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Ilayen sentía su corazón palpitar en su pecho y esta vez no era debido al hecho que estuviese reaccionando a su mate, sino porque estaba nervioso. Ver aquella arma afilada junto a ella, porque si, no era una espada normal, era una que había estado por años en la manada, pasando de generación en generación, tan afilada que dolía solo de verla. Un paso en falso y la sangre correría y la herida estaría tan finamente hecha que sería complicado para un lobo curarla rápidamente pudiendo provocar una severa hemorragia

Solo el alfa sabía dónde se guardaba esa espada y la sacaba para estos eventos. Normalmente era una danza que realizaba la Luna de la manada, pero en este caso… la estaba realizando la cuarta esposa.

¿Qué pretendía su padre?

Vio a Asya retroceder lentamente hasta ubicarse en el medio de la sala. El silencio era denso en el salón circular, roto solo por el eco suave de pasos descalzos sobre el piso pulido. Sus brazos se alzaron como si invocaran a los cielos, y entre sus dedos b
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