—No debes hacer tantos esfuerzos, Jack —le digo, cambiando su vendaje manchado de sangre por uno nuevo mientras él se mantiene recostado en su cama—. Tienes que cuidarte.—Ahora ya tengo quién cuide de mí —su respuesta me hace sonreír y me acaricia la mejilla con suavidad—. Siento mucho no haberte llamado antes, pero no me permitían tener el teléfono en cuidados intermedios y...—No pasa nada, lo importante es que estés bien.—Pero no quería causarte ninguna preocupación.—Es normal que estuviera preocupada, sobre todo en este momento que tu vida corre peligro. No debes tomarte estos atentados tan a la ligera, Jack —suspiro—. No pienses que estoy buscando entrometerme, pero ¿aún no han dado con los atacantes?—Ven aquí —me toma de la muñeca y me hace sentar en su regazo a horcajadas y sus manos van directo a mis caderas. Aunque me niego y trato de bajarme para no lastimarlo, me da un apretón y me sonríe ladeado—. Así estamos mucho mejor. Primero, corazón, no eres ninguna entrometida p
Jack levanta mi rostro, me limpia las lágrimas con esa dulzura que tanto me enamora y me besa con suavidad, borrando toda mi tristeza con sus labios y sus brazos alrededor de mi cuerpo, manteniéndome segura, protegida y querida.—No mereces seguir llorando y recordando esos momentos tan horribles de tu vida. Es hora de que seas feliz, de que sonrías y vivas tu vida como siempre lo debiste hacer —murmura contra mi boca—. Mereces ser inmensamente feliz.—Lo merezco —repito esas dos palabras, como queriendo convencer a mi mente de que así es, de que merezco lo mejor luego de tantas lágrimas que he derramado.«Me lo merezco», me digo a mí misma y recuesto mi frente de la suya. Miro sus ojos grises, siempre calmos, siempre dándome seguridad y una genuina preocupación. En su mirada también hay deseo y un amor que me está quemando el corazón sin llegar a hacerlo cenizas.No sé a ciencia cierta qué tanto puede sentir por mí, pero con sus palabras, con su forma de mirarme, de besarme, de tener
~JACK~—Haces todo lo contrario a lo que te digo —Anthony entra a la oficina oval, con ese humor de perros que ha venido mostrando desde hace varias semanas y toma lugar frente a mí—. Dijiste que Abby se quedaría como mucho una semana y ya vamos a entrar a la tercera y ella sigue aquí, eso sin contar que tenemos una chiquilla y habladora pululando por todos lados, haciéndole la conversación a todos los guardias que vea como si fueran grandes amigos. Aún no entiendo qué hace aquí, pero igual aquí está y no es que la vayamos a echar a patadas aunque ganas no me faltan. Dos perros con demasiada energía que han tirado más de un jarrón al suelo y han hecho desastres por toda la casa. He tenido que encubrir más de una noticia que ha salido con respecto a la presencia de las dos mujeres y los perros. Por los pasillos del Capitolio ronda el chisme de que estás en una relación y que te vas a casar.»Lo que menos queríamos que se supiera ya se sabe, y ahora tengo que planificar todo un discurso
El sol se asoma y tiñe de colores el cielo azul oscuro. El amanecer es uno de los tantos espectáculos que me encanta contemplar; ver el cielo siempre ha sido terapéutico para mí, allí con tanta quietud e inmensidad encuentro un poco de sosiego, una paz que no puedo explicar.Un tono amarillo se mezcla con las nubes blancas y el azul, haciendo que frente a mis ojos se despliegue una gama de colores único y hermoso y que capturo en mi mente mientras bebo a sorbos cortos y lentos una taza de café. Cierro los ojos por un instante, disfrutando del momento de paz, pero, inevitablemente, recuerdos invaden mis pensamientos y siento que en cualquier instante tendré un ataque de ansiedad. La sangre en mis manos se vuelve tan espesa y es tan roja que, por más que intente limpiarlas, ella parece haberse quedado adherida a mi piel para siempre. Por más que me lave las manos, nunca podré limpiarme de aquel líquido repugnante. Mi respiración se acelera, siento como los latidos de mi corazón van e
Ver toda esa sangre me paraliza de pies a cabeza, me trae el recuerdo de lo que pasó hace años. Me hace sentir tan ansiosa como lo están mis fieles compañeros. ¿Por qué me persigue este tipo de situaciones? Pero, en especial, ¿de dónde salió ese hombre? ¿Cómo es posible que haya aparecido aquí, en medio de la nada y con heridas de gravedad?¿Habrán dejado el cuerpo aquí tirado? La sola idea me provoca escalofríos y me entra un miedo terrible de que alguien esté por ahí, vigilando a la distancia, asegurándose de que el hombre en cuestión no se vaya a levantar. Tanto Kansas como Nerón no dejan de ladrar alrededor del cuerpo, pero yo soy incapaz de moverme de mi lugar y acercarme y verificar si está muerto o vivo. Debería llamar a la policía y dar aviso; sin embargo, no cuento con un teléfono, además de que muy en el fondo me da miedo avisarles y que me señalen a mí como la responsable. Volver a la cárcel nunca será una opción. Si conseguí mi libertad fue porque mi abogada apeló y m
No sé cómo lo logré, pero conseguí entrar al hombre desconocido a mi casa. Desde que se desmayó no ha despertado ni una vez y empiezo a cuestionarme si hice bien en no llevarlo a un hospital. He estado dándole vueltas todo el día, viendo si aún respira o si se despierta y necesita algo, pero él parece haber entrado en un estado de coma que me aterra y me mantiene en vilo. Debí llevarlo a un hospital; sin embargo, aún recuerdo la expresión de terror que puso cuando lo mencioné. Quizás por eso no lo llevé, porque me convenció de que, probablemente, existía la posibilidad de que terminaran con su vida. Lo que me lleva a deducir que, en efecto, este hombre está metido en algo turbio y peligroso, algo que yo no debería indagar, porque podría terminar en sus mismas condiciones. A ti no te tiran a matar de la noche a la mañana y solo porque sí, ¿verdad? Mi lado paranoico me recrimina por ayudarle, pero mi lado más humano jamás lo hubiera dejado a su suerte, abandono y malherido. Tantas v
Luego de darle la sopa que le preparé, dejo que el hombre descanse y recobre un poco más de energía.Antes de ir a mi habitación, me aseguro que esté bien, que no esté sangrando o prendido en fiebre. Pero en aspecto se ve mucho mejor y su piel ya no se siente tan caliente cuando la toco.Cansada, me dirijo hacia mi habitación y me doy un baño largo y tibio que me quite todo el estrés del día. Hace mucho que no me preocupo por nada más que no sea cultivar maíz y cuidar de mis animales. En realidad, hace mucho que no tenía un contacto tan prolongado con otra persona. Desde ese día… desde la cárcel… Sacudo la cabeza, no es momento para dejarme llevar por esos malos recuerdos.Hoy soy libre, tengo lo que quiero y me siento bien estando aquí, lejos del mundo entero. Salgo envuelta en una toalla y Kansas y Nerón me dan la bienvenida ocupando toda la cama. Sonrío, una sonrisa genuina y real, después de todo, mis perros lo son todo para mí. Ellos son la compañía que necesito, me hacen tan f
Lo contemplo por largos segundos en silencio. ¿Es que acaso sí lo conozco y no recuerdo?Imposible. Un hombre así, con ese porte, con esa voz tan masculina, esos pectorales y brazos bien fornidos, esa mirada tan profunda y bonita y toda esa buena delantera es imposible de olvidar.—Estoy cien por ciento segura de que no te conozco. Abre la boca con toda la intención de decirme algo, pero sacude la cabeza con fuerza, dejando los platos nuevamente en la mesita junto a la cama. —Estás bromeando, ¿no es cierto? Todo el mundo, y digo el mundo entero, sabe quién soy yo. —Bueno, debo pertenecer a ese pequeño porcentaje del mundo que ignora quién eres —refuto.—No es posible —ríe, ahora sí con algo de gracia—. Soy el presidente de este país, Jack Russell. ¿Cómo es posible que no sepas quién soy? Lo miro desconcertada por un segundo antes de explotar en risas. Desde luego, y yo debo ser alguna princesa que se perdió o tiraron al mar. —¿No me crees? —inquiere, entrecerrando los ojos y luc