Capítulo 30

La noche es pesada, silenciosa, como si el mundo mismo contuviera el aliento. Miro a Katrina, su rostro pálido y ensombrecido, los labios entreabiertos, la respiración lenta pero constante mientras su cabeza yace en mis piernas y acaricio su cabello con suavidad.

Ludovico maneja con rapidez sus dedos aprietan sobre el volante y puedo sentir su tensión.

Cada disparo resuena aún en mi cabeza, un eco de los años de odio que he arrastrado. Katrina finalmente sin asco acabo con la vida de quien arruinó las nuestras.

Al llegar al hospital, no nos detenemos en la entrada principal. He dejado claro que nos esperen por una puerta lateral, un acuerdo bajo la mesa, una ayuda discreta que nadie cuestionará. Al bajar, la tomo en brazos con cuidado, sintiendo el peso liviano de su cuerpo contra el mío, y el calor apenas perceptible que me asegura que sigue conmigo.

—Tomen cuidado —murmuro, entregándola a los médicos que se apresuran a atenderla. Miro sus rostros: ¿saben ellos lo que ella ha pasad
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