Lo contemplo por largos segundos en silencio. ¿Es que acaso sí lo conozco y no recuerdo?
Imposible. Un hombre así, con ese porte, con esa voz tan masculina, esos pectorales y brazos bien fornidos, esa mirada tan profunda y bonita y toda esa buena delantera es imposible de olvidar. —Estoy cien por ciento segura de que no te conozco. Abre la boca con toda la intención de decirme algo, pero sacude la cabeza con fuerza, dejando los platos nuevamente en la mesita junto a la cama. —Estás bromeando, ¿no es cierto? Todo el mundo, y digo el mundo entero, sabe quién soy yo. —Bueno, debo pertenecer a ese pequeño porcentaje del mundo que ignora quién eres —refuto. —No es posible —ríe, ahora sí con algo de gracia—. Soy el presidente de este país, Jack Russell. ¿Cómo es posible que no sepas quién soy? Lo miro desconcertada por un segundo antes de explotar en risas. Desde luego, y yo debo ser alguna princesa que se perdió o tiraron al mar. —¿No me crees? —inquiere, entrecerrando los ojos y luciendo algo indignado. —Por supuesto que no —le digo con toda sinceridad—. ¿El presidente del país? Sí, claro, eso es imposible. —Pero es que yo lo soy —repite, incrédulo—. Lo sabrías si no estuvieras tan enajenada de lo que ocurre allá fuera. —Por favor, si fueras el presidente estarías en La Casa Blanca, no aquí, lejos de Washington, en el medio de un pueblo desolado y, además, herido. Ahora bien, hablando de tu herida, ¿crees que sería tan fácil herir al presidente de cualquier nación? Piénsalo, eso sería casi imposible debido a toda la seguridad que ellos manejan —explico—. Muy buena tu broma, pero ahora dime quién eres realmente. Me gustaría saber por qué te hirieron y por qué apareciste en ese estado en mis campos de maíz. También agradecería que me dijeras la verdad, ya sabes, si estás metido en algo raro, porque lo menos que quiero es tener problemas por ayudarte. Un silencio se establece entre nosotros. Sus ojos están bien abiertos, la sorpresa surcando en todo su rostro. ¿Acaso cree que me voy a comer ese cuento? Por favor, nací de noche, no anoche, y de tonta no tengo ni un pelo. Su broma solo confirma mis sospechas y su silencio las fortalece. Él está metido en serios problemas y por eso bromea con que es el presidente, con el fin de no decirme su verdadera identidad. —Mira, yo no soy quién para juzgarte, pero… estás en mi casa, te estoy dando mi ayuda porque no tengo el corazón tan malo como para dejarte a tu suerte, así que te pido sinceridad y que me digas la verdad. —Te estoy diciendo la verdad —ya sé que no va a decirme nada, así que prefiero no insistir—. Hay muchas cosas que no te puedo explicar y son secretos de estado, pero yo soy el presidente, y si terminé malherido en tus campos de maíz, es porque me quieren matar. —De acuerdo —le digo, dando el tema por zanjado—. Iré al pueblo en la tarde, te traeré un teléfono y… ropa. —Ese «De acuerdo» no sonó muy convincente. —Es que no te creo nada y lo entiendo, soy una desconocida. Prefiero no presionar, algunas veces es mejor vivir en la ignorancia —busco las gasas y los apósitos en la bolsa que traje ayer de la farmacia—. No olvides tomar las medicinas. Ahora te ayudaré a poner esto para que la herida se mantenga seca y no se vaya a infectar. Le cambio los apósitos en completo silencio. Él no dice nada y yo ya no tengo intención de seguir preguntando, pero me parece increíble que se invente algo como eso. ¿En realidad pensó que iba a creerle? Por favor, hay que estar muy mal de la cabeza para llegar a creerse el presidente de un país. Nunca me había cruzado con un loco como él. Lo que necesita es ayuda psiquiátrica. Una vez termino, me excuso y salgo de la habitación. Necesito encargarme de mis propios asuntos aparte de cuidarlo a él. Ayer con tanto que pasó ya no tuve tiempo de hacer los arreglos en el establo y Trinity se quedó sin comer durante todo el día. Me dedico a hacer mi trabajo durante gran parte de la mañana, olvidando que tengo a un desconocido creyéndose el presidente del país y que está herido, probablemente escondiéndose para que no lo maten, porque ya no me quedan dudas de que está metido en problemas y por eso lo quieren muerto. No puedo evitar sentir preocupación. ¿Y si vienen por él? Puede ocurrir en cualquier momento y yo quedaría en el medio, y mucho luché para estar lejos de la sociedad y de los problemas para quedar en medio de una guerra ajena. No me arrepiento de haberlo ayudado, pero debí llevarlo al hospital y no dejar que se quedara en la casa. Tan pronto como termino de arreglar el establo, darle de comer a Trinity y peinar su hermoso pelaje, voy al pueblo en busca del teléfono y ropa masculina. No quiero más desnudos por el momento, no es que me moleste, pero me aturde y nadie piensa con claridad teniendo a un hombre sumamente atractivo y desnudo frente a sus ojos. Además de que debo estar alerta por si alguien llegase a aparecer para terminar con su trabajo. Me apresuro a comprar lo que necesito. No sé de marcas telefónicas, sinceramente nunca ha sido una prioridad en mi vida, pero el chico que me vende el teléfono asegura que es uno de los últimos modelos, supongo que por eso el costo tan elevado. Realizo la compra sin ahondar demasiado, no es como que vaya a usarlo yo. Es para que él pueda llamar a quien quiera y avisar de su estado y situación. No me va mejor con la ropa de hombre, y eso porque no le pregunté cuál era su talla, así que no tengo más opción que llevar las prendas a ojo. Elijo pantalones, camisetas de varios tonos y calzado cómodo. También le compro ropa interior y es tan inevitable que no piense en cómo se vería con los bóxer puestos teniendo en cuenta todo lo que vi en la mañana. De solo recordar mis mejillas arden. ¿Cuándo me volví tan descarada y pervertida? De nuevo, mis intrusivos pensamientos me llevan por el camino erróneo. ¿Qué hago pensando en esas cosas? Desde Edward no había tenido este tipo de pensamiento, así que no entiendo lo que me ocurre, o quizás se deba a todos esos años que han pasado sin que esté en contacto con un hombre. Al paso me dañará la mente y la poca paz que he intentado reunir en mucho tiempo. Regreso a la casa y le entrego todo lo que compré al supuesto presidente llamado Jack Russell, viendo que, de inmediato, activa la línea telefónica y marcar a al algún número incontables veces. —¿Qué sucede? ¿No te responden? —Es difícil que tomen llamadas a desconocidos —suspira—. Mi jefe de seguridad es muy estricto y no es para menos, he recibido muchos mensajes de odio y muerte a lo largo de mi mandato, pero sabiendo dejarle el mensaje, me regresará la llamada. —Okay, déjale el mensaje correcto para que te responda —ironizo, queriendo reír, pero ante su seriedad, me mantengo con una expresión neutra. —Logro identificar tu sarcasmo. —Bueno, Sr. Presidente, hasta no ver no creer, dijo mi madre, así que… —No necesito demostrarte nada, así que si no me crees, bien, lo acepto. Pero, por favor, no le digas a nadie que estoy aquí. —Tranquilo, no es como que sea muy sociable o tenga algún vecino cerca como para hablar del hombre desconocido y herido que apareció en los sembradíos y dice ser el presidente de este país. —Me doy cuenta que eres poco sociable, pero sí bien sarcástica —sonríe de lado y pienso que su sonrisa es muy bonita—. Seguiré intentando hasta que me respondan. —Adelante, yo iré a darle una vuelta a la casa, en especial, los sembradíos, no sé, tal vez me encuentre al vicepresidente —hago una corta reverencia, aguantando las ganas de reír—. Permiso, Sr. Presidente.Han pasado varios días y aún, el que dice ser el presidente, no ha logrado contactarse con el supuesto jefe de seguridad, su secretario o algún miembro de su gabinete. Lo he visto frustrado y preocupado, la mayor parte del tiempo en silencio y envuelto en sus pensamientos, pero no dice nada y sigue insistiendo en comunicarse con alguna persona de La Casa Blanca.Por mi parte, no le creo ni una sola palabra. Tendría que ser una ignorante y una estúpida —y mira que hace mucho dejé de serlo—, como para creer semejante barbaridad. Si fuera el presidente, este sería el último lugar en la tierra donde estuviese. Hay algo que está ocultando y deseo saber, pero algo me dice que no me deje arrastrar por esa curiosidad o me podría ir muy mal. Es mejor perder la vida que indagar en cosas que no me conciernen. Prefiero no decirle nada con respecto a ese tema, pero a veces me resulta imposible no hacerle una que otra broma y, aunque me mira serio e indignado, algunas veces termina sonriendo. He d
El silencio que se forma entre nosotros luego de esa explosión es largo y denso. Quisiera responder a algo, pero sus palabras calaron duro en mí.Sí, soy huraña.Sí, soy bastante solitaria y eso da tanta pena incluso para mí misma.Sí, soy ignorante, desconozco muchas cosas, y eso lo incluye a él.Sí, descubrí que soy sarcástica con su presencia, porque en el pasado no me atrevía a pronunciar cualquier pensamiento por más mínimo que fuera.Y sí, me importan mis perros por encima de todo, porque son los únicos en todo este maldito mundo que no me miran de esa manera que tanto me disgusta.Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo, pero lo hacen, y es justo por esa razón que me aislé del mundo. No podía con los señalamientos, con ese juzgamiento desconocido de mi situación. Es por eso que me mantengo lejos de toda la humanidad, incluso hasta de mis propios padres y hermanos, porque no soporto que las personas me impongan, me señalen o me juzguen.Sé que llevo una vida miserabl
~JACK~Desde que era tan solo un niño deseé ser reconocido, que el mundo entero me reconociera por donde sea que pasara, que me vieran y supieran mi nombre, que se sintieran orgullosos y agradecidos de mí, que me quisieran y me trataran con amor y respeto.Era ambicioso incluso para ser tan solo un chiquillo, pero era mi sueño convertirme en un hombre grande e importante, y ser el presidente de mi país, era un sueño sumamente lejano, casi inalcanzable como las estrellas. Quizás era muy soñador, eso era la que mi madre me decía, pero sinceramente deseaba demasiado, si fuera posible, lo deseaba todo en la vida.A medida que fui creciendo, mi sueño por igual lo hizo. Estudié a más no poder, sacrifiqué horas de sueño y momentos en familia y amigos para prepararme. Cuando me gradué, lo hice con honores, haciendo que todo mis esfuerzos y sacrificios valieran la pena. Fui un estudiante modelo, el mejor del curso y un hombre con sus ideales claros.La política no es nada fácil, siempre habrá
Es extraño despertar y que Abby junto a los dos hermosos huskys no vengan a mi habitación. Ella, todos estos días, entraba y me preguntaba cómo estaba, me cambiaba los apósitos por unos nuevos e incluso se molestaba en traerme el desayuno. Se aseguraba de que la herida no estuviera infectada, de que no tuviera fiebre o presentara dolor intenso.Sí, es demasiado extraño que no esté cuidando de mí, pero la entiendo, fui un patán con ella, un reverendo imbécil, así que es entendible que me quiera fuera de su casa y su vida cuanto antes.Aún así, sigue siendo extraño no estar bajo sus cuidados. Pero más extraño es como que no se siente nada bien… para nada.Me levanto de la cama y me aseo, después, como puedo, me cambio por mi cuenta los apósitos y me tomo los antibióticos que me dejó en algún momento sobre la mesita de noche.Quiero salir y hablar con ella, pero aún debe estar molesta, por lo que prefiero no terminar de cagarla con ella. Quizás, cuando su enojo baje, podamos hablar con m
ABBY~He sido de poco enfermar, pero cuando el mal me ataca, es como si lo hiciera con toda la intención de destruirme en su totalidad.Ciertamente no pensé que me daría un fuerte resfriado luego de permanecer bajo la lluvia por largas horas hace días y tampoco ayudó el hecho de tener que bañarme con agua fría fuera de la casa luego de quitarle todo el lodo a Nerón por enésima vez en el mes.Lo único bueno es que mi casa no sufrió ningún daño y mi baño sigue intacto y sin rastros de lodo. Pero yo, yo me siento como la mismísima mierda, como si un camión me hubiese pasado por encima.Me duele todo el cuerpo e incluso hasta los huesos. La cabeza me palpita dolorosamente y me cuesta mantener los ojos abiertos, la garganta me arde y tengo este horrible malestar general impidiendo que me levante de la cama. No he dejado de estornudar, es como si a cada instante me pasaran una pluma por la nariz que me genera muchas cosquillas. Es desagradable y muy asqueroso la cantidad de moco que me ha s
—¿Cómo te sientes? Se te ve mejor semblante.Estuve cinco días paleada en cama, nunca una gripe me había dado tan fuerte, y de no ser por todos los cuidados de Jack, no sé qué hubiese sido de mí en este momento.Aunque aún siento molestias en la garganta, lo más importante es que la fiebre y el malestar general se fueron definitivamente. Y nada me hace más feliz que poder levantarme de la cama y salir de mi habitación, sentía que me estaba asfixiando del aburrimiento.—Sí, de hecho, me siento muchísimo mejor. Gracias por estar al pendiente de mí cuando no era necesario que lo hicieras. También te agradezco por cuidar y darle de comer a Trinity, Kansas y Nerón. No debiste tomarte tantas molestias.—No agradezcas, era lo mínimo que podía hacer por ti. Y deja de decir que es una molestia, porque te juro que no es así. Tus cachorros son un sol, obviando a Nerón que solo sabe revolcarse en el lodo y hacer drama cuando lo quieres bañar —reímos, mirando al Husky que está tranquilamente tendi
Sacudo mis pensamientos y me inclino hacia él, pero el espacio en el sofá es tan reducido que opto por arrodillarme en el piso y así darle una mejor ojeada a su herida, algo que lo obliga o por inercia —quiero creer que es lo segundo—, a hacerme un lugar entre sus piernas.Esto es una malísima idea.¿En qué estaba pensando cuando le dije que le revisaría la herida? Peor aún, ¿en qué rayos estoy pensando al situarme entre sus piernas y quedar en esta posición tan… sugestiva?Bien, seré veloz: quitaré los apósitos, revisaré su herida y la volveré a cubrir. Eso no es algo del otro mundo y, teniendo en cuenta que ya lo he hecho muchas veces, no debe verse de otra manera, ¿verdad?Eso si mi mente no se desfigura y empieza a irse por un lado que no debe, pero es inevitable cuando todo su desnudo torso y esos brazos tan fuertes están a una distancia muy mínima de mis ojos. Creo que me sonrojo ferozmente en lo que evito hacer contacto visual con él, pero no sé si mirar hacia el suelo, la pare
El aire frío que golpea mi rostro cuando salgo de la casa me asfixia por un segundo y la sensación de ahogamiento se agudiza, así que me detengo en la marquesina y tomo respiraciones lentas y profundas que ayuden a calmarme.Es tan desesperante sentir que te ahogas, que no puedes respirar, y es aún más desesperante no poder controlar esa horrible sensación.Inhalo hondo y suelto todo el aire retenido por la boca de manera lenta, tal como me enseñó el psicólogo que me vio durante mi estadía en el penal, y me obligo a regresar al presente y dejar el pasado donde se supone que debe estar: atrás, en el olvido, enterrado bajo tierra.«Edward está muerto. Él no va a volver, él no va a tocarme nunca más, él no va a hacerme daño. Soy libre, por fin lo soy. No tengo por qué seguir temiendo». Me repito como un mantra esas palabras, recordándome una y otra vez que todo ese infierno que había vivido ya acabó, que hoy era libre de esas cadenas que me ataron por mucho tiempo y me hicieron tan in