Intenté dormir, pero las pesadillas del derrumbe me acosaron y daba vueltas en la cama cuando un fuerte ruido en la pequeña sala me alertó. Abrí los ojos asustada, el reloj marcaba casi las tres de la mañana. Por pura costumbre me persigné, de pequeña había visto una película que contaba la historia de una chica de la que el demonio se había posesionado y que todos los días despertaba a las tres de la mañana. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y me levanté con temor.
Al llegar a la salita, el espectáculo era desolador, entre cristales rotos había un ángel. Me tallé los ojos, debía estar soñando que estaba soñando o de plano me estaba volviendo loca.
—¿Quién demonios eres y qué haces en mi sala? —instintivamente me eché hacia atrás, en aquella película el demonio solía usar disfraces muy convincentes para engañar a la protagonista.
Formé una cruz con los dedos y la puse frente a aquella criatura que ni siquiera se inmutó.
—Soy Shamsiel, tu ángel de la guarda. Fui asignado para cuidar de ti.
—¡Ah, no! No sé si me estás engañando, ¡es la hora del demonio!
—¡Qué hora del demonio ni qué ching….!
Asustada, me llevé la mano a la boca, estos ángeles sí que eran de cuidado.
—¡Carajo! —exclamé exaltada cuando volví en mí—. ¿Y tenías que entrar por la ventana y romperla? ¿Sabes que no tengo en qué caerme muerta y que no tengo dinero para pagar la reparación de las ventanas?
—Lo dudo mucho, Callie, tienes un piso que vale una fortuna, una buena suma de dinero en el banco y un novio muy rico. Tienes mucho más que todos aquellos que no tienen ni para pagar los funerales de quienes aman o la cuenta del hospital —dijo acusadoramente.
—Mira, angelillo de cuarta, no sé si nadie te ha informado, pero estoy usando el cuerpo de Ivaine porque es el único que consiguieron, espero que de momento, ¡y no puedo tocar nada de mis cosas porque levantaré sospechas! ¿Te queda claro?
—Lo que me queda claro es que ese dinero lo necesitan muchas personas a las que les robaste.
—Yo no le robé a esas personas, Caguiel, o como sea que te llames.
—Shamsiel, Callie… Mi nombre es SHAM-SIEL —y lo repitió para que me quedara claro.
—Sí, Gaysiel o lo que sea, me importa un bledo, yo le robé a la empresa, jamás a los empleados.
—Le robaste a todas esas personas, Callie, no lo niegues. Ellos trabajaban muchas horas, a veces por sueldos injustos con los que apenas podían vivir, mientras tú eras parte de esa elite que solo miraba desde arriba sin hacer nada porque tu bolsillo sí estaba lleno.
—¿Y qué demonios quieres que haga? ¿Comprendes que no puedo moverme o me acusarán de suplantación de personalidad? ¡Eso es un delito muy grave aquí en la tierra!
—Por supuesto, siempre pensando en ti.
El ángel aleteó un par de veces para impresionarme. Sus alas parecían suaves y protectoras, pero mi corazón latía a cien porque había logrado su cometido. Me estaba muriendo de miedo.
—No sé qué quieren de mí —afirmé cruzándome de brazos intentando que el ángel no notara mi frágil estado mental.
—Aprender el sentido de la palabra humildad no te vendría nada mal.
—¿Qué es lo que quieres que haga? —quería que, como fuera que se llamase, se largara ya. Su presencia me tenía al borde de un colapso nervioso.
—Necesito que vendas tu piso y que dones todo ese dinero para la fundación que Evan está creando para ayudar a las víctimas.
—¿Pero te has vuelto loco? Puedo donar una parte, sí, pero la otra la usaré para ir al cirujano, aunque… estoy pensando que tal vez… —me llevé la mano a la barbilla—. Tal vez tú y yo podamos ayudarnos mutuamente, yo le doy ese dinero a Evan si tú…
Caguiel entornó los ojos, ni siquiera sabía qué trato iba a ofrecerle y ya estaba poniéndole peros.
—No voy a conseguirte otro cuerpo, Callie. ¿Crees que estás tratando con tarados? —preguntó ofendido—. ¡Somos PRO-FE-SIO-NA-LES! —exclamó separando con sumo cuidado la palabra para darle énfasis.—¿Estás leyendo mi m*****a mente? —pregunté de manera acusadora.
El ángel suspiró, parecía agotado de tratar con una humana. Una triste y arruinada humana.
—Entre otras cosas… —aceptó.
—¿A qué demonios te refieres con entre otras cosas?
—Qué más da.
—¿Entonces tenemos trato? —insistí.
—Aquí no hay tratos, Callie, es tu pellejo el que está en juego, no el mío. Empieza a correr el tiempo, recuérdalo.
—Si eres mi ángel guardián estoy segura de que también el tuyo está en riesgo. Si las cosas no salen como pretendes podrías perder tu privilegiado lugar en el cielo.
—¿Privilegiado has dicho? ¿Crees que es un trabajo muy cómodo andar persiguiendo humanos todo el tiempo para que hagan lo correcto? ¡Es agotador, Callie! La mayoría de ustedes terminan haciendo lo que les viene en gana y arruinan nuestro trabajo con una facilidad apabullante.
Me miró una vez más mientras movía la cabeza hacia ambos lados y después se escabulló por la ventana. Derrotada, me arrojé sobre el sofá, ahora era fea, pobre y al parecer también estúpida.
¡Odiaba mi vida!
Corey Sagnier había nacido rico, muy rico, aunque en la ciudad se rumoreaba que su riqueza no provenía precisamente de negocios lícitos y honrados. Su padre era admirado y temido a la vez, se decía que no le importaba a quien tenía que quitar de encima con tal de salirse con la suya. Sí, tal vez se parecía un poco a mí, aunque en mayor escala, a su lado yo era tan solo un bicho insignificante que no merecía a su hijo. Nuestra relación nunca había sido buena, aunque en realidad en la familia Sagnier, nadie era lo suficiente como para merecerlos, su gran ego debía ser igual a sus minúsculos penes. Me reí ante mi fugaz pensamiento y pensé en la manera en que podía retomar mis cosas sin levantar sospechas, así que muy temprano por la mañana, me escabullí del departamento de Ivaine para ir al de Callie intentando pasar desapercibida, para ello, me puse un traje deportivo y viejo que Ivaine guardaba en su armario y con sorpresa constaté que me quedaba casi a la perfección, tal vez un poco h
Morir, de una forma dolorosa y aterradora, por ejemplo, asesinada por mi propio ex novio, jamás había entrado en mis planes, así que corrí lo más rápido que pude. Una vez que Corey reaccionó y el miedo se apoderó de mí, no hubo nada que me detuviese. Si él se atrevía a delatarme con la policía, era su palabra contra la mía. Eran las nueve en punto cuando Evan tocó a mi puerta. Acababa de terminar de bañarme y me vestí de prisa con el primer atuendo decente que encontré, Ivaine no tenía, lo que se llama precisamente, un buen estilo. Jamás había sabido sacar partido de sus escasos atributos. Con el cabello aun revuelto y convertido en una gran maraña, abrí la puerta presurosa. Extrañamente, Evan me sonrió. —¡Amiga! Tienes mucho mejor cara, me alegro mucho por ti —dijo besando, casi al aire, mi mejilla. —Siéntate donde puedas un momento mientras termino de arreglarme —sugerí sin mucho ánimo. —¿Arreglarte? —Evan hizo una mueca extraña, casi como s
Desayunamos en un puestucho de comida rápida, bueno, tal vez exagero, tampoco es que fuera un puestucho, era un pequeño local de una franquicia norteamericana. Evan dijo que era mi lugar favorito, es decir, el de Ivaine. ¿De verdad se puede tener tan mal gusto? El café no era malo, debía de aceptarlo, pero las hamburguesas dejaban mucho que desear, aunque la compañía era bastante agradable. Evan se veía particularmente guapo, llevaba una camisa blanca, bajo su suéter color azul marino y unos desgastados jeans. Llevaba el cabello peinado hacia atrás, húmedo o tal vez con un poco de gel, daba igual, su cabello oscuro resaltaba sus hermosos ojos castaños. —Esta comida realmente apesta, Evan —le dije, intentando ignorar su sonrisa de infarto. —¿Desde cuándo? —preguntó poniéndose serio y mirándome como, si de pronto, me hubiese convertido en un bicho raro. —No lo sé, tal vez desde siempre. Desde que desperté del coma siento que se han agudizado mis sentidos. —Más bien pareces otra, I
Papá era panadero en un pequeño pueblo al Norte en donde había crecido y vivido toda su vida. Aquel hombre, sin ambición alguna, excepto la de ser feliz, lo que para mí era una utopía, preparaba el pan en el horno de casa y lo vendía en una esquina bastante transitada de Cross Gates por las tardes. En cuanto a mamá, era una simple ama de casa que jamás había tenido otra ambición que ser la esposa del panadero más guapo de la ciudad. Lo que mamá no sabía era que la belleza se acababa y que al final, era opacada por el valor de las cosas que poseyeras y esa era una verdad absoluta por todos conocida. No, no habían sido malos padres, al contrario, habían llenado mi niñez de alegría. Verlos felices y enamorados me causaba una constante sensación de bienestar, pero después crecí, y comencé a observar a mi alrededor y descubrí que las personas más populares, respetadas, envidiadas, e incluso admiradas y odiadas al mismo tiempo, eran las personas que derrochaban porte y elegancia. Aquellas
Durante horas estuve vagando por el centro aquella mañana que, de soleada, se había vuelto repentinamente gris. Había comenzado a lloviznar y una gran tormenta amenazaba con derribar el cielo. Los rayos y los truenos siempre me habían asustado desde que era pequeña, y lo peor, era que me moría de miedo. Nunca había tenido la necesidad de empeñar alguna joya, porque siempre había alguien dispuesto a pagar mis deudas a cambio de un buen acostón y comencé a preguntarme si no me harían demasiadas preguntas. ≪¿Cómo lo obtuvo?≫. ≪¿Tiene la factura?≫. ≪¿A quién y dónde lo robó?≫. Eché a correr porque la lluvia no pensaba darme tregua y sin apenas desearlo, llegué al departamento de Evan y toqué la puerta con desesperación. Necesitaba algunas palabras de consuelo, un fuerte abrazo, y tal vez un poco de brandy corriendo por mis venas. Estaba empapada y lo peor, sin saber qué hacer. En cuanto Evan abrió la puerta, me arrojé a sus brazos y sin previo aviso, lo besé.
—¡Despierta, Callie! —gritó alguien en mi oído, y dando tumbos, logré ponerme en pie. Me dolía la cabeza y los oídos me zumbaban. —¿¡Ahora qué!? —respondí llevándome las manos a la cabeza. Era Shamsiel—. ¿Qué demonios haces aquí? —pregunté—. Si vienes a darme tus sermoncitos, no estoy interesada. Tengo dolor de cabeza y… —Ya sé, ya sé, sucumbiste ante el elíxir de los dioses, pero no, no vengo a eso. —¿Y ahora de qué se trata? —Solo pasé a saludar, andaba por el rumbo y… Entorné los ojos y aún medio dormida, me dirigí al frigorífico y lo volví a cerrar derrotada. Necesitaba urgentemente ir de compras. —Sé que pasaste a burlarte, conmigo no tienes que disimular una bondad de la que careces —respondí. —En verdad andaba por el rumbo, Callie, ¿por qué pones en duda mis palabras? —Porque eres un poquitín embustero, Shams. —¡Vaya! Ahora hasta me has dado un nombre de cariño, ¡y no me llamaste Caguiel! ¿Y eso? —Porque des
Evan me había estado evitando, de eso estaba segura. No me había llamado en dos días y honestamente yo tampoco tenía el valor, pero necesitaba que me ayudara a vender la joya, así que tuve que reunir un poco de coraje y recoger los pedacitos rotos. Con el corazón desbocado, toqué la puerta de su apartamento y entonces sucedió, una chica de piel morena, de cabello color castaño y largo, como de comercial de shampoo, se asomó. Llevaba tan solo una ligera playera que le llegaba a la mitad de los muslos y que supuse era de Evan. —Ho-hola —dije con una timidez que no me iba. —Hola. —Estoy buscando a Evan, Evan… —Wickham, sí —añadió sonriendo. Sus dientes blancos también eran de comercial de dentífrico. La odié—. Él se está bañando, pero si gustas puedes pasar a esperarlo. Abrió la puerta por completo y entonces también pude apreciar su silueta de infarto a través del sencillo algodón de la camiseta. Sin poder evitarlo, me miré al espejo que Evan
—¿A qué te refieres con eso del anillo maldito? —preguntó Evan con visible interés. —Fue robado hace casi cien años durante una subasta de Sotheby´s, posteriormente fue fundido y… —asentando el anillo sobre la mesa, Vik se levantó de su asiento y entró por una puerta que daba a lo que supuse era su oficina. Evan lo tomó para inspeccionarlo con detenimiento.Volvió con un grueso tomo que abrió ante nuestros ojos. En la foto, un hermoso anillo brillaba en blanco y negro. En cierto modo era muy parecido al que ahora Evan sostenía entre sus dedos, solo que en lugar de dos diamantes contrapuestos uno contra otro, tenía tres, colocados en forma de triángulo.—Se cree que fue vendido en el mercado negro a un lord, quien al morir se lo heredó a su hija que lo llevaba puesto en el dedo el día que fue asesinada. Después, se especula que volvieron a fundirlo y crearon la pieza que ahora ves. Había estado desaparecido por años —explicó Vik ante nuestra mirada atónita.—¿Crees que el padre