CAPÍTULO 396

Se sentía cómo una liebre atrapada mientras el doctor le hacía una serie de preguntas y todas sus respuestas eran bastantes tajantes, pues no quería entrar en detalles. Había intentado de todo para que la dejaran ir, sin embargo, el pelinegro se negó a llevarla a casa sin que la revisaran. Y es que ni siquiera consiguió hacer que él saliera del consultorio, por lo que estaba en un rincón observando todo en silencio.

Eso definitivamente la tenía alterada.

Podía sentir su filosa mirada rozándole la piel a pesar de que ella se estaba esforzando por actuar como si él no existiera.

Le explicó al doctor que sólo había salido sin comer esa mañana y por ello el desmayo que tuvo, que no era algo grave y únicamente deseaba irse a casa para dormir. No obstante, lo que realmente le preocupaba era que le aplicaran algún medicamento que pudiese hacerle daño al bebé.

―Si me permite, quisiera hacerle unos estudios de sangre.

―¿Cómo dijo? ―soltó, aturdida.

―Sólo es por protocolo. Su alteza real fue mu
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