La señora Doina había parqueado su auto con mucha precaución, como siempre. Antonella y Romina habían estado platicando mucho y eso era de mucho agrado para la señora, quien miraba complacida cómo su hija al fin se llevaba bien con una muchacha de su edad y de su misma edad. –Señora Doina, por favor nos permite quedarnos hablando un rato aquí afuera de su casa –pidió Antonella mientras parpadeaba y con el movimiento batió sus pestañas de arriba hacia abajo, a lo cual Romina la imitó y su madre no pudo negarse. –Está bien, muchachas, me han convencido –dijo Doina con una amplia sonrisa–. Si les da frío pueden entrar aquí y Antonia… Ya sabes que cuando gustes puedes quedarte aquí, no te sientas apenada. –Para nada, señora Doina –respondió Antonella con la expresión más cándida que pudo esbozar. Doina entró a la casa y le mencionó algo a su hija, pero le pareció ininteligible y Romina solo asintió, como la hija buena y obediente que era; aquello último era la mejor cualidad que pudie
Aquella noche de luna menguante había sido el preludio de una serie de persecuciones indirectas y afán de convencimiento de Antonella hacia las Brujas Blancas. Romina había sido la primera, quien después de días esquiva con la pelirroja, y después de haberlo pensado una y mil veces, al fin había accedido para tener la vida eterna y dejar de lado los miedos que la invadían. –Espera, Antonia –suplicó una de esas noches, mientras una de sus manos se aferraba a la tela del vestido de Antonella. Se habían despedido y la pelirroja se encaminaba a su casa–. He estado pensando mucho en esto y… He decidido que quiero hacerlo, deseo ser algo más que una simple mortal. Antonella la volteó a ver con sorpresa y pudo notar que, a pesar de la penumbra, las mejillas de Romi evidenciaban un tenue color rojizo, en su rostro se dibujaba una sonrisa tímida y sus manos jugaban entre ellas con nerviosismo. –Vaya, mi querida Romina, me sorprendes –comentó Antonella–. Pensé que me considerabas un monstruo
El tan anhelado proyecto había comenzado para las Vampiresas de la luz, como se habían nombrado después de todo el proceso de conversión por el que aquellas brujas habían pasado, el cual no fue de manera instantánea. Todas estuvieron recibiendo el apoyo de Antonella mientras se presentaban los respectivos cambios de esencia, el cual para algunas fue hasta placentero y para otras había sido aterrador.Por supuesto que no dejaron de lado la magia, y esta vez todo el grupo estuvo dispuesto a practicar hechizos variados a los que estaban acostumbradas, por supuesto, nada de magia oscura, ese aún no era el pensamiento e las Vampiresas de la luz, a pesar de que, ser vampiro implicaba beber sangre. La realidad era que, ellas comenzaban a vivir de las vibras oscuras de la gente que las rodeaba, como Antonella les había mostrado que podían alimentarse.Pasados los días el grupo al fin podía sentirse cómodo con su nueva realidad y en una de sus tantas reuniones de costumbre en aquella casa blanc
Después de muchos días de encierro, al fin Nadia podía sentir nuevo oxígeno, ya nunca más estaría cautiva en aquellas cuatro paredes y lo más importante: iba al lado de Ariel, su protector aunque él dijera lo contrario; a quien tanto admiraba y por quien había comenzado a sentir algo muy especial; aunque aún no descifraba bien qué exactamente. Lo único que ella tenía más que claro era que, amaba cómo le debatía cada cosa a Sorin y cómo la defendía para que no le pasara nada malo. Nunca un hombre había dado tanto por ella y esa mañana en específico se habían escapado de la casa del rubio para no dejar rastro de su paradero. De alguna manera Ariel había podido romper los candados y cerrojos que les había impedido la salida, o más bien, que a ella le impedía salir, ya que al parecer el joven podía irse de allí en cuanto estuviera recuperado; eso era lo que tenía entendido entre las pocas conversaciones que alcanzó a escuchar entre Sorin y él. ¿Qué relación tenían ellos dos? No tenía cl
La mañana se alzaba espléndida con un cielo despejado con un color celeste intenso. Ya habían pasado varios días desde que, Ileana decidió por cuenta propia, ayudar a las Virtudes Divinas y por momentos se sentía arrepentida y culpable por los seres queridos que había perdido en el camino de su vida. Si bien era cierto que el hecho de haber involucrado a Nadia le afectaba sobremanera, algo en su intuición, o más bien, una visión que tuvo le decía que la volvería a ver con bien, así que, eso la mantenía esperanzada en esos momentos. En aquel trance la pudo ver con una sonrisa y más envalentonada que nunca, pero lo más interesante, es que la veía al lado de una figura masculina, que por el momento se le presentó como una sombra, es decir, carente de una identidad específica; aunque no pudo percibir malas intenciones o algo que la alertara, así que podía sentirse tranquila en ese aspecto. Sin embargo, con respecto a Velkan la cosa era distinta. Aunque quisiera tener una visión, aquell
El abrazo que Ileana le había dado a su amiga al no más verla, era de arrepentimiento, de culpabilidad y de una gran dicha al saber que su amiga estaba bien y como lo predijo, la vería pronto, además de que estaría acompañada por “ese” individuo al que todos le habían hecho casi una fiesta al verlo. Lloraban y reían, lo abrazaban y casi lo reverencian como a un rey. Al parecer todos querían a Alder, quien por lo que se dio cuenta no se llamaba de esa forma, todo parecía una gran mentira. —Nadia, yo sabía que te volvería a ver sana y salva, pero… ¿Cómo paraste con “ese” individuo de allí? —señaló a Ariel con un dejo de desprecio—. Cuéntamelo todo, por favor —suplicó Ileana. —Pues, verás, Ileana. Él es… mi salvador —respondió Nadia con la cara más roja que un tomate, para voltear a ver hacia donde él estaba y él se encontraba viéndola de una manera tan cómplice que a Ileana se le revolvió el estómago solo de sentir el desprecio que se había formado por él en su ser desde que lo conoci
Advertencia: ¡¡Contenido +18!! Lee bajo tu propio riesgo. Era de día en la casa de Antonella, algunos rayos de luz intentaban colarse en el interior, pero estos estaban bloqueados con magia. Velkan se comenzaba a quedar sumido en un pesado sueño justo al lado de su Mate, que yacía enredada entre sus patas y cola, con su cabeza apoyada en el torso de él y abrazándolo como si fuera una almohada. Sí, esa era la forma en que dormían desde hacía ya días y al parecer a la pelirroja ya no le molestaba esa manera de dormir, aunque en un principio dijera que era ridículo y muchas veces estúpido; al final, pese a que no se lo hiciera saber con palabras, sus acciones hablaban mucho más. Tras pensar en aquel hecho, rió para sus adentros, victorioso de sentir que ella disfrutaba de alguna manera el estar acostados juntos. Pronto el joven lobo bostezó y sus ojos se comenzaron a cerrar con lentitud; el sueño lo comenzó a vencer por completo. Esperaba con ansias que a su Antonella se le antojara t
Antonella respiró profundo y se dirigió hacia donde su “Mate” se encontraba, pero no pudo seguir su trayectoria, ya que el toquido de la puerta le indicaba que había visita. A juzgar por la presencia que percibía, de inmediato supo que eran sus chicas.—¡Ya voy! —afirmó Antonella, pero a tiempo una figura encapuchada saltó por la ventana y entró a la casa sin avisar ante una pelirroja que rodaba los ojos y sonreía divertida.—Por favor, Romina ¿Cuál es esa manía tuya de los protocolos educados? Somos vampiresas, no necesitamos tocar la puerta —espetó Raiza mientras corría a abrazar a Antonella.—Bueno, perdóname por querer tener educación —alegó Romina mientras con un poco de torpeza, saltaba la ventana para entrar, seguida de Sam.Velkan, quien aún se encontraba alejado, arrugó naríz, gruñó con sutileza y rodó los ojos, porque era evidente que la sola presencia de Raiza le traía el recuerdo de lo que había atestiguado en la dimensión de los sueños.—Antonella —musitó Romina sin hacer