugar. –¡Ileana Enache! –gritó de nuevo una voz de hombre, desconocida en su totalidad–. Sabemos que estás allí adentro. –¡Necesitamos hablar contigo un momento! No te haremos daño si decides salir por las buenas –exclamó otra voz, esta vez era femenina y muy ruidosa. Ileana no podía creerlo, estaba petrificada de que esas personas se supieran su nombre completo, pero a la vez algo en su interior le estaba provocando… ¿enojo? Aquellas voces sonaban amenazantes y eso la había ofendido sobremanera. Frunció el ceño e intentó recordar aquel poder con el que go
Advertencia: ¡¡Contenido +18!! Lee bajo tu propio riesgo. No sabía cómo ni por qué, pero Ileana se sentía en las nubes, mientras las grandes y fuertes manos del hombre que amaba, quien justamente estaba detrás de ella, se pasaban de rozar sus labios con sus índices, para luego descender por su cuello y llegar a sus pechos, que ya se sentían excitados a causa de estar al descubierto y verse afectados por ambiente templado del clima. Estaban de pie y él, quien para ese instante ya carecía de toda prenda de vestir en su cuerpo, la había despojado de casi toda su ropa con cariño y delicadeza, dejándola casi al desnudo tan solo portando sus blancas bragas. Ella, que mantenía cerrados sus ojos por el placer que sentía de aquellas caricias, se mordía el labio inferior al sentir cómo los suaves labios de él dejaban una hilera de besos en su cuello mientras que, esas manos traviesas no se habían detenido de juguetear con sus duros pezones y la boca de la joven se abrió de placer al sentir aq
Todos estaban frente a Ileana, quien a cada segundo que pasaba parecía verlos con más repulsión y desconfianza. Ni siquiera se habían tomado la molestia de sentarse, no había más necesidad que la de explicarle lo necesario para que la joven cooperara de la mejor manera posible. –Hace un mes aproximadamente, Ar… –Raguel carraspeó para corregirse–. Alder llegó a vivir cerca de tu casa con la misión de quitarte los objetos que contenían la magia de la vampiresa que tanto mencionabas en el hospital. Ileana se quedó estupefacta. Ellos lo sabían todo y eso comenzaba a asustarla. –Disculpen pero… ¿De dónde sacan esa información? ¿Ustedes tienen qué ver con ese hombre? ¿Quiénes son? Explíquense de una vez –exigió Ileana con desesperación. –Pues… verás –respondió Daniel–. En primer lugar, anoche ya nos habíamos presentado, bella damisela –elogió con una de sus amplias sonrisas y Gabrielle le dio un codazo para que no se desviara con sus galanterías–. Nosotros somos las Virtudes Divinas y nu
Ya habían pasado algunas horas desde que amaneció y Sorin se había ido a trabajar desde temprano. A pesar de que, el rubio no sabía ni un carajo sobre enfermería, se armó de valor para quitarle co torpeza todos los puntos para que se completara el proceso de cicatrización, y no hubo complicación en aquello, ya que el trabajo que Raziel le había hecho era profesional y sus heridas comenzaban a sanar muy bien, aunque no al cien por ciento. Ariel seguía tendido en el lugar del que, con dificultad podía moverse, aunque esa mañana estaba bien acompañado. La joven amiga de Ileana, que estaba amordazada por si despertaba y que también estaba herida por causas que desconocía, se había quedado junto a él por orden de Sorin. Ariel comenzó a recordar la noche anterior: –Oye Sorin, ¿a dónde vas? –inquirió Ariel con nerviosismo–. La chica, no la dejes aquí. Este es mi dormitorio –renegó mientras la señalaba. –¿Crees que tengo una mansión por casa? Ni que fuera Raguel –refunfuñó–. No tengo otro
Los días de Sorin habían resultado más agotadores que aquella noche, en la que se equivocó de persona y terminó llevándose a la dama equivocada. El primer día de tener a Nadia prácticamente secuestrada, había encontrado a la chica amordazada y sobre la cama, tal y como la había dejado desde la noche de su rapto y Ariel dijo que ella no había representado un problema mayor a lo que Sorin creyó fielmente. Pero él sí que había tenido inconvenientes con la muchacha. Nadia había resultado ser una rebelde y poco colaborativa que lo insultaba cada vez que le quitaba la mordaza. Con el pasar de los días, se dio cuenta que era peor si la mantenía amarrada, así que le permitió estar libre por la casa, pero sin la libertad total para salir; ella era una carnada necesaria para atraer a Ileana Enache. Para añadir más desgracias a su vida, Megara, la médium, no había dejado de acosarlo para que hicieran un verdadero equipo y él ya no estaba interesado. Ella había llegado al punto de decir que su c