Han pasado varios días y aún, el que dice ser el presidente, no ha logrado contactarse con el supuesto jefe de seguridad, su secretario o algún miembro de su gabinete. Lo he visto frustrado y preocupado, la mayor parte del tiempo en silencio y envuelto en sus pensamientos, pero no dice nada y sigue insistiendo en comunicarse con alguna persona de La Casa Blanca.
Por mi parte, no le creo ni una sola palabra. Tendría que ser una ignorante y una estúpida —y mira que hace mucho dejé de serlo—, como para creer semejante barbaridad. Si fuera el presidente, este sería el último lugar en la tierra donde estuviese. Hay algo que está ocultando y deseo saber, pero algo me dice que no me deje arrastrar por esa curiosidad o me podría ir muy mal. Es mejor perder la vida que indagar en cosas que no me conciernen. Prefiero no decirle nada con respecto a ese tema, pero a veces me resulta imposible no hacerle una que otra broma y, aunque me mira serio e indignado, algunas veces termina sonriendo. He de admitir que me gusta molestarlo más por el hecho de verlo sonreír, es tan atractivo y su sonrisa tiene un no sé qué que atrae en cuanto la esboza y me cautiva ipso facto. Sé que no debo mirarlo con otros ojos, que no debo dejarme llevar por los deseos carnales, que está mal sentirme tan atraída, pero es que no sé qué me sucede últimamente. Lo veo y no puedo sacar de mi mente su cuerpo atlético y al desnudo, sus labios me tientan a contemplarlos cada vez que se mueven, su mirada gris tan profunda logra desestabilizar a mi corazón, y en sí, toda su presencia me enreda en una red de atracción que no comprendo y estoy empezando a creer que yo misma me inventé. No puedo siquiera cambiarle los apósitos sin que mi mente se llene de imágenes eróticas que me hacen enrojecer y calentar a más no poder. Está mal lo que pienso y lo que estoy empezando a sentir, pero no sé cómo devolverme al cajón bajo llave donde estuve por tantos años encerrada. Hace mucho que no siento ese calor en mis piernas, ese latir frenético que lleva al éxtasis y a la locura. Años en los que ningunas manos, fuertes, grandes y ajenas a las mías no me tocan hasta hacerme explotar. Enloquecí, eso es innegable. Quiero creer que se trata al poco contacto que he tenido con las personas a lo largo de los años que me siento de esta manera tan desvergonzada. A veces no sé cómo tratarlo ni mucho menos cómo actuar. Me acostumbré tanto a la soledad y al silencio, que lo siento más como un intruso en mi vida que cualquier otra cosa, volteando mi rutina y robándome la paz. Lo miro, está tomando jugo de fresa sin despegar la mirada del teléfono. Tiene el ceño fruncido y una tensión en los hombros que se distingue fácilmente por la forma en que los músculos de sus brazos se notan más grandes en esa camisa que tan ajustada le quedó. Debí comprar una talla más grande, pero, en mi defensa, desconocía sus medidas. De nuevo siento mis mejillas calentarse y esa electricidad recorriendo todo mi ser, situándose debajo de mi vientre y haciendo que presione las piernas con fuerza. Increíble que ver un par de brazos grandes y venosos me calienten tanto, eso es una clara señal de lo mucho que mi cuerpo reciente la cercanía de un hombre y la falta de atención, aunque también me queda claro que estoy loca al sentirme de esa manera con un completo desconocido. —¿Aún no logras contactar con… ellos? —pregunto, sin saber cómo más hacerlo y sin que piense que voy a bromear con él. —No, y han pasado muchos días. Necesito volver cuanto antes a Washington —explica, soltando un suspiro—. Sé que es mucho pedir y me siento tan avergonzado de pedirte esto, pero ¿tendrías dinero que me prestes para comprar un boleto de avión? Te lo devolveré en cuanto pueda hacerlo. —Sí te lo puedo prestar, pero no creo conveniente que te vayas así. Aún no puedes caminar bien, y si bien ya te ves mucho mejor que cuando te encontré, es mejor que guardes reposo por unos días más. Esa herida aún está abierta, no ha cerrado bien. —Lo sé, pero no puedo quedarme aquí. Necesito regresar a La Casa Blanca. ¿Imaginas cómo está el país en este momento sin presidente? Todo debe ser una locura, pero claro, eso lo sabríamos si tuvieras un televisor... o si Eric al menos me tomara la llamada o devolvería mis mensajes. Guardo silencio sin quitarle la mirada de encima. Se ve molesto, frustrado y que la situación lo fastidia a más no poder. Realmente se cree el presidente del país. —Hay un televisor en el sótano, solo que es… antiguo. Demasiado antiguo —es lo que se me ocurre decir y levanta la cabeza de inmediato. —¿Y funciona? —No lo sé —me encoje de hombros—. Te digo que no me gusta mirar televisión, por lo que no he hecho el intento de subirlo y darle uso. —¿Por qué no lo dijiste antes? Guíame al sótano, quizá tenga suerte y funcione. —De acuerdo. Nos levantamos y lo guio al sótano. Cuando adquirí la casa, habían demasiadas cosas en el sótano que pertenecían a su antiguo dueño, y como es un lugar bastante grande, no quise mover nada por física flojera, y con el paso del tiempo todo quedó ahí. Es más, ni siquiera volví a entrar al sótano desde ese primer día en que todo lo que había allí me apabulló. Era de esperarse que la luz no sirva y que el polvo sea dueño de cada espacio del sótano. Jack enciende la linterna del teléfono y alumbra los escalones mientras bajamos con mucho precaución, un mal paso y podríamos caer. La madera es tan vieja que cruje bajo nuestros pies con cada pisada. El olor a polvo y guardado prevalece y me hace estornudar varias veces. —¿Es que nunca le has hecho limpieza a este lugar? —dice, apartando de su camino una gran telaraña. —La verdad es que no —confieso, sin pizca de vergüenza—. Una sola vez bajé y se me hizo fácil mantenerlo cerrado. —Huele horrible —se queja, llegando al final de la escalera y apartando la luz de mi vista, por lo que termino resbalando los dos últimos escalones, pero él es más rápido y me alcanza a sujetar antes de que toque el suelo—. Lo siento. Su cuerpo está pegado al mío, su rostro muy cerca, puedo sentir su aliento cálido en mi mejilla y escuchar su respiración con claridad. Sus manos se aferran a mi cintura con firmeza, manteniéndome en un agarre seguro que me hace temblar. Soy incapaz de hablar, mi corazón se acelera y el calor me invade en cuestión de segundos. El roce de nuestros cuerpos está siendo mortal para mi locura mientras él luce como si nada, pero es que esta cercanía no debería afectarme, aún así, lo hace, y aquello me desconcierta tanto que no me permite pensar ni moverme. La poca luz que hay hace que sus ojos grises se vean oscuros y sombras bailen en su rostro. Teniéndolo así de cerca puedo darme cuenta que su atractivo es inmenso, no solo físicamente, sino de una manera que va más allá de lo que se aprecia. Es como si él fuera un imán de atracción y tentación y yo fuera la contraparte que desea unirse desesperadamente a él. Me veo tentada a mirar sus labios, esos labios entreabiertos y carnosos que se ven tan apetecibles. Trago duro. ¿Qué me pasa? Parezco desesperada, como si nunca en la vida me hubiera tocado un hombre, aunque a estas alturas, Edward no puede catalogarse como uno, no cuando él solo buscaba su placer y satisfacción y yo nunca pude sentirme mujer en sus brazos. Pero ahora, una simple cercanía me tiene tan afectada y con el corazón a punto de un colapso. —¿Estás bien? —inquiere. Asiento, embelesada con su cercanía y su calor—. Bien, porque debo decir que me estás presionando justo en la herida… y debo confesar que duele como la m****a. —¡L-lo siento mucho! —me alejo de golpe, avergonzada y acalorada a partes iguales, y empujándolo lo más lejos de mí. —Si no me mató la explosión y todos esos disparos, lo harás tú. —Perdóname, no me di cuenta que te estaba presionando justo ahí, pero es tu culpa. Tú dejaste de alumbrar y casi me caigo. Resopla, tomando una larga bocanada de aire. —¿Dónde está el televisor? —masculla, molesto. Lo señalo y guardo silencio mientras se acerca y su expresión es de completa molestia y frustración. El televisor es demasiado viejo —de esos que la imagen eran a blanco y negro—, está lleno de polvo y, seguramente, no debe funcionar. —No te preocupes, quizá en el pueblo encuentre un televisor para que puedas ver lo que está pasando en el país, ya sabes, con eso de que el presidente no está presente y… Su mirada me hace callar de inmediato. —¿Crees que esta situación es graciosa? ¿Te causa mucha risa? No tienes ni idea de todos los compromisos que he perdido en estos pocos días y de la magnitud del problema. Soy el presidente de una nación, y ahora estoy aquí; herido, en algún pueblo del país y sin que mi gente sepa de mí, con una huraña que no tiene ni la menor idea de dónde vive. Quizá sea un juego para ti porque no te interesa nada más que tus perros, pero yo estoy al frente de un país entero, soy quién guía a todo un pueblo y no puedo darme el lujo de quedarme de brazos cruzados escuchando los sarcásticos comentarios de una solitaria mujer cuando mi país debe estar desmoronándose en mi ausencia. ¡Tú no entiendes ni sabes nada! ¡No sabes todo el sacrificio que hice para llegar donde estoy, como para que te vengas a burlar en mi propia cara! ¡Eres una completa ignorante que incluso desconoce algo tan simple como quién es el presidente de su propio país!El silencio que se forma entre nosotros luego de esa explosión es largo y denso. Quisiera responder a algo, pero sus palabras calaron duro en mí.Sí, soy huraña.Sí, soy bastante solitaria y eso da tanta pena incluso para mí misma.Sí, soy ignorante, desconozco muchas cosas, y eso lo incluye a él.Sí, descubrí que soy sarcástica con su presencia, porque en el pasado no me atrevía a pronunciar cualquier pensamiento por más mínimo que fuera.Y sí, me importan mis perros por encima de todo, porque son los únicos en todo este maldito mundo que no me miran de esa manera que tanto me disgusta.Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo, pero lo hacen, y es justo por esa razón que me aislé del mundo. No podía con los señalamientos, con ese juzgamiento desconocido de mi situación. Es por eso que me mantengo lejos de toda la humanidad, incluso hasta de mis propios padres y hermanos, porque no soporto que las personas me impongan, me señalen o me juzguen.Sé que llevo una vida miserabl
~JACK~Desde que era tan solo un niño deseé ser reconocido, que el mundo entero me reconociera por donde sea que pasara, que me vieran y supieran mi nombre, que se sintieran orgullosos y agradecidos de mí, que me quisieran y me trataran con amor y respeto.Era ambicioso incluso para ser tan solo un chiquillo, pero era mi sueño convertirme en un hombre grande e importante, y ser el presidente de mi país, era un sueño sumamente lejano, casi inalcanzable como las estrellas. Quizás era muy soñador, eso era la que mi madre me decía, pero sinceramente deseaba demasiado, si fuera posible, lo deseaba todo en la vida.A medida que fui creciendo, mi sueño por igual lo hizo. Estudié a más no poder, sacrifiqué horas de sueño y momentos en familia y amigos para prepararme. Cuando me gradué, lo hice con honores, haciendo que todo mis esfuerzos y sacrificios valieran la pena. Fui un estudiante modelo, el mejor del curso y un hombre con sus ideales claros.La política no es nada fácil, siempre habrá
Es extraño despertar y que Abby junto a los dos hermosos huskys no vengan a mi habitación. Ella, todos estos días, entraba y me preguntaba cómo estaba, me cambiaba los apósitos por unos nuevos e incluso se molestaba en traerme el desayuno. Se aseguraba de que la herida no estuviera infectada, de que no tuviera fiebre o presentara dolor intenso.Sí, es demasiado extraño que no esté cuidando de mí, pero la entiendo, fui un patán con ella, un reverendo imbécil, así que es entendible que me quiera fuera de su casa y su vida cuanto antes.Aún así, sigue siendo extraño no estar bajo sus cuidados. Pero más extraño es como que no se siente nada bien… para nada.Me levanto de la cama y me aseo, después, como puedo, me cambio por mi cuenta los apósitos y me tomo los antibióticos que me dejó en algún momento sobre la mesita de noche.Quiero salir y hablar con ella, pero aún debe estar molesta, por lo que prefiero no terminar de cagarla con ella. Quizás, cuando su enojo baje, podamos hablar con m
ABBY~He sido de poco enfermar, pero cuando el mal me ataca, es como si lo hiciera con toda la intención de destruirme en su totalidad.Ciertamente no pensé que me daría un fuerte resfriado luego de permanecer bajo la lluvia por largas horas hace días y tampoco ayudó el hecho de tener que bañarme con agua fría fuera de la casa luego de quitarle todo el lodo a Nerón por enésima vez en el mes.Lo único bueno es que mi casa no sufrió ningún daño y mi baño sigue intacto y sin rastros de lodo. Pero yo, yo me siento como la mismísima mierda, como si un camión me hubiese pasado por encima.Me duele todo el cuerpo e incluso hasta los huesos. La cabeza me palpita dolorosamente y me cuesta mantener los ojos abiertos, la garganta me arde y tengo este horrible malestar general impidiendo que me levante de la cama. No he dejado de estornudar, es como si a cada instante me pasaran una pluma por la nariz que me genera muchas cosquillas. Es desagradable y muy asqueroso la cantidad de moco que me ha s
—¿Cómo te sientes? Se te ve mejor semblante.Estuve cinco días paleada en cama, nunca una gripe me había dado tan fuerte, y de no ser por todos los cuidados de Jack, no sé qué hubiese sido de mí en este momento.Aunque aún siento molestias en la garganta, lo más importante es que la fiebre y el malestar general se fueron definitivamente. Y nada me hace más feliz que poder levantarme de la cama y salir de mi habitación, sentía que me estaba asfixiando del aburrimiento.—Sí, de hecho, me siento muchísimo mejor. Gracias por estar al pendiente de mí cuando no era necesario que lo hicieras. También te agradezco por cuidar y darle de comer a Trinity, Kansas y Nerón. No debiste tomarte tantas molestias.—No agradezcas, era lo mínimo que podía hacer por ti. Y deja de decir que es una molestia, porque te juro que no es así. Tus cachorros son un sol, obviando a Nerón que solo sabe revolcarse en el lodo y hacer drama cuando lo quieres bañar —reímos, mirando al Husky que está tranquilamente tendi
Sacudo mis pensamientos y me inclino hacia él, pero el espacio en el sofá es tan reducido que opto por arrodillarme en el piso y así darle una mejor ojeada a su herida, algo que lo obliga o por inercia —quiero creer que es lo segundo—, a hacerme un lugar entre sus piernas.Esto es una malísima idea.¿En qué estaba pensando cuando le dije que le revisaría la herida? Peor aún, ¿en qué rayos estoy pensando al situarme entre sus piernas y quedar en esta posición tan… sugestiva?Bien, seré veloz: quitaré los apósitos, revisaré su herida y la volveré a cubrir. Eso no es algo del otro mundo y, teniendo en cuenta que ya lo he hecho muchas veces, no debe verse de otra manera, ¿verdad?Eso si mi mente no se desfigura y empieza a irse por un lado que no debe, pero es inevitable cuando todo su desnudo torso y esos brazos tan fuertes están a una distancia muy mínima de mis ojos. Creo que me sonrojo ferozmente en lo que evito hacer contacto visual con él, pero no sé si mirar hacia el suelo, la pare
El aire frío que golpea mi rostro cuando salgo de la casa me asfixia por un segundo y la sensación de ahogamiento se agudiza, así que me detengo en la marquesina y tomo respiraciones lentas y profundas que ayuden a calmarme.Es tan desesperante sentir que te ahogas, que no puedes respirar, y es aún más desesperante no poder controlar esa horrible sensación.Inhalo hondo y suelto todo el aire retenido por la boca de manera lenta, tal como me enseñó el psicólogo que me vio durante mi estadía en el penal, y me obligo a regresar al presente y dejar el pasado donde se supone que debe estar: atrás, en el olvido, enterrado bajo tierra.«Edward está muerto. Él no va a volver, él no va a tocarme nunca más, él no va a hacerme daño. Soy libre, por fin lo soy. No tengo por qué seguir temiendo». Me repito como un mantra esas palabras, recordándome una y otra vez que todo ese infierno que había vivido ya acabó, que hoy era libre de esas cadenas que me ataron por mucho tiempo y me hicieron tan in
~JACK~Puede que en un principio haya pensado que Abby era una loca huraña que no le gustaba convivir con las demás personas, e incluso llegue a pensar que le hacían falta varios tornillos en la cabeza, porque he de admitir que no es normal que una persona se excluya tanto hasta tal punto no de tener ni la menor idea lo que sucede más allá de su alrededor, pero escuchar las razones que la llevaron a aislarse del mundo entero —su historia—, sin duda alguna, hacen que sienta un puño atravesado en mi garganta que no me deja respirar como es debido.Su vida fue tan dolorosa, y a juzgar por su reacción, ella aún lucha con todo ese sufrimiento que vivió, aún teme a que le hagan daño, aún, de manera inconsciente, cree que ese bastardo que no la supo valorar y la dañó tanto, regrese a su vida.Su mirada triste, llena de pánico y dolor, su voz rota y el cuerpo tembloroso es una señal de que aún sufre, de que aún le afecta todo lo que vivió y quizás no ha podido olvidar. Pero luego de pasar por