Adiós, Velkan

La luna seguía alta e imponente en el firmamento. Aquel par de ejecutivos se había quedado hasta tarde a cerrar las instalaciones de aquel edificio llamado “Vinos Russo”.

La joven pelirroja de cabellos cortos había sentido un mal presentimiento pero su hermano hizo caso omiso a sus palabras… Vaya que eso les costó mucho, porque en cuanto salieron hacia el parqueo, la vibra terrorífica había pasado a ser más que una corazonada.

Ahí frente a ellos, en cuanto se disponían a entrar a su vehículo, unos ojos relucientes aparecieron ante ellos. Aquel lobo de tamaño colosal les impidió el paso de inmediato, pero este no era el único ¡Eran dos lobos los que bloquearon cualquier salida que pudieran tener!

—¡Bianca, sube al auto! —gritó el joven pelirrojo, pero ella había quedado como hipnotizada por la mirada de la loba.

—Leo… Tengo miedo —musitó Bianca con la voz entrecortada, pero en cuanto él salió a quere ayudarla, era demasiado tarde, su hermana ya estaba caminando hacia donde aquel par de
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