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Cap. 3: Encuentro

Ariel contempla con los ojos entonados el cuadro que tiene frente así, apretando los labios intenta hallarle alguna forma a las gruesas pinceladas azules, negras y violetas que componen la pintura. En la mañana había creído que esa exposición de arte podría ser un buen entretenimiento para despejar su mente después de la última junta del día, pero lo cierto es que nunca ha sido amante de lo abstracto. Simplemente no puede entender que se pueda hallar belleza en algo tan caótico y carente de sentido, quizás solo se deba a su ignorancia en el arte, pero para él las cosas resultan mucho mejor cuando están claras y son comprensibles.

—Parece que el cuadro “Frialdad” lo ha cautivado, señor. Me ha parecido una de las pinturas más maravillosas de toda la exposición —comenta una bella mujer de vestido azul ligeramente ajustado a las curvas de su esbelto cuerpo parándose al lado del hombre al que reconoce rápidamente por haber leído de él en algunas revistas.

—Cautivado no sería el término correcto, solo intento hallarle sentido, lo cual me está dando más trabajo del que creo debería llevar —responde Ariel con sinceridad sin apartar la vista de la pintura para mirar la compañía que no ha pedido.

—Creo que el arte no depende de hallarle sentido, sino más bien de transmitir sentimientos. Aquí yo veo la frialdad de una noche de invierno, la soledad de alguien incomprendido, o incluso hasta podría ser el reflejo de un corazón carente de amor y pasión —replica la mujer jugueteando con el cabello de su trenza rubia que cae sobre su hombro.

—Me sorprende escuchar que se puedan ver tantas cosas en ese cuadro, para mí no son más que pinceladas sin sentido. Aunque suena a un mensaje deprimente  —sostiene el hombre haciendo caso omiso al intento de la mujer por ligar con él.

—Eso es lo que yo veo al menos, aunque claro que la visión de uno también depende de sus propios sentimientos. Eso es lo maravilloso del arte abstracto que cada uno pude ver algo diferente —comenta la mujer aprovechando para arrimarse más al hombre.

—¿Así que ha visto eso porque en se siente fría, sola, y carente de amor? —cuestiona Ariel mirando a la mujer fijamente a los ojos.

—No es eso exactamente a lo que me refería —murmura la mujer con incomodidad tratando de esbozar una sonrisa.

—Asumo que esos sentimientos se deben a una decepción amorosa o incluso un divorcio, o puede que ambas. Si ese el caso, debo anunciarle que no estoy abierto a la posibilidad de una relación, por lo que no debería perder el tiempo conmigo —espeta el empresario con el rostro inmutable.

—Me habían dicho quera un hombre agradable, señor Steinberg. Pero está sin duda está entre  las personas más arrogante y desagradable que he conocido —reclama la mujer con las mejillas enrojecidas por el enojo.

 —A mí parecer, ser sincero para no provocarle vanas esperanzas es lo más agradable que puedo hacer por usted, al menos a mí me gustan las cosas claras —afirma Ariel encogiéndose de hombros.

La mujer ni siquiera se digna a responder, se siente humillada y furiosa por el rechazo, aunque una parte de su ser le dice que ese hombre tiene razón, y que en parte le está haciendo un favor. Por lo que alzando su rostro en alto y mirando a los lados para asegurarse de que nadie ha visto ese momento tan vergonzoso, pasa por al lado del empresario sin siquiera mirarlo, ignorándolo como si jamás le hubiese dirigido la palabra.

—Sí sigues espantando a cada mujer que se te acerca jamás podré publicar una buena nota de romance en la revista —comenta un hombre canoso acercándose con una sonrisa divertida en los labios.

—Dudo que te afecte en algo, siempre encuentras alguien a quien plasmar en la tapa de tu detestable revista, Marcelo —responde Ariel contemplando al hombre de traje azul con una cámara colgando de su cuello.

—¿Qué puedo decir? La gente quiere saber sobre la vida secreta de los ricos y famosos, trabajas en la publicidad, así que sabes que a la gente hay que darle lo que quiere —se justifica el paparazzi alzando las manos en alto en señal de inocencia. 

—Siempre y cuando se haga con integridad, y no exhibiendo la privacidad de las personas solo para poder ganar dinero —replica el empresario que con el paso del tiempo ha desarrollado cierta aversión hacia todos los reporteros.

—Privacidad, es uno de las cosas que uno tiene que estar dispuesto a sacrificar cuando alcanza la fama. Aunque claro que hay algunos como tú que son demasiados cuidadosos o por alguna razón parecen disfrutar de la soledad, y no puedo usarlos más que para una lista de solteros codiciados —se queja Marcelo torciendo la boca en una expresión de disgusto.

—No puedo decir que me pese que no puedas ganar dinero a costilla mía, de hecho hasta creo que me siento satisfecho de ese logro —comenta Ariel con una sonrisa burlona en los labios.

—Confío en que ya llegará alguna muchacha que logre atraparte, y cuando eso suceda puedo asegurarte que estaré ahí para tener la primicia —afirma el reportero con una mirada desafiante.

—¿Así que te tendré detrás mío como un perrito faldero? —cuestiona el empresario con malicia.

—Pegado a ti como si fuera tu sombra hasta que consiga esa primicia. Puede que incluso hasta le haga un regalo a la dichosa mujer que logre conquistar al Ceo de hielo —determina el periodista con una mirada arrogante.

—Suerte con eso —murmura no deseando seguir perdiendo su tiempo allí.

Ariel suelta un largo suspiro al doblar en un pasillo de la galería en donde hay menos personas, espera poder disfrutar finalmente de un poco de tranquilidad. No le parece que sea mucho pedir que lo dejen disfrutar de ese lugar sin interrupciones, no es que sea un soberbio que crea estar por encima de los demás, sino que al igual que cualquier otra persona solo desea un poco de paz luego de un largo  día de trabajo. Aunque a pesar de todo no puede evitar esbozar una sonrisa divertida al recordar el apodo que le han dado, “El Ceo de Hielo", lo han tildado de ser el empresario con el corazón tan frío como si estuviese hecho de hielo de la Antártida, y no lo han tildado de esa manera solo por ser implacable para los negocios, sino especialmente porque ninguna mujer ha sido capaz de llegar a su corazón.

—Es difícil que alguien pueda llegar a tu corazón cuando ya le pertenece a alguien más —murmura el hombre torciendo las comisuras de los labios al tener que recordar una vez su amor fallido, desde que Esmeralda apareció en su vida hasta ese día, ninguna otra mujer ha sido capaz de siquiera llamar su atención. Han pasado algunas mujeres por su cama, pero solo por una noche, ninguna fue capaz de acariciar si alma de la manera que Esmeralda lo logró, y con el paso del tiempo comienza a hacerse a la idea de que quizás jamás aparezca otra mujer como ella.

 El empresario va tan concentrado en sus pensamientos que ni siquiera ve a la mujer que viene hacia él concentrada en las pinturas de la pared, ambos se chocan casi provocando que ella caiga de bruces al suelo, pero la rápida reacción de Ariel que la toma por la cintura impide que eso suceda. Por unos segundos ambos se quedan estáticos mirándose el uno al otro con sorpresa, el hombre incluso puede oler el dulce perfume que emana de la mujer provocándole que un extraño estremecimiento le recorra el cuerpo.

—¿Piensa soltarme o estamos posando para que el artista haga un retrato? —pregunta Julieta arqueando una ceja.

—Oh, sí, lo siento. ¿Se encuentra bien? Yo… yo no la vi —se excusa Ariel soltándola y tratando de recomponerse de la vergüenza que siente por el incidente.

—No se preocupe, ese choque es lo más emocionante que me ha ocurrido desde que llegué a esta exposición —comenta la modelo con una sonrisa bromista observando de reojo al apuesto extraños que tiene delante.

—Eso suena a que lleva una noche muy decepcionante —responde Ariel sintiéndose obligado a entablar una charla con ella por el atropello.

—He tenido noches mucho peores, digamos que simplemente esta no cumplió con mis expectativas, eso es todo —afirma Julieta sin mucho interés en seguir por mucho tiempo esa conversación, probablemente si Malena la viera la obligaría a permanecer pegada a ese guapo hombre, pero ella se ha propuesto alejarse de cualquier hombre o posible amorío, al menos por un largo periodo.

—Puedo imaginarlo, sí —murmura Ariel desviando desinteresadamente la mirada hacia una de las pinturas, esperando que ese pueda llegar a ser el fin de la conversación.

—¿Qué significa eso de que puede imaginarlo? —cuestiona la mujer recelosa al creer comprender lo que le ha querido decir.

—Nada, simplemente no pareces del tipo de mujer que frecuente lugares tan… cultos —responde el empresario al observar la falda ligeramente corta y la blusa que lleva la mujer.

—¡No suelo frecuentar estos lugares porque aquí se suelen reunir los seres más arrogantes del planetas, ricos que creen ser el ombligo del mundo! —replica Julieta apretando los puños con furia al ser juzgada como si fuese una cualquiera.

—No entiendo la razón de su… enfado, yo solo he hecho una observación, puedo llegar a pecar de ser demasiado franco, pero créame que no ha sido con la intención de ofenderla —se apresura a aclarar Ariel a quien su filosa sinceridad suele meterlo en más de un malentendido.

—¡Lo mío también ha sido una observación con toda la franqueza del mundo, así que no de ofenda si pienso que es solo otro nariz parada de los que sobran en este mundo. La próxima vez en vez de estar con la cabeza en su burbuja de superioridad, intente poner los pies sobre la tierra y la mirada hacia adelante para no darle a nadie más el gran disgusto de toparse con usted! —reclama la modelo soltando un gruñido de furia y comenzando a alejarse de ese hombre.

—Que… intensa —murmura el empresario sin ser capaz de comprender la reacción desmedida de la mujer, no cree haber dicho algo que no fuera verdad, aunque reconoce que quizás debería haber modulado un poco sus palabras.

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