Viendo a los demás retroceder asustados, Faustino sonrió con los labios apretados.—Dijeron que el perdedor tendría que arrodillarse, pedir perdón y pagar un millón. ¿Y bien? Es hora de cumplir.Lisy y los demás enmudecieron. ¿De dónde iban a sacar tanto dinero? ¡Ni siquiera tenían cien mil, mucho menos un millón!Diego, aterrorizado por la paliza recibida, empezó a preocuparse. Si no pagaban, ¿Faustino volvería a golpearlo? Olvidándose de Alberto, se acercó desesperado a los demás.—¡Arrodíllense y pidan perdón, rápido! ¡Y paguen!—gritó—. ¡Si no lo hacen, ni siquiera necesitaré que Faustino intervenga, yo mismo me encargaré de ustedes!Las expresiones de todos se contorsionaron aún más. Conocían bien las habilidades de Diego, y si Faustino lo había derrotado con tanta facilidad, acabar con ellos sería pan comido. Tenían que actuar rápido si no querían terminar golpeados.Lisy fue la primera en reaccionar, mirando a Faustino con una sonrisa forzada.—Faustino, esto es un malentendido. S
—Faustino, esto es todo lo que tenemos, solo ciento cincuenta mil—suplicó Lisy.—Por favor, perdónanos solo esta vez.Adrián y Alberto, aunque llenos de rabia, también se arrodillaron. La humillación casi los volvía locos.La ira de Faustino se había disipado. Con desdén, tomó la tarjeta y la arrojó al embalse.—No me interesa su dinero sucio. ¡Más les vale comportarse de ahora en adelante! Si vuelven a molestarme, no seré tan benevolente. ¡Ahora lárguense!El grupo suspiró aliviado y se dispuso a huir con el rabo entre las piernas. No tenía sentido quedarse y seguir humillándose.Pero entonces, la voz de Diego los detuvo.—Alberto, desde ahora dejas de ser mi discípulo. ¡No quiero tener nada que ver contigo!Alberto tembló de rabia, pero se marchó sin decir palabra.Para sorpresa de todos, Diego se agarró a las piernas de Faustino.—¡Maestro, su técnica es extraordinaria! ¡Acépteme como discípulo!—Había echado a Alberto para congraciarse con Faustino.—¿Discípulo? No bromees, no sé ar
—¡Bah!, ¡maldito, seguro que no traes buenas intenciones!Larisa, con las mejillas sonrojadas, abrazó el brazo de Faustino.Cuando regresaron al consultorio…—¡Faustino… has vuelto, qué bueno!Victoria, que estaba cocinando, se sorprendió al ver a Faustino y se emocionó mucho. Pero no supo cómo expresarse, y durante un buen rato no dijo nada.Faustino, viéndola así, se acercó con una sonrisa.—Victoria, ya regresé, no te preocupes más.Victoria tardó un rato en calmar su emoción y sonrió.—Me alegro de que estés de vuelta. Ve a descansar un poco, la comida estará lista enseguida. Cenaremos en un rato.Una hora después…Mirando la mesa llena de comida, Faustino comió con especial deleite, sintiendo una profunda gratitud. Qué bueno era estar en casa. Si realmente hubiera muerto, no sabía cuánto sufrirían todas estas personas que se preocupaban por él.Después de cenar…Todos se preparaban para descansar, pero Larisa, sonrojada, llevó directamente a Faustino al coche.—Esa chica no tiene
No cesaron hasta que el cielo comenzaba a clarear. Larisa, exhausta pero plenamente satisfecha, se quedó profundamente dormida. Faustino, por su parte, tuvo la rara oportunidad de dormir plácidamente.Al mediodía…—¡Faustino, Larisa, vengan a comer!—Victoria, con su habitual dulzura, había preparado la comida y despertó a Faustino. Faustino y Larisa, bostezando, se dirigieron al consultorio.Faustino sentía un poco de pena. Aunque había triunfado ampliamente en sus —ejercicios— con Larisa la noche anterior, la falta de descanso la había dejado agotada. Sin embargo…Al ver a Rosalba y Lara con ojeras, se quedó atónito.—¡Rosalba, Lara! ¿Qué les pasa a sus ojos?—Él no había molestado a esas dos mujeres anoche, ¿por qué no habían descansado bien?Mientras Faustino reflexionaba sobre esto, las dos mujeres le lanzaron una mirada fulminante.Los gemidos de Larisa habían sido constantes durante toda la noche. Parecía que no le importaba si se le iba a dañar la garganta, como si quisiera pre
—¿Qué? Victoria, eres demasiado sensible.”Faustino, al ver el ceño fruncido de Victoria, sintió un poco de culpa. Rápidamente abrió la ventanilla del coche y aceleró para que entrara mucho aire. ¡Si Victoria se daba cuenta de algo, sería malo!—Victoria, vamos rápido.”—Además de las semillas, podemos comprar algunas verduras. ¡Si no, no estarán frescas !Faustino inventó una excusa.—Sí, ya casi no quedan verduras en casa.”Victoria, sin sospechar nada, asintió con la cabeza.Faustino respiró aliviado. En menos de media hora, llegaron al mercado del pueblo.—Faustino, ¿por qué no compras algunas herramientas agrícolas para plantar?”—Yo iré a comprar las verduras y las semillas. Así no perdemos tiempo.”Victoria sugirió al bajarse del coche.—De acuerdo, entonces, Victoria, me voy.”Faustino, sin pensarlo mucho, asintió.Saltó del coche y fue a la otra parte del mercado. Sin embargo…Faustino y Victoria no se dieron cuenta…En cuanto bajaron del coche, varios matones estaban mirando
—¡Hoy, sin importar quién sea tu padre, voy a darte la lección que él debió darte! —rugió Faustino antes de lanzarse contra el pandillero.La furia ardía en su interior y no mostró ni un ápice de piedad. En menos de cinco minutos, el joven aullaba de dolor, con el rostro cubierto de sangre y lágrimas mezcladas.—¡Están golpeando al jefe! —los otros pandilleros observaban paralizados, incapaces de creer que su líder Mateo, el hijo del alcalde del pueblo, pudiera acabar así.Sin detenerse a pensar por qué este hombre se atrevía a tanto, sacaron inmediatamente sus teléfonos para pedir ayuda. Si algo grave le ocurría a Mateo, ellos también sufrirían las consecuencias.Mientras Faustino continuaba propinando golpes con entusiasmo, los espectadores que inicialmente disfrutaban del espectáculo se alarmaron al ver las llamadas telefónicas.—¡Joven, ya basta! Ya te has desahogado, ¡mejor márchate ahora! —gritó uno de ellos.—¡Sí! ¡No puedes meterte con él, es el hijo del alcalde! —advirtió otro
—¡¿Qué demonios dices?!—gritó Mateo, poniéndose rojo de la furia al escuchar las palabras de Faustino. Criado en una cuna de oro, siempre había salido con la suya, y jamás se había sentido tan humillado.— ¿Quieres que me arrepienta? ¡Ni de broma! ¡Eres un malcriado sin educación!Faustino, viendo la actitud desafiante de Mateo, se abalanzó sobre él y le propinó una paliza brutal. Mateo no pudo defenderse. Fue entonces cuando…Desde la distancia, se escuchó una voz airada:—¡Alto! ¡Qué descaro! ¡Te atreves a golpear a alguien en plena calle? ¿No hay ley en este pueblo? ¡A ver si te enteras de lo que te espera!Faustino se giró. Un hombre de mediana edad, con la mirada llena de ira, lo enfrentaba. Detrás de él, varios hombres que habían bajado de varias camionetas lo miraban con ganas de pelea.—… ¡Es Benjamín! —susurraron.Las señoras y señores que vendían sus productos en el mercado retrocedieron aterrorizados. Reconocieron al hombre: Benjamín, el alcalde del pueblo. No era alguien a
Benjamin miró a Faustino con desprecio.—Tú, ¿aún te atreves a acusarme? Primero deberías preocuparte por ti mismo…Benjamín no pudo terminar la frase. Sus ojos se abrieron con sorpresa. Faustino se había lanzado contra la multitud.Aunque los matones llevaban barras de hierro, contra Faustino eran inútiles. Faustino se movía entre ellos como un lobo entre ovejas, derribándolos a todos en cuestión de segundos.Los espectadores, al ver la escena, estallaron en aplausos. Faustino, con una sonrisa fría, se acercó a Benjamín.El alcalde, ya sin su arrogancia anterior, estaba aterrorizado, con el sudor frío resbalando por su frente.—Tú… ¿qué… qué vas a hacer?Faustino soltó otra carcajada fría.— ¿Qué voy a hacer? ¡Voy a darte una lección!Al ver el puño de Faustino caer sobre él, Benjamín, olvidando su dignidad, intentó esquivarlo, pero fue en vano. El golpe lo dejó sin aliento, a punto de desmayarse.—¡Te atreviste a golpearme?! ¡Soy un funcionario del gobierno! ¡Por atreverse a hacerme