El sol se asoma y tiñe de colores el cielo azul oscuro. El amanecer es uno de los tantos espectáculos que me encanta contemplar; ver el cielo siempre ha sido terapéutico para mí, allí con tanta quietud e inmensidad encuentro un poco de sosiego, una paz que no puedo explicar.
Un tono amarillo se mezcla con las nubes blancas y el azul, haciendo que frente a mis ojos se despliegue una gama de colores único y hermoso y que capturo en mi mente mientras bebo a sorbos cortos y lentos una taza de café. Cierro los ojos por un instante, disfrutando del momento de paz, pero, inevitablemente, recuerdos invaden mis pensamientos y siento que en cualquier instante tendré un ataque de ansiedad. La sangre en mis manos se vuelve tan espesa y es tan roja que, por más que intente limpiarlas, ella parece haberse quedado adherida a mi piel para siempre. Por más que me lave las manos, nunca podré limpiarme de aquel líquido repugnante. Mi respiración se acelera, siento como los latidos de mi corazón van en aumento a medida que las imágenes distorsionadas me atacan sin parar, volviéndose más claras y acusándome en medio de tanto silencio. Sí, cometí un delito. Sí, asesiné a un ser humano. Sí, probablemente estaré condenada de por vida. Pero hay algo que jamás podré cambiar, y es el hecho de que no siento arrepentimiento alguno. Lo hice por mí, o de lo contrario, hubiese muerto yo. Años después sigo pensando lo mismo. Si no me hubiera defendido aquella noche, yo estaría muerta, pero mi instinto de supervivencia afloró como nunca lo había hecho y, aunado a eso, años de sufrimiento, llanto y dolor hicieron que actuara sin pensarlo y acabara con la vida del que decía amarme. Era una chica tonta e ingenua que creyó en las palabras dulces del primer hombre que conoció. Dejé que me calentaran el oído, como solía decir mi madre, y cometí el peor error de toda mi vida. Me casé jovencita con un hombre que me doblaba en edad, pero para entonces él era como un príncipe azul, un hombre sacado de un cuento de hadas, alguien perfecto. Dulce, atento, amoroso, protector. Era todo lo que cualquier mujer podría desear y yo me sentía tan afortunada de que me hubiera elegido a mí como su mujer entre tantas, pero como todo cordero que se ve manso y tierno, un verdadero lobo monstruoso habitaba detrás de esa máscara. Pensé tontamente que él me amaba, después de todo, era lo que me decía cada día en medio de mis súplicas, pero ahora comprendo que el que ama jamás te haría daño. Una sonrisa agridulce se dibuja en mi rostro ante los recuerdos. Cada golpe y cada insulto son como un puñal en mi corazón, pero no más que las palabras que él me decía. «Te lo tienes merecido por llevarme la contraria». «Si dejaras de provocarme, no tendría que llegar a esto». «Si me dieras un hijo, todo sería tan diferente, pero no sirves ni siquiera para engendrar». «Eres una inservible». Siempre me hizo ver cómo la culpable, y lo repetía tanto, que hasta me lo llegué a creer. Era una completa sumisa. Edward había doblegado mi voluntad por completo y yo siempre buscaba justificar sus malos tratos con promesas que a juro me trataba de convencer a mí misma. Me quitó tanto, incluso ahora que está muerto me sigue robando la poca vida y paz que me queda. Aún permito que me siga controlando, porque aún, por más que me niegue a aceptarlo, aún le tengo miedo. —Basta, Abby, él está muerto —me reprocho, dejando la taza de café a medio tomar sobre la encimera de la cocina. De repente se me quitaron las ganas de todo—. Está muerto y no volverá nunca más a lastimarme ni mucho menos a cohibirme. Contemplo el campo y el cielo frente a mis ojos, respirando hondo y apartando de mi mente todos esos malos recuerdos que lo único que hacen es envenenar mi corazón, llenarlo de odio, pero también hacerme sentir miserable. Decido que es suficiente pensar en el pasado y me dirijo a mi habitación para tomar una ducha refrescante y empezar con mi día. Hoy tengo mucho que hacer en el establo, así que no puedo seguir torturando mi mente con sucesos del pasado. No tardo demasiado tiempo en el baño, si dentro de un par de minutos estaré hecha un desastre. Me pongo mis pantalones más viejos, unas botas vaqueras que me llegan hasta las rodillas y una blusa que no me permita transpirar tanto. Recojo mi cabello en una coleta a lo alto de mi cabeza y no me preocupo en lo más mínimo en usar maquillaje, no es necesario y tampoco es que me guste usarlo. Una vez lista, me encamino hacia mis deberes, como siempre, acompañada de mis únicos y fieles compañeros: Nerón y Kansas, pero me doy cuenta al instante que Nerón no está por ningún lado, así que me detengo en medio del caminillo y echo un corto vistazo a mis alrededores. —¿En dónde se metió tu hermano esta vez? —le pregunto a la Husky a mi lado, cual me mira como si me estuviera respondiendo que no tiene ni la menor idea dónde está—. Solo espero que no esté revolcándose en el lodo esta vez, porque juro que no lo dejaré entrar a la casa. La semana pasada, el adorable Husky, se revolcó en el lodo e hizo un completo desastre en toda la casa. Pero lo peor fue cuando lo intentaba bañar; entre sus aullidos, dramas y desesperación por liberarse, el baño quedó hecho un desastre al igual que toda mi humanidad. —¡Nerón! —lo llamo, pero no aparece—. ¿Dónde estás, amigo? Antes de que pueda volver a llamarlo, sus ladridos resuenan a lo lejos del campo, haciéndome fruncir el ceño. Por lo general, ninguno de los dos perros se alejan demasiado si no están conmigo. Y tampoco les gusta salir a pasear por los alrededores ellos solos. Kansas entra en alerta, como si intuyera que algo está mal y sale a correr en dirección a los ladridos. Regreso rápidamente a la casa y busco mi arma antes de salir y seguir a Kansas. No me gusta tener que cargarla, se siente tan pesada y me trae tan malas sensaciones y recuerdos, pero aquí, en un lugar remoto, siempre se debe estar precavido. No hace falta que quieran entrar a robar. Sigo a la Husky por todo el sembrado de maíz, casi perdiéndola de vista por las altas plantaciones, pero aún puedo seguirla ya que no ha dejado de ladrar al igual que Nerón. No sé qué los tienen tan revueltos y ansiosos, por eso apresuro el paso para saber lo que está pasando, pero mis pies quedan congelados al llegar al final del campo y, entre las parcelas, ver un cuerpo tendido en un charco de sangre. Hay un hombre en medio del campo, herido… y lo que creo yo, probablemente muerto por la cantidad de sangre que lo rodea y lo inmóvil que se encuentra.Ver toda esa sangre me paraliza de pies a cabeza, me trae el recuerdo de lo que pasó hace años. Me hace sentir tan ansiosa como lo están mis fieles compañeros. ¿Por qué me persigue este tipo de situaciones? Pero, en especial, ¿de dónde salió ese hombre? ¿Cómo es posible que haya aparecido aquí, en medio de la nada y con heridas de gravedad?¿Habrán dejado el cuerpo aquí tirado? La sola idea me provoca escalofríos y me entra un miedo terrible de que alguien esté por ahí, vigilando a la distancia, asegurándose de que el hombre en cuestión no se vaya a levantar. Tanto Kansas como Nerón no dejan de ladrar alrededor del cuerpo, pero yo soy incapaz de moverme de mi lugar y acercarme y verificar si está muerto o vivo. Debería llamar a la policía y dar aviso; sin embargo, no cuento con un teléfono, además de que muy en el fondo me da miedo avisarles y que me señalen a mí como la responsable. Volver a la cárcel nunca será una opción. Si conseguí mi libertad fue porque mi abogada apeló y m
No sé cómo lo logré, pero conseguí entrar al hombre desconocido a mi casa. Desde que se desmayó no ha despertado ni una vez y empiezo a cuestionarme si hice bien en no llevarlo a un hospital. He estado dándole vueltas todo el día, viendo si aún respira o si se despierta y necesita algo, pero él parece haber entrado en un estado de coma que me aterra y me mantiene en vilo. Debí llevarlo a un hospital; sin embargo, aún recuerdo la expresión de terror que puso cuando lo mencioné. Quizás por eso no lo llevé, porque me convenció de que, probablemente, existía la posibilidad de que terminaran con su vida. Lo que me lleva a deducir que, en efecto, este hombre está metido en algo turbio y peligroso, algo que yo no debería indagar, porque podría terminar en sus mismas condiciones. A ti no te tiran a matar de la noche a la mañana y solo porque sí, ¿verdad? Mi lado paranoico me recrimina por ayudarle, pero mi lado más humano jamás lo hubiera dejado a su suerte, abandono y malherido. Tantas v
Luego de darle la sopa que le preparé, dejo que el hombre descanse y recobre un poco más de energía.Antes de ir a mi habitación, me aseguro que esté bien, que no esté sangrando o prendido en fiebre. Pero en aspecto se ve mucho mejor y su piel ya no se siente tan caliente cuando la toco.Cansada, me dirijo hacia mi habitación y me doy un baño largo y tibio que me quite todo el estrés del día. Hace mucho que no me preocupo por nada más que no sea cultivar maíz y cuidar de mis animales. En realidad, hace mucho que no tenía un contacto tan prolongado con otra persona. Desde ese día… desde la cárcel… Sacudo la cabeza, no es momento para dejarme llevar por esos malos recuerdos.Hoy soy libre, tengo lo que quiero y me siento bien estando aquí, lejos del mundo entero. Salgo envuelta en una toalla y Kansas y Nerón me dan la bienvenida ocupando toda la cama. Sonrío, una sonrisa genuina y real, después de todo, mis perros lo son todo para mí. Ellos son la compañía que necesito, me hacen tan f
Lo contemplo por largos segundos en silencio. ¿Es que acaso sí lo conozco y no recuerdo?Imposible. Un hombre así, con ese porte, con esa voz tan masculina, esos pectorales y brazos bien fornidos, esa mirada tan profunda y bonita y toda esa buena delantera es imposible de olvidar.—Estoy cien por ciento segura de que no te conozco. Abre la boca con toda la intención de decirme algo, pero sacude la cabeza con fuerza, dejando los platos nuevamente en la mesita junto a la cama. —Estás bromeando, ¿no es cierto? Todo el mundo, y digo el mundo entero, sabe quién soy yo. —Bueno, debo pertenecer a ese pequeño porcentaje del mundo que ignora quién eres —refuto.—No es posible —ríe, ahora sí con algo de gracia—. Soy el presidente de este país, Jack Russell. ¿Cómo es posible que no sepas quién soy? Lo miro desconcertada por un segundo antes de explotar en risas. Desde luego, y yo debo ser alguna princesa que se perdió o tiraron al mar. —¿No me crees? —inquiere, entrecerrando los ojos y luc
Han pasado varios días y aún, el que dice ser el presidente, no ha logrado contactarse con el supuesto jefe de seguridad, su secretario o algún miembro de su gabinete. Lo he visto frustrado y preocupado, la mayor parte del tiempo en silencio y envuelto en sus pensamientos, pero no dice nada y sigue insistiendo en comunicarse con alguna persona de La Casa Blanca.Por mi parte, no le creo ni una sola palabra. Tendría que ser una ignorante y una estúpida —y mira que hace mucho dejé de serlo—, como para creer semejante barbaridad. Si fuera el presidente, este sería el último lugar en la tierra donde estuviese. Hay algo que está ocultando y deseo saber, pero algo me dice que no me deje arrastrar por esa curiosidad o me podría ir muy mal. Es mejor perder la vida que indagar en cosas que no me conciernen. Prefiero no decirle nada con respecto a ese tema, pero a veces me resulta imposible no hacerle una que otra broma y, aunque me mira serio e indignado, algunas veces termina sonriendo. He d
El silencio que se forma entre nosotros luego de esa explosión es largo y denso. Quisiera responder a algo, pero sus palabras calaron duro en mí.Sí, soy huraña.Sí, soy bastante solitaria y eso da tanta pena incluso para mí misma.Sí, soy ignorante, desconozco muchas cosas, y eso lo incluye a él.Sí, descubrí que soy sarcástica con su presencia, porque en el pasado no me atrevía a pronunciar cualquier pensamiento por más mínimo que fuera.Y sí, me importan mis perros por encima de todo, porque son los únicos en todo este maldito mundo que no me miran de esa manera que tanto me disgusta.Sus palabras no deberían afectarme en lo más mínimo, pero lo hacen, y es justo por esa razón que me aislé del mundo. No podía con los señalamientos, con ese juzgamiento desconocido de mi situación. Es por eso que me mantengo lejos de toda la humanidad, incluso hasta de mis propios padres y hermanos, porque no soporto que las personas me impongan, me señalen o me juzguen.Sé que llevo una vida miserabl
~JACK~Desde que era tan solo un niño deseé ser reconocido, que el mundo entero me reconociera por donde sea que pasara, que me vieran y supieran mi nombre, que se sintieran orgullosos y agradecidos de mí, que me quisieran y me trataran con amor y respeto.Era ambicioso incluso para ser tan solo un chiquillo, pero era mi sueño convertirme en un hombre grande e importante, y ser el presidente de mi país, era un sueño sumamente lejano, casi inalcanzable como las estrellas. Quizás era muy soñador, eso era la que mi madre me decía, pero sinceramente deseaba demasiado, si fuera posible, lo deseaba todo en la vida.A medida que fui creciendo, mi sueño por igual lo hizo. Estudié a más no poder, sacrifiqué horas de sueño y momentos en familia y amigos para prepararme. Cuando me gradué, lo hice con honores, haciendo que todo mis esfuerzos y sacrificios valieran la pena. Fui un estudiante modelo, el mejor del curso y un hombre con sus ideales claros.La política no es nada fácil, siempre habrá
Es extraño despertar y que Abby junto a los dos hermosos huskys no vengan a mi habitación. Ella, todos estos días, entraba y me preguntaba cómo estaba, me cambiaba los apósitos por unos nuevos e incluso se molestaba en traerme el desayuno. Se aseguraba de que la herida no estuviera infectada, de que no tuviera fiebre o presentara dolor intenso.Sí, es demasiado extraño que no esté cuidando de mí, pero la entiendo, fui un patán con ella, un reverendo imbécil, así que es entendible que me quiera fuera de su casa y su vida cuanto antes.Aún así, sigue siendo extraño no estar bajo sus cuidados. Pero más extraño es como que no se siente nada bien… para nada.Me levanto de la cama y me aseo, después, como puedo, me cambio por mi cuenta los apósitos y me tomo los antibióticos que me dejó en algún momento sobre la mesita de noche.Quiero salir y hablar con ella, pero aún debe estar molesta, por lo que prefiero no terminar de cagarla con ella. Quizás, cuando su enojo baje, podamos hablar con m