La noche había caído, y el cielo sobre la ciudad estaba encapotado, como si incluso las estrellas se negaran a iluminar la oscuridad que envolvía a Luciano. De pie en su oficina, frente a la ventana que daba una vista amplia de la ciudad, su silueta se recortaba como una sombra implacable, un rey caído en una guerra personal.Su mirada estaba fija en las luces distantes, pero su mente era un torbellino de pensamientos oscuros, planes de venganza y estrategias. Ludovico, de pie a un lado de la habitación, lo observaba con preocupación. Sabía que cuando Luciano estaba en este estado, no había nada que lo pudiera detener.—Luciano, necesitamos un plan más estratégico —dijo Ludovico con cautela, sabiendo que un mal movimiento podría desatar la furia de su jefe—. Antonio tiene la ventaja ahora. No podemos lanzarnos a ciegas o podríamos perder todo.Luciano giró lentamente hacia él, sus ojos eran dos pozos oscuros de pura determinación y rabia contenida.—No me hables de estrategias, Ludovi
El frío de esta celda me cala hasta los huesos, y no sé si es por la humedad o por la sensación de desesperanza que intenta apoderarse de mí. Mi cuerpo está adolorido, cada movimiento es una punzada de dolor, pero mi mente, mi mente es lo único que no pueden quebrar. Mi espíritu arde con una sola llama: la certeza de que Luciano vendrá por mí.Pero tengo miedo. No del dolor, ni de la oscuridad de este lugar. Tengo miedo por él. Por lo que Antonio podría hacerle si logra arrastrarlo a esta trampa mortal. Luciano es fuerte, implacable, pero el amor que siente por mí podría ser su mayor debilidad, y eso es justo lo que Antonio está usando para destrozarnos.Me niego a dejar que el miedo me controle. Me obligo a recordar cada momento junto a Luciano, sus caricias, su voz, la manera en que sus ojos me hacen sentir segura incluso en el infierno más profundo. No importa cuántas veces Antonio intente quebrarme, no dejaré que me arrebate esa esperanza.La puerta de la celda se abre y ahí está
¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo es posible que Katrina, mi Katrina, ya no esté a mi lado?Cada segundo que ella pasa con él es como un puñal que se hunde cada vez más profundo en mi pecho. No puedo permitirlo, no puedo aceptarlo. Katrina me pertenece.Katrina era la pieza central de mi venganza. Mi plan era destruir a Antonio a través de ella, pero lo que nunca imaginé es que ella se convertiría en mi mayor tesoro.Antonio... él es el obstáculo que debo eliminar, una sombra que no puedo ignorar y que debe desaparecer cuanto antes.Necesito ser más inteligente, más astuto. Debo encontrar la manera de destruirlo sin que él siquiera se dé cuenta de lo que estoy haciendo. Para eso, necesito una ventaja, una pieza clave que me acerque a su talón de Aquiles."Laura."El nombre se desliza en mi mente como un veneno dulce. Laura, la caprichosa y ambiciosa hermana de Katrina.Katrina me había contado lo ambiciosa que era, y ahora usaría esa información a mi favor. Con Laura, puedo atraer a Anto
Nos encontrábamos en el territorio de Antonio. Ludovico había estado entrenando la mente de Laura durante semanas. Yo lo había observado de cerca, esperando algún signo de debilidad en ella, algo que pudiera hacer tambalear nuestro plan. Pero Laura resultó ser más ambiciosa de lo que imaginaba, dispuesta a todo por esos malditos cinco millones de dólares.Ella era el tipo de mujer que solo piensa en su bienestar. Alguien como ella no titubea ante la traición, ni siquiera si se trataba del hombre con quien dormía y compartía.—Tenemos todo listo —dijo Ludovico mientras estudiaba su iPad—, pero hay un problema.Me giré hacia él, impaciente. A estas alturas no necesitábamos más complicaciones.—¿Cuál es? —pregunté, frunciendo el ceño.—Ella sugiere ser golpeada. Dice que así su escape será más creíble —Ludovico me miró, y noté una sombra de disgusto en su rostro—. Quiere que la golpeen lo más brutal posible. Dice que él no se lo creerá si no hay heridas reales.Me crucé de brazos, sintie
Han sido semanas de tortura en este maldito lugar, de encerrarme en la oscuridad y la incertidumbre. Aún no sé qué está tramando Luciano pero de algo estoy segura: vendrá por mí. Me sacará de aquí.Mi vida se reduce a esta habitación, vigilada día y noche por hombres que solo me sacan para comer, y luego me encierran de nuevo. Estoy agotada, anémica; la comida últimamente me sienta mal.El plato frente a mí se ve apetitoso, pero no tengo ánimo. Suspiro, intento dar un bocado, pero el esfuerzo es inútil. Me levanto y miro al hombre que me observa sin apartar la vista.—No tengo apetito. No quiero desperdiciar la comida —le digo, tratando de contener el desprecio.—Te quiero vivita y coleando, muñequita —la voz de Antonio suena desde detrás de mí, como una serpiente deslizándose—. Si sigues sin comer, daré la orden de que te obliguen a hacerlo.La ira me consume. Camino hacia él, acercándome con pasos firmes.—Inténtalo, y te juro que seré capaz de cortarle un dedo a quien lo haga —le r
La noche es pesada, silenciosa, como si el mundo mismo contuviera el aliento. Miro a Katrina, su rostro pálido y ensombrecido, los labios entreabiertos, la respiración lenta pero constante mientras su cabeza yace en mis piernas y acaricio su cabello con suavidad. Ludovico maneja con rapidez sus dedos aprietan sobre el volante y puedo sentir su tensión. Cada disparo resuena aún en mi cabeza, un eco de los años de odio que he arrastrado. Katrina finalmente sin asco acabo con la vida de quien arruinó las nuestras.Al llegar al hospital, no nos detenemos en la entrada principal. He dejado claro que nos esperen por una puerta lateral, un acuerdo bajo la mesa, una ayuda discreta que nadie cuestionará. Al bajar, la tomo en brazos con cuidado, sintiendo el peso liviano de su cuerpo contra el mío, y el calor apenas perceptible que me asegura que sigue conmigo.—Tomen cuidado —murmuro, entregándola a los médicos que se apresuran a atenderla. Miro sus rostros: ¿saben ellos lo que ella ha pasad
La noticia me golpeó como una tormenta, implacable y despiadada. "Embarazada." Esa palabra resonaba en mi mente, cada vez más fuerte, ahogando todo lo demás. Sentía como si me hundiera en un sueño del que no podía despertar.Intenté respirar, pero el aire se atascaba en mi pecho. Mi corazón latía furioso, desbocado, como si quisiera escapar de mi cuerpo. ¿Un hijo? No podía entenderlo. Toda mi vida había sido una lucha entre la rabia y el miedo, una constante carrera por sobrevivir en medio de sombras y enemigos. ¿Y ahora... esto?El pánico comenzó a invadirme. Mis manos se aferraron a las sábanas, mi cuerpo temblando sin control. Las preguntas se amontonaban en mi cabeza, cada una como una daga afilada. ¿Seré capaz de ser madre? ¿Cómo puedo darle amor a alguien cuando yo nunca supe encontrarlo para mí misma?Cerré los ojos, y el silencio de la habitación se volvió abrumador. Imaginé a esa pequeña vida creciendo dentro de mí, inocente y ajena al caos y la oscuridad que me rodeaban. Y,
Las náuseas del embarazo estaban acabando conmigo. Había pasado toda la mañana doblada en el baño, incapaz de siquiera retener el jugo que Bianca me trajo por la mañana.Habían pasado solo tres meses desde que la pesadilla acabó, y aunque intentábamos llevar una vida normal, no podía evitar que una sombra de incomodidad me persiguiera. De Laura, al menos, sabía que estaba en España. Su último paradero parecía ser definitivo, pero en este mundo nunca se podía estar segura.—Debes intentar comer algo, Katrina —dijo Bianca con tono preocupado—. Esto no es normal, ya llevas días sin retener la comida. Deberíamos ir al médico.—No pienso moverme de aquí, Bianca. —Suspiré, tratando de ignorar el mareo.—Entonces llamemos a uno. Quizás tienes alguna bacteria o algo peor.Rodé los ojos. —¿Qué bacteria? Esto es normal en el embarazo.Bianca se congeló, su expresión incrédula. —¿Estás embarazada? —preguntó, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.Asentí, frustrada. —Sí, desde ha