Aquel malestar seguía haciendo averías en el estómago, el pecho y la mente de Ileana. Miles de pensamientos negativos se agolpaban y no la dejaban ni respirar bien. Ni siquiera pudo beber un sorbo más de su infusión de manzanilla. Solo se limitó a dejar la vieja taza en el borde de la ventana, donde la cortina la cubría y se cruzó de brazos para ver con un dejo de desesperación cada movimiento de Velkan y de Antonella.
Ella seguía demasiado cerca de él, hasta podría jurar que, si antes Velkan se comportaba incómodo, con el pasar de los segundos, esa sensación se había suavizado un poco en él; no estaba cien porciento segura, pero podía ver una expresión relajada y hasta una leve sonrisita por parte de él que de verdad le estaba colmando la paciencia.Ileana no pudo resistir más aquella escena. Avanzó un par de pasos hacia donde enfermera y paciente se encontraban, y se acuclilló para que Velkan la viera a los ojos, pero no fue así. Él estaba como… ¿embelesado? Viendo a Antonella, mientras ella le quitaba el vendaje improvisado y le comenzaba a colocar otro nuevo. Su corazón comenzó a latir de miedo, de celos posiblemente, aunque le costaba admitirlo abiertamente, pero no podría negarlo por mucho tiempo. —¿Velkan, te sientes mejor? —inquirió Ileana con una sonrisa tensa y él pareció despabilar para salir de ese trance.—Sí, creo que voy mejorando poco a poco —respondió un tranquilo Velkan, hasta que hizo una mueca de dolor cuando Antonella le terminó de quitar el vendaje, allí en donde la sangre había ocasionado que la tela se pegara a su piel lastimada.Ileana volteó a ver a la inmersa y sonriente Antonella; se lo pensó muy bien antes de decirle una idea que se le había ocurrido de repente, pero al fin lo hizo.—Oye… Antonella —musitó con timidez.—¿Sí, Ileana? Dime —dijo sin quitar su mirada de la tela, que estaba por comenzar a rasgar para improvisar una nueva venda.—Yo… quiero ayudar en lo que necesites —pidió Ileana casi con desesperación y con el corazón a mil; viendo de reojo a Velkan, que de inmediato la había volteado a ver con extrañeza.—¿En serio? ¡Vaya, eres muy amable! —exclamó Antonella—. Por supuesto que sí. Siempre se necesita asistencia médica en cualquier ocasión.Con su índice le indicó a Ileana que se acercara para que viera lo que estaba haciendo. Ileana obedeció y pese a que en su rostro había una sonrisa leve, en realidad ella no podía quitarse el malestar de encima; en verdad que lo estaba pasando muy mal con sus emociones y eso era algo que odiaba.Para Ileana los celos eran repulsivos, y aunque al comenzar su relación con Velkan no pudo dejar de sentir la inseguridad de que aquello no funcionara, debido a sus mismas debilidades físicas y mentales; no podía creer que aquellas revivieran justo en el momento más crítico por el que estaban pasando debido a sus insistencias de meterse en ese bosque.—Termina de cortar este pedazo de tela y mientras yo comenzaré a hacer esta cataplasma de vulneraria —pidió Antonella y su nueva asistente asintió.«Ileana, tú ocasionaste esto, es tu culpa», se decía mientras intentaba cortar con sus dedos la tela. Era más difícil de lo que creía, quizá se debía a lo vieja que estaba ya aquella tela, porque sin más ni más la terminó cortando por la mitad y no de manera uniforme.—Ups… lo siento —Se disculpó Ileana, con mucho pesar.—No te preocupes —dijo Antonella con tranquilidad—, esto se puede solucionar. Si quieres, luego de que termines puedes descansar, ya yo me encargo del resto.Esas palabras le cayeron a Ileana como balde de agua helada con hielos, que la golpearon fuerte en el ego. Lo irritable que ya se sentía no le ayudaba en nada. Le molestaba sentirse así, pero debía aceptar que le enojaba que la trataran como una chiquilla inútil; no lo toleraba en absoluto.«No quiero quedar como una pésima asistente».—Puedo volver a hacerlo, aún queda un poco más de tela —insistió Ileana.—No, está bien. Esta tela servirá, se puede utlilizar así —respondió la pelirroja—. Todo estará bien, yo sé lo que hago.—Amor… —Ileana volteó a ver a su novio con desconcierto—. Relájate un poco, te ves tensa. Te he dicho que no debes estresarte de más o ya sabemos qué pasará. Por favor, descansa —pidió Velkan con tranquilidad.Ileana calló las demás respuestas que se formaban en su interior. No quería sentarse a ver como una espectadora más; quería sentir que podía ayudar en algo al menos. No sabía qué le ocurría ese día, pero de algo estaba segura: no se quedaría de brazos cruzados, no con ella cerca de su novio.—Yo estoy perfectamente bien, Velkan. Te lo voy a demostrar —dijo Ileana con mucha seguridad en sus palabras.Ella se quedó viendo lo que Antonella realizaba con mucha concentración. Había terminado de hacer aquel puré de hierbas y se dispuso a comenzar a colocar un poco sobre esa herida en la pierna, que no quería cicatrizar. Él seguía bastante relajado, y de pronto su mente se remontó hacia el pasado y recordó cómo una vez que ella quería ayudarlo con un raspón y él se negó rotundamente; aquello puso la sangre de Ileana a punto de ebullición.Así sin más, Ileana se acercó y sin pedir permiso ni decir absolutamente nada, tomó del suelo el trozo de piedra plana donde se encontraba el menjurge. Ileana iba a intentar colocarlo ella misma, pero al levantarse con las manos ocupadas, estas de inmediato entorpecieron y pasaron empujando la taza de infusión caliente que ella acababa de dejar en la ventana, y que justamente estaba arriba del área de atención, donde Antonella tenía sus manos posadas sobre la herida de Velkan.El agua casi hirviendo cayó directa hacia las manos de Antonella y ella pegó un grito de dolor, que hizo a Ileana botar la cataplasma de hierbas al instante para quedar regada en el suelo. Velkan se quedó pasmado aconteciendo aquella bochornosa escena, mientras que Antonella se trataba de secar las enrojecidas manos con la falda de su vestido blanco hueso. Ileana no cabía en su vergüenza y en querer desaparecer allí y ahora de la faz de la Tierra.Ileana no podía sentirse más arrepentida de lo que su conflicto interno acababa de ocasionar. Antonella tenía una quemadura bastante dolorosa, a causa de haberse entrometido en la curación que la pelirroja le estaba proporcionando a su novio.—Discúlpame por haber intervenido, soy una torpe. Yo no debí…—No te preocupes, tú solo querías ayudar —Le dijo Antonella con una sonrisa que inmediatamente la calmó un poco.Pero Ileana realmente sabía que era más que querer ayudar, que actuó por esa emoción que se atravesó como el filo de un cuchillo en su estómago cuando se sintió inútil, y más cuando vio muy cerca de Velkan a Antonella, no pudo controlar el impulso de querer intervenir, y eso era lo que le daba aquel sentimiento de culpa.—Es que... debí fijarme y dejar mi taza lejos para evitar que te cayera encima —Se lamentó la joven, mientras bajaba la mirada.—Ya... ya pasó, fue un accidente —Antonella se había acercado para acariciarle su corto y lacio cabello—. Mira, ya me apliqué una s
Con tan solo aquella siniestra presencia, Antonella había perdido todo ápice de interés en su momento de lectura y retroalimentación con respecto a su vida. El ruido del gruñido casi le provoca una jaqueca, pero no le daría el gusto de bajar la mirada para que él se sintiera superior. Dejó su diario sobre una polvorienta superficie de madera, que antes solía ser una mesa quizá, y se dispuso a rondar por donde los escombros le permitían transitar sin quitarle la mirada de encima a la que desde afuera la acechaba. Era evidente que la magia que ella misma había dejado hace cien años la seguía protegiendo dentro de esa casa. Vaya que lo pensó bien y fue prevenida ante un posible despertar como lo que le acababa de pasar junto a esos viajeros. Y por supuesto que reconocía a aquella criatura. No era nada más que uno de sus antiguos enemigos. Aquellos que confabularon con otros para deshacerse de ella tiempo atrás ¿Por qué seguía allí? ¿Acaso la estaba vigilando? ¿O es que él también había
La pareja de viajeros había terminado sus alimentos de la mañana, o más bien, Velkan había terminado ambos desayunos, ya que al parecer Ileana se había quedado sin apetito y su estómago se sentía débil. Afuera las nubes grises comenzaban a cubrir con sutileza el manto celeste, soplaba un viento suave, pero gélido y no se escuchaba ni siquiera el sonido de los pájaros por los alrededores. —Y... ¿Te llenaste? —preguntó Ileana, con el codo apoyado en la mesa, y la mano sosteniendo su mentón, sorprendida de cuánto había comido su novio. —¿Te entretuviste mucho viéndome comer? —Velkan sonrió divertido—. Porque pareciera que no me hubieras visto nunca —susurró, como si no quisiera ser escuchado por nadie más. —Pero por supuesto que lo he hecho, llevo dos años viajando contigo, es solo que te vi con cierta ansiedad al comer, además tú nunca te has comido casi dos raciones seguidas —Ileana sonrió. —Y tú jamás has dejado comida en el plato —Velkan sonrió, posó su mano en la mejilla de la
Ileana no podía articular una palabra después de lo ocurrido hace un momento con su novio. Su corazón casi se había detenido del miedo, cuando las pupilas de Velkan se agrandaron y movieron con rapidez, hacia el interior de la casa, mientras sus uñas habían rasguñado la madera del marco de la ventana por el cual observaban el exterior de la casa. En un abrir y cerrar de ojos, y ante las preguntas de Ileana, Velkan había comenzado a caminar en aquella dirección, sin decir nada y subió las gradas; ella no pudo hacer nada más que disponerse a seguirlo, mientras su corazón iba a mil. «¿Pero qué pasa? Definitivamente Velkan me tiene muy preocupada —pensó alertada—. Parece como si estuviera en otro mundo, no sé explicarlo… es como si no le importara una sola palabra que digo. Como si ni siquiera me tomara en cuenta; como si yo no existiera para él».Después de unos segundos, ella tuvo que detenerse por unos momentos, ya que un peso en su cabeza no la dejó avanzar, se llevó las manos a sus
Ileana tenía ganas de echarse a llorar en ese mismo instante y no sabía cómo comunicarse con Velkan. Ya su mal humor había evolucionado a una escala mayor y se había convertido en algo que lo hacía lucir como una persona diferente en su totalidad. Alguien irracional que no escuchaba su voz.—Para empezar, necesitas cuidar tu mal genio, no quiero un lío aquí y te juro que no quieres tener una pelea conmigo —dijo Antonella con serenidad.—¡No me calmo! —golpeó una de las puertas, lo cual ocasionó un crujido en la madera vieja— ¡Ahora mismo nos vas a explicar quién demonios eres! —espetó Velkan con una voz profunda.El corazón de Ileana no podía latir más rápido y su cabeza no podía emitir más dolor ante aquel acontecimiento. A pesar de su mala reacción hace unos momentos, ella se acercó a Velkan para intentar tranquilizarlo una vez más.—Amor, mejor calmarte, estoy segura que hay una explicación a todo esto, dale tiempo para aclararlo.Velkan no podía creer que ella estuviera de parte de
Antonella aún seguía sin comprender del todo qué había ocurrido. Velkan se había encolerizado después de que, tras conocerlo había demostrado ser una persona pacífica, aunque algo malhumorado. Lo más fuerte del caso había sido cómo había intentado golpear a su novia y ésta no pudo evitar tener un colapso emocional o algo parecido. Ileana seguía sobre las dos sillas sin recuperar el conocimiento; su piel parecía como papel, casi del color de la de ella cuando despertó de aquel largo sueño. La desmayada, también tenía una leve sudoración en su rostro. Antonella posó su mano sobre la mejilla de ella, luego sobre su frente y se dio cuenta que su temperatura había descendido; estaba helada. Se puso manos a la obra, revisó sus signos vitales y algo la alertó: no estaba respirando. De inmediato hizo a un lado algunos escombros que habían quedado de la mesa que Velkan destruyó. Con mucho cuidado bajó a su paciente al suelo y le aplicó primeros auxilios. Colocó sus dos manos en el pecho de la
Velkan había salido con premura de aquella vieja casa, sumido en la desesperación. Su frente estaba perlada de sudor y sus manos temblaban a causa del cúmulo de malas emociones que estaba experimentando. Sentirse así le atormentaba sobremanera. ¿Qué rayos le ocurría?, estuvo a punto de golpear a su novia. Lo peor de todo era que, aún sentía el deseo de dañar y quizá hasta de destrozar a quien fuera y se le pusiera enfrente. Si la situación ponía a la persona equivocada, estaba seguro que no respondería por lo que llegara a hacer.Velkan se derrumbó viendo hacia el suelo, con la mente hecha un lío y las emociones a flor de piel. Sus manos seguían tensas y se empuñaron a causa del estrés que estaba padeciendo. Pronto algo hizo que levantara la mirada y notó que todo se sentía un poco diferente allí afuera:El cielo oscurecido, las estrellas brillando en el punto más lejano, la redonda luna que parecía estar viéndolo y aquellas ráfagas suaves, gélidas, que llevaban consigo el fino sereno
Allí estaban frente a frente. Bestia y hombre se retaban con la mirada para ejercer un debate sin palabras. Aquello no duró mucho, ya que una vez más la voz áspera del lobo resonaba en la mente de Velkan, como si se tratase de una estridente ráfaga haciendo estragos en sus oídos internos.«Oh, no. No es una broma. En verdad podemos comunicarnos con la mente —habló el lobo en la mente de Velkan con tono áspero—. Escúchame... ahora tú y yo somos semejantes. Podemos unir fuerzas para salir de aquí».—¿Semejantes? —Velkan rió con ironía— ¡Jamás seremos semejantes! —espetó a viva voz—. Yo sé que tú nos trajiste hasta acá, estoy seguro y eso jamás lo olvidaré.«¿Acaso no te has dado cuenta de que, puedes ver claro en esta obscuridad?, ¿o de que tu fuerza muscular y tu temperamento han cambiado de manera drástica? ¿Tampoco has notado que te da más hambre de lo habitual? Es más… Te apuesto a que tienes mucha hambre en este instante. Puedes ser sincero, no te voy a juzgar»«Maldito monstruo —al