El viento soplaba con fuerza a través de la ciudad elevando el aroma de las flores que estaban en los mostradores de las tiendas y eso despertaba el buen ánimo de Clarisse. Su piel blanca estaba cubierta por un abrigo azul que hacía juego con sus ojos del mismo tono y su cabello azabache caía libremente por su espalda.
Miró su reloj para ver que tenía tiempo de sobra para llegar, siempre puntual para cualquier cosa y seguramente tendría que esperar por ellos.
Principalmente por Lorna, esa pelirroja era un desastre andante desde el momento en el que nació y no había una persona que no lo supiera. Era prácticamente imposible que ella llegase a la hora acordada a algún lugar, fuera importante o no.
Por otro lado, estaba Galen que con su pequeño hijo Pat era imposible que se retrasara. El niño era demasiado entusiasta, por lo que cuando sabía que su padre lo llevaría de paseo con sus amigas, era capaz de no dejarlo dormir en toda la noche.
Era digno hijo de su padre, aunque a veces parecían más hermanos por lo joven que era Galen.
Sus planes para hoy era reunirse en una cafetería en el centro para luego ir de compras, ya que Pat necesitaba algo de ropa nueva y la verdad es que las chicas no confiaban en el pésimo gusto de su amigo. No luego de que el año pasado le regaló un abrigo afelpado de un color naranja fluorescente.
Lorna aseguraba que, si el niño usaba algo así, no se necesitaría llevarlo de la mano al cruzar la calle porque todos los conductores lo verían a cuatro cuadras de distancia.
Desde ese día las chicas no le permiten ir de compras solo.
Por suerte tenían ese viernes libre por haber trabajado el fin de semana pasado.
Estando sólo a una cuadra del lugar; una llamada hizo vibrar su teléfono y se apresuró a contestar.
—Tía Clarisse, ¿dónde éstas? —cuestionó de inmediato una vocecita infantil del otro lado de la línea que la hizo sonreír.
—En tu corazón, mi Sol —respondió la pelinegra con una gran sonrisa.
—No, tú no porque no has llegado —reveló el niño—. Ahí están papá y Lorna porque sí llegaron temprano.
—¡No me lo creo! ¿Lorna está ahí? —preguntó sumamente sorprendida.
Miró su reloj y no esperaba que su amiga se presentara temprano, incluso antes que ella.
—Así es, querida. Esta diosa regia ya está aquí para que sus lacayos la admiren —está vez fue la voz de una mujer la que se escuchó del otro lado.
—Eso es impresionante, ¿preparaste unas quince alarmas para que te fueran despertando desde hace tres horas o cómo? —bromeó Clarisse y a lo lejos los vio sentados en una de las mesas que estaba afuera de la cafetería.
—Algo así. Mi motivación era una apuesta con esta pulga y cómo llegué antes, tendrá que comer sus verduras.
—¡Ni lo sueñes, mujer! —musitó Pat y escuchó las risas de los dos mayores.
Estando a unos pasos decidió colgar la llamada.
—Si no te comes tus verduras entonces me encargaré de eliminar a Santa Claus —amenazó la pelirroja—. Sabes que lo haré, no me retes, escuincle.
—¿A quién llamas escuincle, anciana? —arremetió el pequeño rubio de pie en la silla y con las manos sobre las mesas.
—¡¿Cómo te atreves a decirme anciana, tú, mocoso maleducado?! —gruñó la chica apoyándose también sobre la mesa— ¿Eso es lo que te enseña el remedo de padre que tienes?
—No, yo le enseño a respetar a las personas de edad avanzada —intervino Galen tranquilamente y le dio un sorbo a su café.
—Cuida tus palabras, Galen Santana —Lorna lo amenazó con un croissant.
—¿No hay un día en el que ustedes no peleen como si estuvieran en el preescolar? —les preguntó Clarisse.
Le arrebató el croissant a su amiga para dejarlo en el plato y tomó asiento.
—Ella empezó.
—Él empezó.
Pat y Lorna soltaron en conjunto al apuntar con el dedo índice al otro.
—Muy bien. Tú no le harás nada a Santa Claus, el pobre hombre tiene una responsabilidad con los niños del mundo —les dijo a su amiga y Pat soltó una carcajada.
—¡En tu cara! —expresó el niño victorioso.
—No cantes victoria antes de tiempo, porque sí te comerás tus verduras —aclaró la chica y la felicidad de Pat se estrelló.
—¡En tu cara! —se mofó la pelirroja.
—Gracias a la Virgen María por enviarte —habló Galen dejándose caer sobre la mesa de manera dramática—. Por favor, mi amor. No vuelvas a dejarme solo con nuestros hijos o voy a terminar perdiendo mi preciada cordura. Soy demasiado joven para terminar usando camisas de fuerza.
—Ustedes dos un día de estos le causaran un infarto a su padre y ahí los veré llorar amargamente —dijo Clarisse tomando las manos de su amigo y viendo a los otros dos.
—Cariño, mírame —dijo Lorna acomodando su cabello de forma coqueta—. No hay manera de que alguien pudiera si quiera imaginar que nosotros tenemos algún tipo de parentesco.
—Es cierto, yo no sufro de un terrible acné —soltó Galen, maliciosamente—. ¿No tenías cita para deshacerte al fin de ese enorme barro que te sale en la frente?
Lorna se sobresaltó y automáticamente cubrió su frente con ambas manos, cómo si en se momento su más fiero enemigo estuviera llamando la atención desde su rostro.
—Esa cosa ya tiene la forma de Grecia —se burló el rubio.
—¡No juegues con eso, imbécil! —se quejó la chica con miedo.
—¡Eh, conoces las reglas! —dijo Galen, con una enorme sonrisa— Nada de palabrotas frente al canguro.
—Pero…
—Sin excusas, paga —la interrumpió el chico.
A regañadientes la chica tomó su bolso y sacó un billete de un dólar que estampó en la mano del joven.
Hace casi un año pautaron que no debían decir malas palabras cuando Pat estuviera presenta, ya que debido a eso en una ocasión el niño escuchó a Lorna maldecir y empezó a repetirlo. Así que la mejor manera fue un castigo, entre más grave fuera la palabra; mayor era el pago.
Lo mejor de todo es que al finalizar el año, Pat podría decidir qué hacer con la suma total y de esa manera todos terminaron usando trajes de hombres de nieve la navidad pasada. Por suerte Seattle es una ciudad muy fría y no hubo mucho problema cuando salieron vestidos así a la calle.
—Bueno, ya vamos a comprarle ropa a mi pequeño antes de que se haga la hora de almorzar —dijo Galen al ponerse de pie.
—Igual podemos llevar algo para comer mientras compramos —sugirió el niño de seis años.
—No puede ser, ustedes dos sólo piensan en comer, ¿verdad? —se quejó la pelirroja— ¿No acaban de desayunar en casa?
—Sí, ¿por qué? —pronunciaron al unísono.
—Y hace un momento se pidieron un jugo y unos pastelillos —les recordó con obviedad.
—Eso no fue nada. Era la merienda de la media mañana —aclaró el niño y se bajó de la silla con tranquilidad.
—Ya déjalo, mi príncipe está en crecimiento y debe alimentarse bien, ¿verdad? —le preguntó Clarisse y le acomodó la chaqueta.
—Sí, así voy a crecer grande y fuerte para que las chicas se vuelvan locas por mí.
—Espera un momento, jovencito —exigió la pelinegra y lo tomó de la mano—. Estás muy pequeño para pensar en chicas. Ya te he dicho que las únicas en tu vida debemos ser Lorna y yo.
—Pero si no crezco, no podré tener un sable de luz y acabar con los malos en el espacio —dijo el niño y movió la mano libre de un lado a otro mientras hacía efectos de sonido con la boca.
Los tres adultos se quedaron viéndolo y de pronto Galen soltó un quejido por el golpe que recibió en la cabeza por parte de la pelirroja.
—¿Qué te pasa?, ¿eso por qué fue? —se quejó con una mueca.
—¿Cómo que por qué? ¡Volviste a dejar que el niño viera tus películas raras! —le reclamó la muchacha.
—Me quedé dormido y no son películas raras. Son obras maestras —se defendió el rubio—. Pero la gente de tu clase jamás comprendería eso.
«Y yo que pensaba que sería un día tranquilo», meditó Clarisse.
No les dijo nada a sus amigos, sólo tomó al niño en brazos y se alejó de ellos.
Esos dos eran iguales a unos pequeños cuando empezaban a pelear por sus opiniones opuestas acerca de alguna tontería. No tenía caso el tratar de parar esa pelea entre un perro y una gata, prefería dejarlos a mitad de la calle para que hicieran el ridículo ante los demás.
—¿Crees que se den cuenta que ya no estamos? —le preguntó Pat viendo sobre su hombro hacia donde estaban antes.
—Tal vez. En un rato probablemente —le respondió la chica y ambos rieron.
Pasaron exactamente once minutos y treinta y siete segundos hasta que sus amigos aparecieron en la tienda. En ese tiempo Clarisse y Pat ya habían elegido unos cuantos atuendos e iban a los probadores.
—Nos abandonaron —se quejó Lorna.
—Yo no pensaba quedarme ahí parada para verlos discutir —aseguró Clarisse con calma.
—Yo sí, pero con una cámara para subirlo a internet —reveló Pat con diversión.
—Tú eres un diablillo que debería ser devuelto a las profundidades del averno —le dijo la pelirroja, apretando las mejillas del pequeño rubio.
—No sé qué sea, pero espero que haya comida—dijo sin más antes de irse con Clarisse.
Pasaron el resto de la mañana de tienda en tienda hasta que Lorna consideró que ya tenían todo un nuevo guardarropa bastante variado. Así que con las bolsas en mano decidieron irse a un restaurante para finalmente almorzar porque con los dos rubios quejándose, las chicas estaban por perder la cabeza.
—Aquí tienen lo que pidieron —dijo el mesero cuando llegó con la comida y las bebidas.
—Que buen servicio, muchas gracias, mi amigo —le dijo Pat frotándose las manos mientras se deleitaba con la vista lo que había en su plato.
El chico se retiró y ellos se dispusieron a comer.
—Oye, ¿ya tiene todo preparado para el evento? —Lorna le preguntó a Clarisse, mientras cortaba un trozo de milanesa.
—Sí, ya está todo listo. Ayer recogí mi atuendo y encontré un lindo bolso que hace juego —respondió la pelinegra con gran emoción—. Aunque no es algo del otro mundo.
—Tú siempre te vez linda, tía Clarisse —Pat le dijo con dulzura.
—Gracias, mi vida —respondió sonriente y peinó su cabello—. Y tú eres el niño más guapo de todos.
—No lo sé, hay niños más lindos —expresó Lorna como si nada.
—Oye, mi hijo es guapísimo. Igual que yo —aseguró Galen sonriéndole de manera coqueta.
—En el diccionario, tu foto está en el antónimo de la palabra belleza —murmuró la pelirroja y le dio un trago a su jugo.
—Me sorprende que sepas usar un diccionario—se burló el chico.
—Es por eso que sigues soltero —esgrimió Lorna.
—Todo lo contrario, mi corazón fue robado por una chica desde hace mucho con quien planeo pasar el resto de mi vida —el rubio tomó las manos de Clarisse y depositó un beso en éstas.
—Por supuesto que sí. Espero que el diamante que lleve el anillo sea más grande que tus palabras —musitó la pelinegra y todos comenzaron a reír.
—Eso no me lo esperaba —expresó Pat riendo.
—Retomando lo de la fiesta —habló la pelinegra un momento después—. ¿Tessa si podrá cuidar de nuestro pequeño canguro? —le preguntó a Galen, mientras limpiaba algo de salsa que el niño tenía en el rostro.
—Oh, sí. Dijo que siempre estaría dispuesta ayudarme con lo que fuera. —explicó el muchacho.
—¡Con lo que fuera! —formuló con diversión la pelirroja.
—¿Qué? —preguntó el muchacho confundido.
—A veces me pregunto cuántas neuronas te funcionan —vaciló la chica—. Por supuesto que estaría dispuesta y en esta mesa sabemos que ella quiere algo… más. —dijo con énfasis en la última palabra y una sonrisa de soslayo.
—¿Qué? ¿Tessa? ¡No, para nada! —habló rápidamente el rubio entre risas nerviosas—. Ella sólo es una buena amiga que me ayuda a cuidar de Pat cuando yo no puedo. Y siempre le pago por su servicio.
—Por supuesto, porque ninguno de nosotros hemos notado la manera en la que te lanza miraditas —Clarisse dijo con ironía.
—¿Qué miraditas? —quiso saber el joven.
—Te pone ojos de… —la pelirroja miró a Pat que comía frente a ella y estaba atento a la conversación. En definitiva, había que ser muy discretos con ese niño estando presente—. Con ojos de fóllame —lo último lo dijo en silencio sólo para que sus amigos entendieran.
Clarisse ahogó una risa y se tapó el rostro con ambas manos al ver la expresión de sorpresa de su amigo rubio y el cómo su cara se tornó roja por completo.
—¡Lorna! —le reprendió su amigo.
—¿Qué? Fui muy discreta —se defendió ella entre risas—. No te desvíes del tema. Tú le gustas, aprovecha porque dudo que alguien más llegue a mostrar interés en ti.
Galen consideró sus palabras por un momento y luego observó a Clarisse darle de beber a Pat. Sin duda era una escena muy tierna y se imaginó que fuera realmente la chica de sus sueños la que estuviera ahí con su hijo.
Su corazón dio un pequeño brinco cuando su amiga lo vio y le regaló una sonrisa, por lo que desvió sus ojos a su plato.
No se sintiera atraído hacia su amiga, sólo le gustaría que la chica con la que fuera a estar tuviera esa misma conexión que Clarisse tiene con Pat. No pensaba dejar de lado a su pequeño por una chica. Pat era su responsabilidad y amaba por completo a su pequeño canguro y eso nada lo iba a cambiar.
—Yo…, no estoy seguro —murmuró no muy convencido—. Tessa es linda, pero no creo verla de otra manera que como una amiga que vive en el departamento de en frente.
—Bueno, pero no digas que no te lo advertí —finalizó la pelirroja—. ¡Uh, ahora que lo recuerdo, chicos! —mencionó un momento después con entusiasmo—. He estado averiguando sobre el nuevo proyecto que Larry quiere darnos.
—¿En serio? ¿De qué trata? —inquirió su amiga.
—Lo escuché hablar por teléfono ayer. Tal parece que es un nuevo cliente, aunque no sé a qué mercado está ligado —divulgó la chica limpiando sus manos con la servilleta—. Tampoco sé el nombre del dueño, pero es un hombre. Y al parecer no quiere una campaña grande.
—Nunca había escuchado de alguien que haga publicidad de bajo alcance —opinó Clarisse extrañada.
—Yo tampoco. Usualmente los clientes de Larry son personas a las que debemos hacerles hasta fiestas temáticas, pero éste parece un caso especial —dijo sin más.
—Igual dijo que nos daría más detalles después de que se reunieran para afinar otros asuntos, ¿no? —agregó Galen.
—Tal vez nos lo presente en el evento —dijo Clarisse al terminar su almuerzo—. Si es empresario y un nuevo cliente de Larry, significa que estará ahí.
—¡Chica lista! —expresó Lorna con emoción—. Por eso tu diriges nuestro equipo y no éste sujeto —dijo señalando a su amigo con una mueca.
—No sé porque debería ofenderme. Tú y yo tenemos el mismo puesto, Roja —respondió el rubio velozmente—. Espera, tal vez si debería. Soy más listo que tú, debería ser tu jefe.
—El día que eso pase me atravieso el pecho con un abre cartas —dictaminó la chica encarándolo.
—Querida, nuestra hija tiene deseos suicidas —le dijo a Clarisse fingiendo preocupación.
—¿Qué son deseos suizadas? —cuestionó el pequeño rubio con unos brillantes ojos azules llenos de curiosidad.
Los tres adultos intercambiaron miradas sin saber que responder hasta que Lorna contestó:
—Es deseo por el queso suizo, enano.
Entes esas palabras los otros dos comenzaron a reír.
Pasaron una hora más platicando amenamente y riendo de las ocurrencias de Pat hasta que consideraron que era hora de volver a casa.
Al llegar a su departamento, Clarisse dejó las bolsas con sus compras en el sofá y mientras se deshacía de su abrigo tomó el teléfono para hacer una llamada.
—Hola, mamá. ¿Cómo te va? —la saludó sonriente.
—Hola, cariño. Me da gusto que llamaras —respondió su madre sonriendo en la pantalla—. Estoy viendo a tu padre y tu hermano peleando porque uno quiere la pizza con piña y el otro con anchoas.
—¿Tú que quieres? —preguntó la chica.
—Que pidan, ¡la m*****a pizza de una vez! —gritó la mujer viendo a su esposo y a su hijo.
—Perdón… —murmuraron ambos al fondo.
Tal situación la hizo reír a carcajadas. Algo que le hizo muy bien, ya que era como si nunca se hubiera ido y por eso le gustaba llamar seguido a casa.
—¿Tú cómo estás, cariño? —preguntó su madre un momento después con un tono dulce.
Con esa voz cualquiera dudaría que fuese capaz de soltar unos gritos de camionero.
—Todo muy bien, mamá. Llegué no hace mucho al departamento, pasé toda la mañana con los chicos porque estábamos comprando ropa para Pat —le contó, pues tenía unos días que no hablaban.
—Genial, ¿cómo están ellos?
—Bien. Lorna vive en las nubes como siempre y había olvidado que dejó unas cosas en la oficina, así que fue por ellas —comentó riendo. Dejó el teléfono sobre la cama y se dispuso a cambiarse de ropa mientras seguía hablando—. Pat está muy grande y cómo tenía tarea que hacer, Galen prefirió ayudarlo y asegurarse de que la hiciera. La última vez logró convencer a su niñera de que había hecho toda la tarea para que lo dejara ver televisión.
—Ese niño tiene mi respeto —dijo su madre entre risas—. ¿Y el trabajo?
—El lunes entregamos el diseño para la publicidad de una compañía y ya la aprobaron —anunció felizmente—. Así que en unos días se hará el evento de presentación para la marca.
—¿Y piensas invitar a alguien? —preguntó su madre.
En su voz se notó un tono muy específico y Clarisse la observó con los ojos entornados.
—No sé qué estés tramando, pero aclaro que no es un evento social —especificó mientras organizaba su ropa—. Se trata de trabajo, mamá.
—Oh, por supuesto que no estoy tramando nada. Sólo tenía curiosidad —respondió con la mirada en otro lado.
La pelinegra soltó un bufido mezclado con una sonrisa y levantó el aparato.
—Estaremos trabajando, ni siquiera Lorna llevará una cita —aseguró Clarisse—. Y en todo caso, no es que sea necesario que vaya con alguien.
—Bueno, Galen estará ahí…
Las palabras de su madre la dejaron aturdida y con la boca abierta.
—¡Mamá! —soltó avergonzada—. Entre Galen y yo no hay nada. Sólo somos amigos, ¿de acuerdo? —su pregunta no obtuvo más que una sonrisa como respuesta de parte de la mujer al otro lado y ella suspiró rendida—. Cómo sea, llamaba para saber cómo estaban. Saluda a papá y a Brenan.
—Está bien, mi niña. Cuídate mucho, te amo.
—Adiós, te amo.
Luego de terminar la llamada se dispuso a organizar su departamento, pues aún era temprano, así que lo mejor que podía hacer era aprovechar el resto del día.
El auto se detuvo justo en frente al edificio y un hombre de veintiocho años con el cabello negro, piel blanca y los ojos de un peculiar tono ocre bajó del vehículo. Vestía con un atuendo casual conformado por un pantalón caqui, un suéter negro de cuello de tortuga, unos botines casuales y un bléiser negro.En opinión de otros era alguien muy apuesto y de aspecto elegante. Un hombre alto y por su contextura atlética evidentemente se ejercitaba contantemente.El valet recibió las llaves y de inmediato el vigilante abrió la puerta para él con un saludo. Cuando la recepcionista lo vio llegar se puso de pie de inmediato para recibirlo cordialmente y él sólo continuó su camino directo al ascensor para ir al piso doce.En el momento que las puertas se abrieron caminó agraciadamente a través de varios cubículos en los que los empleados estaban ocupados con sus trabajos.Algunos lo reconocieron y de inmediato desviaron la mirada.Por su expresión dura y la escasa interacción que tenía con los
En esa mañana Clarisse despertó temprano y debido a que el día anterior había organizado el departamento, decidió ir a hacer las compras y también aprovecharía para desayunar en la calle.No quiso arreglarse demasiado, sólo se vistió con unos jeans blancos, una blusa de tirantes y encima un suéter color menta que le quedaba bastante holgado. Se recogió el cabello en un moño flojo se colocó sus zapatillas blancas para luego salir de su hogar.Una vez afuera tomó un taxi que la llevó cerca del centro de la ciudad mientras escuchaba música a todo volumen con sus audífonos. Respondió algunos mensajes de su padre, quien se quejaba de que su madre no le dejaba de reclamar por no haber podado el césped.Cuando el conductor le indicó que habían llegado ella le pagó y antes de bajar le agradeció. Entró a la cafetería, la cual no se encontraba tan concurrida a esa hora y se acercó a la barra para realizar su pedido.Mientras esperaba que se lo entregaran revisó sus redes sociales sólo para enco
La belleza de aquella casa dejó sin palabras a Clarisse.El diseño moderno del lugar era una maravilla, las paredes y el piso eran iguales que en la habitación en la que despertó, al igual que la decoración minimalista que predominaba.La casa era de tres pisos, por lo que mientras bajaban las escaleras se percató de que en todo el recorrido no vio fotos de alguna familia o incluso del mismo Soren.«Que extraño, ¿vivirá solo?», se preguntó la chica y miró de soslayo a su acompañante.Pasaron por la sala de estar principal que tenía un hermoso juego de sofás en color gris, una mesa ratonera de cristal y en la pared una chimenea que se encontraba apagada, pero sobre ésta había una enorme pantalla.«¿Quién es este sujeto? ¿El hijo de la presidenta?», se cuestionó mentalmente mientras iban hacia la salida.Una vez fuera comprendió que no sólo la casa de Soren era hermosa, las que estaban alrededor también lo eran y por las fachadas lujosas se notaba que eran igual o más costosas.—Por fav
El domingo fue un día tranquilo, Lorna se quedó todo el día con ella para ver películas juntas y cocinar cualquier cosa receta que vieran en las redes.También se tomó el tiempo para llamar a sus padres gracias a su amiga y les explicó que se había estropeado su teléfono. Su madre se volvió histérica cuando le dijo que casi la robaban y Clarisse de inmediato se lamentó por no mentirles.No es que le gustara, sólo que así se preocuparía mucho menos ya que estaban en países diferentes. Así tampoco tendría que haber escuchado a sus padres exagerando todo por casi una hora.Cuando atardeció su amiga regresó a su casa y Clarisse sin más que hacer se fue temprano a la cama.El lunes por la mañana se alistó para ir a trabajar con total tranquilidad, gracias a que había dormido muy bien.Llevaba puesta una falta blanca con corte de tubo y una blusa azul celeste con mangas traslucidas, junto con un par de tacones blancos no muy altos.Al llegar muchos la saludaron y ella correspondió los bueno
—¿Y bien? ¿Cómo se lo tomó? —preguntó Liza, quien estaba a espaldas de él.—Dice que quiere devolverlo —respondió Soren con un tono neutral y sin apartar los ojos del jardín de su casa, el cual se podía apreciar por completo gracias a que la pared era de cristal.—Le dije que esa chica no iba a aceptar un teléfono de alguien a quien acababa de conocer —mencionó victoriosa la mujer y tomó asiento en uno de los sofás—. Fue un gesto muy amable de su parte, pero a mí me parecería algo fuera de lugar.A sus treinta y cinco años Liza era una mujer de piel tostada, cabello castaño y ojos oscuros. Siempre vestía de manera casual y cómoda, era muy alegre y bromista, además de ser un poco curiosa.Aún podía sentir respeto por Soren y la historia que tienen, pero la ama de llaves era una amiga muy preciada para el hombre de ojos ocres.—Sabes bien que no sé cómo entablar una relación con otras personas —dijo Soren con suavidad.—Disculpe mi atrevimiento, pero… ¿a qué se debe su intención? —pregu
La noche llegó y Clarisse se estaba alistando para asistir al evento.Su atuendo estaba conformado por un traje ejecutivo de color verde menta con detalles plateados, de ese mismo tono eran sus tacones y su maquillaje. Mientras que su cabello estaba recogido en una coleta alta y dos mechones caían alrededor del rostro.Terminó de aplicarse el labial nude cuando recibió un mensaje de Galen indicándole que ya se encontraba abajo.Afuera sus amigos la esperaban junto al auto del rubio y al igual que ella, su atuendo era de color verde menta. Galen usaba un traje muy elegante acompañado de una corbata blanca. Su cabellera rubia estaba peinada hacia un lado perfectamente y sus ojos resaltaban gracias a su vestimenta.Por otro lado, estaba Lorna con un traje ejecutivo, sólo que con una falta de tubo que resaltaba sus curvas. Los tacones y accesorios eran blancos con arreglos en color plata, y el cabello le caía en onda sobre el hombro derecho.—¡Uh, mamasita! ¡Te vez divina! —expresó Lorna
El alcohol ya dominaba sobre el cuerpo de Clarisse, no fue una tarea tan complicada considerando que jamás tuvo una buena resistencia contra éste. No recordaba desde hace cuánto estaba sentada en la barra del bar, sólo que su mente ya no estaba anclada a un solo pensamiento, se sentía ligera y muy feliz.—Oye, chica. Dame otro, ¿sí? —le pidió a una de las camareras.—¿Segura, Clarisse? Has tomado bastante —comentó la camarera, quien la conocía por ser del servicio que los chicos siempre contrataban para sus eventos.—No —una voz fría surgió detrás de Clarisse y ella se dio la vuelta.—¿Disculpa? —preguntó lentamente.—Estás ebria, ya es momento de que te retires —dijo Soren apuntando su mirada dorada a ella.—No lo estoy.—Clarisse —soltó con un tono molesto.—¡Oh! Así que ahora si sabes quién soy, ¿no? —expresó ella son ironía.—¿De verdad? ¿Decidiste embriagarte porque dije que no te conocía? —inquirió Soren sin perder su semblante serio.—¡JA! ¡Dios, pero que enorme ego tienes! —ex
Los ojos de Clarisse se abrieron levemente cuando dio la vuelta en la cama y le pareció ver una espalda ancha junto a ella. Era absurdo, ella dormía sola y desde hace mucho no tenía una cita que terminara en sexo.No había forma de que estuviera con alguien en la cama, además, al último hombre que vio fue Soren, pero era imposible.—¡Soren! —exclamó y su cuerpo se incorporó de un saltó sobre la cama.Vio al hombre que estaba durmiendo plácidamente junto a ella tumbado boca abajo. Ahogó un grito que logró hacer que él se removiera entre las sábanas.La chica revisó el lugar con la mirada, era la misma habitación en la que había despertado hace unos días, pero ahora había ropa esparcida por todas partes.Levantó la sábana para confirmar que estaba completamente desnuda y su expresión fue de completo terror.—¿Qué mierda pasó anoche? —murmuró esperando una respuesta del universo.Trato de recordar, pero a la superficie sólo llegaron imágenes de Soren pasando sus manos por todo su cuerpo