Cuando llegué a casa me senté en el sofá y abrí las cortinas, la noche era espectacularmente bella y la luna brindaba una tenue luz. Sonreí por la ironía, hacía mucho tiempo que no observaba lo que Dios, o quien quiera que fuese, había creado para que los humanos nos maravilláramos con su hermosa creación: la naturaleza. Pensé en Shams —que en realidad era Mike, pero daba igual— y lo eché de menos. Me di cuenta de que me había dejado sola y que estaba por mi cuenta. Tal vez debía encontrar la clave de lo que debía hacer en alguna de nuestras conversaciones, pero hacía mucho que mi mente estaba nublada. Sin pensarlo mucho, me levanté para ir al frigorífico y me serví un poco de vino. Media copa debía ser suficiente para apaciguar a los demonios que se agitaban en mi interior. Bufé mientras asentaba la copa sobre la mesa de centro y saqué la pequeña cajita que me había entregado Vik. La abrí para apreciar de nuevo el dije. Era hermoso, y por alguna extraña razón, muy atrayente. Embeles
Muy temprano por la mañana volví a Leeds en donde me reintegré a mi trabajo en la panadería. Había redactado una carta de renuncia que había enviado por correo electrónico, lo cual en aquel momento me había parecido la mejor opción. Sí, no era la manera correcta de hacer las cosas, pero ya poco me importaba. Esperé un par de días temiendo que Corey me buscara para terminar el trabajo que había empezado, pero después de una semana supe que ya estaba fuera de mi vida. ¿La destrucción de Laverne y el anillo maldito había supuesto que también él hubiese desaparecido? Después de todo lo había puesto en mi dedo para acabar con mi vida y tal vez nunca sabría el por qué. Papá estaba sentado en el pequeño espacio apostado en la parte trasera del local y levantó la mirada cuando entré. Acababa de cerrar la panadería y él había estado haciendo cuentas. —¿Todo está bien? —preguntó. —Sí, papá, creo que lo estará. —Me llamaste papá —respondió de manera soñadora.
Así que eso era todo, yo había sido tan solo un borrador mal escrito y lleno de faltas de ortografía en la vida de Corey, y en la vida de Evan, ni siquiera llegaba a eso. Yo era un gran cero a la izquierda en la vida de todas aquellas personas con las que siempre había buscado congraciarme. Volví al apartamento de Ivaine y recogí todas mis cosas. No debía olvidarme de ninguna de ellas, ni siquiera de mi dignidad que yacía tirada en el piso como una gran mancha que no podía quitar ni el limpiador químico más poderoso.Aquella noche no dormí bien, no podía dejar de pensar que había sido tan solo una víctima colateral en el derrumbe de PicCo y que, si Corey me había atacado, era solo porque su padre iba a matarlo si no recuperaba el anillo que por siglos había pertenecido a su familia.Alguien tocó la puerta en aquel momento. No tenía ganas de atender vendedores ni parlotear con algún vecino curioso, por eso me asomé por la mirilla, y al comprobar que era Evan quien estaba detr
Leeds era, por mucho, una ciudad mucho más tranquila que la bulliciosa Londres y pronto me hallé mucho más cómoda de lo que había estado cuando vivía allí. La panadería, poco a poco había ido cobrando notoriedad, tal vez debido a que papá conservaba la tradicional receta que, a su vez, el abuelo le había heredado. Ya nadie hacía pan como él, y pronto fuimos conocidos como la mejor panadería artesanal de la ciudad. Con ello, vinieron muchas ofertas para ampliar el negocio, pero después de hablarlo con mi padre, decidimos que lo mejor era mantener el negocio pequeño, así sería más valorado y no caeríamos en el error de los grandes comercios que, después de un tiempo, comenzaban a descuidar la calidad. Con el dinero ganado pude recuperar la casa de mis padres y arreglarla, e incluso, ser puntual en los pagos de mi crédito con el banco, aunque aún me faltaban un par de años para cubrirlo por completo, porque ahora era yo, quien se hacía cargo de los gastos de la casa, m
Eran casi las dos de la tarde y caminaba sonriendo por la avenida hacia mi restaurante favorito, que solo estaba a media cuadra de distancia, para festejar mi victoria. Nuevamente me había salido con la mía, mi jefe había caído redondito ante mis encantos y acababa de darme el puesto de subdirectora de Relaciones Públicas, mientras que la pobre tonta de Ivaine lloraba a mares encerrada en el baño porque creía que era ella quien merecía aquel importante ascenso.Sí, era cierto, ella estaba mucho más preparada, pero nunca había jugado bien sus cartas… o tal vez sí, había puesto todo su empeño los últimos días para demostrar que estaba capacitada, y bla, bla, bla. El gran problema de Ivy residía únicamente en que era fea, muy fea, y todos en PicCo, sabíamos que un puesto de semejante envergadura jamás podía ir a parar en manos de alguien tan poco agraciado porque, desgraciadamente, las relaciones públicas se basaban precisamente en eso, la belleza física, algo que a mí me sobraba. Con m
A mi alrededor, varias personas, que aún no sabían en donde nos encontrábamos, se movían inquietas. Se empujaban unas a otras y como yo, esperaban con impaciencia aclarar sus dudas.Miré mis manos y, con nerviosismo, noté que el maravilloso anillo de compromiso había desaparecido. Corey iba a asesinarme cuando supiera que lo había extraviado.—¿A dónde demonios nos han traído? —exclamó una mujer bajita que recordaba haber visto haciendo la limpieza en el Corporativo y para quien nunca había tenido una sonrisa o un gesto amable.Nuestras miradas se cruzaron e intenté llegar a ella para preguntarle en dónde estábamos, pero al percatarse de mis intenciones, se movió de lugar con gesto de desagrado.—¡Marty! —le grité al chico de la copiadora, pero él también se movió de lugar y se perdió entre la multitud—. ¡Freida! —intenté una vez más con la secretaria de Leanne, la gerente de Recursos Humanos.Pero fue inútil, en aquel lugar nadie me quería, era la mujer más odiada.Me eché a llorar d
Desperté en una cama de hospital en donde todo me era ajeno. Recordaba, vagamente, mi breve estaría en el cielo, aquel lugar al que yo no llegaría jamás. Mi alma era negra, tal como había dicho Mike, pero no sentía remordimientos, había hecho lo necesario para triunfar a como diera lugar. Con pesadez, intenté ponerme en pie pero me sentí un poco mareada. —¡No! —gritó una voz que conocía muy bien. Era el chico, relativamente nuevo, que había entrado hacía apenas menos de un año al departamento de Compras. El ayudante, secretario o lo que sea que fuese del gerente. —¡Necesito algo de ayuda aquí! —gritó más fuerte aún. Una pequeña chica, vestida de blanco entró a la habitación que compartía con otras personas y me ayudó a recostarme de nuevo. —Estuvo en coma, no debe levantarse sin ayuda —dijo la enfermera. —¡Oh, no! —exclamé al recordar que Mike había dicho algo acerca de mi cuerpo, ¿o había sido un maldito sueño? ¿Uno muy jodido y malo?—. ¡Un espejo, necesito un espejo! La chica
La policía me interrogó aquella tarde, querían saber qué tanto era lo que sabía del derrumbe y lo que había visto. —Ya le dije que no vi nada, estaba en un restaurante cercano y corrí media cuadra cuando vi la gran cantidad de gente que corría hacia el Corporativo —intenté explicar. —Lo siento, señorita Corrie, pero otras declaraciones la sitúan dentro del edificio y no en un restaurante cercano. —Mire, quizá tenga estrés postraumático, pero le juro que yo estaba en el restaurante con mi novio. —Perdone que la contradiga, señorita Corrie, pero todos afirman que usted está más sola que una ostra. Cerré los ojos con fuerza, no estaba poniéndome en los zapatos de Ivaine, sino en los propios y era un error estúpido, debía aprender a suplantar la personalidad de Ivaine o el oficial pensaría que era una mitómana. —Sí, sí, tal vez está usted en lo correcto —aclaré—, puede que aún esté un poco confundida o que lo haya soñado. Desde que salí del coma, no reconozco la diferencia entre l