Eran casi las cuatro de la mañana cuando abrí los ojos. A mi lado, Evan dormía plácidamente. Intentando no hacer ruido me puse de pie y fui a la cocina por algo para beber. Sin desearlo, las dudas me asaltaron. ¿Por qué Evan se había acostado conmigo? Estaba segura de que, si hubiese estado enamorado de mí, jamás se habría involucrado con Laverne. ¿Y ahora qué iba a hacer? Cerrando los ojos, recordé sus manos sobre mi piel y el efecto que causaban sus suaves besos sobre ella. Habíamos bebido un par de tragos en su apartamento, y después de una conversación, basada en recuerdos fugaces de la amistad que lo había unido por años a Ivaine, lo demás se había ido dando. Unos pocos besos al principio, otros pocos más pasionales más tarde y habíamos terminado sobre el sillón para después trasladarnos a la cama, en donde con suma maestría me había hecho suya. Sus dedos habían recorrido con suavidad los frondosos pechos de Ivaine, para después posarse en el centro de su sexo y con ello, me ha
El viernes por la noche, después de habernos ignorado casi toda la semana, Evan se acercó a mi lugar. —Llamó Vik y necesita que vayamos a verlo esta noche —anunció evitando mirarme—. Tiene noticias importantes. Por alguna extraña razón, estaba llena de ira y tomé su rostro para obligarlo a que me mirase. Ya no teníamos veinte años, éramos un par de adultos de poco más de treinta y debíamos comportarnos con madurez. —Pasa por mi a las ocho —le dije con determinación, y soltándolo, me eché la bolsa al hombro y apagué el monitor.Me encaminé hacia la puerta sintiendo su indiscreta mirada sobre mí. Después de darme una rápida ducha, me arreglé un poco, no tenía ganas de impresionar a nadie, mucho menos a Evan, de manera que usé unos desgastados jeans y una sencilla blusa roja. Me eché encima un abrigo negro de Ivaine que parecía un poco viejo y pasado de moda, pero qué más daba. Anudé una bufanda a mi cuello y bajé para esperarlo. No quería tiempos muertos en m
El lunes muy temprano, me levanté para darme una ducha y arreglarme de manera decente. Estaba hecha una m****a y por alguna razón, volví a pensar en mis padres. Necesitaba verlos, pero antes, tenía que cumplir mi promesa de ayudarlos. Sin dudar, le envié un mensaje a Evan, pidiéndole de favor que avisara en el trabajo que iba a llegar tarde, tenía algo importante que hacer. El gerente del banco me miró con la desconfianza propia de las personas que, aunque sepan que tienes un poco de ahorros y un trabajo fijo, no se fían de darle prestado a alguien que solo gana unas cuantas libras al mes. —Escuche, señor… —Wickham, Elric Wickham. Llena de curiosidad lo miré. Sí, tenía un cierto aire de familia a… —¿Es usted familiar de Evan Wickham? ¿O solo es una curiosa coincidencia? —Evan es mi sobrino —afirmó. Me eché hacia atrás relajada. Estaba segura de que iba a darme el préstamo. —Bueno, casi mi hijo… —agregó ensa
Con pesadez abrí los ojos. A mi lado estaba Shamsiel, y de Evan, ni siquiera su sombra. —Vine a suplirle, Callie —me dijo muy quedito—. Él tenía que volver a la oficina— dijo en cuanto leyó mis pensamientos. —¿Qué sucedió? —Un ataque de pánico. No te preocupes, estarás bien. —¿Este no será otro de tus trucos? —le dije intentando incorporarme solo un poco, pero me fue imposible. Me dolía todo el cuerpo. —Te pusieron un calmante, te quedarás acostada al menos una hora más antes de que puedas irte. —Debo volver al trabajo. —No, necesitas recuperarte y descansar. —Sabes bien que no puedo darme ese lujo, Corey hará lo posible por hacerme pedazos y no puedo darle la oportunidad. —Se la diste antes, ¿por qué no lo harías ahora? —Yo nunca le di el poder de hacer conmigo lo que quisiera —me defendí. —Por supuesto que lo hiciste, Callie, te tenía comiendo de su mano y todo por unos pocos billetes que gastaba en ti. —¿Estás intentando provocarme? —No —respondió categóricamente—. Es
Después de una semana agotadora de trabajo y de constantes enfrentamientos con Corey, decidí que era hora de viajar de nuevo a Leeds. Sin avisarle a nadie tomé de nuevo el tren el sábado a media tarde después de haber terminado mis labores de limpieza en el apartamento de Ivaine. Durante el trayecto no dejé de evocar la maravillosa noche que había pasado con Evan y volví a estremecerme al recordar sus manos recorriendo mi piel. Cerré los ojos, había sido una ciega y no podía dejar de pensar en lo que hubiera sucedido si la Callie del pasado lo hubiese conocido y se hubiera interpuesto entre Ivaine y él. Eso la habría destrozado. ¿De alguna manera, habría una poderosa razón, para que las cosas se hubiesen dado de la manera en que lo habían hecho? Moví la cabeza para desechar el pensamiento, pero luego volvió con más fuerza. Nunca había creído en lo intangible, pero ahora, todas aquellas cosas que había negado se habían hecho presentes en mi vida, ángeles guardianes, maldiciones, secr
En cuanto atravesé la puerta de entrada a la vieja bodega, aquella fría mañana, Evan se fue detrás de mí. —Nos mudamos, Ivan. Las nuevas oficinas están listas, al menos mientras terminan de reconstruir el viejo edificio. Te estuve llamando todo el fin de semana, ¿en donde rayos te metiste? —Estuve fuera de la ciudad. —Ah —fue su escueta respuesta—, ¿sola? —No, Evan, me fui con mi amante, un lord con el que he estado viviendo aventuras locas —respondí con sarcasmo. —¿Es en serio? Entorné los ojos y comencé a recoger las cosas de mi improvisada oficina. —¿Apagaste el móvil o no tenías señal? —insistió. —Bueno, bueno, esto más que una conversación parece un interrogatorio. —Solo era una pregunta, Ivan. —¿Cómo van las cosas con Laverne? —pregunté mientras seguía acomodando mis cosas en una caja. —Estuve pensando mucho en ello. —¿Ah, sí? —Sí, nunca te he hablado al respecto. —No y no estoy interesada. —¿Por qué has cambiado tanto? Antes me habrías invitado a tomar una cer
Eché un vistazo al gran reloj que había sido cuidadosamente colocado sobre la pared. Eran las seis y veinte de la tarde, y mi cabeza no había dejado de darle vueltas a todo aquel embrollo. Con pesadez, recogí mis papeles y los eché en mi cajón. Le eché llave por si alguien intentaba hacerme una mala jugada y me encaminé hacia la puerta. Al doblar para salir rumbo a la estación del tren, un par de manos me sujetaron. Era Evan. —Tú y yo tenemos que hablar —dijo con rostro serio. —¿De qué? Creí que ya me habías dicho todo lo que tenías que decir. —Vamos, Callie Emery, sabía que había algo distinto en ti. —Discúlpame, Evan, pero tengo cosas más importantes que hacer, por ejemplo, descubrir cómo obtuvo Corey las acciones del señor Miller. —¿A quién quieres engañar? Todos sabemos que te vales de cualquier cosa para lograr lo que ambicionas. La furia se apoderó de mí. ¿Dónde demonios se había metido el maldito ángel guardián? Nunca aparecía cuando se
Cuando desperté, estaba sola sobre el sofá y no me refiero únicamente a esa melancolía que brinda el sentirse completamente abandonada, sino a esa sensación de soledad que termina inundandolo todo. Las copas de vino que Shamsiel y yo habíamos bebido aún estaban sobre la mesa de centro. Intenté incorporarme, pero todo me daba vueltas. ¿Por qué había reconocido a Evan en los ojos del ángel? Busqué dentro de mi cabeza las probables respuestas a mis decenas de preguntas, pero no las hallé. Cerré los ojos intentando recordar todas las veces que había coincidido con ambos al mismo tiempo, pero aquello solo había sucedido una sola vez: en el In memoriam. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, recapitulé todos y cada uno de los hechos de aquella noche. Mientras caminábamos hacia la mesa, Evan nos había mirado desde su apartado sitio. Los había presentado y se habían dado un débil apretón de manos, poco después, Shams nos había mirado cuando nos preguntó si queríamos un trago. ¿Pero qué demonios?