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2. El estúpido Evan Wickham

 Desperté en una cama de hospital en donde todo me era ajeno. Recordaba, vagamente, mi breve estaría en el cielo, aquel lugar al que yo no llegaría jamás. Mi alma era negra, tal como había dicho Mike, pero no sentía remordimientos, había hecho lo necesario para triunfar a como diera lugar. Con pesadez, intenté ponerme en pie pero me sentí un poco mareada.

—¡No! —gritó una voz que conocía muy bien. 

Era el chico, relativamente nuevo, que había entrado hacía apenas menos de un año al departamento de Compras. El ayudante, secretario o lo que sea que fuese del gerente.

—¡Necesito algo de ayuda aquí! —gritó más fuerte aún.

Una pequeña chica, vestida de blanco entró a la habitación que compartía con otras personas y me ayudó a recostarme de nuevo.

—Estuvo en coma, no debe levantarse sin ayuda —dijo la enfermera.

—¡Oh, no! —exclamé al recordar que Mike había dicho algo acerca de mi cuerpo, ¿o había sido un maldito sueño? ¿Uno muy jodido y malo?—. ¡Un espejo, necesito un espejo!

La chica miró al muchacho, Evan era su nombre si no me equivocaba y si, era amigo íntimo de Ivaine. Evan asintió y la enfermera salió un momento, volvió con su bolso y sacando un pequeño estuche de él, me lo entregó.

Abrí el maquillaje que tenía un espejo en la cubierta superior y me miré. Pegué el grito de horror más grande que alguien haya escuchado. Yo era Ivaine, ¿o Ivaine era yo? 

—¡Qué demonios! —farfullé al tiempo que estallaba en llanto.

Había luchado tanto por asirme a mi belleza física para lograr mis metas que ahora que era fea, y sin chiste, no tenía la menor idea de lo que iba a ser de mí.

Evan arrebató el espejo de mis manos y se lo devolvió a la enfermera, que salió de prisa después de presenciar tan triste escena.

—No sé qué sucede, Ivan —Ivan era la manera en la que Evan llamaba a Ivaine, casi como si fuera una mala broma que sus nombres solo tuvieran una vocal diferente.

—¿Has visto mi cara? —le pregunté aterrorizada.

—Solo tienes algunos golpes, no es el fin del mundo, si hubieras visto la de Callie… Entonces hasta aceptaría que te des de topes en la pared —dijo sonriendo con algo parecido a la dulzura.

—¿Qué sucedió con Callie? —pregunté intentando indagar un poco más, necesitaba recuperar mi cuerpo y pronto, antes de que se pudriera en un ataúd bajo la tierra o se hiciera cenizas en un horno. Tal vez habría algo que pudiese hacer para poder unir las piezas de nuevo.

—Fue terrible, su cuerpo estaba hecho pedazos y su rostro… deberías haber visto su rostro, tan feo como era su alma —Evan se persignó como si así pudiese borrar lo que acababa de decir—. La cremaron ayer.

¿Qué dijo el estupidito? ¡¿Que cremaron mi cuerpo?!

 El llanto se apoderó de nuevo de mí.

—Lo único bueno es que han hablado acerca de que te darán su puesto y entonces podrás demostrar que debiste ser su elección desde el principio y no la flaca desnutrida esa.

—No hables así de los muertos, Evan —pedí sorbiéndome los mocos.

—¿Por qué no? Ella se acostó con el director para que le dieran el puesto, ¿o no lo sabes? Y solo salía con Corey Sagnier para seguir escalando. Todos en la empresa sabemos de lo que se valía para llegar a la cima. Ella era horrible, incluso se burló de ti cuando la nombraron y te vio salir llorando, ¿no crees que tiene lo que merece?

—No, creo que a veces juzgamos mal al sexo femenino, nadie juzgaría a un hombre que hace lo mismo, ¿o si?

—Pero no conocemos a un hombre que haya hecho lo mismo.

—Pero podríamos conocerlo… —aseguré.

Evan entornó los ojos y me ayudó a incorporarme un poco.

—Voy a necesitar de alguien que arregle esto —agregué llevándome las manos al rostro.

—¿Pasó algo durante el coma? ¿Alguien tomó tu cuerpo? Nunca en la vida te habías preocupado tanto por la belleza física.

—No, no… Yo… Lo siento, Evan, pero necesito salir de aquí y voy a hacerlo ahora mismo.

Evan movió la cabeza hacia ambos lados y apretó un botón rojo que estaba sobre la pared. Algún líquido pasó a través de la guía del suero porque sentí mis venas arder y el sueño se apoderó de mí.  Volví a quedarme dormida casi al instante.

Pasaban las doce del mediodía cuando volví a abrir los ojos. Evan seguía ahí, a un lado, con un libro entre las manos.

—¡Maldito! —le dije—. ¡Hiciste que volviera a dormir!

—Fueron órdenes del médico, Ivan, él mismo me dijo que lo apretara si mostrabas estrés postraumático al despertar.

—¡No tengo ningún estrés postraumático, Evan! ¡Todo lo que necesito es salir de aquí y recuperar mi vida!

—¿Cuál vida? Si solo sales conmigo, y toda tu vida es PicCo, que por cierto, no está en funciones por el derrumbe. Así que no tienes nada mejor qué hacer.

—¿Y entonces qué sucederá? Dijiste que estaban planeando darme el puesto… No entiendo.

—Están improvisando unas oficinas mientras vuelven a levantar el Corporativo, pero no estarán listas hasta dentro de un par de meses. Así que puedes descansar.

—¿Y tú piensas pasar aquí todo el tiempo cuando podrías estar disfrutando las minivacaciones con una chica en la playa o dónde demonios quieras?

—Soy tu único amigo, Ivan, no voy a abandonarte, aunque créeme que me dan ganas cuando noto que pareces ser una persona muy distinta a la que solía conocer.

—¿Ah, sí? —pregunté. Necesitaba saber quién era en realidad Ivaine Corrie para poder suplantar su identidad de la manera más creíble posible.

—Antes eras noble, positiva y sabías manejar tus emociones. Pocas veces perdías la cabeza. Aún cuando le dieron el puesto a Callie únicamente te encerraste en el baño a llorar y después, con todo el valor, volviste a salir como si nada hubiera pasado.

—¡Pero mírame ahora, Evan! ¿Ves esto? ¿Lo ves? —señalé el feo rostro de Ivaine.

—Ivan —habló de nuevo el tonto de Evan—, eres la chica más divertida que he conocido jamás, no pierdas eso, porque es justo, lo que te hace ser mi mejor amiga.

Evan se levantó y guardando su libro en su mochila, se dirigió a la puerta.

Nunca en la vida me había percatado de lo alto que era, hasta que lo vi ahí, de pie, en el marco de la puerta, mirándome con desaprobación. ¡Y su trasero! ¡Por Dios! Su trasero era impresionante. Aquellos vaqueros viejos le sentaban taaaaan bien. 

Me llevé las manos a la cabeza. ¡Demonios, algo había pasado conmigo durante mi breve estadía en el cielo! Yo nunca, jamás, podría poner los ojos en alguien tan insignificante como Evan Wickham. Él era tan… patéticamente pobre y yo no necesitaba a alguien como él en mi vida.

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