El silencio que se forma entre nosotros luego de esa explosión es largo y denso. Quisiera responder a algo, pero sus palabras calaron duro en mí.
Sí, soy huraña. Sí, soy bastante solitaria y eso da tanta pena incluso para mí misma. Sí, soy ignorante, desconozco muchas cosas, y eso lo incluye a él. Sí, descubrí que soy sarcástica con su presencia, porque en el pasado no me atrevía a pronunciar cualquier pensamiento por más mínimo que fuera. Y sí, me importan mis perros por encima de todo, porque son los únicos en todo este maldito mundo que no me miran de esa manera que tanto me disgusta. Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo, pero lo hacen, y es justo por esa razón que me aislé del mundo. No podía con los señalamientos, con ese juzgamiento desconocido de mi situación. Es por eso que me mantengo lejos de toda la humanidad, incluso hasta de mis propios padres y hermanos, porque no soporto que las personas me impongan, me señalen o me juzguen. Sé que llevo una vida miserable y en solitario, pero es mi vida y así me gusta. Mi paz no la comparto con nadie por más que llore en las noches, queriendo que la vida hubiese sido diferente para mí o simplemente anhelando un abrazo sincero. Y no pienso permitir que un desconocido venga a arruinar todo mi proceso de sanación, aunque, en algunas ocasiones, piense que mi alma nunca va a sanar. No me gusta mostrarme débil, una vez lo fui y me pisotearon tanto que perdí mi dignidad y mi valor y al día de hoy aún no los encuentro. Pero, m*****a sea, esa debilidad tiende a fluir cuando menos la espero y lo único que puedo sentir es rabia conmigo misma, rabia por ser tan débil y dejar que unas simples palabras de un desconocido me afecten como lo hacen. —Lo siento, Abby, lo siento tanto —es él quien rompe el silencio, mirándome con un dejo de culpa—. No quise decir nada de lo que dije, pero lo hice y ahora me siento muy avergonzado contigo, con la única persona que me ha ayudado cuando pensé que iba a morir. Por favor, discúlpame. Me estoy dejando llevar por la desesperación, por el hecho de no saber nada, por el miedo latente de lo que pueda pasar, por la frustración… por infinidad de cosas que me dan vueltas en la cabeza y me tienen a punto de enloquecer, aunque como me sienta, no justifica que deba desquitarme con las personas. Lo siento, de verdad, pero entiende que necesito volver y hacerme cargo de un país entero, mostrar una entereza que ya no poseo y demostrarle a quien me quiere ver muerto que soy de acero y que no podrán nunca conmigo. Mi pueblo me necesita, millones de personas me dieron su confianza y yo no los pienso defraudar. Trago ese nudo que se formó en mi garganta con sus palabras y le doy una sonrisa poco sincera y que debe parecer más una mueca. Necesito aire, salir de este espacio tan reducido que siento que me roba el oxígeno. —No pasa nada, no hay nada que sentir ni disculpar, después de todo, no dices más que la verdad. Soy solitaria, ignorante y así me gusta. Además, me importa muy poco quién es el presidente del país, porque sí, solo me importan mis perros y mi yegua —digo con una calma que no siento, pero firme en no mostrarme débil ante nadie—. Lo mejor será que te lleve al pueblo, con algún oficial de policía, ellos allá te podrán ayudar mejor que yo. —Oh, no, tú me has ayudado mucho y te lo agradezco demasiado. Yo… —suspira—. La cagué, sé que lo hice en medio de mi frustración, pero no puedo marcharme de aquí por ahora. En este momento solo confío en una sola persona, y esa eres tú. —No sé si sea correcto que sigas aquí. No quiero problemas y tal parece que tú tienes mucho de ellos… Me toma de las manos sin verlo venir, y cometo el terrible error de levantar la cabeza y mirar esos ojos grises que parecen negros en este momento. En su mirada hay un caos, se puede ver el miedo y la frustración a través de sus bonitos ojos. —Perdóname, no quise ser grosero. Lo último que quería era hacerte sentir mal —aprieta mis manos con firmeza—. Por favor, permíteme quedarme unos días más… al menos hasta que pueda ponerme en contacto con mi secretario o el consejero. —Espero que tres días sean suficientes, porque de no ser así, te llevaré hasta el pueblo con la policía… eso fue lo que debí hacer desde un principio —mascullo eso último entre dientes, liberándome de su agarre y apresurándome a salir de ese lugar tan asfixiante. Escucho que me llama, pero necesito aire y pensar, por lo que ignoro lo que sea que vaya a decirme más y salgo de la casa a toda prisa. Tomo una profunda bocanada de aire y camino a paso apresurado hacia el establo. Trinity sabrá levantar mis ánimos, ella siempre logra que mi mente se disipe y que las cosas malas se desvanezcan con el viento así sea por escasos minutos. Llego con ella y recuesto mi cabeza de la suya, acariciando su lomo con suavidad y susurrando lo bonita que es y la falta que me ha hecho salir a pasear con ella. —¿También me extrañaste? —inquiero y Trinity relincha, como queriéndome decir que sí—. Lo sé, yo también, pero todo es culpa de ese malagradecido con ínfulas de presidente... Por culpa de ese hombre no pude venir a pasear contigo, pero eso ahora va a cambiar. Así se esté muriendo, primero serás tú, Kansas y Nerón. Debí dejarlo morir y que los buitres se lo comieran… La acaricio un poco más antes de alistar todo lo que necesito para ensillar mi yegua. Teniendo todo, la preparo correctamente como cada día y, una vez está lista, me subo a ella y tomo las riendas con ambas manos y empiezo a cabalgar. El trote de Trinity es apresurado al comienzo, tal como me gusta, haciendo que el viento golpee mi rostro y la adrenalina me recorra todo el cuerpo. Y, así, sintiéndome libre, permito que las lágrimas que estaba conteniendo salgan sin más y se vayan de mí a la misma velocidad con la que corre Trinity. Hace mucho no me siento de esta manera tan miserable, haciéndome cuestionar mis propias decisiones e incluso este ritmo de vida que elegí hace años y pensé que sería bueno para mí. Pero con el paso del tiempo me siento más sola que nunca. Si bien elegí vivir alejada del mundo entero, eso no quiere decir que sea feliz. Por lo contrario, la desdicha cada día me persigue, haciéndome recordar que siempre seré prisionera. Y hoy, un desconocido, confirmó que no soy más que una mujer solitaria, con miedo a vivir, con horribles pesadillas que teme volver a experimentar y deseando haber muerto en algún punto de mis desgracias. Hoy, ese desconocido, me hizo retroceder en el tiempo y me hizo sentir tan vulnerable, señalada y juzgada como cuando estuve de pie ante un tribunal y muchos me señalaron, diciéndome que yo tuve la culpa por permitir que un hombre me maltratara y fui aún más culpable por dejarme corroer por el odio y hacer justicia por mi propia mano. Lloro sin poder contenerme, lo hago como una pequeña que se ha perdido y no encuentra el camino a casa, con sus padres, pero sabiendo que nunca obtendrá ese amor que tanto añora. Me detengo en algún punto del camino y recuesto mi cuerpo sobre Trinity, atacada en llanto, deseando no sentirme más de esta manera tan horrible y queriendo que el mundo se apague a mi alrededor. Esta soledad y este vacío me está matando, pero es más el dolor en mi alma que los deseos de afrontar una realidad cruel y juzgadora. Quiero sentirme en paz, pero parece que eso nunca va a suceder…~JACK~Desde que era tan solo un niño deseé ser reconocido, que el mundo entero me reconociera por donde sea que pasara, que me vieran y supieran mi nombre, que se sintieran orgullosos y agradecidos de mí, que me quisieran y me trataran con amor y respeto.Era ambicioso incluso para ser tan solo un chiquillo, pero era mi sueño convertirme en un hombre grande e importante, y ser el presidente de mi país, era un sueño sumamente lejano, casi inalcanzable como las estrellas. Quizás era muy soñador, eso era la que mi madre me decía, pero sinceramente deseaba demasiado, si fuera posible, lo deseaba todo en la vida.A medida que fui creciendo, mi sueño por igual lo hizo. Estudié a más no poder, sacrifiqué horas de sueño y momentos en familia y amigos para prepararme. Cuando me gradué, lo hice con honores, haciendo que todo mis esfuerzos y sacrificios valieran la pena. Fui un estudiante modelo, el mejor del curso y un hombre con sus ideales claros.La política no es nada fácil, siempre habrá
Es extraño despertar y que Abby junto a los dos hermosos huskys no vengan a mi habitación. Ella, todos estos días, entraba y me preguntaba cómo estaba, me cambiaba los apósitos por unos nuevos e incluso se molestaba en traerme el desayuno. Se aseguraba de que la herida no estuviera infectada, de que no tuviera fiebre o presentara dolor intenso.Sí, es demasiado extraño que no esté cuidando de mí, pero la entiendo, fui un patán con ella, un reverendo imbécil, así que es entendible que me quiera fuera de su casa y su vida cuanto antes.Aún así, sigue siendo extraño no estar bajo sus cuidados. Pero más extraño es como que no se siente nada bien… para nada.Me levanto de la cama y me aseo, después, como puedo, me cambio por mi cuenta los apósitos y me tomo los antibióticos que me dejó en algún momento sobre la mesita de noche.Quiero salir y hablar con ella, pero aún debe estar molesta, por lo que prefiero no terminar de cagarla con ella. Quizás, cuando su enojo baje, podamos hablar con m
ABBY~He sido de poco enfermar, pero cuando el mal me ataca, es como si lo hiciera con toda la intención de destruirme en su totalidad.Ciertamente no pensé que me daría un fuerte resfriado luego de permanecer bajo la lluvia por largas horas hace días y tampoco ayudó el hecho de tener que bañarme con agua fría fuera de la casa luego de quitarle todo el lodo a Nerón por enésima vez en el mes.Lo único bueno es que mi casa no sufrió ningún daño y mi baño sigue intacto y sin rastros de lodo. Pero yo, yo me siento como la mismísima mierda, como si un camión me hubiese pasado por encima.Me duele todo el cuerpo e incluso hasta los huesos. La cabeza me palpita dolorosamente y me cuesta mantener los ojos abiertos, la garganta me arde y tengo este horrible malestar general impidiendo que me levante de la cama. No he dejado de estornudar, es como si a cada instante me pasaran una pluma por la nariz que me genera muchas cosquillas. Es desagradable y muy asqueroso la cantidad de moco que me ha s
El sol se asoma y tiñe de colores el cielo azul oscuro. El amanecer es uno de los tantos espectáculos que me encanta contemplar; ver el cielo siempre ha sido terapéutico para mí, allí con tanta quietud e inmensidad encuentro un poco de sosiego, una paz que no puedo explicar.Un tono amarillo se mezcla con las nubes blancas y el azul, haciendo que frente a mis ojos se despliegue una gama de colores único y hermoso y que capturo en mi mente mientras bebo a sorbos cortos y lentos una taza de café. Cierro los ojos por un instante, disfrutando del momento de paz, pero, inevitablemente, recuerdos invaden mis pensamientos y siento que en cualquier instante tendré un ataque de ansiedad. La sangre en mis manos se vuelve tan espesa y es tan roja que, por más que intente limpiarlas, ella parece haberse quedado adherida a mi piel para siempre. Por más que me lave las manos, nunca podré limpiarme de aquel líquido repugnante. Mi respiración se acelera, siento como los latidos de mi corazón van e
Ver toda esa sangre me paraliza de pies a cabeza, me trae el recuerdo de lo que pasó hace años. Me hace sentir tan ansiosa como lo están mis fieles compañeros. ¿Por qué me persigue este tipo de situaciones? Pero, en especial, ¿de dónde salió ese hombre? ¿Cómo es posible que haya aparecido aquí, en medio de la nada y con heridas de gravedad?¿Habrán dejado el cuerpo aquí tirado? La sola idea me provoca escalofríos y me entra un miedo terrible de que alguien esté por ahí, vigilando a la distancia, asegurándose de que el hombre en cuestión no se vaya a levantar. Tanto Kansas como Nerón no dejan de ladrar alrededor del cuerpo, pero yo soy incapaz de moverme de mi lugar y acercarme y verificar si está muerto o vivo. Debería llamar a la policía y dar aviso; sin embargo, no cuento con un teléfono, además de que muy en el fondo me da miedo avisarles y que me señalen a mí como la responsable. Volver a la cárcel nunca será una opción. Si conseguí mi libertad fue porque mi abogada apeló y m
No sé cómo lo logré, pero conseguí entrar al hombre desconocido a mi casa. Desde que se desmayó no ha despertado ni una vez y empiezo a cuestionarme si hice bien en no llevarlo a un hospital. He estado dándole vueltas todo el día, viendo si aún respira o si se despierta y necesita algo, pero él parece haber entrado en un estado de coma que me aterra y me mantiene en vilo. Debí llevarlo a un hospital; sin embargo, aún recuerdo la expresión de terror que puso cuando lo mencioné. Quizás por eso no lo llevé, porque me convenció de que, probablemente, existía la posibilidad de que terminaran con su vida. Lo que me lleva a deducir que, en efecto, este hombre está metido en algo turbio y peligroso, algo que yo no debería indagar, porque podría terminar en sus mismas condiciones. A ti no te tiran a matar de la noche a la mañana y solo porque sí, ¿verdad? Mi lado paranoico me recrimina por ayudarle, pero mi lado más humano jamás lo hubiera dejado a su suerte, abandono y malherido. Tantas v
Luego de darle la sopa que le preparé, dejo que el hombre descanse y recobre un poco más de energía.Antes de ir a mi habitación, me aseguro que esté bien, que no esté sangrando o prendido en fiebre. Pero en aspecto se ve mucho mejor y su piel ya no se siente tan caliente cuando la toco.Cansada, me dirijo hacia mi habitación y me doy un baño largo y tibio que me quite todo el estrés del día. Hace mucho que no me preocupo por nada más que no sea cultivar maíz y cuidar de mis animales. En realidad, hace mucho que no tenía un contacto tan prolongado con otra persona. Desde ese día… desde la cárcel… Sacudo la cabeza, no es momento para dejarme llevar por esos malos recuerdos.Hoy soy libre, tengo lo que quiero y me siento bien estando aquí, lejos del mundo entero. Salgo envuelta en una toalla y Kansas y Nerón me dan la bienvenida ocupando toda la cama. Sonrío, una sonrisa genuina y real, después de todo, mis perros lo son todo para mí. Ellos son la compañía que necesito, me hacen tan f
Lo contemplo por largos segundos en silencio. ¿Es que acaso sí lo conozco y no recuerdo?Imposible. Un hombre así, con ese porte, con esa voz tan masculina, esos pectorales y brazos bien fornidos, esa mirada tan profunda y bonita y toda esa buena delantera es imposible de olvidar.—Estoy cien por ciento segura de que no te conozco. Abre la boca con toda la intención de decirme algo, pero sacude la cabeza con fuerza, dejando los platos nuevamente en la mesita junto a la cama. —Estás bromeando, ¿no es cierto? Todo el mundo, y digo el mundo entero, sabe quién soy yo. —Bueno, debo pertenecer a ese pequeño porcentaje del mundo que ignora quién eres —refuto.—No es posible —ríe, ahora sí con algo de gracia—. Soy el presidente de este país, Jack Russell. ¿Cómo es posible que no sepas quién soy? Lo miro desconcertada por un segundo antes de explotar en risas. Desde luego, y yo debo ser alguna princesa que se perdió o tiraron al mar. —¿No me crees? —inquiere, entrecerrando los ojos y luc