Leeds era, por mucho, una ciudad mucho más tranquila que la bulliciosa Londres y pronto me hallé mucho más cómoda de lo que había estado cuando vivía allí. La panadería, poco a poco había ido cobrando notoriedad, tal vez debido a que papá conservaba la tradicional receta que, a su vez, el abuelo le había heredado. Ya nadie hacía pan como él, y pronto fuimos conocidos como la mejor panadería artesanal de la ciudad. Con ello, vinieron muchas ofertas para ampliar el negocio, pero después de hablarlo con mi padre, decidimos que lo mejor era mantener el negocio pequeño, así sería más valorado y no caeríamos en el error de los grandes comercios que, después de un tiempo, comenzaban a descuidar la calidad. Con el dinero ganado pude recuperar la casa de mis padres y arreglarla, e incluso, ser puntual en los pagos de mi crédito con el banco, aunque aún me faltaban un par de años para cubrirlo por completo, porque ahora era yo, quien se hacía cargo de los gastos de la casa, m
Eran casi las dos de la tarde y caminaba sonriendo por la avenida hacia mi restaurante favorito, que solo estaba a media cuadra de distancia, para festejar mi victoria. Nuevamente me había salido con la mía, mi jefe había caído redondito ante mis encantos y acababa de darme el puesto de subdirectora de Relaciones Públicas, mientras que la pobre tonta de Ivaine lloraba a mares encerrada en el baño porque creía que era ella quien merecía aquel importante ascenso.Sí, era cierto, ella estaba mucho más preparada, pero nunca había jugado bien sus cartas… o tal vez sí, había puesto todo su empeño los últimos días para demostrar que estaba capacitada, y bla, bla, bla. El gran problema de Ivy residía únicamente en que era fea, muy fea, y todos en PicCo, sabíamos que un puesto de semejante envergadura jamás podía ir a parar en manos de alguien tan poco agraciado porque, desgraciadamente, las relaciones públicas se basaban precisamente en eso, la belleza física, algo que a mí me sobraba. Con m
A mi alrededor, varias personas, que aún no sabían en donde nos encontrábamos, se movían inquietas. Se empujaban unas a otras y como yo, esperaban con impaciencia aclarar sus dudas.Miré mis manos y, con nerviosismo, noté que el maravilloso anillo de compromiso había desaparecido. Corey iba a asesinarme cuando supiera que lo había extraviado.—¿A dónde demonios nos han traído? —exclamó una mujer bajita que recordaba haber visto haciendo la limpieza en el Corporativo y para quien nunca había tenido una sonrisa o un gesto amable.Nuestras miradas se cruzaron e intenté llegar a ella para preguntarle en dónde estábamos, pero al percatarse de mis intenciones, se movió de lugar con gesto de desagrado.—¡Marty! —le grité al chico de la copiadora, pero él también se movió de lugar y se perdió entre la multitud—. ¡Freida! —intenté una vez más con la secretaria de Leanne, la gerente de Recursos Humanos.Pero fue inútil, en aquel lugar nadie me quería, era la mujer más odiada.Me eché a llorar d
Desperté en una cama de hospital en donde todo me era ajeno. Recordaba, vagamente, mi breve estaría en el cielo, aquel lugar al que yo no llegaría jamás. Mi alma era negra, tal como había dicho Mike, pero no sentía remordimientos, había hecho lo necesario para triunfar a como diera lugar. Con pesadez, intenté ponerme en pie pero me sentí un poco mareada. —¡No! —gritó una voz que conocía muy bien. Era el chico, relativamente nuevo, que había entrado hacía apenas menos de un año al departamento de Compras. El ayudante, secretario o lo que sea que fuese del gerente. —¡Necesito algo de ayuda aquí! —gritó más fuerte aún. Una pequeña chica, vestida de blanco entró a la habitación que compartía con otras personas y me ayudó a recostarme de nuevo. —Estuvo en coma, no debe levantarse sin ayuda —dijo la enfermera. —¡Oh, no! —exclamé al recordar que Mike había dicho algo acerca de mi cuerpo, ¿o había sido un maldito sueño? ¿Uno muy jodido y malo?—. ¡Un espejo, necesito un espejo! La chica
La policía me interrogó aquella tarde, querían saber qué tanto era lo que sabía del derrumbe y lo que había visto. —Ya le dije que no vi nada, estaba en un restaurante cercano y corrí media cuadra cuando vi la gran cantidad de gente que corría hacia el Corporativo —intenté explicar. —Lo siento, señorita Corrie, pero otras declaraciones la sitúan dentro del edificio y no en un restaurante cercano. —Mire, quizá tenga estrés postraumático, pero le juro que yo estaba en el restaurante con mi novio. —Perdone que la contradiga, señorita Corrie, pero todos afirman que usted está más sola que una ostra. Cerré los ojos con fuerza, no estaba poniéndome en los zapatos de Ivaine, sino en los propios y era un error estúpido, debía aprender a suplantar la personalidad de Ivaine o el oficial pensaría que era una mitómana. —Sí, sí, tal vez está usted en lo correcto —aclaré—, puede que aún esté un poco confundida o que lo haya soñado. Desde que salí del coma, no reconozco la diferencia entre l
Intenté dormir, pero las pesadillas del derrumbe me acosaron y daba vueltas en la cama cuando un fuerte ruido en la pequeña sala me alertó. Abrí los ojos asustada, el reloj marcaba casi las tres de la mañana. Por pura costumbre me persigné, de pequeña había visto una película que contaba la historia de una chica de la que el demonio se había posesionado y que todos los días despertaba a las tres de la mañana. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y me levanté con temor.Al llegar a la salita, el espectáculo era desolador, entre cristales rotos había un ángel. Me tallé los ojos, debía estar soñando que estaba soñando o de plano me estaba volviendo loca. —¿Quién demonios eres y qué haces en mi sala? —instintivamente me eché hacia atrás, en aquella película el demonio solía usar disfraces muy convincentes para engañar a la protagonista. Formé una cruz con los dedos y la puse frente a aquella criatura que ni siquiera se inmutó.—Soy Shamsiel, tu ángel de la guarda. Fui asignado para c
Corey Sagnier había nacido rico, muy rico, aunque en la ciudad se rumoreaba que su riqueza no provenía precisamente de negocios lícitos y honrados. Su padre era admirado y temido a la vez, se decía que no le importaba a quien tenía que quitar de encima con tal de salirse con la suya. Sí, tal vez se parecía un poco a mí, aunque en mayor escala, a su lado yo era tan solo un bicho insignificante que no merecía a su hijo. Nuestra relación nunca había sido buena, aunque en realidad en la familia Sagnier, nadie era lo suficiente como para merecerlos, su gran ego debía ser igual a sus minúsculos penes. Me reí ante mi fugaz pensamiento y pensé en la manera en que podía retomar mis cosas sin levantar sospechas, así que muy temprano por la mañana, me escabullí del departamento de Ivaine para ir al de Callie intentando pasar desapercibida, para ello, me puse un traje deportivo y viejo que Ivaine guardaba en su armario y con sorpresa constaté que me quedaba casi a la perfección, tal vez un poco h
Morir, de una forma dolorosa y aterradora, por ejemplo, asesinada por mi propio ex novio, jamás había entrado en mis planes, así que corrí lo más rápido que pude. Una vez que Corey reaccionó y el miedo se apoderó de mí, no hubo nada que me detuviese. Si él se atrevía a delatarme con la policía, era su palabra contra la mía. Eran las nueve en punto cuando Evan tocó a mi puerta. Acababa de terminar de bañarme y me vestí de prisa con el primer atuendo decente que encontré, Ivaine no tenía, lo que se llama precisamente, un buen estilo. Jamás había sabido sacar partido de sus escasos atributos. Con el cabello aun revuelto y convertido en una gran maraña, abrí la puerta presurosa. Extrañamente, Evan me sonrió. —¡Amiga! Tienes mucho mejor cara, me alegro mucho por ti —dijo besando, casi al aire, mi mejilla. —Siéntate donde puedas un momento mientras termino de arreglarme —sugerí sin mucho ánimo. —¿Arreglarte? —Evan hizo una mueca extraña, casi como s