8. Alfred Emery

Papá era panadero en un pequeño pueblo al Norte en donde había crecido y vivido toda su vida. Aquel hombre, sin ambición alguna, excepto la de ser feliz, lo que para mí era una utopía, preparaba el pan en el horno de casa y lo vendía en una esquina bastante transitada de Cross Gates por las tardes. En cuanto a mamá, era una simple ama de casa que jamás había tenido otra ambición que ser la esposa del panadero más guapo de la ciudad. Lo que mamá no sabía era que la belleza se acababa y que al final, era opacada por el valor de las cosas que poseyeras y esa era una verdad absoluta por todos conocida.

No, no habían sido malos padres, al contrario, habían llenado mi niñez de alegría. Verlos felices y enamorados me causaba una constante sensación de bienestar, pero después crecí, y comencé a observar a mi alrededor y descubrí que las personas más populares, respetadas, envidiadas, e incluso admiradas y odiadas al mismo tiempo, eran las personas que derrochaban porte y elegancia. Aquellas
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