La mirada fija del muchacho de los cabellos oscuros había petrificado a Antonella, pero a tiempo Ileana, la novia de él, se había despertado para revisarlo con preocupación, de una manera casi automática. De pronto su mirada se clavó en ella; la chica se veía adormilada, pero la desesperación pudo más y con su último aliento, la pelirroja se había abalanzado hacia la viajera. Intentó morderla con desesperación, pero después de eso solo quedaba la oscuridad, porque sus ojos se habían nublado.
Ya habían pasado un par de horas. Estaba muy cerca el amanecer y Antonella podía sentir cómo aquel aliento de vida le había vuelto al cuerpo ¿En serio consumió sangre?, no tenía idea, ya que de verdad había perdido la consciencia por un lapso de tiempo prolongado tras el intento de obtener su combustible para subsistir. Pensaba que había fallado pero, todo apuntaba a lo contrario.«Claro que bebí sangre, tuve qué… De no ser así todo estaría perdido», caviló la joven pelirroja.Se dio una cachetada mental, se rehusaba a quedarse estática buscándole la quinta pata al gato. No podía darse el lujo de dormirse en los laureles cuando había mucho que desconocía. Algo la agobiaba mucho más que cualquier asunto milagroso repentino:«¿Quién soy? ¿Qué demonios soy? ¿Habrá algo o alguien que me de las respuestas? ¿A quiénes mencioné cuando volvía en sí?». Aquellas preguntas danzaban de un lado a otro dentro de su cabeza y parecía pisotear su conciencia de una manera insistente.Sacudió su cabeza con un movimiento sutil y se dedicó a sentir la oxigenación en todo su cuerpo. Seguía viva y eso era lo que más le importaba. Su mirada bajó y se detuvo en su cuerpo ¡Por todos los cielos!, sólo la cubría una especie de manta vieja. Eso era inaudito.Se puso de pie y por primera vez en todas esas horas se echó un vistazo rápido. En definitiva se sentía avergonzada de su aspecto. Se tocó el largo cabello y pudo sentir las hebras enmarañadas y deshidratadas. Se vio sus blancas manos y estaban percudidas.Sus uñas tenían suciedad por debajo, como si en años no se hubiera dado un buen baño. Sin mencionar el olor desagradable que sentía emanar de su cuerpo. Estaba en la miseria total. Eso le daba indicio que había pasado demasiado tiempo en ese estado más que vegetativo; estaba segura de que había muerto, no había otra explicación coherente.«¡Asco total! Con razón el ragazzo alto me rechaza y ambos me miran raro», ese fue su pensamiento para consigo misma.Ella aún sentía mucha debilidad en sus piernas, pero eso no le impidió tratar de salir en silencio para que los jóvenes que dormían no notaran su ausencia; trató de cerrar la puerta con discreción, pero apretó sus ojos al no poder evitar que rechinara un poco. Cuando logró cerrar por completo se detuvo a observar su alrededor.Antonella se dio cuenta de que había salido de aquella habitación vacía para toparse con un corredor que mostraba dos habitaciones frente a ella y otra más al lado. Las paredes de la casa se veían despintadas, empolvadas y viejas. Esa casa no era del todo grande, a pesar de que tenía un segundo nivel.Aquellas tres puertas cerradas llamaban la atención de la joven, pero antes quiso bajar las gradas de madera. Agradeció sobremanera no necesitar algo para alumbrar su camino. Ella podía ver de una manera decente, tanto de día como de noche. Esa era una enorme diferencia que notaba de su ser con los chicos que la rescataron; ellos sí necesitaban de la luz de las velas.Casi caminando de puntillas rodeó la mesa de la sala principal. Pasó su mano por la mesa; allí no había nada extraordinario. Se dirigió hasta el sótano y vio todo el panorama. El lugar no tenía más que aquella caja negra de la que había sido despertada y algunos barriles viejos. Se acercó a tocarlos y otra imagen mental cayó de golpe:Unas manos fuertes y gruesas llevaban esos barriles junto a unas manos más frágiles y otros dos pares de manos más jóvenes. Los llenaba de un líquido oscuro y ella ayudaba en esa labor ¡Eso era! Posiblemente sus padres y, ¿hermanos?, elaboraban un tipo de licor, pero aún no recordaba el nombre del líquido.Solo con tocar los objetos las cosas iban tomando más sentido. Corrió de inmediato mientras se tambaleaba. Se acuclilló y se dedicó a tocar la caja negra que parecía ataúd, pero no ocurrió nada. Era como si esos recuerdos se negaran a surgir. Lo que era innegable fueron las vibraciones eléctricas que pudo sentir al contacto con la caja extraña.Antonella se levantó con frustración al no poder obtener nada de información. Se sacudió las manos y se encaminó hacia el primer piso. Lo que encontró fue una sala muy interesante; se trataba de una amplia cocina. Ese era el lugar propicio para buscar más pistas.Comenzó a tocar la estufa, los frascos con especias. Todo le traía recuerdos de su madre cocinando y de ella misma también; al parecer le encantaba la cocina, solo esperaba que se le hubiera dado bien, si no juraba que se aniquilaría otra vez por ser inútil.Otra imagen parecida a un relámpago hizo estragos en su mente: Ella sola en esa cocina, pero lo que mezclaba no eran especias convencionales ¿Qué era? Parecía que revolvía sustancias extrañas con velas a su alrededor. Parecían acciones muy diferentes e inquietantes a las pacíficas con su familia. No pudo deducir aquellas imágenes, pero no se quedó a analizar tanto.Dejó la cocina para encaminarse gradas arriba de nuevo, pero algo horripilante detuvo su andar: Allí arriba estaba él, estático y parecía ver hacia donde ella estaba con los ojos fijos ¡Era el ragazzo! ¿Qué hacía él parado justo en donde terminaban las escaleras?Antonella se había escondido rápido para no ser vista, no tenía idea si de verdad estaba siguiéndola. Respiró fuerte y luego de un par de minutos se asomó una vez más para toparse con el muchacho allí casi frente a ella con sus ojos abiertos, acechándola de nuevo.Ella optó por quedarse quieta y cuando iba a dar un paso para ver qué era lo que quería, él simplemente se dio la vuelta con lentitud y comenzó a subir las gradas. Lo hacía todo lento, por eso no emitía ningún ruido. Antonella siguió a Velkan con la mirada. Él, como si nada, entró a la habitación que compartía con Ileana y hasta cerró la puerta tras haber ingresado.«Pero qué hombre más extraño ¡Qué susto me dio! ¿Querrá vengarse de mí por lo de hace rato?», pensó Antonella, ya que no quería que ninguno notara lo que estaba haciendo.Con mucho cuidado subió las gradas, ahora debía ser más cuidadosa, porque ese hombre la estaba persiguiendo; si seguía así tendría que acabar con él y su jugosa sangre. Se dirigió hacia el cuarto que estaba a la par del que compartía con los viajeros. Abrió la puerta; parecía ser el cuarto de baño, porque al no más poner un pie dentro las imágenes corrían como un caudal más que vivo.El recuerdo de su cabello sedoso, ondulado y brillante siendo consentido por ella misma; la sensación de la esponja con agua fresca limpiando todo su cuerpo y la imagen de ella maquillándose con devoción luego del baño; todo llegó a su mente. Ahora más que nunca se negaba a verse así de desgarbada como se encontraba en el presente, aunque aún no recordara mucho del pasado, pero estaba dispuesta a averiguar allí mismo qué era lo que pasaba con ella.Al salir de aquella habitación por fin se animó a abrir una de las puertas que tenía enfrente. Esa vista parecía como algo que le iba quitando de a pocos una de las tantas capas de inconsciencia que la hacían ignorar todo ¿Podrían estar justo allí sus pertenencias? Necesitaba averiguarlo ya.Alguien había amontonado muchas cosas en ese sitio. Un tiradero de ropa y objetos que ya no servían tapizaba el suelo. Todo indicaba que habían saqueado y removido muchas de sus pertenencias y las de los suyos. Algunas de sus ropas estaban dentro de un mueble de madera polvoriento. Algo podría servirle para vestirse, quizá ese vestido blanco de tela fresca, que al tocarlo recordaba que amaba usar.Siguió revisando hasta el fondo y allí, entre toda esa ropa inservible y envueltos en una frazada, se encontraban dos libros intactos que hicieron a Antonella estremecer. Tomó uno de ellos y sus manos comenzaron a temblar de euforia.«Esto es… mi diario», murmuró en su mente, mientras deslizaba su mirada sobre la primera página, con lentitud para comenzar a saborear su propia vida.«Soy un vampiro, no puedo creerlo». Durante lo que quedaba de la madrugada, y después de dar una rápida ojeada a la intimidad de su diario todo tenía sentido. Antonella no daba para más, se detuvo a analizar la situación allí parada frente a los muchachos que le habían salvado la vida y se preguntaba con pesar: ¿Cómo podía ver a los ojos ahora a los que debían ser sus presas inmediatas? Bueno… El ragazzo se merecía un poco que le arrebatara la vida, pero igual lo ponía en tela de juicio. Por supuesto que no había leído todo, era imposible en ese momento, ya que el documento era demasiado extenso como para terminarlo de un tirón. Prácticamente toda su vida estaba entre las páginas de ese simple y grueso libro de páginas amarillentas. Llegó si mucho un poco más allá de la mitad y se saltó algunas hojas más para enterarse de lo inevitable. Ahora ya sabía los por qués de casi todo, al menos de su odio contra la raza humana. Aún no quería llegar hasta las últimas páginas, no ahora que te
Aquel malestar seguía haciendo averías en el estómago, el pecho y la mente de Ileana. Miles de pensamientos negativos se agolpaban y no la dejaban ni respirar bien. Ni siquiera pudo beber un sorbo más de su infusión de manzanilla. Solo se limitó a dejar la vieja taza en el borde de la ventana, donde la cortina la cubría y se cruzó de brazos para ver con un dejo de desesperación cada movimiento de Velkan y de Antonella. Ella seguía demasiado cerca de él, hasta podría jurar que, si antes Velkan se comportaba incómodo, con el pasar de los segundos, esa sensación se había suavizado un poco en él; no estaba cien porciento segura, pero podía ver una expresión relajada y hasta una leve sonrisita por parte de él que de verdad le estaba colmando la paciencia. Ileana no pudo resistir más aquella escena. Avanzó un par de pasos hacia donde enfermera y paciente se encontraban, y se acuclilló para que Velkan la viera a los ojos, pero no fue así. Él estaba como… ¿embelesado? Viendo a Antonella, mie
Ileana no podía sentirse más arrepentida de lo que su conflicto interno acababa de ocasionar. Antonella tenía una quemadura bastante dolorosa, a causa de haberse entrometido en la curación que la pelirroja le estaba proporcionando a su novio.—Discúlpame por haber intervenido, soy una torpe. Yo no debí…—No te preocupes, tú solo querías ayudar —Le dijo Antonella con una sonrisa que inmediatamente la calmó un poco.Pero Ileana realmente sabía que era más que querer ayudar, que actuó por esa emoción que se atravesó como el filo de un cuchillo en su estómago cuando se sintió inútil, y más cuando vio muy cerca de Velkan a Antonella, no pudo controlar el impulso de querer intervenir, y eso era lo que le daba aquel sentimiento de culpa.—Es que... debí fijarme y dejar mi taza lejos para evitar que te cayera encima —Se lamentó la joven, mientras bajaba la mirada.—Ya... ya pasó, fue un accidente —Antonella se había acercado para acariciarle su corto y lacio cabello—. Mira, ya me apliqué una s
Con tan solo aquella siniestra presencia, Antonella había perdido todo ápice de interés en su momento de lectura y retroalimentación con respecto a su vida. El ruido del gruñido casi le provoca una jaqueca, pero no le daría el gusto de bajar la mirada para que él se sintiera superior. Dejó su diario sobre una polvorienta superficie de madera, que antes solía ser una mesa quizá, y se dispuso a rondar por donde los escombros le permitían transitar sin quitarle la mirada de encima a la que desde afuera la acechaba. Era evidente que la magia que ella misma había dejado hace cien años la seguía protegiendo dentro de esa casa. Vaya que lo pensó bien y fue prevenida ante un posible despertar como lo que le acababa de pasar junto a esos viajeros. Y por supuesto que reconocía a aquella criatura. No era nada más que uno de sus antiguos enemigos. Aquellos que confabularon con otros para deshacerse de ella tiempo atrás ¿Por qué seguía allí? ¿Acaso la estaba vigilando? ¿O es que él también había
La pareja de viajeros había terminado sus alimentos de la mañana, o más bien, Velkan había terminado ambos desayunos, ya que al parecer Ileana se había quedado sin apetito y su estómago se sentía débil. Afuera las nubes grises comenzaban a cubrir con sutileza el manto celeste, soplaba un viento suave, pero gélido y no se escuchaba ni siquiera el sonido de los pájaros por los alrededores. —Y... ¿Te llenaste? —preguntó Ileana, con el codo apoyado en la mesa, y la mano sosteniendo su mentón, sorprendida de cuánto había comido su novio. —¿Te entretuviste mucho viéndome comer? —Velkan sonrió divertido—. Porque pareciera que no me hubieras visto nunca —susurró, como si no quisiera ser escuchado por nadie más. —Pero por supuesto que lo he hecho, llevo dos años viajando contigo, es solo que te vi con cierta ansiedad al comer, además tú nunca te has comido casi dos raciones seguidas —Ileana sonrió. —Y tú jamás has dejado comida en el plato —Velkan sonrió, posó su mano en la mejilla de la
Ileana no podía articular una palabra después de lo ocurrido hace un momento con su novio. Su corazón casi se había detenido del miedo, cuando las pupilas de Velkan se agrandaron y movieron con rapidez, hacia el interior de la casa, mientras sus uñas habían rasguñado la madera del marco de la ventana por el cual observaban el exterior de la casa. En un abrir y cerrar de ojos, y ante las preguntas de Ileana, Velkan había comenzado a caminar en aquella dirección, sin decir nada y subió las gradas; ella no pudo hacer nada más que disponerse a seguirlo, mientras su corazón iba a mil. «¿Pero qué pasa? Definitivamente Velkan me tiene muy preocupada —pensó alertada—. Parece como si estuviera en otro mundo, no sé explicarlo… es como si no le importara una sola palabra que digo. Como si ni siquiera me tomara en cuenta; como si yo no existiera para él».Después de unos segundos, ella tuvo que detenerse por unos momentos, ya que un peso en su cabeza no la dejó avanzar, se llevó las manos a sus
Ileana tenía ganas de echarse a llorar en ese mismo instante y no sabía cómo comunicarse con Velkan. Ya su mal humor había evolucionado a una escala mayor y se había convertido en algo que lo hacía lucir como una persona diferente en su totalidad. Alguien irracional que no escuchaba su voz.—Para empezar, necesitas cuidar tu mal genio, no quiero un lío aquí y te juro que no quieres tener una pelea conmigo —dijo Antonella con serenidad.—¡No me calmo! —golpeó una de las puertas, lo cual ocasionó un crujido en la madera vieja— ¡Ahora mismo nos vas a explicar quién demonios eres! —espetó Velkan con una voz profunda.El corazón de Ileana no podía latir más rápido y su cabeza no podía emitir más dolor ante aquel acontecimiento. A pesar de su mala reacción hace unos momentos, ella se acercó a Velkan para intentar tranquilizarlo una vez más.—Amor, mejor calmarte, estoy segura que hay una explicación a todo esto, dale tiempo para aclararlo.Velkan no podía creer que ella estuviera de parte de
Antonella aún seguía sin comprender del todo qué había ocurrido. Velkan se había encolerizado después de que, tras conocerlo había demostrado ser una persona pacífica, aunque algo malhumorado. Lo más fuerte del caso había sido cómo había intentado golpear a su novia y ésta no pudo evitar tener un colapso emocional o algo parecido. Ileana seguía sobre las dos sillas sin recuperar el conocimiento; su piel parecía como papel, casi del color de la de ella cuando despertó de aquel largo sueño. La desmayada, también tenía una leve sudoración en su rostro. Antonella posó su mano sobre la mejilla de ella, luego sobre su frente y se dio cuenta que su temperatura había descendido; estaba helada. Se puso manos a la obra, revisó sus signos vitales y algo la alertó: no estaba respirando. De inmediato hizo a un lado algunos escombros que habían quedado de la mesa que Velkan destruyó. Con mucho cuidado bajó a su paciente al suelo y le aplicó primeros auxilios. Colocó sus dos manos en el pecho de la