CAPÍTULO 3

En esa mañana Clarisse despertó temprano y debido a que el día anterior había organizado el departamento, decidió ir a hacer las compras y también aprovecharía para desayunar en la calle.

No quiso arreglarse demasiado, sólo se vistió con unos jeans blancos, una blusa de tirantes y encima un suéter color menta que le quedaba bastante holgado. Se recogió el cabello en un moño flojo se colocó sus zapatillas blancas para luego salir de su hogar.

Una vez afuera tomó un taxi que la llevó cerca del centro de la ciudad mientras escuchaba música a todo volumen con sus audífonos. Respondió algunos mensajes de su padre, quien se quejaba de que su madre no le dejaba de reclamar por no haber podado el césped.

Cuando el conductor le indicó que habían llegado ella le pagó y antes de bajar le agradeció. Entró a la cafetería, la cual no se encontraba tan concurrida a esa hora y se acercó a la barra para realizar su pedido.

Mientras esperaba que se lo entregaran revisó sus redes sociales sólo para encontrar una foto que Jax había publicado en su muro. Estaba celebrando con el resto de su familia el aniversario de boda de sus padres.

Una mueca se formó en sus labios y su seño se frunció con disgusto.

Le parecía bastante hipócrita que un hombre como él estuviera celebrando un aniversario de casados cuando el muy infeliz la había engañado.

De sólo ver su estúpida sonrisa tuvo ganas de romperle los dientes con el b**e de Pat. Tal vez así ya no se vería tan ridículamente apuesto y aprendería a no jugar con las mujeres.

Con los años creyó que dejaría eso atrás, pero la verdad es que sólo se transformó en aborrecimiento absoluto. Estaba segura de que si volverá a encontrárselo sentiría nauseas.

—Clarisse —la nombró la chica en la barra, quien ya tenía su pedido listo para llevar.

—Sí, soy yo —respondió al acercarse.

Pagó lo correspondido y con un agradecimiento por su servicio hacia la chica, se dirigió hacia la puerta.

Sus ojos seguían centrados en el teléfono, maldiciendo silenciosamente a su ex prometido y por ello terminó estrellándose contra una figura alta. Incluso dejó caer la bolsa de papel en la que iba su desayuno y se agachó rápidamente para recogerla.

—Perdóname, no te vi —se disculpó sin levantar la mirada.

—No te preocupes, yo tampoco me fijé al entrar —su voz fue áspera, pero suave, además, tenía un extraño acento que hizo erizar la piel de la chica.

Para cuando se incorporó el sujeto ya había pasado junto a ella y sólo pudo verlo de espalda.

Era un hombre alto y de cabello negro, e incluso con el abrigo gris que llevaba se podía apreciar que era bastante musculoso. Su postura era recta y sus movimientos agraciados, lo que le daba un aire muy distintivo ante los demás presentes. Eso sin contar que la ropa que llevaba puesta se veía bastante costosa.

Se sintió algo tonta al detallar al sujeto, sacudió la cabeza y terminó de salir del lugar. Caminó dos cuadras y giró a la derecha, su intención era usar un atajo que pasaba por un estacionamiento para llegar a la tienda.

Siguió revisando las redes sociales hasta que sintió una mano sostener abruptamente su hombro y su corazón se detuvo cuando un tipo se posicionó frente a ella.

—Hola, mi niña —dijo el hombre sonriendo y pasó sus ojos verdes por todo su cuerpo—. ¿Puedes ayudarme? Estaba buscando una dirección y por lo que parece tu debe conocer bien la zona.

La voz de la chica se atoró en su garganta. Tuvo el deseo de salir corriendo, pero sus piernas temblorosas se lo impidieron.

—Oye, tranquila. No me tengas miedo —dijo el extraño y su voz sólo le causó terror por lo lasciva que se escuchaba—. Si no conoces la zona, puedes prestarme el teléfono para hacer una llamada, ¿Sí?

Aquello no pareció una pregunta. Él rápidamente sostuvo la mano en la que llevaba el dispositivo y quiso arrancárselo, pero debido al miedo los dedos de Clarisse se aferraron al aparato.

—¡Que me des el maldito teléfono, perra! —demandó el sujeto y la arrinconó contra la pared con su rustica mano sujetando su cuello—. ¡Y todo lo demás que traigas! ¡Muévete!

Las lágrimas ya se habían acumulado al borde de sus parpados y sus manos temblorosas se movieron con dificultad para sacar el dinero del bolsillo y junto con el teléfono ponerlo en medio de los dos.

El ladrón sonrió al igual que la caricatura de un tiburón y tomó las pertenencias de la chica con brusquedad.

Clarisse cerró los ojos rogando silenciosamente que aquel hombre se alejara y no le hiciera nada más cuando de pronto sintió que fue movida por una mano fuera del alcance de aquel hombre.

Oyó un quejido y cuando abrió los ojos encontró al chico del abrigo gris frente a ella. Él estaba de espaldas a ella, pero claramente vio cuando sujetó al criminal por la cabeza y estampó su cara contra la pared con brutalidad.

—¡Maldito bastardo! —gruñó el criminal sosteniendo su nariz con una mano que rápidamente se manchó de sangre.

Arrojó las cosas de Clarisse al suelo y sacó un arma que apuntó hacia él, pero con un movimiento veloz lo desarmó y lo hizo girar mientras sostenía su brazo derecho.

Lo derribó y retorció su brazo hacia atrás, consiguiendo que el criminal chillara adolorido y pidiera que lo dejara ir, pero no fue hasta que se escuchó un fuerte crujido que el del abrigo gris no lo soltó.

El brazo de aquel hombre estaba apuntando a la dirección contraría y una punta del hueso se encontraba expuesta. Debido al dolor el ladrón simplemente terminó perdiendo la consciencia y quedó tendido en el suelo sangrando.

—¿Estás bien? —preguntó el muchacho con aquel acento tan raro.

Pero ella sólo se quedó viendo al criminal en el suelo. Estaba sorprendida de que en cuestión de segundos pasara todo eso.

—¿Clarisse? —tan sólo escuchar su nombre con su voz causó que ella reaccionara y finalmente alzara la mirada.

No obstante, sólo pudo ver unos ojos de un extraño color ocre justo antes de que su entorno fuera consumido por la oscuridad.

~*~

Soren se apresuró a sostener a la chica en el momento que se desmayó. La analizó de pies a cabeza, pero no parecía haber sufrido algún daño, al menos no externamente.

Sus ojos se centraron en el hombre tendido en el suelo y lo complicado que sería si llegase a haber testigos de dicho acontecimiento. No deseaba llamar la atención, en realidad, no sabía por qué razón termino involucrándose en ese problema cuando sólo iba pasando por ahí.

Al ver que ella estaba siendo atacada, simplemente reaccionó y se bajó del auto para ayudarle.

Ni siquiera la conocía, únicamente había escuchado su nombre en la cafetería y ahora estaba desmayada en sus brazos.

«¿Ahora qué hago?», se preguntó el pelinegro viendo a la chica.

Verdaderamente era hermosa, de piel blanca y suave al contacto, además, con el cabello azabache recogido en un descuidado moño.

«¿Vivirá cerca?», meditó.

Aunque así fuera, él no tenía idea de ello y por un momento pensó en llevarla a un hospital, pero detestaba esos lugares. Sería incapaz de poner un pie en un hospital por su propia cuenta, así que sólo le quedó una opción.

Levantó a la chica en brazos y con sumo cuidado la dejó en el asiento del copiloto del auto. Volvió a donde estaba el ladrón, tomo las pertenencias de la chica y regresó al vehículo para ponerse en marcha.

Pronto detuvo el auto frente a su propiedad y entró con ella en sus brazos.

—¿Liza? ¿Peter? —llamó caminando por la sala de estar—. ¿Estás aquí? Necesito ayuda rápido. ¿Liza?

Ante la urgencia de su voz ellos aparecieron rápidamente y se sorprendieron al ver tal escena.

—Por los cielos, ¿qué fue lo que pasó? —inquirió Liza y se movió hacia él para revisar a la joven—. ¿Acaso...?

—No, un tipo quiso robarle hace un momento y se desmayó —explicó Soren.

—Llévela a una habitación —dijo Peter subiendo las escaleras.

Soren la dejó suavemente sobre la cama y Liza la empezó a revisar.

De los tres ella era quien contaba con conocimientos médicos y en caso de que hubiera algún problema, Peter la llevaría al hospital más cercano para que la atiendan.

—No parece algo grave, sólo un desmayo —aclaró Liza con calma y fijo su atención en el menor—. ¿Quién es ella?

—Creo que se llama Clarisse… —respondió en voz baja—. Un tipo la acorraló cuando salió de una cafetería, justamente yo iba pasando cuando vi todo.

—¿Y el criminal? —preguntó Peter.

—Inconsciente y con un brazo roto —alegó el pelinegro como si fuera lo más normal de la vida—. No se preocupen, era un don nadie.

Con esa última oración la pareja mayor se relajó.

Liza se levantó la cama y acarició son dulzura el brazo del más joven mientras tenía una sonrisa cálida.

—Hizo bien en ayudarla a pesar del problema que pudo ser —le dijo la mujer con orgullo en su tono.

Soren le dio una sonrisa en agradecimiento y luego volvió a mirar a Clarisse.

~*~

Sintió la suavidad de las sábanas que la cubrían y le pareció extraño, sus sábanas nunca fueron tan cómodas. Sintió los párpados cansados, aun así, se obligó a abrir los ojos con algo de dificultad.

Quedó confundida cuando no pudo reconocer el lugar en el que estaba.

Trató de recordar las habitaciones de sus amigos, pero ninguna era como en la que estaba.

La habitación era espaciosa y con una decoración minimalista. La cama en la que estaba era bastante grande y sumamente cómoda, las paredes eran azul marino y gris, mientras que el piso era de madera pulida.

De inmediato se preocupó al recordar lo que le había pasado.

El robo y luego el desmayo.

Y ahora estaba en un lugar desconocido.

Apartó las sábanas y examinó su cuerpo, todo parecía estar normal y eso la hizo calmarse.

—Veo que ya despertaste —esa voz la hizo sobresaltarse y sus ojos viajaron hacia la puerta.

Allí estaba él.

Su piel era blanca, tenía un mentón cuadrado y fuerte con un rastro de barba apenas perceptible. Sus cejas eran gruesas y sus ojos, esos ojos que parecían oro líquido la miraba con una gran intensidad que algo dentro de su pecho se oprimió.

—¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo? —le preguntó con aquel extraño acento en su voz, pero ella no pudo responder—. ¿Clarisse?

—¿Cómo sabes mi nombre? —cuestionó la pelinegra sin poder apartar la mirada de aquellos peculiares ojos color ocre.

—Escuché que así te llamó la chica de la cafetería. Es tu nombre, ¿no? —ella sólo asintió, se sentía cohibida bajo aquellos ojos—. Bien, es bueno que puedas recordar tu nombre.

Ahí recargado del marco de la pueta y con los brazos cruzados mientras esos ojos ocres la miraban, ella sintió un extraño calor recorrer su cuerpo.

—Mis disculpas, has de sentirte confundida sobre dónde estás y quien soy —alegó él con amabilidad y entró al cuarto—. Me llamo Soren Oversax, fui quien te ayudó cuando te quisieron robar y estás en mi casa.

—¿Por qué estoy en tu casa?

—Fue por impulso. Mi ama de llaves tiene conocimiento médico y sólo pensé en ella cuando te desmayaste —explicó.

Algo en su voz la hizo sentir rara. No de una mala manera, tenía una voz relajante y era respetuoso con cada una de sus palabras o acciones, pero se sentía nerviosa y sus manos cosquilleaban.

—Entiendo, gracias por la ayuda —respondió con una leve sonrisa que él respondió.

Soren caminó hacia el escritorio que estaba en el lugar y tomó algo para luego acercarse. Le tendió sus pertenecías y cuando las tomó sus manos se rozaron por un breve instante.

Revisó las cosas y encontró la pantalla del dispositivo hecha pedazos.

—Creo que lo pisó o algo así —mencionó él.

—Ay, no… —se quejó en voz baja cuando trató de encenderlo, pero el aparato no reaccionó—. Era nuevo…

—Lo lamento…

—No es tu culpa, tranquilo —lo interrumpió la chica con una pequeña risa nerviosa—. En verdad te agradezco tu ayuda, pero creo que sería buena idea que me vaya a casa. No quisiera ser una molestia por más tiempo.

—Te aseguro que no fuiste una molestia. Fuiste la chica inconsciente mejor portada —bromeó Soren y ella no pudo evitar reír por eso—. Pero si me lo permites, quisiera llevarte a tu casa y así me aseguro de que llegues bien. No quisiera que te pasara algo más.

Su tono suave y sus palabras dulces mezcladas con ese acento tan raro le pareció muy lindo de su parte. Al percatarse de ello, Clarisse dio una respiración rápida para reponerse y se puso de pie.

—No es necesario, puedo pedir un taxi.

—¿Y cómo lo harás si tu teléfono no funciona? —cuestionó Soren con sarcasmo cuando se paró frente a ella.

Era mucho más alto que ella, por lo que tuvo que alzar la cabeza para ver su rostro.

Un rostro muy atractivo que pertenecía al hombre que la salvó de un criminal.

—Entonces creo saldré a la calle a buscar uno —dijo Clarisse y él sólo negó suavemente.

Soren dio un paso hacia ella sin apartar la mirada de sus ojos y una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios.

—Déjame llevarte, por favor —era una solicitud que ocultaba una demanda y eso causó que una corriente subiera por su columna.

«¿Qué fue eso?», se preguntó mentalmente la chica.

«¿Eso importa? Mira al hombre, es muy ardiente», le respondió la voz de su consciencia.

Clarisse sintió ganas de gritar porque su mente sólo se fijó en el hecho de que Soren era atractivo. No estaba bien que se comportara así y mucho menos con alguien a quien acababa de conocer, era una locura.

«Olvida eso. Mira esos brazos, sólo tócalos», agregó la atrevida voz de su cabeza.

Mientras ella luchaba contra esos pensamientos, Soren no podía apartar la mirada de aquella chica. Había algo en ella que le resultaba bastante llamativo, no sólo era su belleza, porque sí le parecía una mujer esplendida.

Pero algo en su esencia le resultaba atractiva.

Inicialmente no tenía la intención de ofrecerse a llevarla, pudo llamar un taxi o incluso pedirle a Peter que la llevara, sin embargo, quería seguir platicando con ella.

Y no había mejor excusa que ser su chofer personal esa noche.

—Bien, acepto tu propuesta —musitó la chica de ojos azules—. Será más fácil de esa manera, ¿no?

—De acuerdo, vamos.

Con una sonrisa él se hizo a un lado y le señaló el camino.

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