Corey Sagnier había nacido rico, muy rico, aunque en la ciudad se rumoreaba que su riqueza no provenía precisamente de negocios lícitos y honrados. Su padre era admirado y temido a la vez, se decía que no le importaba a quien tenía que quitar de encima con tal de salirse con la suya. Sí, tal vez se parecía un poco a mí, aunque en mayor escala, a su lado yo era tan solo un bicho insignificante que no merecía a su hijo. Nuestra relación nunca había sido buena, aunque en realidad en la familia Sagnier, nadie era lo suficiente como para merecerlos, su gran ego debía ser igual a sus minúsculos penes. Me reí ante mi fugaz pensamiento y pensé en la manera en que podía retomar mis cosas sin levantar sospechas, así que muy temprano por la mañana, me escabullí del departamento de Ivaine para ir al de Callie intentando pasar desapercibida, para ello, me puse un traje deportivo y viejo que Ivaine guardaba en su armario y con sorpresa constaté que me quedaba casi a la perfección, tal vez un poco holgado porque ella se metía muchas chucherías en el cuerpo y era obvio que fuese un poco más gorda, pero al menos estaba cómodo.
—¡Ella no era gorda! —gritó alguien dentro de mi cabeza.
Pude reconocer perfectamente la voz acusadora de Caguiel. ¡Maldita la hora en que había salido a ver qué demonios era aquel ruido! Ahora le había otorgado el poder de meterse en mi cabeza.
Nota mental: Mantener la mente en blanco.
—¡Claro que es gorda y déjame en paz, maldito ángel de pacotilla!
—¡Cuando aprenda bien mi nombre, señorita!
Maldije en voz baja y coloqué la capucha de mi sudadera por sobre la cabeza. Emprendí el camino y mientras trotaba, recordé que el edificio tenía cámaras, aunque tal vez no debía preocuparme tanto por eso, nadie podía reconocerme. Había entrado hacía apenas un par de noches y nada había sucedido, lo que me tranquilizó.
Entré de puntillas para no despertar al conserje que aun dormía plácidamente con medio cuerpo sobre el mostrador de la recepción. Subí por el elevador usando mi control remoto, e intentando no hacer mucho ruido, abrí la puerta. Agitada, me senté sobre el maravilloso sofá de la sala para recuperar fuerzas, después puse mi exquisito café colombiano en grano en la cafetera, lo necesitaba con urgencia. Debía darme prisa puesto que Evan iba a pasar por mí para desayunar, pero no había podido evitarlo, mi cuerpo necesitaba una dosis extra de energía, ¡y aquel café era el cielo!
—¡No blasfemes! —otra vez el ángel metiéndose donde no lo llaman.
—¡Deja de asustarme, carajo! —grité.
Iba a guardar el envase, cuando sentí a alguien a mis espaldas.
—¡No vuelvas a aparecerte así! —le dije al ángel que seguro volvía a recurrir a sus sucios trucos, pero cuando me volví, quién estaba ahí era Corey.
Lo miré como esperando una explicación, pero al parecer, quien debía una era yo porque me miró con una ceja arqueada esperando una justificación a mi presencia.
—¿Quién rayos eres tú y qué haces aquí? —preguntó con malos modos.
—Eso mismo podría preguntarte, ¿qué haces tú aquí? —respondí con otra pregunta para dar tiempo a pensar en una excusa. Necesitaba una y pronto.
—Soy Corey Sagnier —respondió muy orgulloso y extendiendo la mano—, el novio de Callie, ex-novio —se corrigió.
—Sé muy bien quién eres —me apresuré a responder—. Mi nombre es Ivaine Corrie y trabajo con Callie.
—Trabajabas, querrás decir —me corrigió.
—Sí —a la defensiva me crucé de brazos y me deshice de la capucha con la cual debería parecer una asesina serial.
«Desapercibida, Callie. DE-SA-PER-CI-BI-DA» me repetí.
—¿Y qué demonios haces aquí y como es que tienes la llave? —su profunda mirada me inquietó. Parecía guardar muchos secretos que antes me habían importado una m****a, pero no ahora, necesitaba descifrarlos para saber a qué me enfrentaba.
—Lo mismo podría preguntarte.
—Soy su novio, por supuesto que tenía un duplicado, ¿me captas? Algunas noches las pasaba aquí.
—Pues yo soy su amiga y antes de morir me encargó que me hiciera cargo de todas sus cosas.
—Callie no tenía amigas, era tan egocéntrica que nadie la quería, excepto yo, por supuesto.
—Tampoco la querías, ella me dijo muchas veces que no la tratabas con respeto y cuando se ama a alguien, se le trata con respeto, con amor, con delicadeza… Como se le trata a una flor —algo tenía que decir, ¿o no? Aunque fuese una bobada como la que acababa de salir de mi boca.
—¡Por favor! ¿Tratarla con respeto? ¡Callie era una arpía y me alegro de que haya muerto! Ya no tendré que soportar sus continuas quejas.
—¿Quejas? Callie era una mujer fuerte y decidida.
—Sí, claro, ¡decidida a arruinar mi vida y quedarse con mi dinero! —bramó.
—¿Y entonces? ¿Qué provecho sacabas tú de ella? Porque me queda claro que no eres de los hombres que da algo gratis o que se quedan atrás.
—Por supuesto que no, tenía ímpetu y unas maravillosas piernas, pero créeme que no iba a casarme con esa cazafortunas. Ahora, voy a recuperar absolutamente todo lo que le di, incluyendo el anillo de compromiso.
Moví la cabeza hacia ambos lados y luché por evitar las lágrimas. Corey no podía ser más ruin, pero lo peor era, que yo era muchísimo peor.
—Eres un cerdo, Corey. No puedo creer que le hayas dado un anillo para engañarla.
—No la engañé, querida, creo que ambos supimos siempre a lo que nos ateníamos. Callie no fue ninguna víctima, créeme.
—Mira, haz lo que te venga en gana, yo solo vine a arreglar sus cosas.
—No puedes tocar nada, como sea que te llames.
—Ivaine, ya te dije que me llamo Ivaine y por supuesto que puedo tocar sus cosas, ella me lo pidió.
—Ah, ¿sí? Muéstrame el papel que te firmó frente a un notario —me retó.
Me quedé estática frente a él, aguantando las inmensas ganas que tenía de golpearlo.
—Eso pensé, no tienes nada… —Corey sonrió con autosuficiencia y me alentó a marcharme.
—Tal vez las cosas te hayan salido bien hasta ahora, Cor, pero créeme que no siempre será así, existe algo llamado karma, no sé si lo conozcas, pero algún día llegará a tu puerta y estoy segura de que sabrás reconocerlo.
Corey se echó hacia atrás asustado, sin darme cuenta lo había llamado Cor, justo como le llamaba cuando hacíamos el amor.
—¿Quién rayos eres y cómo sabes que Callie me llamaba Cor?
Me eché el punto extra al bolsillo y lo miré con suspicacia.
—Sé muchas cosas sobre ti, Cor, así que no me pongas a prueba —aproveché su vacilación para entrar en mi habitación y tomar precisamente el anillo de compromiso, si no me equivocaba valía muchísimo.
Iba a empeñarlo para pagar mi deuda con el cielo.
Me lo eché al bolsillo y dándole un fuerte empujón antes de que me atrapase, me eché a correr como si no hubiera mañana.
Morir, de una forma dolorosa y aterradora, por ejemplo, asesinada por mi propio ex novio, jamás había entrado en mis planes, así que corrí lo más rápido que pude. Una vez que Corey reaccionó y el miedo se apoderó de mí, no hubo nada que me detuviese. Si él se atrevía a delatarme con la policía, era su palabra contra la mía. Eran las nueve en punto cuando Evan tocó a mi puerta. Acababa de terminar de bañarme y me vestí de prisa con el primer atuendo decente que encontré, Ivaine no tenía, lo que se llama precisamente, un buen estilo. Jamás había sabido sacar partido de sus escasos atributos. Con el cabello aun revuelto y convertido en una gran maraña, abrí la puerta presurosa. Extrañamente, Evan me sonrió. —¡Amiga! Tienes mucho mejor cara, me alegro mucho por ti —dijo besando, casi al aire, mi mejilla. —Siéntate donde puedas un momento mientras termino de arreglarme —sugerí sin mucho ánimo. —¿Arreglarte? —Evan hizo una mueca extraña, casi como s
Desayunamos en un puestucho de comida rápida, bueno, tal vez exagero, tampoco es que fuera un puestucho, era un pequeño local de una franquicia norteamericana. Evan dijo que era mi lugar favorito, es decir, el de Ivaine. ¿De verdad se puede tener tan mal gusto? El café no era malo, debía de aceptarlo, pero las hamburguesas dejaban mucho que desear, aunque la compañía era bastante agradable. Evan se veía particularmente guapo, llevaba una camisa blanca, bajo su suéter color azul marino y unos desgastados jeans. Llevaba el cabello peinado hacia atrás, húmedo o tal vez con un poco de gel, daba igual, su cabello oscuro resaltaba sus hermosos ojos castaños. —Esta comida realmente apesta, Evan —le dije, intentando ignorar su sonrisa de infarto. —¿Desde cuándo? —preguntó poniéndose serio y mirándome como, si de pronto, me hubiese convertido en un bicho raro. —No lo sé, tal vez desde siempre. Desde que desperté del coma siento que se han agudizado mis sentidos. —Más bien pareces otra, I
Papá era panadero en un pequeño pueblo al Norte en donde había crecido y vivido toda su vida. Aquel hombre, sin ambición alguna, excepto la de ser feliz, lo que para mí era una utopía, preparaba el pan en el horno de casa y lo vendía en una esquina bastante transitada de Cross Gates por las tardes. En cuanto a mamá, era una simple ama de casa que jamás había tenido otra ambición que ser la esposa del panadero más guapo de la ciudad. Lo que mamá no sabía era que la belleza se acababa y que al final, era opacada por el valor de las cosas que poseyeras y esa era una verdad absoluta por todos conocida. No, no habían sido malos padres, al contrario, habían llenado mi niñez de alegría. Verlos felices y enamorados me causaba una constante sensación de bienestar, pero después crecí, y comencé a observar a mi alrededor y descubrí que las personas más populares, respetadas, envidiadas, e incluso admiradas y odiadas al mismo tiempo, eran las personas que derrochaban porte y elegancia. Aquellas
Durante horas estuve vagando por el centro aquella mañana que, de soleada, se había vuelto repentinamente gris. Había comenzado a lloviznar y una gran tormenta amenazaba con derribar el cielo. Los rayos y los truenos siempre me habían asustado desde que era pequeña, y lo peor, era que me moría de miedo. Nunca había tenido la necesidad de empeñar alguna joya, porque siempre había alguien dispuesto a pagar mis deudas a cambio de un buen acostón y comencé a preguntarme si no me harían demasiadas preguntas. ≪¿Cómo lo obtuvo?≫. ≪¿Tiene la factura?≫. ≪¿A quién y dónde lo robó?≫. Eché a correr porque la lluvia no pensaba darme tregua y sin apenas desearlo, llegué al departamento de Evan y toqué la puerta con desesperación. Necesitaba algunas palabras de consuelo, un fuerte abrazo, y tal vez un poco de brandy corriendo por mis venas. Estaba empapada y lo peor, sin saber qué hacer. En cuanto Evan abrió la puerta, me arrojé a sus brazos y sin previo aviso, lo besé.
—¡Despierta, Callie! —gritó alguien en mi oído, y dando tumbos, logré ponerme en pie. Me dolía la cabeza y los oídos me zumbaban. —¿¡Ahora qué!? —respondí llevándome las manos a la cabeza. Era Shamsiel—. ¿Qué demonios haces aquí? —pregunté—. Si vienes a darme tus sermoncitos, no estoy interesada. Tengo dolor de cabeza y… —Ya sé, ya sé, sucumbiste ante el elíxir de los dioses, pero no, no vengo a eso. —¿Y ahora de qué se trata? —Solo pasé a saludar, andaba por el rumbo y… Entorné los ojos y aún medio dormida, me dirigí al frigorífico y lo volví a cerrar derrotada. Necesitaba urgentemente ir de compras. —Sé que pasaste a burlarte, conmigo no tienes que disimular una bondad de la que careces —respondí. —En verdad andaba por el rumbo, Callie, ¿por qué pones en duda mis palabras? —Porque eres un poquitín embustero, Shams. —¡Vaya! Ahora hasta me has dado un nombre de cariño, ¡y no me llamaste Caguiel! ¿Y eso? —Porque des
Evan me había estado evitando, de eso estaba segura. No me había llamado en dos días y honestamente yo tampoco tenía el valor, pero necesitaba que me ayudara a vender la joya, así que tuve que reunir un poco de coraje y recoger los pedacitos rotos. Con el corazón desbocado, toqué la puerta de su apartamento y entonces sucedió, una chica de piel morena, de cabello color castaño y largo, como de comercial de shampoo, se asomó. Llevaba tan solo una ligera playera que le llegaba a la mitad de los muslos y que supuse era de Evan. —Ho-hola —dije con una timidez que no me iba. —Hola. —Estoy buscando a Evan, Evan… —Wickham, sí —añadió sonriendo. Sus dientes blancos también eran de comercial de dentífrico. La odié—. Él se está bañando, pero si gustas puedes pasar a esperarlo. Abrió la puerta por completo y entonces también pude apreciar su silueta de infarto a través del sencillo algodón de la camiseta. Sin poder evitarlo, me miré al espejo que Evan
—¿A qué te refieres con eso del anillo maldito? —preguntó Evan con visible interés. —Fue robado hace casi cien años durante una subasta de Sotheby´s, posteriormente fue fundido y… —asentando el anillo sobre la mesa, Vik se levantó de su asiento y entró por una puerta que daba a lo que supuse era su oficina. Evan lo tomó para inspeccionarlo con detenimiento.Volvió con un grueso tomo que abrió ante nuestros ojos. En la foto, un hermoso anillo brillaba en blanco y negro. En cierto modo era muy parecido al que ahora Evan sostenía entre sus dedos, solo que en lugar de dos diamantes contrapuestos uno contra otro, tenía tres, colocados en forma de triángulo.—Se cree que fue vendido en el mercado negro a un lord, quien al morir se lo heredó a su hija que lo llevaba puesto en el dedo el día que fue asesinada. Después, se especula que volvieron a fundirlo y crearon la pieza que ahora ves. Había estado desaparecido por años —explicó Vik ante nuestra mirada atónita.—¿Crees que el padre
Volví a la oficina aquel lunes gris y la tristeza comenzó a apoderarse nuevamente de mí. PicCo no podía darse el lujo de mantener cerrado su Corporativo y había improvisado una pobre oficina en una antigua bodega en Londres, que lucía atestada de cajas de archivo y ratas.Al verse de nuevo, mis antiguos compañeros se unieron en grupos para recordar a sus amigos que no contaban con la suerte de haber vuelto a su lugar de trabajo. Tuve que encerrarme en el baño para que nadie me viese llorar e inevitablemente recordé el día que me nombraron subdirectora de Relaciones Públicas y me burlé de Ivaine por hacer lo mismo. Una vez más comprobé que había sido una persona espantosa y entonces, me propuse cambiar: iba a conquistar el mundo, pero lo haría de la manera correcta, luchando con fuerza y ahínco para conseguir mis objetivos, y después, cuando lo hubiese logrado lucharía por el amor de Evan, pero antes tenía que alejarlo de las garras de Laverne.Ayudé a mover algunos escritorios para qu