16. In memoriam

Tal como habíamos acordado, a las cinco de la tarde de aquel sábado soleado pero frío, alguien llegó a mi puerta con una maleta en la mano y un pequeño neceser en la otra. El joven, que no tenía más de treinta años, me saludó con un beso en cada mejilla.

—Pues bien, cariño —dijo en cuanto lo invité a pasar—, en esta maleta, tengo montones de vestidos de todo tipo para que te pruebes. ¡Tienes que deslumbrar esta noche!

—Espero que mi… —iba a decir ángel, pero me contuve—amigo, te haya dicho que el evento es bastante sobrio.

—Claro que me lo dijo, pero la sobriedad no está peleada con la elegancia.

Sorprendida, lo vi sacar vestidos de todo tipo, largos, tipo coctel, trajes sastre, sedosas blusas y pantalones de vestir. Resoplé, hacía mucho que no usaba ropa tan hermosa y entonces recordé que, en el vestidor de mi antigua habitación, aun había montones de ropa linda que no tenía dueño. Me prometí que haría un bazar para venderla y luego donaría el dinero a un
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