No sé cómo lo logré, pero conseguí entrar al hombre desconocido a mi casa. Desde que se desmayó no ha despertado ni una vez y empiezo a cuestionarme si hice bien en no llevarlo a un hospital.
He estado dándole vueltas todo el día, viendo si aún respira o si se despierta y necesita algo, pero él parece haber entrado en un estado de coma que me aterra y me mantiene en vilo. Debí llevarlo a un hospital; sin embargo, aún recuerdo la expresión de terror que puso cuando lo mencioné. Quizás por eso no lo llevé, porque me convenció de que, probablemente, existía la posibilidad de que terminaran con su vida. Lo que me lleva a deducir que, en efecto, este hombre está metido en algo turbio y peligroso, algo que yo no debería indagar, porque podría terminar en sus mismas condiciones. A ti no te tiran a matar de la noche a la mañana y solo porque sí, ¿verdad? Mi lado paranoico me recrimina por ayudarle, pero mi lado más humano jamás lo hubiera dejado a su suerte, abandono y malherido. Tantas veces que yo estuve en peligro, herida y con el alma rota, nadie estuvo para mí, nadie me ayudó y nadie me salvó, así que entiendo a la perfección la posición en la que se encuentra. Yo misma tuve que elegir entre morir o sobrevivir… y, aunque muchos me dijeron que elegí a mal, yo no pienso lo mismo. Elegí vivir, ser libre. Apenas lo traje y lo pude acostar en el sofá de la sala principal, le quito la ropa y le limpio toda la suciedad y sangre que tiene encima. Curo algunos cortes leves en su rostro y en sus brazos, y lo cubro con una manta para que se mantenga cálido. —¿Por qué no despierta? —musito, tocando su frente y percatándome que está prendido en fiebre. Me apresuro por un paño húmedo y se lo pongo en la frente, asegurándome de que no se le vaya a subir demasiado la temperatura. Tengo algunas medicinas que podrían ayudarle para el dolor y la fiebre, pero no tengo nada que darle si la herida se le llegase a infectar. Simplemente genial. Dubitativa, le pido a Kansas y a Nerón que cuiden muy bien del desconocido y salgo a toda prisa hacía la farmacia más cercana; es decir, la que queda en el pueblo, a casi una hora de la granja. Sin muchas opciones a la mano, me pongo en marcha sin pensarlo demasiado. Sirve y compro otras cosas que quizás pueda necesitar, además de que ya no quedan más gasas y apósitos. El camino es eterno y, aunque no me gusta ni un poco venir al pueblo, tampoco tengo corazón para dejar morir a un ser humano o simplemente dejarlo ahí sin ningún tipo de atención. Compro todo lo que necesito y hasta más, también aprovecho para ir hasta el supermercado y realizar algunas compras. Frutas, verduras y carnes; llevo todo lo que necesito para un par de semanas y no tener que volver tan pronto —repito— detesto el pueblo, y no es que sea el lugar en sí, sino a todo el escrutinio de la sociedad. Procuro no demorarme, puede que el desconocido se despierte o, en el peor de los casos, se muera… aunque espero que esto último no suceda, menos en mi ausencia. No sabría cómo lidiar con un cuerpo, de solo pensar, la piel se me pone de gallina. Tardo menos de hora y media en volver a la casa. Lo primero que hago es entrar para asegurarme que el desconocido esté bien, pero en el lugar donde lo dejé no hay nadie. Entro en pánico por enésima vez en el día y busco por los alrededores algún indicio de un cuerpo masculino, pero el lugar es tan desértico que asusta. ¡¿Dónde está?! ¡Estoy segura que lo dejé en el sofá! Al paso que va el día voy a terminar muriendo de un ataque al corazón. —¡Kansas! ¡Nerón! —los llamo, puesto que, cuando entré a la casa, no me recibieron como de costumbre. La respuesta de los Huskies no tarda en llegar, por lo que sigo los ladridos hasta la planta de arriba, encontrándome de frente con el hombre desconocido, parado a un costado del pasillo con una mano teniéndose de la pared mientras con la otra se sujeta el abdomen. Su cabello negro le cae en mechones desordenados por la frente. Su palidez es mucho más notoria, aunque tenga las mejillas coloradas. Los labios resecos se los humedece cada segundo, una clara señal de que necesita hidratarse. Y esos ojos que parecen fundidos en metal apenas si los puede mantener abiertos. Se ve terriblemente mal. —¿Qué estás haciendo? —me acerco a él y lo sujeto del brazo, temiendo que vaya a caerse en cualquier instante—. No debiste levantarte. No puedes hacer esfuerzos. —Necesito un teléfono —murmura, su voz ronca y muy débil—. Tengo que llamar a mi jefe de seguridad. —No tengo teléfonos… así que no puedes llamar a nadie por el momento. Levanta un poco la cabeza para mirarme, sus ojos grises mostrando evidente sorpresa. Pero también tengo el presentimiento que me está estudiando, que está tratando de ver más allá de mí. —¿Por qué no tienes un teléfono? —inquiere y, como respuesta, me encojo de hombros. —No tengo tiempo para hablar con las personas, así que no lo veo necesario. Ven, necesitas descansar y tener mucho reposo —lo guio por el pasillo hasta la habitación de invitados y lo ayudo a recostarse en la cama—. Te traje medicinas para el dolor, la infección y la fiebre. Trata de mantenerte quieto lo más que puedas, ¿sí? Te prepararé un caldo para que comas. —Gracias por ayudarme —dice, sin quitarme la mirada de encima. Mide cada uno de mis movimientos, como estando alerta por más malherido que esté. —No tienes que agradecer, lo hago con gusto —y porque no iba a dejar que muriera en medio de mis sembradíos de maíz. Guarda silencio mientras le doy las medicinas tal como la farmacéutica me lo indicó. Al ver que se ha relajado y parece dormitar, salgo de la habitación y me dirijo a la cocina para prepararle algo ligero de comer. Hoy ha sido un día extenuante, se me ha hecho eterno y la noche hasta ahora está empezando. No he comido en todo el día y, para ser honesta, no tengo ni una pizca de apetito. Ver toda esa sangre me alteró a más no poder, aún percibo ese olor tan distintivo en el aire que hace que mi estómago esté revuelto. Aún no puedo creer que me haya encontrado un hombre —casi muerto— en medio del campo, robando la tranquilidad del lugar y, de paso, quitándome la mía. Pienso mil cosas de él, todas malas, y me es imposible no sentir miedo. ¿Y si esos que lo hirieron están cerca y aparecen en medio de la noche para terminar lo que empezaron? ¿Y si es un tipo peligroso y de cuidado? No puedo confiarme demasiado, tengo que estar precavida y con ojos hasta en la espalda. Ese hombre sigue siendo un desconocido que me ha puesto en alerta y ahora no me dejará descansar como se debe, pero una parte de mí me dice que lo ayude… que quizá no es malo y de verdad necesita una mano. Sea bueno o sea malo, ya no puedo echarme para atrás. Solo me queda descubrir si representa un peligro para mí, porque de serlo, no me gustaría tener que elegir nuevamente entre morir y sobrevivir, y esta vez sin ser una víctima…Luego de darle la sopa que le preparé, dejo que el hombre descanse y recobre un poco más de energía.Antes de ir a mi habitación, me aseguro que esté bien, que no esté sangrando o prendido en fiebre. Pero en aspecto se ve mucho mejor y su piel ya no se siente tan caliente cuando la toco.Cansada, me dirijo hacia mi habitación y me doy un baño largo y tibio que me quite todo el estrés del día. Hace mucho que no me preocupo por nada más que no sea cultivar maíz y cuidar de mis animales. En realidad, hace mucho que no tenía un contacto tan prolongado con otra persona. Desde ese día… desde la cárcel… Sacudo la cabeza, no es momento para dejarme llevar por esos malos recuerdos.Hoy soy libre, tengo lo que quiero y me siento bien estando aquí, lejos del mundo entero. Salgo envuelta en una toalla y Kansas y Nerón me dan la bienvenida ocupando toda la cama. Sonrío, una sonrisa genuina y real, después de todo, mis perros lo son todo para mí. Ellos son la compañía que necesito, me hacen tan f
Lo contemplo por largos segundos en silencio. ¿Es que acaso sí lo conozco y no recuerdo?Imposible. Un hombre así, con ese porte, con esa voz tan masculina, esos pectorales y brazos bien fornidos, esa mirada tan profunda y bonita y toda esa buena delantera es imposible de olvidar.—Estoy cien por ciento segura de que no te conozco. Abre la boca con toda la intención de decirme algo, pero sacude la cabeza con fuerza, dejando los platos nuevamente en la mesita junto a la cama. —Estás bromeando, ¿no es cierto? Todo el mundo, y digo el mundo entero, sabe quién soy yo. —Bueno, debo pertenecer a ese pequeño porcentaje del mundo que ignora quién eres —refuto.—No es posible —ríe, ahora sí con algo de gracia—. Soy el presidente de este país, Jack Russell. ¿Cómo es posible que no sepas quién soy? Lo miro desconcertada por un segundo antes de explotar en risas. Desde luego, y yo debo ser alguna princesa que se perdió o tiraron al mar. —¿No me crees? —inquiere, entrecerrando los ojos y luc
Han pasado varios días y aún, el que dice ser el presidente, no ha logrado contactarse con el supuesto jefe de seguridad, su secretario o algún miembro de su gabinete. Lo he visto frustrado y preocupado, la mayor parte del tiempo en silencio y envuelto en sus pensamientos, pero no dice nada y sigue insistiendo en comunicarse con alguna persona de La Casa Blanca.Por mi parte, no le creo ni una sola palabra. Tendría que ser una ignorante y una estúpida —y mira que hace mucho dejé de serlo—, como para creer semejante barbaridad. Si fuera el presidente, este sería el último lugar en la tierra donde estuviese. Hay algo que está ocultando y deseo saber, pero algo me dice que no me deje arrastrar por esa curiosidad o me podría ir muy mal. Es mejor perder la vida que indagar en cosas que no me conciernen. Prefiero no decirle nada con respecto a ese tema, pero a veces me resulta imposible no hacerle una que otra broma y, aunque me mira serio e indignado, algunas veces termina sonriendo. He d
El silencio que se forma entre nosotros luego de esa explosión es largo y denso. Quisiera responder a algo, pero sus palabras calaron duro en mí.Sí, soy huraña.Sí, soy bastante solitaria y eso da tanta pena incluso para mí misma.Sí, soy ignorante, desconozco muchas cosas, y eso lo incluye a él.Sí, descubrí que soy sarcástica con su presencia, porque en el pasado no me atrevía a pronunciar cualquier pensamiento por más mínimo que fuera.Y sí, me importan mis perros por encima de todo, porque son los únicos en todo este maldito mundo que no me miran de esa manera que tanto me disgusta.Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo, pero lo hacen, y es justo por esa razón que me aislé del mundo. No podía con los señalamientos, con ese juzgamiento desconocido de mi situación. Es por eso que me mantengo lejos de toda la humanidad, incluso hasta de mis propios padres y hermanos, porque no soporto que las personas me impongan, me señalen o me juzguen.Sé que llevo una vida miserabl
~JACK~Desde que era tan solo un niño deseé ser reconocido, que el mundo entero me reconociera por donde sea que pasara, que me vieran y supieran mi nombre, que se sintieran orgullosos y agradecidos de mí, que me quisieran y me trataran con amor y respeto.Era ambicioso incluso para ser tan solo un chiquillo, pero era mi sueño convertirme en un hombre grande e importante, y ser el presidente de mi país, era un sueño sumamente lejano, casi inalcanzable como las estrellas. Quizás era muy soñador, eso era la que mi madre me decía, pero sinceramente deseaba demasiado, si fuera posible, lo deseaba todo en la vida.A medida que fui creciendo, mi sueño por igual lo hizo. Estudié a más no poder, sacrifiqué horas de sueño y momentos en familia y amigos para prepararme. Cuando me gradué, lo hice con honores, haciendo que todo mis esfuerzos y sacrificios valieran la pena. Fui un estudiante modelo, el mejor del curso y un hombre con sus ideales claros.La política no es nada fácil, siempre habrá
Es extraño despertar y que Abby junto a los dos hermosos huskys no vengan a mi habitación. Ella, todos estos días, entraba y me preguntaba cómo estaba, me cambiaba los apósitos por unos nuevos e incluso se molestaba en traerme el desayuno. Se aseguraba de que la herida no estuviera infectada, de que no tuviera fiebre o presentara dolor intenso.Sí, es demasiado extraño que no esté cuidando de mí, pero la entiendo, fui un patán con ella, un reverendo imbécil, así que es entendible que me quiera fuera de su casa y su vida cuanto antes.Aún así, sigue siendo extraño no estar bajo sus cuidados. Pero más extraño es como que no se siente nada bien… para nada.Me levanto de la cama y me aseo, después, como puedo, me cambio por mi cuenta los apósitos y me tomo los antibióticos que me dejó en algún momento sobre la mesita de noche.Quiero salir y hablar con ella, pero aún debe estar molesta, por lo que prefiero no terminar de cagarla con ella. Quizás, cuando su enojo baje, podamos hablar con m
ABBY~He sido de poco enfermar, pero cuando el mal me ataca, es como si lo hiciera con toda la intención de destruirme en su totalidad.Ciertamente no pensé que me daría un fuerte resfriado luego de permanecer bajo la lluvia por largas horas hace días y tampoco ayudó el hecho de tener que bañarme con agua fría fuera de la casa luego de quitarle todo el lodo a Nerón por enésima vez en el mes.Lo único bueno es que mi casa no sufrió ningún daño y mi baño sigue intacto y sin rastros de lodo. Pero yo, yo me siento como la mismísima mierda, como si un camión me hubiese pasado por encima.Me duele todo el cuerpo e incluso hasta los huesos. La cabeza me palpita dolorosamente y me cuesta mantener los ojos abiertos, la garganta me arde y tengo este horrible malestar general impidiendo que me levante de la cama. No he dejado de estornudar, es como si a cada instante me pasaran una pluma por la nariz que me genera muchas cosquillas. Es desagradable y muy asqueroso la cantidad de moco que me ha s
El sol se asoma y tiñe de colores el cielo azul oscuro. El amanecer es uno de los tantos espectáculos que me encanta contemplar; ver el cielo siempre ha sido terapéutico para mí, allí con tanta quietud e inmensidad encuentro un poco de sosiego, una paz que no puedo explicar.Un tono amarillo se mezcla con las nubes blancas y el azul, haciendo que frente a mis ojos se despliegue una gama de colores único y hermoso y que capturo en mi mente mientras bebo a sorbos cortos y lentos una taza de café. Cierro los ojos por un instante, disfrutando del momento de paz, pero, inevitablemente, recuerdos invaden mis pensamientos y siento que en cualquier instante tendré un ataque de ansiedad. La sangre en mis manos se vuelve tan espesa y es tan roja que, por más que intente limpiarlas, ella parece haberse quedado adherida a mi piel para siempre. Por más que me lave las manos, nunca podré limpiarme de aquel líquido repugnante. Mi respiración se acelera, siento como los latidos de mi corazón van e