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Capítulo 4 — ¿Estás bien?

Sus labios acariciaban mi cuello con una suavidad extrema mientras sorteábamos a las personas que querían entrar al bar. Apenas había podido hacerle señas a mis amigas, diciéndoles que me iba con el chico cuyo nombre apenas recordaba. Obviamente se preocuparon un poco al verme en ese plan, pero luego lo dejaron pasar y me mostraron sus celulares, diciéndome por señas que las llamara si algo llegara a pasar.

No creo que lo necesitaré.

No con este espécimen de hombre.

Y así fue como llegué a esta situación, caminando tomada de la cintura en una calle oscura por un hombre al que apenas conocía, rumbo al primer motel que se nos apareciera. Estaba ebria, demasiado ebria, porque en otras circunstancias jamás me habría prestado para algo así. Sin embargo, lo que mi mente racional pensara no me importaba en esos momentos.

Este hombre estaba buenísimo y, por primera vez en muchos años, ese líbido sexual que se había mantenido en la oscuridad ahora brillaba como si fuera la estrella más grande del universo. Deseosa de estallar, iluminar y destrozar toda una galaxia entera.

Solo caminamos un par de calles cuando un viejo y algo descuidado edificio se nos presenta. Tenía un antiguo y poco iluminado cartel con un nombre que apenas podía visualizar, pero para lo que teníamos en mente, era perfecto. Alex me miraba pidiendo mi permiso, sus ojos grises oscurecidos por la lujuria, y eso me prendía aún más.

Él me desea.

Me quiere.

Y yo lo deseo a él.

Encima de mí.

Después de darle mi consentimiento, entramos en silencio y subimos unas pequeñas escaleras. Una señora de unos cincuenta años, con el cabello rubio muy maltratado y una cinta roja de adorno, vestida con ropa demasiado sugerente y masticando chicle, nos da la bienvenida. Sin embargo, sus ojos se clavan en mi ardiente compañero, desnudándolo con la mirada.

No podía juzgarla; con esa camiseta blanca de mangas cortas, dejando a la vista sus brazos bien trabajados y esos jeans oscuros, solo te provocaba arrancarle la ropa con los dientes.

Y eso es lo que haré.

Él la saluda y pide una habitación sencilla. Estoy por sacar mi tarjeta de crédito, pero Alex niega al ver mi acción y me informa que pagaría la habitación. Pero como odiaba no tener parte del control, accedo, aunque aparte pago por un servicio de licores de muy mala calidad que curiosamente estaban ofreciendo en el establecimiento. Al final, ambos quedamos complacidos y recibimos nuestra llave.

—¿Lista? —Pregunta con voz ronca, y yo asiento con una sonrisa.

Oh, claro que sí...

—¿Alguna vez me has visto dudar?

Después de eso, nadie habla y subimos las escaleras hasta el segundo piso, para luego caminar por un pasillo hasta llegar a nuestra habitación al final de este. No voy a negar que se sintió raro escuchar a varias personas gritando y gimiendo mientras pasábamos por las demás puertas, pero cuando Alex me volvió a tomar de la cintura, atrayéndome hacia él una vez más, cualquier ápice de duda desapareció por completo.

La puerta se abre y una diminuta y poco iluminada habitación nos daba la bienvenida. Estaba segura de que, estando sobria, jamás habría accedido a entrar a este lugar digno de una película de terror, pero realmente no me importaba.

En esos momentos, no me importaba nada.

—Sé que no está tan bonito, pero...

—Shh, silencio... —Coloco mi dedo índice en su boca y luego sonrío. Le doy la espalda, escuchando el sonido de la puerta cerrándose y, sin tener ni una gota de vergüenza, tomo el cierre de mi vestido y con agilidad lo bajo por la espalda, dejando que el pedazo de tela brillante cayera sobre mi ardiente piel. Me giro para volver a ver al hombre frente a mí, dándole una vista de primera plana de mi ropa interior de encaje negro— La atracción principal no es la habitación, sino nosotros, ¿no?

Y eso es lo único que necesita el hombre para sonreír como si le hubiera gustado mi respuesta y estampar sus labios contra los míos en un beso largo y descuidado. Suelto un largo suspiro de satisfacción al sentir sus movimientos dentro de mi boca; su lengua exploraba con total libertad mi cavidad bucal mientras sus manos estaban clavadas en mis mejillas, manteniéndome en un mismo lugar mientras él lideraba el beso.

Cuando nos separamos un poco para poder tomar aire, una de sus manos comienza a bajar seductoramente por mi mentón, luego por el largo de mi cuello, hasta llegar al valle de mis senos, ocultos por aquel encaje. Tantea un poco por encima de la tela y yo cierro los ojos, llena de gusto y expectativas.

Dios…

—Tu cuerpo es... —Intenta decir, pero luego su mano continúa bajando hacia mi abdomen completamente plano y se detiene en el bajo de mis delicadas braguitas— Eres una diosa... Eres hermosa.

En estos momentos le agradecía tanto a mis padres por haberme metido en gimnasia rítmica. Mi cuerpo era algo de lo que estaba muy orgullosa.

—Puedes ver mucho de mi cuerpo, pero yo no veo nada del tuyo. —Me quejo y hago un pequeño puchero antes de que mis manos vayan directamente al bajo de su camiseta blanca y meta mis manos dentro. Mi boca se vuelve agua al sentir aquel músculo duro y bien trabajado— No es justo, déjame ver.

—¿Quieres ver debajo de mi ropa? —Pregunta lleno de lujuria y yo asiento como si fuera una niña— Hazlo entonces, Liv... Quita cada capa que hay en mí. Esta noche soy solo tuyo.

Mmm, solo mío.

Me gustaba cómo sonaba eso... Además, escucharle decir mi nombre me había prendido una vez más.

Sin decir nada más, muerdo mi labio inferior y tomo el bajo de su camisa, sacándola por encima de su cabeza, dejando a la vista su pecho y su abdomen bien trabajado. Mis manos comienzan un recorrido por todo su pecho hasta llegar a sus pantalones. Sin decir nada, tomo el broche de su cinturón y lo suelto, también desabrocho sus pantalones y los bajo, dándome una buena vista de su paquete envuelto en unos boxers negros. Todo mío. Alex, como puede, se saca los pantalones y los lanza por ahí para luego volver a conectar nuestros labios y, de un solo brinco, enrollar mis piernas alrededor de sus caderas.

Dios, puedo sentir su miembro rozar mis nalgas.

Estaba tan mojada y necesitada. Nunca antes me había sentido así.

Mientras él continuaba besándome, siento cómo me llevaba hacia la pared fría, usándola de soporte para poder manosear y tocar mis pechos a su gusto, mientras yo enterraba mis manos en su corto cabello castaño e incluso algunas veces arañaba su espalda cuando tocaba algún punto sensible de mi cuerpo. Estamos así un rato, hasta que Alex no parece soportarlo más y me separa de la pared para luego acostarme con brusquedad contra la cama, colocándose arriba de mí. De nuevo iniciamos un viaje de besos, esta vez por todo mi cuerpo. Alex, como puede, se deshace de mi sujetador y su lengua inicia un tortuoso masaje por mis senos. Mis pezones, que estaban erguidos por la deliciosa atención que les estaban brindando, pedían más y más. Mis manos seguían haciendo estragos en su cabello y espalda; estaba a punto de estallar y eso que solo me había besado y manoseado un poco.

Es increíblemente bueno.

—Qué hermosa eres... Eres la mujer más malditamente hermosa que he visto en mi vida. —Suspiraba con la voz acelerada, se separa un poco de mí y de pronto su mano toquetea levemente mi zona íntima, causandome una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Luego se deshace de sus boxers y, por primera vez, puedo ver en vivo y directo su miembro bien dotado y listo para conocer mi interior— Y ahora voy a hacer que tu mundo se ponga de cabeza.

Sí, por favor.

Asiento deseosa y, como si fuera una gata en celo, abro mis piernas, dándole acceso a mi pequeña y nunca utilizada entrada. Alex se ríe y niega con la cabeza; se separa una vez más en busca de su pantalón y saca de su bolsillo trasero un condón, lo rasga y se lo coloca, para después quitarme mis bragas y dejarme expuesta por completo ante él.

—Estás tan mojada, ni siquiera tengo que prepararte. —Murmura con la voz apretada y luego puedo sentir la punta de su miembro en mi entrada, listo para hacerme volar la cabeza— ¿Lista?

Levanto una de mis manos y la paso por su mejilla con suavidad, grabándome su hermosa y penetrante mirada en mi mente, y con una sonrisa en los labios, asiento.

—Sí, estoy lista... Hazme volar esta noche, Alex.

[...]

Cuando abro los ojos, una pequeña ráfaga de luz me molestaba en los ojos, por lo que los cierro al instante, intentando conciliar el sueño una vez más. Sin embargo, al sentir la rigidez de la cama, abro los ojos una vez más y mi cuerpo entra en pánico al notar que no estaba en mi habitación.

¡Mierda!

Me siento de golpe en la cama y un intenso dolor de cabeza me invade. Cierro los ojos una vez más, tratando de tranquilizarme, y con el corazón acelerado. Cuando me siento más tranquila, vuelvo a abrirlos y visualizo el lugar donde estaba, solo para sentir más escalofríos que antes.

¿Esto...?

¿Estoy en una habitación?

¡¿Qué m****a?!

Trataba de recordar lo que había pasado la noche anterior, pero todo estaba demasiado distorsionado en mi mente. Esos malditos cócteles me habían hecho terminar en un motel de mala muerte y, de paso, sola. No había nadie conmigo.

¡Dios! ¡¿Qué m****a fue lo que hice?!

—Ay, Liv... —Me doy un golpe en la cabeza con la mano, regañándome a mí misma, pero me arrepiento cuando el dolor de cabeza incrementa— ¡Eres una tonta! ¿Cómo le explicarás esto a las chicas?

¡Las chicas!

¿Acaso no saben dónde estoy?

A ver, Liv... Trata de recordar.

Estuve con mis amigas en la fiesta, luego vi a Jared con Emi y me marché enojada. Vinimos al bar, bebimos, bailamos y entonces... Lo vi.

Hablé con él, bebimos, coqueteamos e incluso bailamos y entonces...

Abro los ojos como platos al recordar que yo había sido la que le propuso venir a un motel.

—¡Estás loca, Liv! ¡Loca! —Exclamo sin podermelo creer.

Y cuando estoy a punto de lanzarme por la ventana, se me ocurre bajar la mirada y casi me echo a llorar al verme completamente desnuda; mi estómago apenas estaba cubierto con una rígida sábana blanca de dudosa procedencia.

Me quiero morir.

¡Me acosté con un desconocido!

¡Tuve sexo con alguien a quien no conozco y quién me dejó tirada y sola en un motel!

¡TUVE MI PRIMERA VEZ CON UN DESCONOCIDO!

Maldiciendo mis pésimas decisiones, me apresuro a salir de la cama y recoger mi ropa interior del suelo, para luego tomar mi vestido rojo y vestirme a toda velocidad. Casi me muero una vez más al fijar la vista en la papelera a un lado de la cama y ver en la orilla un condón usado.

¡Maldita sea, Liv!

Tratando de ignorar aquello, continúo vistiéndome y, cuando estoy a punto de tomar mis tacones, la puerta de la habitación se abre y yo pego un brinco por el susto. Me giro y mi corazón vuelve a dar un vuelco.

Ahí está él...

El chico que había conocido en el bar y con quien había tenido sexo estaba parado frente a mí, con una bolsa de papel en las manos, mirándome como si fuera una completa lunática, pero luego parece darse cuenta de la situación y ahora me miraba como si fuera un animal enjaulado.

Esperando a que lo atacara.

—Despertaste... —Afirma como si no fuera obvio y yo solo lo miro, todavía paralizada— Si te duele la cabeza, aquí hay unos analgésicos. También te compré algo para desayunar. No es mucho, pero supuse que despertarías hambrienta.

Su voz... ¡Esa m*****a voz!

¿Por qué seguía poniéndome los pelos de punta?

Peor... ¡¿Por qué no podía recordar con claridad lo que habíamos hecho anoche?!

—No... —Cierro los ojos, frustrada por haber sonado como una idiota nerviosa. ¡Tonta Liv!— Tengo que irme.

Tomo mi bolso y, con todo el valor que tenía, me encamino hacia la puerta, pero apenas paso por su lado, soy detenida cuando toma mi muñeca. De inmediato siento una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo y un pequeño flashback de él acariciando mi cuello y mis senos con sus labios se instala en mi mente. Mi rostro se vuelve rojo de inmediato y, sin importarme nada, aparto mi muñeca de golpe, cortando así aquella conexión que me había hecho delirar anoche.

Él se queda con la mano en el aire, pero luego carraspea y finge que nada había pasado.

—Déjame llevarte a tu casa, aún es temprano y...

—¡No! —¿A casa? ¡Papá me mataría!— No es necesario... Ya hablé con mis amigas y vienen por mí... Bien, tengo que irme... —Continúo caminando de espaldas hacia la salida, pero no calculo bien y mi espalda termina tropezando con el filo de la puerta— ¡Oh! Yo... Eh... ¡Adiós!

Y tras verlo y perderme en su mirada una última vez, finalmente me giro y, aún con los tacones en las manos, corro descalza escaleras abajo hasta que finalmente llego a la salida de aquel motel tan horrible donde había pasado la noche. Todo mi cuerpo me dolía y eso me preocupaba porque solo Dios y ese hombre sabían las cosas que había hecho anoche en mi estado de ebriedad.

¡Dios, Liv!

¿Cómo llegaré a casa ahora?

Ignorando la llamada de la mujer de la recepción, a la que vagamente recordaba, salgo aún descalza del edificio, cerrando mis ojos cuando la luz me da por completo en la cara. Todavía era temprano y, afortunadamente, no había personas transitando por ahí, pero el sol ya estaba iluminando con alegría. Yo, en cambio, me sentía cada vez más como en un oscuro agujero.

Si papá se entera de esto, jamás me dejará salir sola.

Sin perder más tiempo, busco en mi bolso de mano mi teléfono y, después de darme cuenta y casi echarme a llorar por las cientos de llamadas de mis amigas y algunas de mis padres, finalmente busco el número de Amara y la llamo.

Ella me responde casi de inmediato, como si hubiera esperado mi llamada desde hace horas.

—¡Jesús, Olivia! —Cierro los ojos cuando la escucho gritar mi nombre completo. Ella solo lo hacía cuando estaba enojada conmigo— ¿Qué rayos tienes en la cabeza? ¡No vuelvas a desaparecer así! Estábamos por ir a la policía.

¡No!

—Estoy bien, Amara... ¿Dónde están ustedes?

—Como no sabíamos dónde estabas, nos quedamos con el amigo de Mónica. —Cierro los ojos aliviada de que no le hubieran dicho nada a mi familia— ¿Dónde estás tú? ¿Estás bien? ¿Ese hombre te hizo daño?

No... No lo sé.

—Estoy bien, lo juro... Estoy a unas cuadras del bar... En un motel.

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