Sin parpadear miré a través de la pequeña ventana que daba a la calle, se había hecho de noche y ni siquiera me había percatado. Las luces siempre habían logrado hipnotizarme, pero esta vez, no eran ellas las me mantenían atrapada, sino mi propia mente. Sí, estaba presa dentro de aquel cuerpo que no era el mío y viviendo dentro de una espiral sin fondo. Nunca había creído en aquello que no era tangible, y ahora, todo aquello impactaba con fuerza contra mí. Resoplé cuando los ojos comenzaron a dolerme y me volví resuelta. Tenía que salvar a Evan, Shamsiel o como demonios se llamara aquel ángel de pacotilla que se negaba a tomar el lugar que le correspondía en el cielo y no pude evitar recordar la paz que había sentido entre sus brazos. Si aquello era el cielo, lo quería todos los malditos días, para mí, tan solo para mí. Poco después, las dudas comenzaron a asaltarme, me había acostado con Evan, ¿eso no lo alejaba lo suficiente del lugar al que había pertenecido siempre? Sequé
Cuando abrí los ojos la resplandeciente blancura lastimó mi visión. ¿Estaba de nuevo en el cielo? Eché un breve vistazo al mismo tiempo que intentaba incorporarme apoyada en la escasa fuerza de mis brazos. Sentí un dolor punzante y me llevé las manos a la cabeza, entonces me percaté de que me habían canalizado y que el suero corría a través de mis venas. La habitación estaba vacía, y con el corazón palpitante, eché de menos a mi dulce angelito de la guarda. Sí, me quedaba muy claro que Mike me había tomado el pelo y que se había hecho pasar por Shams, probablemente para obtener el resultado deseado a su entera conveniencia. Sí, no me daba miedo admitir que Michael me había usado, pero qué más daba, gracias a él había aprendido de la vida mucho más que en mis treinta años sobre la tierra. Había aprendido a discernir entre el bien y el mal, y por supuesto a por fin tomar conciencia de que todo el dolor vivido era una simple consecuencia de mis actos en el pasado, cuando aun era la crue
Me sumí en un amargo sueño donde era devorada por demonios, Corey y Laverne se hacían uno solo, y de su cabeza brotaban unos cuernos gruesos y afilados. Su larga cola se enredaba en mi cuerpo y después me hacían desaparecer. Desperté sudando y supe que tenía que huir del hospital. Me quité la guía del suero, y poco después, la aguja clavada en el dorso de la mano. Aun un poco mareada, conseguí ponerme en pie y me quité la bata del hospital para vestirme. Con mucho cuidado, me asomé por la puerta, y al comprobar que no había ninguna enfermera cerca, me escabullí. Caminar suponía un gran esfuerzo puesto que aún tenía el cuerpo adolorido por la paliza que me habían dado, pero conseguí llegar al apartamento de Ivaine y una vez dentro, recogí algunas cosas y volví a salir. Tenía que ocultarme en algún lugar, de modo que mientras pensaba en algo, iba a usar mi antiguo piso. Cuando entré me di cuenta de cuán frío era. Ahí no había nada que contara un poco acerca de mi pers
Cuando llegué a casa me senté en el sofá y abrí las cortinas, la noche era espectacularmente bella y la luna brindaba una tenue luz. Sonreí por la ironía, hacía mucho tiempo que no observaba lo que Dios, o quien quiera que fuese, había creado para que los humanos nos maravilláramos con su hermosa creación: la naturaleza. Pensé en Shams —que en realidad era Mike, pero daba igual— y lo eché de menos. Me di cuenta de que me había dejado sola y que estaba por mi cuenta. Tal vez debía encontrar la clave de lo que debía hacer en alguna de nuestras conversaciones, pero hacía mucho que mi mente estaba nublada. Sin pensarlo mucho, me levanté para ir al frigorífico y me serví un poco de vino. Media copa debía ser suficiente para apaciguar a los demonios que se agitaban en mi interior. Bufé mientras asentaba la copa sobre la mesa de centro y saqué la pequeña cajita que me había entregado Vik. La abrí para apreciar de nuevo el dije. Era hermoso, y por alguna extraña razón, muy atrayente. Embeles
Muy temprano por la mañana volví a Leeds en donde me reintegré a mi trabajo en la panadería. Había redactado una carta de renuncia que había enviado por correo electrónico, lo cual en aquel momento me había parecido la mejor opción. Sí, no era la manera correcta de hacer las cosas, pero ya poco me importaba. Esperé un par de días temiendo que Corey me buscara para terminar el trabajo que había empezado, pero después de una semana supe que ya estaba fuera de mi vida. ¿La destrucción de Laverne y el anillo maldito había supuesto que también él hubiese desaparecido? Después de todo lo había puesto en mi dedo para acabar con mi vida y tal vez nunca sabría el por qué. Papá estaba sentado en el pequeño espacio apostado en la parte trasera del local y levantó la mirada cuando entré. Acababa de cerrar la panadería y él había estado haciendo cuentas. —¿Todo está bien? —preguntó. —Sí, papá, creo que lo estará. —Me llamaste papá —respondió de manera soñadora.
Así que eso era todo, yo había sido tan solo un borrador mal escrito y lleno de faltas de ortografía en la vida de Corey, y en la vida de Evan, ni siquiera llegaba a eso. Yo era un gran cero a la izquierda en la vida de todas aquellas personas con las que siempre había buscado congraciarme. Volví al apartamento de Ivaine y recogí todas mis cosas. No debía olvidarme de ninguna de ellas, ni siquiera de mi dignidad que yacía tirada en el piso como una gran mancha que no podía quitar ni el limpiador químico más poderoso.Aquella noche no dormí bien, no podía dejar de pensar que había sido tan solo una víctima colateral en el derrumbe de PicCo y que, si Corey me había atacado, era solo porque su padre iba a matarlo si no recuperaba el anillo que por siglos había pertenecido a su familia.Alguien tocó la puerta en aquel momento. No tenía ganas de atender vendedores ni parlotear con algún vecino curioso, por eso me asomé por la mirilla, y al comprobar que era Evan quien estaba detr
Leeds era, por mucho, una ciudad mucho más tranquila que la bulliciosa Londres y pronto me hallé mucho más cómoda de lo que había estado cuando vivía allí. La panadería, poco a poco había ido cobrando notoriedad, tal vez debido a que papá conservaba la tradicional receta que, a su vez, el abuelo le había heredado. Ya nadie hacía pan como él, y pronto fuimos conocidos como la mejor panadería artesanal de la ciudad. Con ello, vinieron muchas ofertas para ampliar el negocio, pero después de hablarlo con mi padre, decidimos que lo mejor era mantener el negocio pequeño, así sería más valorado y no caeríamos en el error de los grandes comercios que, después de un tiempo, comenzaban a descuidar la calidad. Con el dinero ganado pude recuperar la casa de mis padres y arreglarla, e incluso, ser puntual en los pagos de mi crédito con el banco, aunque aún me faltaban un par de años para cubrirlo por completo, porque ahora era yo, quien se hacía cargo de los gastos de la casa, m
Eran casi las dos de la tarde y caminaba sonriendo por la avenida hacia mi restaurante favorito, que solo estaba a media cuadra de distancia, para festejar mi victoria. Nuevamente me había salido con la mía, mi jefe había caído redondito ante mis encantos y acababa de darme el puesto de subdirectora de Relaciones Públicas, mientras que la pobre tonta de Ivaine lloraba a mares encerrada en el baño porque creía que era ella quien merecía aquel importante ascenso.Sí, era cierto, ella estaba mucho más preparada, pero nunca había jugado bien sus cartas… o tal vez sí, había puesto todo su empeño los últimos días para demostrar que estaba capacitada, y bla, bla, bla. El gran problema de Ivy residía únicamente en que era fea, muy fea, y todos en PicCo, sabíamos que un puesto de semejante envergadura jamás podía ir a parar en manos de alguien tan poco agraciado porque, desgraciadamente, las relaciones públicas se basaban precisamente en eso, la belleza física, algo que a mí me sobraba. Con m