Capítulo 33

Los meses estaban pasando con una velocidad que me desgarraba. Cada día era una tormenta en mi interior, un huracán de emociones que arrasaba con todo a su paso. Mis cambios de humor eran una constante amenaza, pero Luciano, como un faro en medio del caos, se mantenía firme a mi lado, calmándome con su paciencia infinita.

—¿Estás segura? —preguntó, mirándome profundamente, como si quisiera leer mi alma.

—Sí. ¿Acaso no quieres que nazca aquí?

—Claro que sí, nena. Pero pensé que te haría ilusión que naciera en tu país natal.

—Me gusta que vivamos aquí, Luciano. Quiero que nuestro hijo nazca en este lugar —murmuré, acariciando su mejilla—. Este es nuestro hogar, y no quiero abandonarlo.

Él asintió, dejando un beso suave en mi vientre y otro en mi frente.

—Está bien, nena. Prometo no tardar, llegaré puntual para nuestra cita.

Lo observé marcharse, cada paso alejándose como un recordatorio de lo fugaz que es el tiempo. Suspiré y caminé hacia el jardín, donde vi a Bianca y Bruno riendo bajo
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