Después de una semana agotadora de trabajo y de constantes enfrentamientos con Corey, decidí que era hora de viajar de nuevo a Leeds. Sin avisarle a nadie tomé de nuevo el tren el sábado a media tarde después de haber terminado mis labores de limpieza en el apartamento de Ivaine. Durante el trayecto no dejé de evocar la maravillosa noche que había pasado con Evan y volví a estremecerme al recordar sus manos recorriendo mi piel. Cerré los ojos, había sido una ciega y no podía dejar de pensar en lo que hubiera sucedido si la Callie del pasado lo hubiese conocido y se hubiera interpuesto entre Ivaine y él. Eso la habría destrozado. ¿De alguna manera, habría una poderosa razón, para que las cosas se hubiesen dado de la manera en que lo habían hecho? Moví la cabeza para desechar el pensamiento, pero luego volvió con más fuerza. Nunca había creído en lo intangible, pero ahora, todas aquellas cosas que había negado se habían hecho presentes en mi vida, ángeles guardianes, maldiciones, secr
En cuanto atravesé la puerta de entrada a la vieja bodega, aquella fría mañana, Evan se fue detrás de mí. —Nos mudamos, Ivan. Las nuevas oficinas están listas, al menos mientras terminan de reconstruir el viejo edificio. Te estuve llamando todo el fin de semana, ¿en donde rayos te metiste? —Estuve fuera de la ciudad. —Ah —fue su escueta respuesta—, ¿sola? —No, Evan, me fui con mi amante, un lord con el que he estado viviendo aventuras locas —respondí con sarcasmo. —¿Es en serio? Entorné los ojos y comencé a recoger las cosas de mi improvisada oficina. —¿Apagaste el móvil o no tenías señal? —insistió. —Bueno, bueno, esto más que una conversación parece un interrogatorio. —Solo era una pregunta, Ivan. —¿Cómo van las cosas con Laverne? —pregunté mientras seguía acomodando mis cosas en una caja. —Estuve pensando mucho en ello. —¿Ah, sí? —Sí, nunca te he hablado al respecto. —No y no estoy interesada. —¿Por qué has cambiado tanto? Antes me habrías invitado a tomar una cer
Eché un vistazo al gran reloj que había sido cuidadosamente colocado sobre la pared. Eran las seis y veinte de la tarde, y mi cabeza no había dejado de darle vueltas a todo aquel embrollo. Con pesadez, recogí mis papeles y los eché en mi cajón. Le eché llave por si alguien intentaba hacerme una mala jugada y me encaminé hacia la puerta. Al doblar para salir rumbo a la estación del tren, un par de manos me sujetaron. Era Evan. —Tú y yo tenemos que hablar —dijo con rostro serio. —¿De qué? Creí que ya me habías dicho todo lo que tenías que decir. —Vamos, Callie Emery, sabía que había algo distinto en ti. —Discúlpame, Evan, pero tengo cosas más importantes que hacer, por ejemplo, descubrir cómo obtuvo Corey las acciones del señor Miller. —¿A quién quieres engañar? Todos sabemos que te vales de cualquier cosa para lograr lo que ambicionas. La furia se apoderó de mí. ¿Dónde demonios se había metido el maldito ángel guardián? Nunca aparecía cuando se
Cuando desperté, estaba sola sobre el sofá y no me refiero únicamente a esa melancolía que brinda el sentirse completamente abandonada, sino a esa sensación de soledad que termina inundandolo todo. Las copas de vino que Shamsiel y yo habíamos bebido aún estaban sobre la mesa de centro. Intenté incorporarme, pero todo me daba vueltas. ¿Por qué había reconocido a Evan en los ojos del ángel? Busqué dentro de mi cabeza las probables respuestas a mis decenas de preguntas, pero no las hallé. Cerré los ojos intentando recordar todas las veces que había coincidido con ambos al mismo tiempo, pero aquello solo había sucedido una sola vez: en el In memoriam. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, recapitulé todos y cada uno de los hechos de aquella noche. Mientras caminábamos hacia la mesa, Evan nos había mirado desde su apartado sitio. Los había presentado y se habían dado un débil apretón de manos, poco después, Shams nos había mirado cuando nos preguntó si queríamos un trago. ¿Pero qué demonios?
Sin parpadear miré a través de la pequeña ventana que daba a la calle, se había hecho de noche y ni siquiera me había percatado. Las luces siempre habían logrado hipnotizarme, pero esta vez, no eran ellas las me mantenían atrapada, sino mi propia mente. Sí, estaba presa dentro de aquel cuerpo que no era el mío y viviendo dentro de una espiral sin fondo. Nunca había creído en aquello que no era tangible, y ahora, todo aquello impactaba con fuerza contra mí. Resoplé cuando los ojos comenzaron a dolerme y me volví resuelta. Tenía que salvar a Evan, Shamsiel o como demonios se llamara aquel ángel de pacotilla que se negaba a tomar el lugar que le correspondía en el cielo y no pude evitar recordar la paz que había sentido entre sus brazos. Si aquello era el cielo, lo quería todos los malditos días, para mí, tan solo para mí. Poco después, las dudas comenzaron a asaltarme, me había acostado con Evan, ¿eso no lo alejaba lo suficiente del lugar al que había pertenecido siempre? Sequé
Cuando abrí los ojos la resplandeciente blancura lastimó mi visión. ¿Estaba de nuevo en el cielo? Eché un breve vistazo al mismo tiempo que intentaba incorporarme apoyada en la escasa fuerza de mis brazos. Sentí un dolor punzante y me llevé las manos a la cabeza, entonces me percaté de que me habían canalizado y que el suero corría a través de mis venas. La habitación estaba vacía, y con el corazón palpitante, eché de menos a mi dulce angelito de la guarda. Sí, me quedaba muy claro que Mike me había tomado el pelo y que se había hecho pasar por Shams, probablemente para obtener el resultado deseado a su entera conveniencia. Sí, no me daba miedo admitir que Michael me había usado, pero qué más daba, gracias a él había aprendido de la vida mucho más que en mis treinta años sobre la tierra. Había aprendido a discernir entre el bien y el mal, y por supuesto a por fin tomar conciencia de que todo el dolor vivido era una simple consecuencia de mis actos en el pasado, cuando aun era la crue
Me sumí en un amargo sueño donde era devorada por demonios, Corey y Laverne se hacían uno solo, y de su cabeza brotaban unos cuernos gruesos y afilados. Su larga cola se enredaba en mi cuerpo y después me hacían desaparecer. Desperté sudando y supe que tenía que huir del hospital. Me quité la guía del suero, y poco después, la aguja clavada en el dorso de la mano. Aun un poco mareada, conseguí ponerme en pie y me quité la bata del hospital para vestirme. Con mucho cuidado, me asomé por la puerta, y al comprobar que no había ninguna enfermera cerca, me escabullí. Caminar suponía un gran esfuerzo puesto que aún tenía el cuerpo adolorido por la paliza que me habían dado, pero conseguí llegar al apartamento de Ivaine y una vez dentro, recogí algunas cosas y volví a salir. Tenía que ocultarme en algún lugar, de modo que mientras pensaba en algo, iba a usar mi antiguo piso. Cuando entré me di cuenta de cuán frío era. Ahí no había nada que contara un poco acerca de mi pers
Cuando llegué a casa me senté en el sofá y abrí las cortinas, la noche era espectacularmente bella y la luna brindaba una tenue luz. Sonreí por la ironía, hacía mucho tiempo que no observaba lo que Dios, o quien quiera que fuese, había creado para que los humanos nos maravilláramos con su hermosa creación: la naturaleza. Pensé en Shams —que en realidad era Mike, pero daba igual— y lo eché de menos. Me di cuenta de que me había dejado sola y que estaba por mi cuenta. Tal vez debía encontrar la clave de lo que debía hacer en alguna de nuestras conversaciones, pero hacía mucho que mi mente estaba nublada. Sin pensarlo mucho, me levanté para ir al frigorífico y me serví un poco de vino. Media copa debía ser suficiente para apaciguar a los demonios que se agitaban en mi interior. Bufé mientras asentaba la copa sobre la mesa de centro y saqué la pequeña cajita que me había entregado Vik. La abrí para apreciar de nuevo el dije. Era hermoso, y por alguna extraña razón, muy atrayente. Embeles