Capítulo 322
—¡Hoy, sin importar quién sea tu padre, voy a darte la lección que él debió darte! —rugió Faustino antes de lanzarse contra el pandillero.

La furia ardía en su interior y no mostró ni un ápice de piedad. En menos de cinco minutos, el joven aullaba de dolor, con el rostro cubierto de sangre y lágrimas mezcladas.

—¡Están golpeando al jefe! —los otros pandilleros observaban paralizados, incapaces de creer que su líder Mateo, el hijo del alcalde del pueblo, pudiera acabar así.

Sin detenerse a pensar por qué este hombre se atrevía a tanto, sacaron inmediatamente sus teléfonos para pedir ayuda. Si algo grave le ocurría a Mateo, ellos también sufrirían las consecuencias.

Mientras Faustino continuaba propinando golpes con entusiasmo, los espectadores que inicialmente disfrutaban del espectáculo se alarmaron al ver las llamadas telefónicas.

—¡Joven, ya basta! Ya te has desahogado, ¡mejor márchate ahora! —gritó uno de ellos.

—¡Sí! ¡No puedes meterte con él, es el hijo del alcalde! —advirtió otro
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