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Capítulo 3 — Motel.

—Estás loca, ni queriendo nos dejarán entrar. —Amara miraba al enorme gorila que custodiaba la entrada de aquel club nocturno al que nos había traído Mónica.

Al otro lado de la ciudad.

—Confía en mí, no es la primera vez que vengo.

—¿Acaso no te da miedo que nos atrapen? —Vuelve a preguntar la morena, y la pelirroja niega con una sonrisa de superioridad.

—Nuestros padres no van a decir nada, no te preocupes.

—Los suyos no, pero los míos sí.

Si papá lo descubre, jamás me dejará salir de nuevo sin protección.

Estaría en serios problemas.

—Ay, niñas, ya estamos aquí. De nada nos servirá conducir hora y media a casa... Vamos, vinimos a divertirnos. —Intenta una vez más, y yo suspiro derrotada.

En fin, ya estoy en problemas. Al menos me divertiré un poco.

—¡Esa es mi diosa! —Exclama Mónica, y luego Amara se une. Las tres caminamos hacia la entrada, donde había demasiadas personas haciendo fila y un enorme custodio esperando que le diéramos nuestras identificaciones. Pero ni siquiera necesitamos hacerlo. La puerta se abre de inmediato, mostrando a un nuevo hombre de traje y lentes oscuros dándole la orden al gigante de que nos dejara pasar— Hola, Fausto.

Oh…

—MonMon, siempre es un placer verte... aunque esté arriesgando el mantenimiento de mi bar. —Aquel hombre, visiblemente mayor que ella, parecía conocerla demasiado bien.

Demasiado bien.

—Sabes que conmigo no tienes de qué arrepentirte. —Le responde ella con una sonrisa coqueta, y entonces Amara y yo lo tenemos muy claro.

Estos dos estaban liados.

—Y veo que trajiste amigas... —El hombre nos miraba de arriba a abajo, pero sus ojos siempre fijos en la pelirroja— Que obviamente tienen dieciocho.

—Así es...

—En un bar donde la edad mínima para entrar es de veintiún años.

Rayos.

—Sé que tú me darás una buena solución, ¿verdad, Fausto? —Mónica camina hacia él y toma parte de su traje para atraerlo más hacia ella.

Esa mirada y su hermosa sonrisa eran sus armas más mortales. Siempre conseguía lo que quería.

Así es Mon.

Al final, y como era de esperarse, el hombre cae en sus encantos y nos permite pasar a las tres. Primero por un pasillo exageradamente oscuro, donde solo se escuchaba la música en pleno apogeo. Luego, cientos de luces parpadeantes iluminaban un enorme salón abarrotado de gente bailando y bebiendo como si no existiera un mañana.

Guau…

—Bienvenidas al paraíso, chicas... MonMon, te llamaré.

—Cuenta con eso, Fausto. —Asiente, y entonces quedamos las tres en medio de un increíble ambiente que jamás había experimentado en mi vida.

¡Esto es increíble!

—¡Vayamos por unos tragos, yo invito! —Hablo fuerte por la música tan alta y nos acercamos a la barra. Allí pedimos tres potentes cócteles y disfrutamos del ambiente.

Esos cócteles luego se multiplicaron y más tarde se triplicaron. Yo ya me sentía en el cielo y apenas podía pensar en algo coherente; mis amigas estaban igual, pero aún así seguíamos bailando y bebiendo cócteles. Quién sabe cuándo podré vivir esto de nuevo. Mi cerebro terminó de hacerse papilla en el momento en que mis ojos divisaron a un par de chicos a unos metros de distancia, esperando sus propios tragos. Sin embargo, mis ojos quedaron eclipsados por uno en particular.

¡Dios mío!

¡Qué hombre tan ardiente!

Cabello castaño claro, corto, casi tipo militar, ojos grises, muy alto y parecía tener un cuerpo bastante trabajado. Se veía comestible. Su amigo tampoco estaba mal, pero no me interesaba como el otro.

Mmm, debería acercarme un momento.

—Chicas... ¿Ven a ese chico de allá? —Señalo al espécimen divino, y ellas me miran divertidas— Esta noche será mío.

Oh, claro que sí.

Miau.

—¡Vamos, diosa Walker! Nosotras te cubrimos. —Es lo último que escucho antes de caminar tambaleante hacia mi sexy objetivo, quien se había quedado un momento a solas.

Se veía incluso mejor de cerca.

—Hola. —Hablo fuerte por todo el ruido, y él me mira directamente a los ojos. Oh… Aquella mirada derrumba cada gota de seguridad que tenía anteriormente. Nunca antes me había pasado— Un... gusto, soy... Liv.

Aquel chico de cabello corto mira a mi alrededor, luego a mi copa casi vacía y sonríe divertido.

—Liv... ¿Sabes que lo que estás tomando está considerado como un tranquilizante para caballos?

Oh, su voz...

¡Me lo quiero comer!

—¿Ah, sí? Pues creo que no me ha hecho ningún efecto. ¡Me siento de maravilla!

—Sí, eso se nota. —El chico se ríe y cruza ambos brazos— Soy Alex. ¿Estás sola?

—Así es... —Miento— ¿Tú?

—Así es. —Me muestra una sonrisa coqueta y con eso termino de derretirme ante ese hermoso rostro.

Te comeré, lo juro.

—Mentiroso. —Canturreo por haberlo atrapado mintiendo— Te vi con tu amigo, así que estás acompañado.

—Nop, ya no... —Ambos nos giramos para ver al amigo entregarle un trago al hermoso chico de ojos grises— Yo iré a divertirme por allá. ¡Adiós!

Y entonces desaparece, dejándome a solas con él. Con mi dedo índice señalo la dirección por dónde había salido corriendo el chico y arqueo una ceja, divertida.

—Tienes un amigo muy...

—¿Raro? Sí, la gente suele decir eso. —Se ríe— Entonces, Liv... ¿quieres otro tranquilizante para caballos?

—¿Me invitarás un trago?

—Creo que me arrepentiré si no lo hago. —Suelta, y de pronto siento calor por todo mi cuerpo. No tenía ni un solo pensamiento coherente.

Tampoco me interesaba tenerlo.

Claro que no.

—Adelante entonces. —Acepto, y el chico le pide un nuevo trago al barman.

Y es ese primer trago lo que le da inicio a una increíble sensación de hablar, bailar y beber con alguien a quien jamás había visto, pero con quien extrañamente me sentía llena. Era extraño, pero placentero.

Mucho.

Poco a poco, el ambiente entre los dos se va haciendo mucho más intenso. Ya ni siquiera me interesaba dónde estaban las chicas; solo quería perderme en los ojos de ese chico que me desnudaba con su mirada, como nunca nadie lo había hecho.

—¿No deberías volver a casa? Ya es algo tarde, no quiero que tengas problemas con tus padres... o novio. —Suelta de pronto, mucho más cerca de mí ahora, de manera que su aliento chocaba contra mis labios.

Mi corazón se acelera al instante y mi boca se seca.

Dios…

—¿Y tú? ¿No te esperan en casa? —Pregunto con voz sugerente, dejando en el olvido mi trago y colocando mis manos detrás de su cuello en un acto de valentía— ¿Tus padres? ¿O... tu novia?

—Nunca respondes a mis preguntas.

Muerdo mi labio inferior y sonrío nerviosa, pero ansiosa.

—Nadie me espera en casa. —Admito.

—A mí tampoco.

Y es lo último que dice antes de terminar de cortar el espacio entre nosotros y rozar sus labios contra los míos en un pequeño y casi imperceptible beso que me deja con ganas de más. Así que, haciendo uso de mis manos, lo atraigo una vez más a mis labios, y esta vez soy yo la que se atreve a darle un gran y necesitado beso que despierta zonas en mi cuerpo que tenían años dormidas y que comienzan a aullar pidiendo más sazón, más contacto... más de él.

Mucho más.

Pocos segundos después, es él quien comienza a liderar aquel beso, y juro que en mis cortos dieciocho años de vida, nadie jamás me había besado tan bien como él. Bueno, no es como que hubiera tenido mucha experiencia, pero era algo indescriptible. No podía definir esa sensación.

¡Estaba flotando en el aire!

Quizás era lo indecoroso de la situación, o quizás porque cualquiera podría vernos, pero era un simple beso y ya me sentía volar por los cielos. Aunque eso no era suficiente.

Y eso ambos lo sabíamos.

Necesito más.

—Vayamos a otro lugar. —Aunque lo crean, esas palabras habían salido de mis necesitados labios.

Necesitaba tocar más, sentirlo más. Un simple beso no me bastaba.

—¿Estás segura? No quiero que...

—Shh... No soy una niña. —Lo callo besándolo una vez más— ¿Conoces algún lugar?

No pienses, Liv... Simplemente no lo hagas.

—Hay varios moteles cerca de aquí, si quieres...

No tienes por qué pensar.

No puedes tener miedo toda la vida.

Solo esta noche...

Seré libre esta noche.

—Hagámoslo... Vayamos a un motel.

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