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Cap. 2: Amor pasado

—¡No puedo creer que lo hayas conseguido! ¡Eres un maldito suertudo! —exclama con entusiasmo un hombre joven entrando en una oficina.

—Tendrás ser más especifico, Daniel, aunque estoy seguro que sea lo que sea a lo que te refieres, no tiene que ver con la suerte —responde el joven detrás del escritorio sin levantar la mirada del monitor de su computadora.

—Hablo de que conseguiste hacerte cargo de la publicidad para Juegar, esa marca de ropa está recibiendo dinero de todos lados, hasta dicen que podría llegar a París —informa Daniel sentándose en el sillón frente a su amigo.

—Oh, eso —responde Ariel sin darle mucha importancia—. De todas maneras el futuro de esa compañía dependerá del resultado de nuestra publicidad, que es en lo que estoy trabajando, si logramos el éxito que esperan nos abrirá muchas puertas.

—¿Y lo dices con la misma emoción que tendría un muerto? Amigo, me preocupas cada vez más, si no fuera porque respiras ya te habría enterrado hace rato —se burla el joven de cabello castaño despeinado.

—No molestes, tengo mucho trabajo que hacer, esta compañía no se dirige solo, y como gerente creo que debes de saberlo bien —replica Ariel dedicándole una mirada de reclamo a su amigo.

—Trabajo, trabajo, trabajo. Es el mismo discurso en tu boca desde que fundaste esta empresa hace ya diez años, diez años que solo pasas de esta oficina a tu casa, no tienes vida, amigo, y eso es algo deprimente —reclama Daniel endureciendo su voz para hacer notar su genuina preocupación.

—No me pesa en nada, sabía que seria así cuando decidí fundar mi propia empresa en vez de aceptar dirigir la de mi padre. Y me ha ido bien porque he trabajado duro, y de todas formas no hay nada más en lo que me interesa ocuparme —responde el empresario encogiendo los hombros con una total ausencia de sentimiento.

—Sí, lo sé. Un niño rico que quiere empezar de cero en vez de usar la fortuna de papi, es admirable, y has conseguido hacerlo, has posicionado tu agencia de publicidad entre las diez mejores del país. Ósea, ya has logrado demostrar a tu familia que puedes valerte por ti mismo, que no dependes de ellos, pero creo que ahora tienes que empezar a dedicarte a tu vida personal, ya has pasado los treinta, amigo —advierte el amigo que ha estado presente desde el momento en el que se inició ese emprendimiento.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué comience a andar de fiesta en fiesta, o pasando de mujer a mujer? No me interesó hacerlo cuando era un adolescente, y mucho menos ahora que ya casi tengo treinta —determina Ariel recostándose en su sillón masajeándose la sien.

—O simplemente encontrar una buena mujer que traiga un poco de vida a tu amargada existencia —espeta Daniel con una media sonrisa en los labios.

—Lo dices como si fuera algo fácil… —murmura el empresario soltando un suspiro de pesadez.

—¿No lo es? Dudo que a un joven empresario soltero le cueste trabajo hallar pretendientes, ¿No crees? —cuestiona el amigo soltando una risa divertida.

—Ese es el problema, puede haber demasiadas interesadas, pero solo en el dinero. No quiero una mujer solo para lucirla como si fuera una Ferrari, deseo una compañera, una mujer dispuesta a estar a mi lado sea cual sea la circunstancia que esté enfrentando, que sea incondicional, una mujer como… —comienza a decir Ariel hasta interrumpirse al sentir un nudo en la garganta.

—¿Una mujer como Esmeralda? —pregunta Daniel sabiendo la respuesta de antemano.

—Sí, nunca he conocido una mujer como ella, y no creo hallar a alguien que posea su belleza, su vivacidad, su… su inocencia… ella simplemente parecía no pertenecer a este mundo —reconoce el empresario con una sonrisa de ensueño en los labios ante los gratos recuerdos que acuden a su mente.

—Tuvo que haber sido una mujer muy especial como para lograr que incluso diez años después sigas igual de enamorado —comenta el amigo cruzando los brazos sobre su pecho.

—Ella marcó mi vida, fue capaz de mostrarme lo poco que se necesita para ser feliz, capaz de inspirarme a seguir mi propio camino. Ya podía imaginarme mi vida junto a ella, al menos hasta que mis padres aparecieron —relata el joven con una expresión  de tristeza en su rostro moreno.

—Supe que no estuvieron muy de acuerdo con esa relación —murmura Daniel sabiendo que es un tema delicado para su amigo, pero deseando saber sobre esa mujer de la que solo ha oído rumores.

—¿Que si no estuvieron muy de acuerdo? Se negaron rotundamente a que tuviera lago que ver con ella, la humillaron públicamente llamándola cazafortunas, acusándola de ser una pobre interesada que intentaba salir de la miseria. Y lo peor es que yo fui incapaz de defenderla, solo pude verla salir llorando de esa cena en casa de mis padres en donde la había llevado para presentarla ante ellos y nuestras amistades —cuenta Ariel con la voz empañada por el arrepentimiento de no haber sido capaz de comportarse como un hombre.

—Oh, amigo, eso debió ser un golpe terrible para ella. Pero luego de eso debiste haber ido a buscarla, ¿Verdad? —pregunta el amigo abriendo los ojos como platos por la expectación.

—No en el momento, simplemente no tuve el valor de luchar por ella —reconoce el joven cerrando los ojos con nostalgia—, para cuando fui a buscarla por la mañana, decidido a renunciar incluso a mi apellido con tal de estar a su lado, ya no estaba; supe por una amiga en común que Esmeralda había decidido volver a su pueblo natal en Mendoza, aunque claro que antes de marcharse dejó en claro que no quería volver a verme nunca más en la vida.

—Pudo haberlo dicho solo por el mal momento que vivió, pero si estaban tan enamorados podrían haberlo superado juntos —afirma Daniel mirando fijamente a su amigo.

—No, esa noche cuando demostré apreciar más a mi familia y mi reputación que el amor que le había confesado pude ver la decepción en sus ojos. Creo que en parte sentí cierto alivio al no encontrarla, se me hubiese caído la cara de vergüenza al tenerla delante de mí después de haberme comportado como un cobarde —reconoce Ariel volviendo a tomar una postura firme en su sillón.

—¿Así que solo decidiste dejarla ir? —cuestiona el amigo con cierta exasperación.

—Quise respetar su decisión, además de que le había demostrado no ser digno de ella, esa noche le fallé, y nada podía enmendarlo. Aunque a pesar de no tenerla a mi lado, me decidí a seguir mi propio camino, corté todo lazo con mi familia y me dispuse a comenzar de cero, fue duro, sobre todo porque mis padres movieron todos los contactos posibles para estorbar, para que tuviera que volver a ellos. Pero con orgullo hoy puedo decir que he logrado tener éxito sin su ayuda, sin necesitar siquiera un centavo de ellos —comenta el empresario con una mirada de triunfo por ser esa una especie de venganza por lo mucho que le costó el cinismo de sus progenitores.

—¿Y no has considerado ir a buscarla habiendo pasado tanto tiempo de eso? —interroga el amigo al ser capaz de percibir el dolor de esa pérdida.

—Lo he considerado una que otra vez, pero me he inclinado a creer que si debemos estar juntos, la vida se encargará de volvernos a reunir —determina el empresario consciente de que cada día que pasa sin volver a encontrarla es una decepción.

—¡Pues no puedes pasarte la vida esperando, creo que diez años ha sido más que suficiente! Si pudiste enamorarte una vez significa que tu corazón no es del todo un pedazo de hielo, solo hay que encontrar a la chica capaz de derretirlo —anuncia Daniel dispuesto a no permitir que su amigo se siga sumiendo en la pena de un amor que no pudo ser.

—O simplemente puedes dejarme en paz y vivir tranquilamente como hasta ahora —responde Ariel agradecido de que su amigo ya no insista más en indagar sobre Esmeralda.

—¿Qué clase de amigo sería si lo hiciera? De hecho, creo que este trabajo nos ha venido como anillo al dedo, conocerás a varias modelos, mujeres bellas y simpáticas —alienta  Daniel dispuesto a conseguir a alguien capaz de lograr que Esmeralda sea olvidada.

—Respecto a las modelos, quiero tener una figura central. Esta es una marca que surge de Latinoamérica hacia el mundo, algo que a Guillermo Juárez le ha costado sudor y lágrimas, por lo que esa figura central deberá dar la imagen de una mujer fuerte, capaz de emerger sin importar la lucha que esté pasando — anuncia el empresario con entusiasmo al visualizar las imágenes en su mente.

—Conozco a la mujer perfecta para eso, aunque lamento que ya esté comprometida, podría haber sido una buena candidata —murmura Daniel guiñándole un ojo a su amigo que menea la cabeza exasperado al saber que no logrará librarse de esa búsqueda de una pareja para él.

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