Julieta pone todo su esfuerzo en esbozar una gran sonrisa frente a la cámara que dispara varios flashes hasta que se detiene dando por terminada esa sesión de fotos con el vestido corte de sirena turquesa. Sin siquiera esperar algún comentario por parte del fotógrafo de cómo ha estado la sesión, la modelo se dirige lo más disimuladamente que puede hacia el baño para devolver lo poco que ha desayunado, hace por lo menos cinco minutos que se ha estado obligando a soportar las nauseas. —Has estado hermosa como siempre, ven a que te retoque el maquillaje, cariño —invita Keyla con una sonrisa amistosa señalando la silla de la modelo.—Por un momento creí que no terminaría nunca esa sesión —confiesa Julieta sentándose en la silla tomando un largo sorbo de su botella de agua mineral antes de tener que quedarse quieta para que la maquilladora haga su magia.—Bueno, por lo que he oído ya no nos queda mucho tiempo, según comentan Jaguer ha pedido que terminemos la campaña cuanto antes. Lo cual
—¡No puedo creer que te hayas atrevido a hacerme esto, maldito bastardo! —grita una mujer de largo cabello rubio apuntando con el dedo a su prometido. —¡Oh, vamos, cariño! ¡Fue solo una equivocación, no volverá a pasar, te lo prometo! —se excusa el hombre fornido tratando de ir hacia ella para abrazarla. —¿Cariño? ¡No te atreves a decirme así, Pablo, ni siquiera tienes derecho a mirarme al rostro! ¡Eres un maldito egoísta, poco hombre, un idiota engreído! —acusa la mujer poniéndose detrás de la mesada de mármol blanco de la cocina para evitar que se le acerque. —¡Cuida tus palabras, Julieta! He venido para intentar arreglar las cosas, así que ten cuidado con cómo me hablas —advierte el hombre entre dientes endureciendo su expresión ante los insultos que no está dispuesto a tolerar. —¡¿Y qué vas a hacer, gran hombre?! ¿Golpearme? ¡Solo inténtalo y me encargaré de que lo sepa hasta la última persona en el mundo, y luego a donde iras a ju
—¡No puedo creer que lo hayas conseguido! ¡Eres un maldito suertudo! —exclama con entusiasmo un hombre joven entrando en una oficina.—Tendrás ser más especifico, Daniel, aunque estoy seguro que sea lo que sea a lo que te refieres, no tiene que ver con la suerte —responde el joven detrás del escritorio sin levantar la mirada del monitor de su computadora.—Hablo de que conseguiste hacerte cargo de la publicidad para Juegar, esa marca de ropa está recibiendo dinero de todos lados, hasta dicen que podría llegar a París —informa Daniel sentándose en el sillón frente a su amigo.—Oh, eso —responde Ariel sin darle mucha importancia—. De todas maneras el futuro de esa compañía dependerá del resultado de nuestra publicidad, que es en lo que estoy trabajando, si logramos el éxito que esperan nos abrirá muchas puertas.—¿Y lo dices con la misma emoción que tendría un muerto? Amigo, me preocupas cada vez más, si no fuera porque respiras ya te habría ent
Ariel contempla con los ojos entonados el cuadro que tiene frente así, apretando los labios intenta hallarle alguna forma a las gruesas pinceladas azules, negras y violetas que componen la pintura. En la mañana había creído que esa exposición de arte podría ser un buen entretenimiento para despejar su mente después de la última junta del día, pero lo cierto es que nunca ha sido amante de lo abstracto. Simplemente no puede entender que se pueda hallar belleza en algo tan caótico y carente de sentido, quizás solo se deba a su ignorancia en el arte, pero para él las cosas resultan mucho mejor cuando están claras y son comprensibles.—Parece que el cuadro “Frialdad” lo ha cautivado, señor. Me ha parecido una de las pinturas más maravillosas de toda la exposición —comenta una bella mujer de vestido azul ligeramente ajustado a las curvas de su esbelto cuerpo parándose al lado del hombre al que reconoce rápidamente por haber leído de él en algunas revistas.—Cautivado n
Julieta estaciona su auto frente al café en el que su agente la ha citado, mirándose en el retrovisor se asegura de que el poco maquillaje que lleva puesto no necesite un retoque. Fijándose puntualmente en el que ha usado para tapar sus ojeras, pues aunque la noche anterior volvió a su casa temprano, no fue capaz de dormirse hasta muy tarde al pensar en el cretino que había conocido en la galería. Probablemente debería haberlo olvidado desde el momento en el que salió de ese lugar, pero por alguna razón no ha podido quitárselo de la mente, esa frialdad e indiferencia con que la trató simplemente le resulta inaceptable, humillante, y ella no es de las personas que permiten que alguien la pase por arriba. Por lo que hasta desea ser capaz de volver a encontrarlo para poder decirle un par de cosas que esa noche no se atrevió para no armar un escándalo.—¡Julieta, eres tú! —exclaman emocionadas un par de muchachas al ver a la modelo bajar del vehículo.—Sí, soy yo, ch
—¿Así que te encargarte de espantar a dos bellas mujeres con las que podrías haber pasado una gran noche? ¡Mi amigo tú no tienes remedio! —resopla Daniel con molestia caminando junto a su compañero por los pasillo de la Agencia.—Solo fui sincero con ellas, no creo que alguien debiera reaccionar de esa manera solo por escuchar la verdad —se excusa Ariel encogiéndose de hombros con indiferencia.—¿Sincero? ¡Ellas no quieren sinceridad, amigo, solo desean que le digan lo que quieren escuchar! Los políticos lo saben y por eso llegan a ser presidentes —reclama el amigo tomando un sorbo del vaso de café que lleva en la mano.—Y gracias a eso tenemos el mundo a punto de colapsar, siempre seré partidario de que la verdad debe ser dicha, aun cuando no quiera ser escuchada —afirma el empresario abriendo la puerta de su oficina.—Podrías intentar que fuesen verdades más sutiles, no hay necesidad de psicoanalizarlas, no las necesitas en un diván como si
—¿No crees que este vestido te quedará espectacular? —pregunta una mujer rubia tomando un hermoso vestido de noche negro.—¡No! ¡No quiero parecer una viuda, Stella, quiero algo más vivo, que nadie pueda quitar su mirada de mí! —responde Carolina arrugando la nariz con disgusto ante la propuesta de su amiga.—Ya hemos recorrido seis tiendas, amiga, sé que estás interesada en ser el centro de atención, pero aunque te pusieras una cortina quedarías hermosa. Tú eres de esas mujeres a las que todo les queda bien —insiste Stella que si bien le encanta ir de compras no quiere perder más tiempo considerando todo los que les resta para estar preparadas para el evento.—Gracias, amiga. Pero no me interesa tanto ser el centro de atención, solo me interesa la mirada de una persona, es por eso que tengo que encontrar el vestido perfecto. Es la primera oportunidad que tengo de estar en una especie de cita con él, y no pienso desaprovechar esta oportunidad —determina
Julieta suelta un largo suspiro cargado de nervios al estar frente a MarchetMax, el imponente edificio y lo que representa le provoca que las piernas le tiemblen. Ella es una mujer decidida que no le teme a nada, pero la trascendencia de este trabajo ha logrado hacerla sentir como la primera vez que recorrió una pasarela. Aunque sabe que debe tranquilizarse antes de cruzar la puerta giratoria y encontrarse con su nuevo jefe que le indicará lo que tiene planificado hacer, por lo que cerrando los ojos toma una gran bocanada de aire que luego exhala procurando volver a tener el control sobre sus emociones. Bajo ninguna circunstancia puede poner en peligro ese trabajo, no solo tendrá el efecto de una catapulta en su carrera, sino que podría llegar a opacar y finalmente hacer olvidar su ruptura con Pablo, si bien siempre habrá algún periodista atolondrado que lo sacará a relucir cuando hablen de ella, pero el efecto ya no sería el mismo.—Bienvenida señorita Berton, es un place