El encierro y la convivencia forzada con Laura estaban empezando a asfixiarme. Sus constantes pataletas, sus quejas interminables, me tenían al borde del colapso.Han pasado tres semanas desde que llegó aquí, y cada día ha sido una tortura mayor que el anterior.Luciano está fuera de la ciudad, ocupado con sus negocios y manejando sus compañías. Me parece raro que no esté aquí, vigilando de cerca sus otros negocios... los ilegales. Pero para eso está Ludovico, quien parece estar manejando las cosas con bastante soltura.Nos mantenemos en contacto a lo largo del día a través de mensajes, y cada noche hablamos por videollamada, poniéndonos al día, contándonos los detalles de nuestras vidas. Aunque sé que, en el fondo, Luciano no tiene paz mientras Antonio siga respirando.Paula se ha vuelto insoportable, así que he decidido trasladarla a los chalets en el jardín, donde sus rabietas no pueden agotarnos más de lo que ya estamos.Exhalo un largo suspiro mientras me miro en el espejo por úl
Había sido un viaje largo pero finalmente Luciano regreso antes de tiempo. Estaba en su oficina, un lugar que siempre había sido su refugio, rodeado de documentos, mapas y teléfonos que no dejaban de sonar. Los negocios, legales e ilegales, se manejaban desde ese centro de operaciones. Pero ese día, su mente estaba en otra parte. Un presentimiento sombrío le recorría la piel, como una advertencia que no podía ignorar.Ludovico entró a la habitación con un gesto serio, sosteniendo un teléfono en la mano. Apenas cruzó el umbral, Luciano lo miró con una intensidad que podría partir el aire.—Dime que no es lo que estoy pensando —gruñó Luciano, sus ojos oscuros encendidos de preocupación.—Es Katrina —respondió Ludovico, con una voz grave que apenas contenía su propia tensión—. La emboscaron. Mataron a todos los hombres que la acompañaban. El tiempo se detuvo. La habitación pareció encogerse alrededor de Luciano, el aire se volvió más pesado, más denso. Se levantó de su asiento, derriba
La noche había caído, y el cielo sobre la ciudad estaba encapotado, como si incluso las estrellas se negaran a iluminar la oscuridad que envolvía a Luciano. De pie en su oficina, frente a la ventana que daba una vista amplia de la ciudad, su silueta se recortaba como una sombra implacable, un rey caído en una guerra personal.Su mirada estaba fija en las luces distantes, pero su mente era un torbellino de pensamientos oscuros, planes de venganza y estrategias. Ludovico, de pie a un lado de la habitación, lo observaba con preocupación. Sabía que cuando Luciano estaba en este estado, no había nada que lo pudiera detener.—Luciano, necesitamos un plan más estratégico —dijo Ludovico con cautela, sabiendo que un mal movimiento podría desatar la furia de su jefe—. Antonio tiene la ventaja ahora. No podemos lanzarnos a ciegas o podríamos perder todo.Luciano giró lentamente hacia él, sus ojos eran dos pozos oscuros de pura determinación y rabia contenida.—No me hables de estrategias, Ludovi
El frío de esta celda me cala hasta los huesos, y no sé si es por la humedad o por la sensación de desesperanza que intenta apoderarse de mí. Mi cuerpo está adolorido, cada movimiento es una punzada de dolor, pero mi mente, mi mente es lo único que no pueden quebrar. Mi espíritu arde con una sola llama: la certeza de que Luciano vendrá por mí.Pero tengo miedo. No del dolor, ni de la oscuridad de este lugar. Tengo miedo por él. Por lo que Antonio podría hacerle si logra arrastrarlo a esta trampa mortal. Luciano es fuerte, implacable, pero el amor que siente por mí podría ser su mayor debilidad, y eso es justo lo que Antonio está usando para destrozarnos.Me niego a dejar que el miedo me controle. Me obligo a recordar cada momento junto a Luciano, sus caricias, su voz, la manera en que sus ojos me hacen sentir segura incluso en el infierno más profundo. No importa cuántas veces Antonio intente quebrarme, no dejaré que me arrebate esa esperanza.La puerta de la celda se abre y ahí está
¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo es posible que Katrina, mi Katrina, ya no esté a mi lado?Cada segundo que ella pasa con él es como un puñal que se hunde cada vez más profundo en mi pecho. No puedo permitirlo, no puedo aceptarlo. Katrina me pertenece.Katrina era la pieza central de mi venganza. Mi plan era destruir a Antonio a través de ella, pero lo que nunca imaginé es que ella se convertiría en mi mayor tesoro.Antonio... él es el obstáculo que debo eliminar, una sombra que no puedo ignorar y que debe desaparecer cuanto antes.Necesito ser más inteligente, más astuto. Debo encontrar la manera de destruirlo sin que él siquiera se dé cuenta de lo que estoy haciendo. Para eso, necesito una ventaja, una pieza clave que me acerque a su talón de Aquiles."Laura."El nombre se desliza en mi mente como un veneno dulce. Laura, la caprichosa y ambiciosa hermana de Katrina.Katrina me había contado lo ambiciosa que era, y ahora usaría esa información a mi favor. Con Laura, puedo atraer a Anto
Nos encontrábamos en el territorio de Antonio. Ludovico había estado entrenando la mente de Laura durante semanas. Yo lo había observado de cerca, esperando algún signo de debilidad en ella, algo que pudiera hacer tambalear nuestro plan. Pero Laura resultó ser más ambiciosa de lo que imaginaba, dispuesta a todo por esos malditos cinco millones de dólares.Ella era el tipo de mujer que solo piensa en su bienestar. Alguien como ella no titubea ante la traición, ni siquiera si se trataba del hombre con quien dormía y compartía.—Tenemos todo listo —dijo Ludovico mientras estudiaba su iPad—, pero hay un problema.Me giré hacia él, impaciente. A estas alturas no necesitábamos más complicaciones.—¿Cuál es? —pregunté, frunciendo el ceño.—Ella sugiere ser golpeada. Dice que así su escape será más creíble —Ludovico me miró, y noté una sombra de disgusto en su rostro—. Quiere que la golpeen lo más brutal posible. Dice que él no se lo creerá si no hay heridas reales.Me crucé de brazos, sintie
Han sido semanas de tortura en este maldito lugar, de encerrarme en la oscuridad y la incertidumbre. Aún no sé qué está tramando Luciano pero de algo estoy segura: vendrá por mí. Me sacará de aquí.Mi vida se reduce a esta habitación, vigilada día y noche por hombres que solo me sacan para comer, y luego me encierran de nuevo. Estoy agotada, anémica; la comida últimamente me sienta mal.El plato frente a mí se ve apetitoso, pero no tengo ánimo. Suspiro, intento dar un bocado, pero el esfuerzo es inútil. Me levanto y miro al hombre que me observa sin apartar la vista.—No tengo apetito. No quiero desperdiciar la comida —le digo, tratando de contener el desprecio.—Te quiero vivita y coleando, muñequita —la voz de Antonio suena desde detrás de mí, como una serpiente deslizándose—. Si sigues sin comer, daré la orden de que te obliguen a hacerlo.La ira me consume. Camino hacia él, acercándome con pasos firmes.—Inténtalo, y te juro que seré capaz de cortarle un dedo a quien lo haga —le r
La noche es pesada, silenciosa, como si el mundo mismo contuviera el aliento. Miro a Katrina, su rostro pálido y ensombrecido, los labios entreabiertos, la respiración lenta pero constante mientras su cabeza yace en mis piernas y acaricio su cabello con suavidad. Ludovico maneja con rapidez sus dedos aprietan sobre el volante y puedo sentir su tensión. Cada disparo resuena aún en mi cabeza, un eco de los años de odio que he arrastrado. Katrina finalmente sin asco acabo con la vida de quien arruinó las nuestras.Al llegar al hospital, no nos detenemos en la entrada principal. He dejado claro que nos esperen por una puerta lateral, un acuerdo bajo la mesa, una ayuda discreta que nadie cuestionará. Al bajar, la tomo en brazos con cuidado, sintiendo el peso liviano de su cuerpo contra el mío, y el calor apenas perceptible que me asegura que sigue conmigo.—Tomen cuidado —murmuro, entregándola a los médicos que se apresuran a atenderla. Miro sus rostros: ¿saben ellos lo que ella ha pasad