Luego de darle la sopa que le preparé, dejo que el hombre descanse y recobre un poco más de energía.
Antes de ir a mi habitación, me aseguro que esté bien, que no esté sangrando o prendido en fiebre. Pero en aspecto se ve mucho mejor y su piel ya no se siente tan caliente cuando la toco. Cansada, me dirijo hacia mi habitación y me doy un baño largo y tibio que me quite todo el estrés del día. Hace mucho que no me preocupo por nada más que no sea cultivar maíz y cuidar de mis animales. En realidad, hace mucho que no tenía un contacto tan prolongado con otra persona. Desde ese día… desde la cárcel… Sacudo la cabeza, no es momento para dejarme llevar por esos malos recuerdos. Hoy soy libre, tengo lo que quiero y me siento bien estando aquí, lejos del mundo entero. Salgo envuelta en una toalla y Kansas y Nerón me dan la bienvenida ocupando toda la cama. Sonrío, una sonrisa genuina y real, después de todo, mis perros lo son todo para mí. Ellos son la compañía que necesito, me hacen tan feliz y hacen que mis días sean mejores. —¿Y dónde se supone que duerma yo? —les pregunto, seria, y ambos se quedan mirándome fijamente—. Esa es mi cama, no la de ustedes. En respuesta, se dan vuelta y se acuestan por completo en la cama. Quisiera decir algo, pero una risa brota de mis labios al verlos. Ellos son toda mi felicidad, todo lo que necesito para estar bien y ser feliz. Me pongo mi pijama y me hago espacio en la enorme cama. Kansas se recuesta en mis piernas como cada noche y Nerón se tiende a mi lado, apoyando una de sus patitas sobre mi brazo. ¿Cómo no amarlos si son la cosa más tierna de mi vida? —Los dejaré quedar solo por esta noche —repito como desde el primer día que llegaron a darle luz a mi soledad, esbozando una sonrisa y sintiéndome cálida entre ellos—. No se acostumbren mucho. Cierro los ojos y no tardo en quedarme dormida debido al cansancio físico y mental que acumulé en todo el día. Despierto de golpe y asustada al escuchar los ladridos de mis perros. Me levanto con rapidez y los encuentro en el pasillo, ladrándole al desconocido que se encuentra de pie sosteniéndose de la pared con todo el cuerpo mojado… y desnudo. Me paralizo, no soy capaz de hablar, moverme, taparme los ojos o darme la vuelta. El hombre ante mí es eso: un hombre, y no sé en qué estaba pensando cuando decidí darle mi ayuda. Es un hombre muy alto, aún si está algo encogido, su altura sobrepasa la mía por varias cabezas. Su cabello húmedo está adherido a su frente, goteando agua por todo su rostro y cuello, creando un caminillo por todo su pecho y se pierde hasta más abajo. Hasta ahora me doy cuenta de que es musculoso, no en exceso, pero sus pectorales se ven bien definidos y sus brazos bien grandes, anchos, fuertes. No quiero mirar más allá, realmente no quiero hacerlo, pero la curiosidad me traiciona y termino dándole una mirada completa a toda su humanidad. Dios mío… qué grande, atlético y fuerte… Siento que mi respiración se acelera junto con mi corazón de manera estrepitosa. El calor me invade de pies a cabeza y, aunque soy consciente de que debo parecer una completa depravada para él —y no lo culpo—, no puedo apartar la mirada de aquel hombre. Una parte de mí, esa humana y que siente, la cual no ha contemplado un hombre desnudo hace años, es la que está actuando por mí. No debo mirarlo, pero es imposible no hacerlo. Cualquier parte de su cuerpo es llamativa, atractiva tentadora, y hace que no quieras ni puedas apartar la vista. Quizás sean sus músculos, el tono casi bronceado de su piel, lo fuerte y firme que se ve, la V marcada, que no tiene ni un solo vello corporal… Reacciono cuando lo escucho carraspear. Me da tanta vergüenza levantar la cabeza y mirarlo a los ojos, si es que no fui ni un poco disimulada y lo detallé por completo. Pero, también, cómo se le ocurre andar en esas fechas en casa ajena. Eso debería considerarse inaudito y un gran delito. —Estaba buscando toallas, pero no encontré. Te busqué, pero te vi durmiendo y no quise despertarte, así que… bueno, necesitaba ducharme, solo que tal parece que asusté a tus perros y la idea era llegar de nuevo a la habitación sin que nadie me viera —dice con calma, como si no estuviera desnudo frente a mí y la situación no fuese bochornosa. Trato de decir algo, pero salen apenas unos balbuceos de mis labios. Debo tener la cara roja, y no es para menos, si el hombre frente a mí se encuentra completamente desnudo, y para hacer la situación más vergonzosa, no fui nada decente y casi que me lo como con la mirada. Pero es que no todos los días se ven hombres como él… así como los recetan los doctores. —Gracias por tu ayuda, en realidad agradezco que no me hayas dejado morir. —Eh… este… hum —por fin vuelvo en mí y me doy la vuelta, sintiendo que la cara me arde a más no poder. ¿Tendré fiebre? Por Dios, qué vergüenza—. Te traeré una toalla limpia… sí, eso… Salgo como alma que lleva al diablo hacia mi habitación y me encierro, apoyando la espalda de la puerta con los ojos cerrados y aún con el calor en mis mejillas, tratando de borrar de mi mente lo que acabo de ver, pero a quién quiero engañar, nunca podré olvidar el cuerpo de ese hombre. Una vez más tranquila y la vergüenza se ha ido un poco de mi rostro, voy a su habitación con una toalla y algunas cosas que quizás necesite para su uso personal. Toco la puerta, no soy capaz de entrar a sabiendas de que está desnudo. La abre tan solo un poco, así que le entrego todo con suma urgencia y le hago saber que haré el desayuno antes de huir. —Una mañana diferente —susurro, preparando mi café y viendo que ya es de día y que me perdí el primer amanecer desde que vivo aquí. Cocino para los dos y me debato por un momento si llevarle el desayuno o esperar a que baje, pero recuerdo que está herido y que no debe hacer muchos esfuerzos. Suspiro y, con bandeja en mano, encuentro la valentía para ir a la habitación. La vergüenza aún está teñida en mis mejillas y es más por el hecho de que no he olvidado la imagen que me recibió tan pronto como me levanté. Golpeo la puerta con suavidad antes de entrar, dándole tiempo para que me diga que no está en condiciones, pero escucho un «siga» que me alienta a entrar. Está acostado en la cama, el pecho descubierto y las sábanas enrolladas en las caderas cubriendo sus piernas. ¿Qué esperaba ver? ¿Qué siguiera mostrándose desnudo ante mí? —¿Cómo te sientes? —pregunto, alejando mis pensamientos y la imagen de su desnudez de mi mente. —Mucho mejor gracias a ti —me da una sonrisa genuina y llena de agradecimiento—. Una vez más, gracias por ayudarme y no dejarme morir. —No tienes que agradecer —pongo la bandeja en la mesita de noche y estiro la mano para tocar su frente. Su piel es cálida y suave—. Ya no tienes fiebre. —Las medicinas que me diste fueron de gran ayuda. Por cierto, sé que me dijiste que no tenías teléfono, pero realmente necesito comunicarme con mi jefe de seguridad. ¿Cabe la posibilidad de que puedas conseguir uno? —Mmm, tendría que ir hasta el pueblo para comprar uno. Me mira de nuevo como si quisiera ver más allá de mí, como si buscara algo en particular. —¿Podrías comprarlo? En cuanto pueda te devolveré el dinero. Qué difícil petición me está haciendo. Si supiera lo que detesto ir al pueblo. —Está bien… —accedo, después de todo, tiene que comunicarse con su familia. —Gracias —agarra la bandeja y empieza a comer con lentitud—. ¿Han dicho algo en los noticieros? —Este… no tengo televisor. —¿En serio? —asiento, su cara es un poema y me hace reír—. ¿Quién eres y por qué no tienes teléfono o por lo menos un televisor? —No me gustan, además de que con todo el trabajo que tengo aquí, no tendría tiempo ni de ver televisión. La incredulidad brilla en su rostro. —¿Sabes quién soy? —inquiere. Ladeo la cabeza, curiosa por esa pregunta. —¿Debería saberlo? —respondo—. No, no tengo ni la más remota idea de quién eres, así que espero que seas un buen hombre y no alguien peligroso que me pueda traer problemas. Una risa seca se le escapa, pero no es nada graciosa. Se queja, haciendo una mueca de dolor y sin quitarme el ojo de encima. Me mira como si fuera un espécimen de otro planeta. —Simplemente genial —murmura, resoplando y dejando caer los hombros—. Deberías salir más a menudo al mundo, así sabrías qué desconocidos recibes en casa. —¿Quién eres? ¿Debería preocuparme de algo? —Santo Dios, ¿a dónde vine a parar? —gime y me mira como si no pudiera creer lo que le estoy preguntando.Lo contemplo por largos segundos en silencio. ¿Es que acaso sí lo conozco y no recuerdo?Imposible. Un hombre así, con ese porte, con esa voz tan masculina, esos pectorales y brazos bien fornidos, esa mirada tan profunda y bonita y toda esa buena delantera es imposible de olvidar.—Estoy cien por ciento segura de que no te conozco. Abre la boca con toda la intención de decirme algo, pero sacude la cabeza con fuerza, dejando los platos nuevamente en la mesita junto a la cama. —Estás bromeando, ¿no es cierto? Todo el mundo, y digo el mundo entero, sabe quién soy yo. —Bueno, debo pertenecer a ese pequeño porcentaje del mundo que ignora quién eres —refuto.—No es posible —ríe, ahora sí con algo de gracia—. Soy el presidente de este país, Jack Russell. ¿Cómo es posible que no sepas quién soy? Lo miro desconcertada por un segundo antes de explotar en risas. Desde luego, y yo debo ser alguna princesa que se perdió o tiraron al mar. —¿No me crees? —inquiere, entrecerrando los ojos y luc
Han pasado varios días y aún, el que dice ser el presidente, no ha logrado contactarse con el supuesto jefe de seguridad, su secretario o algún miembro de su gabinete. Lo he visto frustrado y preocupado, la mayor parte del tiempo en silencio y envuelto en sus pensamientos, pero no dice nada y sigue insistiendo en comunicarse con alguna persona de La Casa Blanca.Por mi parte, no le creo ni una sola palabra. Tendría que ser una ignorante y una estúpida —y mira que hace mucho dejé de serlo—, como para creer semejante barbaridad. Si fuera el presidente, este sería el último lugar en la tierra donde estuviese. Hay algo que está ocultando y deseo saber, pero algo me dice que no me deje arrastrar por esa curiosidad o me podría ir muy mal. Es mejor perder la vida que indagar en cosas que no me conciernen. Prefiero no decirle nada con respecto a ese tema, pero a veces me resulta imposible no hacerle una que otra broma y, aunque me mira serio e indignado, algunas veces termina sonriendo. He d
El silencio que se forma entre nosotros luego de esa explosión es largo y denso. Quisiera responder a algo, pero sus palabras calaron duro en mí.Sí, soy huraña.Sí, soy bastante solitaria y eso da tanta pena incluso para mí misma.Sí, soy ignorante, desconozco muchas cosas, y eso lo incluye a él.Sí, descubrí que soy sarcástica con su presencia, porque en el pasado no me atrevía a pronunciar cualquier pensamiento por más mínimo que fuera.Y sí, me importan mis perros por encima de todo, porque son los únicos en todo este maldito mundo que no me miran de esa manera que tanto me disgusta.Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo, pero lo hacen, y es justo por esa razón que me aislé del mundo. No podía con los señalamientos, con ese juzgamiento desconocido de mi situación. Es por eso que me mantengo lejos de toda la humanidad, incluso hasta de mis propios padres y hermanos, porque no soporto que las personas me impongan, me señalen o me juzguen.Sé que llevo una vida miserabl
~JACK~Desde que era tan solo un niño deseé ser reconocido, que el mundo entero me reconociera por donde sea que pasara, que me vieran y supieran mi nombre, que se sintieran orgullosos y agradecidos de mí, que me quisieran y me trataran con amor y respeto.Era ambicioso incluso para ser tan solo un chiquillo, pero era mi sueño convertirme en un hombre grande e importante, y ser el presidente de mi país, era un sueño sumamente lejano, casi inalcanzable como las estrellas. Quizás era muy soñador, eso era la que mi madre me decía, pero sinceramente deseaba demasiado, si fuera posible, lo deseaba todo en la vida.A medida que fui creciendo, mi sueño por igual lo hizo. Estudié a más no poder, sacrifiqué horas de sueño y momentos en familia y amigos para prepararme. Cuando me gradué, lo hice con honores, haciendo que todo mis esfuerzos y sacrificios valieran la pena. Fui un estudiante modelo, el mejor del curso y un hombre con sus ideales claros.La política no es nada fácil, siempre habrá
Es extraño despertar y que Abby junto a los dos hermosos huskys no vengan a mi habitación. Ella, todos estos días, entraba y me preguntaba cómo estaba, me cambiaba los apósitos por unos nuevos e incluso se molestaba en traerme el desayuno. Se aseguraba de que la herida no estuviera infectada, de que no tuviera fiebre o presentara dolor intenso.Sí, es demasiado extraño que no esté cuidando de mí, pero la entiendo, fui un patán con ella, un reverendo imbécil, así que es entendible que me quiera fuera de su casa y su vida cuanto antes.Aún así, sigue siendo extraño no estar bajo sus cuidados. Pero más extraño es como que no se siente nada bien… para nada.Me levanto de la cama y me aseo, después, como puedo, me cambio por mi cuenta los apósitos y me tomo los antibióticos que me dejó en algún momento sobre la mesita de noche.Quiero salir y hablar con ella, pero aún debe estar molesta, por lo que prefiero no terminar de cagarla con ella. Quizás, cuando su enojo baje, podamos hablar con m
ABBY~He sido de poco enfermar, pero cuando el mal me ataca, es como si lo hiciera con toda la intención de destruirme en su totalidad.Ciertamente no pensé que me daría un fuerte resfriado luego de permanecer bajo la lluvia por largas horas hace días y tampoco ayudó el hecho de tener que bañarme con agua fría fuera de la casa luego de quitarle todo el lodo a Nerón por enésima vez en el mes.Lo único bueno es que mi casa no sufrió ningún daño y mi baño sigue intacto y sin rastros de lodo. Pero yo, yo me siento como la mismísima mierda, como si un camión me hubiese pasado por encima.Me duele todo el cuerpo e incluso hasta los huesos. La cabeza me palpita dolorosamente y me cuesta mantener los ojos abiertos, la garganta me arde y tengo este horrible malestar general impidiendo que me levante de la cama. No he dejado de estornudar, es como si a cada instante me pasaran una pluma por la nariz que me genera muchas cosquillas. Es desagradable y muy asqueroso la cantidad de moco que me ha s
El sol se asoma y tiñe de colores el cielo azul oscuro. El amanecer es uno de los tantos espectáculos que me encanta contemplar; ver el cielo siempre ha sido terapéutico para mí, allí con tanta quietud e inmensidad encuentro un poco de sosiego, una paz que no puedo explicar.Un tono amarillo se mezcla con las nubes blancas y el azul, haciendo que frente a mis ojos se despliegue una gama de colores único y hermoso y que capturo en mi mente mientras bebo a sorbos cortos y lentos una taza de café. Cierro los ojos por un instante, disfrutando del momento de paz, pero, inevitablemente, recuerdos invaden mis pensamientos y siento que en cualquier instante tendré un ataque de ansiedad. La sangre en mis manos se vuelve tan espesa y es tan roja que, por más que intente limpiarlas, ella parece haberse quedado adherida a mi piel para siempre. Por más que me lave las manos, nunca podré limpiarme de aquel líquido repugnante. Mi respiración se acelera, siento como los latidos de mi corazón van e
Ver toda esa sangre me paraliza de pies a cabeza, me trae el recuerdo de lo que pasó hace años. Me hace sentir tan ansiosa como lo están mis fieles compañeros. ¿Por qué me persigue este tipo de situaciones? Pero, en especial, ¿de dónde salió ese hombre? ¿Cómo es posible que haya aparecido aquí, en medio de la nada y con heridas de gravedad?¿Habrán dejado el cuerpo aquí tirado? La sola idea me provoca escalofríos y me entra un miedo terrible de que alguien esté por ahí, vigilando a la distancia, asegurándose de que el hombre en cuestión no se vaya a levantar. Tanto Kansas como Nerón no dejan de ladrar alrededor del cuerpo, pero yo soy incapaz de moverme de mi lugar y acercarme y verificar si está muerto o vivo. Debería llamar a la policía y dar aviso; sin embargo, no cuento con un teléfono, además de que muy en el fondo me da miedo avisarles y que me señalen a mí como la responsable. Volver a la cárcel nunca será una opción. Si conseguí mi libertad fue porque mi abogada apeló y m