Capítulo 2
Los invitados mostraron diversas expresiones y murmuraban entre ellos.

—¿Esa es la prometida de Xavier? ¡Parece una chica rebelde de la calle!

—La mujer de Xavier debería ser una dama elegante y hermosa. ¿Qué clase de vestimenta es esa?

—Los gustos de Xavier son realmente peculiares.

Valeria se había vestido intencionalmente como una chica rebelde para asustar a los pretendientes. Sin embargo, a Xavier no parecía importarle en absoluto que su prometida fuera objeto de burlas. De hecho, ni siquiera se molestaba en cuestionar su propio gusto, sino que se limitaba a observar la escena como un espectador indiferente.

Bajo las miradas extrañadas de los invitados, Valeria sentía alguien la estuviera amenazando con una daga fría en la espalda, pero, aun así, intercambió los anillos de compromiso con Xavier.

Aunque muchos encontraban extraño el atuendo de la prometida de Xavier, por respeto a él, no se atrevieron a no aplaudir y felicitarlos. Por lo que, en cuanto el maestro de ceremonias anunció que la misma había concluido, todos prorrumpieron en aplausos.

Una vez bajaron del estrado, Valeria solo quería irse rápidamente de aquel lugar. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, se vio rodeada de tres mujeres ataviadas con trajes extravagantes, que le bloquearon el paso.

—¿De qué familia eres hija?

—¿Cómo es que te presentas vestida de esa manera?

—¿Crees que con esa apariencia puedes estar con Xavier?

Valeria las rodeó sin prestarles atención; pero las tres mujeres la interceptaron, una vez más, impidiéndole continuar.

Perdiendo la paciencia, Valeria les dedicó una mirada a los vestidos elegantes que llevaban y dijo:

—Ustedes sí que están bien vestidas para estar al lado de Xavier, pero ¿acaso él les ha propuesto compromiso?

—¡Cómo te atreves a hablarnos así!

Las tres mujeres eran hijas de familias adineradas de Ciudad de México y nadie nunca se había atrevido a insultarlas de esa manera; por lo que insistieron en que Valeria se disculpara, mientras seguían bloqueándole el camino.

No muy lejos, Nicolás Montes, hijo de la familia Montes, se acercó a Xavier y ambos entrechocaron sus copas.

—Xavier, ¿de dónde sacaste a esa chica rebelde? ¿Acaso tu padre no se enfadará, si la llevas a tu casa?

—Al viejo solo le importa tener una nuera, cualquier mujer servirá —contestó Xavier con un tono frío.

Nicolás chasqueó la lengua:

—Habiendo tantas mujeres en el mundo, ¿por qué escogiste a una chica como ella?

Xavier bajó la mirada, tomó un sorbo de vino tinto, como saboreando algo.

—Porque su boca es bastante dulce.

Nicolás quedó atónito, mirando a su hermano, quien era conocido por su austeridad.

—Nunca me di cuenta de que tu gusto fuera tan peculiar —repuso con incredulidad.

En ese momento, una copa de vino fue derramada sobre Valeria.

Nicolás miró en esa dirección y arqueó una ceja, mientras decía:

—Parece que tu pequeña prometida está siendo acosada. ¿No vas a intervenir?

Xavier entrecerró los ojos y observó la escena, antes de responder:

—No es necesario.

Nicolás aún no entendía a qué se refería Xavier, cuando vio que Valeria agarraba el cabello de una de las mujeres y chocaba violentamente las cabezas de dos de ellas como si fueran melones.

Las dos mujeres cayeron al suelo y Nicolás casi creyó ver estrellas en torno a sus cabezas, igual que en los dibujos animados. A continuación, miró a la tercera mujer, comprobando que esta se encontraba paralizada por el miedo.

—¿Cómo te atreves?

Valeria, con una expresión impasible, no dijo nada y simplemente hizo un gesto con la mano.

La última mujer se apartó de inmediato, sin atreverse a continuar bloqueándole el camino.

Nicolás se quedó boquiabierto.

—Creo que ya entiendo por qué elegiste a esta chica.

Los ojos de Xavier mostraron una profundidad impenetrable mientras bebía en silencio.

Esa pequeña mujer había logrado acercarse a él en un abrir y cerrar de ojos, y, con una sola mano lo había obligado a inclinarse para besarla a la fuerza. En verdad, tenía una fuerza sorprendente y un gran valor. Sí, era realmente impresionante.

—Valentín, llévala a cambiarse de ropa.

—Sí, señor.

Sin embargo, Valeria no siguió a Valentín, sino que se acercó a Xavier, mirándolo con descontento.

—Señor Palacios, ¡no es justo! Solo le di un ligero beso y ya quiere que me case con usted. El precio es demasiado alto. ¿No puedo compensarlo de otra manera? ¿Quizás con una compensación económica?

Los profundos y alargados ojos de Xavier mostraron una sonrisa enigmática mientras miraba a Valeria.

—¿Hum? ¿Cuánto crees que vale un beso mío?

Valeria evaluó la cara del hombre y luego observó seriamente sus finos labios, como si en verdad estuviera calculando un precio.

—No lo sé, mejor usted dígame una cifra. Viendo que no es tan joven, no debe ser su primer beso, así que mejor que no supere los doscientos dólares. ¡No tengo más!

—¡Qué descaro!

¿En serio creía que podía compensarlo con doscientos dólares?

Valentín pensó que aquella mujer parecía estar buscando problemas.

Comprometerse con el señor Xavier era una suerte para ella, y aun así, ¿se atrevía a despreciarlo?

Xavier levantó la mano para indicarle a sus hombres que se retiraran y luego agarró el mentón afilado de Valeria, con sus largos dedos. La presión que ejercía sobre su piel no era fuerte, pero estaba llena de una peligrosa insinuación.

—Niña, ya que tuviste el coraje de besarme en público, debes asumir la responsabilidad y enfrentar las consecuencias. ¿Entendido?

Valeria frunció el ceño, pensando que algo andaba mal en la cabeza de ese hombre.

Aquel día ella se había vestido de manera poco atractiva, ¿por qué insistía en perseguirla?

Valeria forzó una sonrisa y sus ojos brillaron con astucia, cuando con tono insolente:

—¡Está bien! ¿Ahora puedo ir al baño?

Xavier no respondió, solo le hizo una señal a Valentín para que la acompañara al baño.

Unos minutos después, el hombre regresó con expresión grave y se acercó a Xavier.

—Señor, Valeria saltó por la ventana del baño y escapó. Ya he enviado a alguien a que la sigua.

Xavier, con su traje impecable, se recostó perezosamente en el sofá, como si hubiera anticipado aquel resultado. Su rostro, apuesto y frío, no mostró ninguna emoción mientras agitaba la copa de vino en su mano.

—No es necesario perseguirla. Encuentra la dirección de su casa y envía a alguien a proponerle matrimonio.

—¡Entendido!

—Xavier, ¿realmente quieres casarte con una chica tan problemática? Muchas mujeres te adoran —dijo Nicolás, sin poder evitarlo, después de disfrutar del espectáculo.

—Solo una mujer así puede estar a la altura —respondió Xavier con un tono profundo.

Cuando Valeria regresó a casa, ya era de noche. Y, en cuanto cruzó la puerta, Raúl Quiroz, su padre, levantó una mano para abofetearla.

—¡¿Cómo te atreves a regresar?!

Valeria se retiró ágilmente, esquivando la bofetada con facilidad, lo que aumentó la ira de Raúl.

—¡Valeria! Tu madre seleccionó cuidadosamente a un hombre de calidad para ti, y tú apareciste en la cita, vestida de la peor manera. ¡Incluso besaste a un hombre al azar en público! ¡Has avergonzado a la familia Quiróz! ¡Tu madre fue reprendida por la casamentera! ¡Arrodíllate y pídele perdón de inmediato!

—¡Ella no es mi madre! —repuso Valeria, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, mirándolo con frialdad.

Ella solo era su madrastra, una mujer que quería casarla rápidamente para quitarle el derecho a heredar la fortuna de la familia Quiróz.

—Raúl, no pasa nada, no te enfades con Valeria —repuso Clara, con falsa amabilidad—. Es joven y no entiende. Es mi culpa como madrastra.

Ver a su esposa defender a esa niñita ingrata solo hizo que Raúl se sintiera más dolido.

Volviéndose hacia Valeria, gritó:

—¡Desagradecida! ¡Clara siempre te ha tratado bien y ni siquiera la llamas mamá!

Clara, secándose unas lágrimas fingidas, continuó con su actuación de mártir:

—Raúl, está bien, que me llame tía si quiere, no me importa.

Valeria, acostumbrada a las actuaciones de Clara, no se sorprendió. Aquella mujer era una experta en dramas emocionales y siempre actuaba como la buena en frente de Raúl, quien, cegado por su belleza, se negaba a ver la realidad.

—Papá, estos son los verdaderos antecedentes de todos los pretendientes que Clara me encontró —repuso Valeria, mientras le entregaba a Raúl un paquete de documentos—. Échales un vistazo. Si encuentras a alguien que te parezca adecuado, me casaré con él.

Raúl, sorprendido, tomó los documentos y comenzó a revisarlos, mientras su expresión se iba tornando cada vez más sombría.
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo