7|Fragilidad

El silencio que se forma entre nosotros luego de esa explosión es largo y denso. Quisiera responder a algo, pero sus palabras calaron duro en mí.

Sí, soy huraña.

Sí, soy bastante solitaria y eso da tanta pena incluso para mí misma.

Sí, soy ignorante, desconozco muchas cosas, y eso lo incluye a él.

Sí, descubrí que soy sarcástica con su presencia, porque en el pasado no me atrevía a pronunciar cualquier pensamiento por más mínimo que fuera.

Y sí, me importan mis perros por encima de todo, porque son los únicos en todo este maldito mundo que no me miran de esa manera que tanto me disgusta.

Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo, pero lo hacen, y es justo por esa razón que me aislé del mundo. No podía con los señalamientos, con ese juzgamiento desconocido de mi situación. Es por eso que me mantengo lejos de toda la humanidad, incluso hasta de mis propios padres y hermanos, porque no soporto que las personas me impongan, me señalen o me juzguen.

Sé que llevo una vida miserable y en solitario, pero es mi vida y así me gusta. Mi paz no la comparto con nadie por más que llore en las noches, queriendo que la vida hubiese sido diferente para mí o simplemente anhelando un abrazo sincero. Y no pienso permitir que un desconocido venga a arruinar todo mi proceso de sanación, aunque, en algunas ocasiones, piense que mi alma nunca va a sanar.

No me gusta mostrarme débil, una vez lo fui y me pisotearon tanto que perdí mi dignidad y mi valor y al día de hoy aún no los encuentro. Pero, m*****a sea, esa debilidad tiende a fluir cuando menos la espero y lo único que puedo sentir es rabia conmigo misma, rabia por ser tan débil y dejar que unas simples palabras de un desconocido me afecten como lo hacen.

—Lo siento, Abby, lo siento tanto —es él quien rompe el silencio, mirándome con un dejo de culpa—. No quise decir nada de lo que dije, pero lo hice y ahora me siento muy avergonzado contigo, con la única persona que me ha ayudado cuando pensé que iba a morir. Por favor, discúlpame. Me estoy dejando llevar por la desesperación, por el hecho de no saber nada, por el miedo latente de lo que pueda pasar, por la frustración… por infinidad de cosas que me dan vueltas en la cabeza y me tienen a punto de enloquecer, aunque como me sienta, no justifica que deba desquitarme con las personas. Lo siento, de verdad, pero entiende que necesito volver y hacerme cargo de un país entero, mostrar una entereza que ya no poseo y demostrarle a quien me quiere ver muerto que soy de acero y que no podrán nunca conmigo. Mi pueblo me necesita, millones de personas me dieron su confianza y yo no los pienso defraudar.

Trago ese nudo que se formó en mi garganta con sus palabras y le doy una sonrisa poco sincera y que debe parecer más una mueca. Necesito aire, salir de este espacio tan reducido que siento que me roba el oxígeno.

—No pasa nada, no hay nada que sentir ni disculpar, después de todo, no dices más que la verdad. Soy solitaria, ignorante y así me gusta. Además, me importa muy poco quién es el presidente del país, porque sí, solo me importan mis perros y mi yegua —digo con una calma que no siento, pero firme en no mostrarme débil ante nadie—. Lo mejor será que te lleve al pueblo, con algún oficial de policía, ellos allá te podrán ayudar mejor que yo.

—Oh, no, tú me has ayudado mucho y te lo agradezco demasiado. Yo… —suspira—. La cagué, sé que lo hice en medio de mi frustración, pero no puedo marcharme de aquí por ahora. En este momento solo confío en una sola persona, y esa eres tú.

—No sé si sea correcto que sigas aquí. No quiero problemas y tal parece que tú tienes mucho de ellos…

Me toma de las manos sin verlo venir, y cometo el terrible error de levantar la cabeza y mirar esos ojos grises que parecen negros en este momento. En su mirada hay un caos, se puede ver el miedo y la frustración a través de sus bonitos ojos.

—Perdóname, no quise ser grosero. Lo último que quería era hacerte sentir mal —aprieta mis manos con firmeza—. Por favor, permíteme quedarme unos días más… al menos hasta que pueda ponerme en contacto con mi secretario o el consejero.

—Espero que tres días sean suficientes, porque de no ser así, te llevaré hasta el pueblo con la policía… eso fue lo que debí hacer desde un principio —mascullo eso último entre dientes, liberándome de su agarre y apresurándome a salir de ese lugar tan asfixiante.

Escucho que me llama, pero necesito aire y pensar, por lo que ignoro lo que sea que vaya a decirme más y salgo de la casa a toda prisa.

Tomo una profunda bocanada de aire y camino a paso apresurado hacia el establo. Trinity sabrá levantar mis ánimos, ella siempre logra que mi mente se disipe y que las cosas malas se desvanezcan con el viento así sea por escasos minutos.

Llego con ella y recuesto mi cabeza de la suya, acariciando su lomo con suavidad y susurrando lo bonita que es y la falta que me ha hecho salir a pasear con ella.

—¿También me extrañaste? —inquiero y Trinity relincha, como queriéndome decir que sí—. Lo sé, yo también, pero todo es culpa de ese malagradecido con ínfulas de presidente...  Por culpa de ese hombre no pude venir a pasear contigo, pero eso ahora va a cambiar. Así se esté muriendo, primero serás tú, Kansas y Nerón. Debí dejarlo morir y que los buitres se lo comieran…

La acaricio un poco más antes de alistar todo lo que necesito para ensillar mi yegua. Teniendo todo, la preparo correctamente como cada día y, una vez está lista, me subo a ella y tomo las riendas con ambas manos y empiezo a cabalgar.

El trote de Trinity es apresurado al comienzo, tal como me gusta, haciendo que el viento golpee mi rostro y la adrenalina me recorra todo el cuerpo. Y, así, sintiéndome libre, permito que las lágrimas que estaba conteniendo salgan sin más y se vayan de mí a la misma velocidad con la que corre Trinity.

Hace mucho no me siento de esta manera tan miserable, haciéndome cuestionar mis propias decisiones e incluso este ritmo de vida que elegí hace años y pensé que sería bueno para mí. Pero con el paso del tiempo me siento más sola que nunca.

Si bien elegí vivir alejada del mundo entero, eso no quiere decir que sea feliz. Por lo contrario, la desdicha cada día me persigue, haciéndome recordar que siempre seré prisionera. Y hoy, un desconocido, confirmó que no soy más que una mujer solitaria, con miedo a vivir, con horribles pesadillas que teme volver a experimentar y deseando haber muerto en algún punto de mis desgracias.

Hoy, ese desconocido, me hizo retroceder en el tiempo y me hizo sentir tan vulnerable, señalada y juzgada como cuando estuve de pie ante un tribunal y muchos me señalaron, diciéndome que yo tuve la culpa por permitir que un hombre me maltratara y fui aún más culpable por dejarme corroer por el odio y hacer justicia por mi propia mano.

Lloro sin poder contenerme, lo hago como una pequeña que se ha perdido y no encuentra el camino a casa, con sus padres, pero sabiendo que nunca obtendrá ese amor que tanto añora.

Me detengo en algún punto del camino y recuesto mi cuerpo sobre Trinity, atacada en llanto, deseando no sentirme más de esta manera tan horrible y queriendo que el mundo se apague a mi alrededor. Esta soledad y este vacío me está matando, pero es más el dolor en mi alma que los deseos de afrontar una realidad cruel y juzgadora.

Quiero sentirme en paz, pero parece que eso nunca va a suceder…

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP